Capítulo 8
Elizabeth se despertó mucho antes de que sonara el despertador y saltó de la cama. Los sábados y los domingos eran los días de más trabajo gracias al brunch que ofrecían. También eran los días que más beneficio obtenían, así que el esfuerzo merecía la pena.
Se fue a la cocina para ir preparando las cosas antes de que Natalie y los demás ayudantes llegaran. Se preparó un café y después se dio un paseo por el jardín para arreglar las plantas.
En menos de cuatro horas los clientes empezarían a llegar, pero tenía tiempo para sentarse un rato en el muro de piedra y ver cómo los marineros se echaban a la mar.
De niña había tenido la costumbre de observar aquel espectáculo todas las mañanas desde la pescadería de sus padres. Algunas mañanas, mientras su madre había preparado el desayuno, Dani su hermana gemela había acompañado a su padre a saludar a los pescadores.
Dani siempre había sido más aventurera que Elizabeth. No sabía en qué punto del planeta estaría en aquel momento. Siempre estaba muy ocupada viajando a lugares exóticos. Elizabeth esperaba recibir pronto una llamada suya anunciando una visita.
El café se había enfriado y los rayos del sol comenzaban a calentar. Había llegado el momento de ponerse en marcha. Siempre aprovechaba aquellos ratos que se quedaba a solas en la cocina para experimentar con nuevas recetas de postres, ya que quería participar en el concurso de cocina de Silvershire, que iba a tener lugar el mes siguiente.
Elizabeth no pretendía alcanzar la gloria, pero los premios traían buena publicidad. Sus anteriores galardones habían logrado que aparecieran reseñas del restaurante en revistas como Gourmet y Bon Appetit. Después la habían invitado a otros concursos y convenciones culinarias. Había sido una oportunidad perfecta de conocer más mundo.
Quizás no fuera tan distinta de su hermana aventurera.
En aquel momento entró Natalie en la cocina.
—Buenos días, Nat.
—¿Son buenos días? —preguntó Natalie intrigada.
—Si fueran buenos en el sentido en el que estás preguntando, no lo sabrías. ¿O
acaso crees que soy de las que van contando por ahí sus intimidades?
—O sea, que hubo beso. No hace falta que lo confieses porque tus ojos lo dicen todo.
—No puedes saber nada por mis ojos —se quejó Elizabeth.
—Tienes razón, no lo sé por tus ojos, sino porque no me has llevado la contraria
—contestó Natalie antes de bajar a la bodega.
¿Qué iba a hacer cuando apareciera Aidan? Si es que iba a trabajar, porque la noche anterior había desaparecido a toda velocidad.
Sin embargo, aquella mañana se sentía preparada para verlo. Tenía que estarlo.
No quería que él se llevara una idea equivocada de lo que estaba pasando o que se diera cuenta de que su presencia le afectaba.
Pero quizás ya hubiera huido y ni siquiera cumpliera su promesa de no dejarla en la estacada. Era fin de semana y tenían mucho trabajo.
Elizabeth centró su atención en el menú de aquel día y en los ingredientes que faltaban para ir a la compra.
El sonido de una pisada cerca sobresaltó a Aidan. Se levantó con la pistola entre las manos. Siempre dormía con la pistola a mano.
Lucía levantó las manos en señal de rendición.
—Siento despertarte, pero es que Walker está aquí y tiene noticias frescas.
—Dame cinco minutos, por favor —contestó bajando el arma.
Se vistió y cuando salió de la habitación vio a Walker sentado en uno de los sillones de la suite.
—Me temo que hay problemas —dijo Aidan mientras se sentaba frente al hombre.
—Tienes muy mal aspecto. ¿Ha sido una noche dura?
—Ha estado hasta tarde con Gorrión. Primero en un club y después un paseo de madrugada —informó Lucía con una bandeja con café en las manos—. He pedido café, supongo que te vendrá bien.
—Gracias, Lucía.
—¿Has podido ver dónde fue? —preguntó Walker—. El Departamento de Inteligencia dice que últimamente se está hablando mucho de Gorrión y que es probable que tenga otro encargo por aquí.
—Alguien se introdujo en el pasaje secreto de la bodega del restaurante. Estaba vestida para una misión y armada… con la pistola de Mitch.
—¿Cómo lo sabes?
—Aunque los anteriores exámenes de balística han confirmado que Gorrión utiliza una Sigma, anoche llevaba una HK Mark 23. La pistola de Mitch era igual y desapareció la noche de su muerte —contestó Aidan.
—Atando cabos, ¿no? ¿Pero qué tiene que ver esto con la muerte del Príncipe?
—preguntó Walker mirando a Lucía.
—Todavía no hay nada.
—Esto no va bien, chicos. Corbett ha llamado esta mañana. Un amigo le ha avisado de que un periódico local… —comenzó a explicar Walker.
—¿El Quiz? —preguntó Lucía.
Walker asintió.
—Parece que uno de sus reporteros tiene algo sobre la última noche del príncipe Reginald.
—Pero si eso es prensa amarilla, ¿por qué preocuparse? —preguntó Aidan.
—Porque, por desgracia, el cotilleo tiene parte de razón —contestó Walker.
—¿Cuál es la historia? —intervino Lucía.
—Por lo visto, el Príncipe conoció a una chica muy atractiva la mañana de su muerte. Una mujer de complexión atlética, morena…
—¿Gorrión? —preguntaron Aidan y Lucía al unísono.
—La descripción encaja. El rumor dice que el Príncipe se encerró en la habitación con ella para disfrutar de una noche de placer.
—Por lo que vi en el dossier, ésa era una de las costumbres del Príncipe. ¿Por qué preocuparse por ese artículo? —insistió Aidan.
—Cocaína y asesinato. Hay algunas pruebas de que el Príncipe consumía. El Quiz ya publicó algo hace un par de meses sobre una sobredosis del Príncipe.
Ningún medio respetable hizo eco del incidente.
—¿Y ahora? —preguntó Lucía.
—El periódico afirma que tiene pruebas de que el Príncipe se había drogado y también del asesinato.
—¿Los exámenes de los toxicólogos confirman el consumo de drogas? —
preguntó Lucía.
—Los he revisado yo mismo y no cabe duda. En el organismo del Príncipe había cocaína y veneno. La droga pone en un aprieto a la familia real y el asesinato no es más que leña para el fuego que está alimentando la Unión para la Democracia
—expuso Walker.
—Así que el Príncipe tomó su coca y un poquito de veneno —comentó Aidan, echando un vistazo al expediente.
—No tomó mucho, pero fue suficiente para que su corazón se parara. La cuestión es que la sustancia, no la pudieron comprar en una farmacia.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Lucía.
—Cuando esta sustancia se vende en farmacias siempre está mezclada con otras sustancias bien sea en píldoras, bien en inyección —explicó Walker mientras se lo mostraba a Lucía en el informe—. Sin embargo, las analíticas sólo revelaban el veneno y cocaína.
—¿Y qué procedimientos hay para conseguir dicho veneno en estado puro? —
intervino Aidan.
—Según este informe, el veneno se puede obtener de una planta bastante común, la digitalis purpurea, también conocida como dedalera —contestó Lucía.
—¿ Dedalera? —preguntó Aidan.
Lucía le mostró el informe y él leyó en voz alta la definición de la planta.
—La dedalera común se puede encontrar fácilmente en toda Europa y en las Islas Británicas. Tiene hojas peludas y una flor púrpura que aparece en el mes de julio. Las hojas y las semillas se pueden utilizar como estimulantes cardiacos con fines médicos
—Aidan hizo una pausa—. El jardín de Elizabeth está lleno de plantas, pero no recuerdo ninguna con la flor púrpura.
—Estamos en el mes de agosto. Según la descripción, la planta florece en julio
—añadió Lucía.
—Así que es muy posible que la planta ahora mismo, no se parezca mucho a esta foto. ¿Podrías buscar más información en Internet durante la mañana, mientras yo hablo con las amigas de Elizabeth?
—¿No crees que si hablas con ellas, la señora Moore puede sospechar? —le preguntó Walker mientras recogía los informes tendidos sobre la mesa.
—Quizás levante sospechas, pero no tenemos muchas más opciones. Si el Quiz sabe lo de la cocaína y lo del asesinato, ¿quién nos asegura que no sepan que el Grupo Lazlo está trabajando aquí y que vayan a descubrirnos?
—Aidan tiene razón. Tenemos que actuar rápido para obtener más información
—dijo Lucía.
—Tengo que confiar en vuestro juicio —dijo Walker tras una breve reflexión.
Estaba dudoso—. Sobre todo porque parece que alguien le está filtrando información a la prensa para desprestigiar a la familia real. Entre tanto, ¿tenéis alguna prueba inequívoca que nos asegure que Elizabeth Moore es Gorrión?
—¿Una prueba como la de una mujer con el mismo cuerpo de Elizabeth desapareciendo desde la bodega de su restaurante con la pistola de Mitch? —
preguntó Aidan un poco irritado ante la desconfianza de su compañero.
Walker alzó las manos en señal de rendición.
—Vale, ya lo pillo. Hay demasiadas coincidencias como para no pensar que nuestra cocinera es Gorrión, la asesina de Mitch. Lo que necesitamos ahora es encontrar la conexión de Gorrión con el asesinato del Príncipe. En primer lugar, Elizabeth estaba cerca del lugar del crimen —afirmó Walker.
—Y una mujer, cuya descripción encaja con la de Elizabeth, fue vista junto al Príncipe —añadió Lucía.
—Walker, si el Príncipe murió con una sonrisa en los brazos de su amante, ¿no podríamos obtener ningún resto de ADN?
—Todavía no. He enviado a uno de nuestros equipos para que vuelvan a la escena del crimen y examinen de nuevo el cadáver. Si el Príncipe y Gorrión mantuvieron relaciones sexuales, hay que examinar los restos de fluidos corporales.
También tendríamos que encontrar alguna prueba de ADN que vincule a la asesina con el veneno. Si proviene de una planta, quizás el ADN nos pueda indicar su origen.
—Quizás pueda tratar de buscar alguna planta similar en los jardines de Elizabeth —dijo Aidan.
Walker consultó el reloj y después lo miró.
—¿Entras a trabajar a las diez de la mañana y sales a las diez de la noche? —le preguntó.
—A no ser que pueda entretener a la dama como lo hice anoche. Si lo consigo no sé a qué hora… —comentó Aidan con una sonrisa pícara. Después señaló a Lucía
—. He preparado una cámara especial para que puedas ver cuál es la combinación de la caja fuerte.
—Intentaremos abrirla, pero no sin cubrirnos bien las espaldas—advirtió Walker—. Volveré sobre las diez para que te puedas preparar, Lucía. Lo demás, lo decidiremos sobre la marcha.
—Parece que ya tenemos plan —dijo Lucía.
Aidan asintió, agarró su chaqueta de cuero y se marchó. Tenía menos de una hora y mucho trabajo por hacer.
No obstante, era optimista. Esperaba que los datos que le ofrecieran las amigas, le confirmaran que Elizabeth era Gorrión. Aquella información le ayudaría a que desapareciera la atracción creciente que sentía por aquella enigmática mujer.