Capítulo 13

 

 

Logan despierta sobresaltado, mira en todas direcciones sin saber donde está. Su entorno le resulta familiar, pero se siente tan débil que no consigue pensar con claridad y sus ojos no logran darle una visión lo suficientemente nítida. Irynae se sienta junto a él, le da un beso y él tiembla.

 

—Tranquilo amor mío. Estas a salvo en el palacio Miroslaw.

 

—¿Cómo? Lo último que recuerdo era estar en un sucio calabozo.

 

—El clan de la Casa de las sombras te liberó.

 

—¿Straush?

 

—Sí, el clan es fiel a él jamás harían nada en contra de sus órdenes y menos bajo el mando de Láyonel.

 

—¿Pero por qué?

 

Irynae se encoge de hombros, Straush es un vampiro muy complicado y sabio.

 

—Alan manda apresar a los miembros de la Casa de las sombras, no quiero que esas alimañas leales a Straush anden sueltas por ahí. —ordena Arkanian.

 

Alan mira a uno de sus hombres y este sale corriendo. Alan se acerca presto hasta Arkanian que lo mira con desprecio, Straush es un vampiro con valores, alguien a quien respeta a pesar de todo ¿pero Alan? No entiende porque un vampiro como él fue nombrado Bastión.

 

—Mi señor. ¿Me gustaría saber cuándo recibiré mi pago?

 

Arkanian sentado en el trono del emperador, se arma de paciencia para no degollarlo.

 

—Recibirás tu pago cuando el imperio esté en mis manos y Logan sea eliminado. Ahora márchate, no quiero ver ni hablar con nadie.

 

Alan se inclina ante él y abandona la inmensa sala donde fuera coronado Straush.

 

 

 

—Este anillo me debilita. Necesito quitármelo. —dice Logan con voz susurrante.

 

—Nos advirtieron de que  no lo hiciéramos para que no puedan detectarte.

 

—Tienes suerte. Si tuviera energías te haría el amor hasta dejarte exhausta.

 

—En ese caso no tengo suerte. Ardo en deseos por sentir tu piel sobre mí. —responde Irynae besándole.

 

Logan, debilitado, vuelve a perder el conocimiento, el anillo lo anula totalmente hasta convertirlo en un semi muerto.

 

 

 

El clan se detiene frente al pasadizo secreto, Láyonel se gira y los mira sorprendido.

 

—¿Qué ocurre?

 

—Nosotros no vamos. —responde Julius.

 

—Es una orden. Soy vuestro Bastión y no  podéis desobedecerme.

 

—Escapa y avísalos. Nosotros nos dejaremos ver para que nos detengan. Estaremos bien, encarcelados pero a salvo. —responde  Julius.

 

Láyonel baja la cabeza furioso, pulsa un engranaje y se abre una pequeña puerta, antes de internarse en el pasadizo los mira por última vez.

 

—No hagáis ninguna tontería. —ordena Láyonel antes de salir corriendo por el estrecho pasadizo.

 

El resto del clan observa como la puerta del pasadizo se cierra, se miran unos a otros y abandonan la caverna, Julius camina hacia el palacio, Jud hacia el hotel y Karsacry deambula por la ciudad.

 

Uno a uno son hechos prisioneros y llevados al calabozo, junto a Straush.

 

—¿Estáis bien? —pregunta Straush.

 

—Sí, Láyonel ha escapado, avisará a Logan.

 

Julius se sienta en el suelo junto a Karsacry, que pasa el brazo rodeando a Julius, que se limita a palmear su brazo agradecido. Straush besa la frente de Jud y se aparta de ella, necesita pensar.

 

Láyonel espera a que anochezca para salir, retira una rejilla metálica y sale al exterior, encaja la rejilla y la cubre de tierra. Alertado por el ruido de neumáticos, salta a uno de los árboles cercanos y espera a que pase una patrulla, desde luego son buenos, ya saben que se ha fugado. Pero él es mucho más astuto, corre entre la maleza  camino de una de las guaridas secretas en la ciudad eterna, Roma tiene muchos secretos guardados y necesita uno de ellos.

 

 

 

Arkanian está furioso, no consigue sentir a Logan. Debe de llevar el anillo puesto, ese maldito Straush es muy perspicaz.

 

Acabará con Logan y luego le hará postrarse ante él. Primero será el imperio vampiro y luego la humanidad, se acabó seguir viviendo en las sombras.

 

Saloa entra en el  salón imperial, se postra ante Arkanian y ladea la cabeza negativamente. Arkanian suelta una bola de fuego contra una de las paredes, los tapices comienzan a arder y varios guardias entran corriendo para sofocar el incendio.

 

 

 

Láyonel se encarama a una farola y desde ella salta a un balcón, luego salta de balcón en balcón hasta llegar al tejado. Desde allí puede ver el Coliseo, Straush le contó muchas historias sobre él. Continúa su carrera, saltando de edificio en edificio. Es una carrera a muerte, si no consigue avisar a Logan teme lo que le pueda pasar a su clan, otra vez todo depende de que él pueda llevar el aviso.

 

Durante una hora recorre sin descanso los tejados de los viejos edificios, hasta llegar a una azotea de aspecto más moderno.  Salta sobre el suelo de grava blanca y camina hacia una puerta de metal gris. Acerca su brazalete a la cerradura y esta se abre, entra dentro de la minúscula habitación que aparenta ser un cuarto de contadores de la luz y acciona un interruptor oculto a la vista, pero visible para los ojos de un vampiro. El suelo se abre y de él surge una plataforma móvil que transporta una moto de aspecto grotesco. Una de las paredes del cuarto emite un crujido y se desplaza a un lado, luego comienza a inclinarse hasta quedar posada sobre el suelo.  Láyonel salta sobre la moto y activa el motor, que emite un zumbido al conectarse. Nada más activarse el panel, aparecen tres puntos rojos en él.

 

—¡Mierda!

 

Pulsa un botón y los laterales de la moto comienzan a  desplegarse hasta dejar a la vista dos motores que se encienden y emiten un haz de luz. Láyonel gira el manillar de la moto, engrana una marcha y la moto se inclina hacia la derecha, acelera y se eleva en el aire.

 

No tarda en ver a sus perseguidores, acelera de nuevo y se lanza hacía las calles más estrechas. Los tres vampiros lo siguen de cerca, sus motos pertrechadas con ametralladoras lanzan mortíferas ráfagas de proyectiles.

 

—Yo también se jugar a eso. Activad misiles. Seleccionar objetivo.

 

Uno de los puntos rojos es seleccionado en el panel y de la parte trasera de la moto sale disparado un misil de aspecto diminuto.  La moto de su perseguidor estalla en pedazos. Los dos puntos rojos restantes desaparecen del panel.

 

—Muy bien, sabéis ocultaros del radar. ¿Pero sabréis ocultaros de mí? Se acabó huir.

 

Láyonel hace que la moto gire hacia arriba trazando un círculo, los dos vampiros lo siguen sin dejar de disparar, a mitad de círculo Láyonel da un giro brusco a la izquierda y se sitúa tras ellos abatiendo a uno de ellos. La moto estalla en mil pedazos y el vampiro se convierte en cenizas. El otro vampiro da un giro hacia la izquierda y logra esquivar la ráfaga de proyectiles que Láyonel le acaba de regalar. 

 

Tira de la moto hacia la derecha y recorre casi a ras unas estrechas calles en apariencia desiertas, esquiva varios contenedores de basura  y algún que otro coche que aparece por alguna de las calles más anchas. El vampiro le sigue de cerca, no consigue deshacerse de él, hasta que la calle hace un giro pronunciado a la derecha, acelera y nada más girar, da marcha atrás y se interna en el portal de un edificio. El vampiro pasa justo delante de él y Láyonel lo abate sin piedad.

 

Libre de perseguidores, continúa su camino elevándose hasta el cielo, lejos de la ciudad. Marca un número en el teclado del panel y un micrófono provisto de un altavoz emerge del depósito de gasolina hasta la altura de su boca.

 

—Aradhian ¿Me recibes?

 

—Sí.

 

—El verdadero enemigo ha sido descubierto. Liberad a Logan del poder del anillo. Necesito vuestras coordenadas para reunirme con vosotros.

 

—Ni hablar. No confió en ti.

 

—Avisa a Irynae, dile que Láyonel desea verla.

 

Se hace el silencio en el altavoz, durante veinte minutos Láyonel se limita a alejarse de Roma. Hasta que una voz conocida le endulza la espera.

 

—¿Láyonel?

 

—Irynae. Debo hablar con Logan.

 

—Está bien, te enviamos nuestra posición. —contesta Irynae.

 

Las coordenadas aparecen en el panel de la moto, Láyonel fija el rumbo y selecciona el piloto automático, será un viaje largo e incómodo.

 
Una extraña en mi ventana
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