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Frank Cordell
Nueva York, Trinity Church
10 de septiembre de 2011
Como siempre, Erasmus no parpadeó al verme llegar. Su rostro de naturaleza impávida jamás dejaba adivinar sus sentimientos, habría sido un magnífico jugador de póquer, pensé para mis adentros. Mejor así, no mencionaría el reloj y asunto arreglado.
—¿Alguna novedad, Erasmus?
—Solo un par de lámparas de esas que llamas Christofle, se las llevó una dama muy entusiasmada.
—Ya lo creo, son auténticas reliquias francesas, doce mil dólares las dos, no está nada mal —dije satisfecho.
—Vino un joven preguntando por ti.
—¿Sí? ¿Quién era?
Erasmus se quedó un momento cabizbajo como tratando de recordar algún detalle.
—La verdad, no lo sé. Tenía aspecto de decorador, ya sabes, era delgado, despeinado, rubio… Dijo que regresaría porque tenía algo que hacer por aquí cerca. Parece que le interesó el libro viejo que está dentro de esa vitrina. —Señaló el mueble de ébano con incrustaciones de porcelana.
—¿Se interesó por el libro viejo? —pregunté sonriendo. Siempre me hacía gracia la manera que tenía Erasmus de mencionar los objetos antiguos.
—Le expliqué que lo que estaba a la venta era el mueble.
—Ya volverá —dije sin prestar demasiada atención.
Fue un día como todos, con gente entrando y saliendo; algunos se limitaban a mirar y tomar notas, otros mostraban verdadero interés por alguna pieza en particular. Lo de todos los días. A las seis Erasmus y yo salimos y nos encaminamos al estacionamiento donde solíamos guardar los coches. De pronto Erasmus hizo un movimiento rápido, inusual en él.
—¿Sucede algo, Erasmus?
—Me pareció ver al joven que entró a preguntar por ti esta mañana. Pero no estoy seguro.
—No tiene ninguna importancia, ¿no crees?
—Cierto. A veces soy un poco paranoico —comentó Erasmus.
Nos despedimos, fui a por mi coche y regresé a casa.
Esa noche fue difícil conciliar el sueño. Estaba pasando por momentos extraordinarios, tener un reloj tan extraño con unos datos escritos por el mismo Giulio Clovio… Me quedé dormido casi a las dos de la madrugada, y a las siete ya estaba completamente despierto.