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Spiros y Erasmus
Confesiones en el Pegasus
Spiros cerró la puerta y quedaron solos en el recinto que servía de sala de conferencias. Se sentaron en sendos sillones frente a frente. Por primera vez, Spiros no miraba a Erasmus como a un empleado. Siempre lo había subestimado. Esta vez estaba ante un serio rival.
—Tú dirás, Spiros —invitó Erasmus con la calma que lo caracterizaba.
—Sé que tú y Huguette tienen una aventura.
El rostro de Erasmus mostró una arruga en el entrecejo. ¿Qué más sabría?, se preguntó.
—Tuvimos, Spiros; fue una locura. Tú conoces esa historia, fue una sola vez.
—Eso creí. Solo te pido sinceridad, Erasmus. Siempre he sido honesto contigo. Tú la amas, ¿verdad?
—Si así fuera, no veo en qué cambiaría nada, Spiros. Es tu mujer, no intentaré quitártela.
—Solo deseo que sepas que, si llego a enterarme de que Huguette y tú están tramando algo, sabrás de mí, amigo —dijo Spiros masticando cada palabra.
—Para tu tranquilidad, te aseguro que no estoy tramando nada, y no porque tema tus amenazas, es porque lo he decidido.
—Anoche durmieron juntos. Ella me lo dijo.
—Te mintió. Creo que Huguette es muy fantasiosa. Anoche estuve hasta tarde con los demás, estábamos ansiosos, no podíamos dormir. Puedes preguntarles —dijo Erasmus sabiendo que no lo haría.
—Espero que sea verdad —musitó Spiros como si se hubiera quitado un peso de encima. Se adelantó en el mullido asiento y dijo—: No imaginas lo que ella representa para mí, Erasmus. Es mi vida.
—Lo sé. Y deseo que sean muy felices.
Salieron y se reunieron con los otros. Erasmus se sentía estafado. Pensaba que fue iluso al creer que de veras Huguette sentía algo por él, esa mujer no amaba a nadie. Solo a ella misma y sus caprichos. ¿Por qué le contaría a su marido que estuvieron juntos la noche anterior? Parecía un eterno juego, como si ella deseara mantenerlo en vilo permanente. Una táctica que le había dado resultado. Erasmus tomó la determinación de dejar de pensar en ella. No valía la pena, Huguette era una mujer inestable en quien no se podía confiar. Había abandonado a Frank, que era un buen hombre, por irse con un millonario, al que ahora decía que no amaba. ¿Cómo podría creer en ella cuando decía que estaba enamorada de él? Aunque ahora dispondría de una buena cantidad de dinero, ¿se conformaría Huguette con eso? Las respuestas eran siempre negativas. Permaneció callado el resto del vuelo, taciturno, pero en cierta forma aliviado, sin participar en la conversación que había iniciado Thomas acerca de su futuro en La Patagonia.
Spiros contemplaba con envidia la alegría que irradiaban Frank, Krista y Thomas. Incluso Erasmus parecía relajado. Para ellos había terminado la aventura, cada uno volvería a retomar su vida con más dinero del que habían soñado, mientras él tenía que lidiar con la suya que no era nada sencilla. Pensó en Yarik y su rostro se ensombreció. Propuso un brindis para alejar los malos pensamientos.