11
El tatuaje. A eso debía de referirse Zee, que no dijo nada más. Aparqué el carro en la chatarrería. El tipo de allí me contó que le echaría un ojo. No le avisé de que llevaba dentro, en la parte trasera, al viejo rasta. Claro que tampoco le expliqué que me disponía a secuestrar a otra persona.
Zee se había puesto una de las viejas camisas de papá, y mis gafas de repuesto le ocultaban parte de la cara, mientras que un trapo le cubría el resto. Le puse una tela sobre la nariz y la boca para hacer lo que pudiera por preservar sus perjudicados pulmones.
Nunca había caminado por ese trecho de la zona de chabolas, y la verdad es que no tenía mejor aspecto que visto desde la ventanilla del vehículo, pero juro que olía mucho peor. Se había levantado un poco el viento y soplaba la arena ardiente y apestosa. A pesar de todo agradecí el camuflaje.
—¿Qué coño es un tripnotista? —pregunté con la boca llena de tierra.
—Supongo que te ayuda a recordar. —La voz de Zee surgió ahogada por los trapos, y casi quedó sepultada por el viento.
—¿Como qué, por ejemplo?
—No sé. —Encogió los hombros flacuchos—. Yo lo recuerdo todo, y eso que preferiría olvidar la mayor parte de las cosas.
—¿Qué ha olvidado tu madre?
—Si lo supiéramos no acudiríamos al tripnotista. Pero Frost asocia el tatuaje con el mismo lugar que aparece en esa fotografía.
Era la tienda de donde había visto salir a Cuervo no hacía ni dos días, cuando tuve que matar el tiempo mientras me llenaban el tanque de agua.
Nos acercamos disimuladamente, escondidos tras un puesto que vendía juguetes de plástico con forma de animal. La gente comerciaba con recuerdos de una época anterior a la Oscuridad, las langostas y el baldío nuevo mundo.
—¿Crees que estará ahí dentro? —pregunté a Zee.
Pero antes de que pudiera responderme, vimos abrirse la entrada de la tienda. Cuervo salió con las gafas de sol puestas y los auriculares en los oídos.
Nos agachamos tras el puesto, asomados un poco por la esquina, observando a Cuervo mientras pasaba de largo. Quise aventurar adonde se dirigía, qué pensamientos rebullían bajo los imponentes y viejos mechones de pelo.
—Ahí tienes tu oportunidad —susurró Zee, empujándome—. Saca a mi madre de ahí dentro. Dile que vas de mi parte.
—¿Qué hay del tripnotista?
—Dile lo que creas necesario.
—¿Y tú qué vas a hacer?
—Yo vigilo, idiota. Me aseguraré de que Cuervo no vuelva.
Esperé a que el guardián se perdiera de vista, y eché a correr hasta la entrada de la tienda. Al volverme, vi a Zee agazapada entre los tanques de agua de un puesto de bebidas. Entonces, antes de que pudiera siquiera pensar en lo que hacía, me retiré las gafas, aparté la lona de la entrada de la tienda y me sumergí en la oscuridad.
En el interior reinaba una negrura tan honda como pueda concebirse. La lona de la tienda cayó a mi espalda y de pronto la calle se me antojó a un kilómetro de distancia. Pestañeé en busca de una fuente de luz. Entonces eché a andar con las manos por delante.
Se oía el gorgoteo de la estática, un zumbido eléctrico. ¿Era música? Agucé el oído para escucharlo. No. Sólo el zumbido de las máquinas.
Sentí cables bajo los pies y me agaché para palparlos, siguiéndolos después hasta dar con algo sólido. Paredes y bordes. Una especie de caja que me doblaba en tamaño. Me incorporé dispuesto a tantearlo. Pegué el oído a la pared de la caja metálica y alcancé a oír voces a través del rumor.
Luego hubo algo más.
Me di la vuelta, encarando el lugar por el que había llegado. Oí de nuevo aquel sonido. Era algo que rascaba. De pronto, a unos pasos de mí, prendió un mechero, horadando la negrura.
La llama titubeó, iluminando la tienda con su luz anaranjada. Vi cómo la llama besaba el borde de una pipa, oí el silbido quedo de las ascuas que prendían, el humo que se alzaba entre chupada y chupada. Antes de que se apagase el mechero, tuve el tiempo necesario para leer los ojos que me miraban.
Unos ojos imposibles de leer.
—Bienvenido otra vez, señor Banyan —saludó Frost, dándole a la pipa como quien hinca el diente en el almuerzo. Cuando se apagó el mechero, lo único que pude ver fue el cristal moviéndose en la oscuridad mientras Frost avanzaba hacia mí.