Bajo sus pies, había cesado también
la violenta vibración del centrífugo. Se había
detenido el aerodinámico aparato, que se hallaba ahora girando quedamente en el vacío. Bowman pegó el oído a la pared del cubículo, para ver si podía captar cualquier ruido informativo más a través del cuerpo metálico de la nave. No sabía que debía esperar, pero ahora se lo hubiera creído casi todo. Apenas le hubiese sorprendido sentir la débil vibración de alta frecuencia de los impulsores, al cambiar de rumbo la Discovery. Mas allí no había nada sino silencio.
De desearlo, podría sobrevivir en aquel compartimiento durante una hora aproximadamente, incluso sin el traje espacial. Daba lástima despilfarrar el insólito oxígeno en el cuartito, pero no servía absolutamente para nada esperar. Había decidido ya lo que debía hacerse; cuanto más lo demorara, más difícil podría resultarle. Una vez se hubo embutido en el traje y comprobado su integridad, vació el oxígeno que quedaba en el cubículo, igualando la presión a ambos lados de la puerta. La abrió fácilmente al vacío, y salió al ya silencioso centrífugo. Sólo el invariable tirón de su falsa gravedad revelaba el hecho de que se hallaba girando aún. "Afortunadamente - pensó Bowman -, no había echado a andar a supervelocidad"; mas ésta era ahora una de sus menores preocupaciones.
La lámparas de emergencia brillaban aún, y también disponía de la de su traje para guiarle. Bañaba con su luz el curvado pasillo al caminar por él de nuevo hacia el hibernáculo y lo que temía hallar.
Miró primero a Whitehead, una ojeada fue suficiente. Había pensado que un hombre hibernado no mostraba ningún signo de vida, mas ahora sabía que era un error. Aun cuando fuese imposible definirlo, había una diferencia entre hibernación y muerte. Las luces rojas y trazos no modulados del exhibidor del biosensor confirmaban sólo lo que ya había supuesto.
Lo mismo sucedía con Kaminski y Hunter. Nunca los había conocido muy bien; nunca más volvería a conocerlos.
Estaba solo en la nave sin aire y parcialmente inutilizada, con toda comunicación con Tierra cortada. No había otro ser humano existente en un radio de mil millones de kilómetros.
Y sin embargo, en un sentido muy real, el no estaba solo. Antes de que pudiese ser salvado estaría aún más solitario.
Nunca había hecho antes el recorrido a través del ingrávido eje del centrífugo llevando un traje espacial; había poco lugar libre, y era una tarea difícil y agotadora. Para empeorar las cosas el pasaje circular estaba sembrado de restos depositados durante la breve violencia del ventarrón huracanado que había vaciado a la nave de su atmósfera. En una ocasión, la luz de Bowman se posó sobre un espantoso manchón de viscoso líquido rojo, quedando donde se había salpicado contra un panel. Le asaltó por unos momentos la náusea antes de ver fragmentos del recipiente de plástico, percatándose que se trataba sólo de alguna sustancia alimenticia -probablemente compota de uno de los distribuidores-. Burbujeaba inmundamente en el vacío al pasar ante él flotando. Ahora estaba fuera del cilindro lentamente giratorio, y yendo hacia el puente de mando. Asióse a una corta sección de escalera, por la que comenzó a moverse, mano sobre mano, jugueteando frente a él el brillante círculo de iluminación de su traje. Bowman había ido raramente por allí; nada había ahí que tuviera él que hacer... hasta ahora. En seguida llegó hasta una pequeña puerta elíptica, que llevaba rótulos tales como: "RESERVADA AL PERSONAL AUTORIZADO" "¿HA OBTENIDO USTED EL
detenido el aerodinámico aparato, que se hallaba ahora girando quedamente en el vacío. Bowman pegó el oído a la pared del cubículo, para ver si podía captar cualquier ruido informativo más a través del cuerpo metálico de la nave. No sabía que debía esperar, pero ahora se lo hubiera creído casi todo. Apenas le hubiese sorprendido sentir la débil vibración de alta frecuencia de los impulsores, al cambiar de rumbo la Discovery. Mas allí no había nada sino silencio.
De desearlo, podría sobrevivir en aquel compartimiento durante una hora aproximadamente, incluso sin el traje espacial. Daba lástima despilfarrar el insólito oxígeno en el cuartito, pero no servía absolutamente para nada esperar. Había decidido ya lo que debía hacerse; cuanto más lo demorara, más difícil podría resultarle. Una vez se hubo embutido en el traje y comprobado su integridad, vació el oxígeno que quedaba en el cubículo, igualando la presión a ambos lados de la puerta. La abrió fácilmente al vacío, y salió al ya silencioso centrífugo. Sólo el invariable tirón de su falsa gravedad revelaba el hecho de que se hallaba girando aún. "Afortunadamente - pensó Bowman -, no había echado a andar a supervelocidad"; mas ésta era ahora una de sus menores preocupaciones.
La lámparas de emergencia brillaban aún, y también disponía de la de su traje para guiarle. Bañaba con su luz el curvado pasillo al caminar por él de nuevo hacia el hibernáculo y lo que temía hallar.
Miró primero a Whitehead, una ojeada fue suficiente. Había pensado que un hombre hibernado no mostraba ningún signo de vida, mas ahora sabía que era un error. Aun cuando fuese imposible definirlo, había una diferencia entre hibernación y muerte. Las luces rojas y trazos no modulados del exhibidor del biosensor confirmaban sólo lo que ya había supuesto.
Lo mismo sucedía con Kaminski y Hunter. Nunca los había conocido muy bien; nunca más volvería a conocerlos.
Estaba solo en la nave sin aire y parcialmente inutilizada, con toda comunicación con Tierra cortada. No había otro ser humano existente en un radio de mil millones de kilómetros.
Y sin embargo, en un sentido muy real, el no estaba solo. Antes de que pudiese ser salvado estaría aún más solitario.
Nunca había hecho antes el recorrido a través del ingrávido eje del centrífugo llevando un traje espacial; había poco lugar libre, y era una tarea difícil y agotadora. Para empeorar las cosas el pasaje circular estaba sembrado de restos depositados durante la breve violencia del ventarrón huracanado que había vaciado a la nave de su atmósfera. En una ocasión, la luz de Bowman se posó sobre un espantoso manchón de viscoso líquido rojo, quedando donde se había salpicado contra un panel. Le asaltó por unos momentos la náusea antes de ver fragmentos del recipiente de plástico, percatándose que se trataba sólo de alguna sustancia alimenticia -probablemente compota de uno de los distribuidores-. Burbujeaba inmundamente en el vacío al pasar ante él flotando. Ahora estaba fuera del cilindro lentamente giratorio, y yendo hacia el puente de mando. Asióse a una corta sección de escalera, por la que comenzó a moverse, mano sobre mano, jugueteando frente a él el brillante círculo de iluminación de su traje. Bowman había ido raramente por allí; nada había ahí que tuviera él que hacer... hasta ahora. En seguida llegó hasta una pequeña puerta elíptica, que llevaba rótulos tales como: "RESERVADA AL PERSONAL AUTORIZADO" "¿HA OBTENIDO USTED EL