de varios minutos para permanecer en suspensión antes de gastar demasiado su reserva,
quedando varado sin esperanza alguna de retorno a la Discovery, aún en órbita. Mas ello poco importaba en realidad, a fin de cuentas... Su altitud era todavía de unos ocho kilómetros y estaba dirigiéndose en derechura hacia la inmensa masa oscura que se elevaba con tan geométrica perfección sobre la llanura, desprovista de rasgos característicos. Era tan desnuda como la blanca y lisa superficie de abajo; hasta ahora no había apreciado cuan enorme era realmente. Había muy pocos edificios en la Tierra tan grandes como ella; sus fotografías, minuciosamente medidas, señalaban una altura de casi seiscientos sesenta metros. Y por lo que podía juzgarse, sus proporciones eran precisamente las mismas de T.M.A.-1, aquella curiosa relación de 1 a 4 a 9.
- Estoy a sólo cinco kilómetros ahora, manteniendo la altitud a mil trescientos metros. No aparece aún ningún signo de actividad... nada en ninguno de los instrumentos. Las caras parecen absolutamente suaves y pulida. ¡De seguro que cabría esperar algún impacto de meteorito al cabo de tanto tiempo! "Y no hay resto alguno de... lo que supongo se podría llamar el techo. Tampoco ninguna señal de cualquier abertura. Esperaba que pudiera haber alguna manera de... "Ahora estoy directamente sobre ella, cerniéndome a ciento sesenta metros. No quiero desperdiciar nada de tiempo, pues la Discovery estará pronto fuera de mi alcance. Voy a aterrizar. Seguramente el suelo es bastante sólido... si no lo es me haré trizas al instante. "Esperen un minuto, esto es raro... La voz de Bowman se apagó en un silencio de máximo aturdimiento. No es que se hubiese alarmado, sino que no podía literalmente describir lo que estaba viendo.
Había estado suspendido sobre un gran rectángulo liso, de unos doscientos cincuenta metros de largo por sesenta y cinco de ancho, hecho de algo que parecía tan sólido como la roca. Mas ahora aquello parecía retroceder ante él; era exactamente como una de esas ilusiones ópticas, cuando un objeto tridimensional puede, por un esfuerzo de la voluntad parecer volverse de dentro afuera..., intercambiándose de súbito sus partes, próxima y distante.
Eso es lo que estaba ocurriendo a aquella inmensa y aparentemente sólida estructura. De manera imposible, increíble, ya no era un monolito elevándose sobre la lisa llanura. Lo que había parecido ser su techo se había hundido a profundidades infinitas; por un fugaz momento, le pareció como si estuviera mirando a su fuste vertical... un canal rectangular que desafiaba las leyes de la perspectiva, pues su tamaño no disminuía con la distancia. El ojo de Japeto había guiñado, como si quisiera quitarse una mota de polvo. David Bowman tuvo el tiempo justo para una frase cortada, que los hombres que esperaban en Control de la Misión, a mil quinientos millones de kilómetros de allí, no habrían de olvidar jamás en el futuro:
- El objeto es hueco... y sigue, y sigue... y... oh, Dios mío... ¡está lleno de estrellas!

40 – Salida

La puerta de las Estrellas se abrió. La puerta de las Estrellas se cerró.