Capítulo 9

Los destellos azules de los vehículos policiales se reflejaban en los ladrillos de las paredes, en la furgoneta blanca, en la caja chafada. En el rostro de Jay Taylor. El cuerpo permanecía boca abajo, la posición que había adoptado al desplomarse, con los ojos cerrados. Bajo el cadáver y a su alrededor destacaba un charco de sangre. El cordón estaba situado a unos metros. Fuera de este, no faltaban los curiosos contemplando la escena. Ninguno parecía estar demasiado sorprendido, en aquel barrio lo raro era que no sucediese algo similar más a menudo. Varios de los espectadores incluso apostaban acerca de la identidad del muerto.

La policía sí sabía quién era. Antes incluso de buscar su documentación, el sargento Sawyer ya había pronunciado en voz alta el nombre y apellido. Otro hombre de la banda de Scorpio. Esa semana parecía que era lo único que les tenía ocupados. No iba a negarlo: lo había estado esperando. Necesitaba más pruebas para avanzar, puesto que el patrón ya lo tenía y de él no podía sacar nada por el momento.

—Scorpio se estará subiendo por las paredes —comentó Roger después de levantarse. Había estado en cuclillas observando de cerca el cuerpo de Taylor. Él también le había reconocido. Cómo no.

—Lo extraño es que no se estén encontrando tipos a los que él podría haber ordenado matar —comentó Sawyer. No creía que Scorpio se quedase sin hacer nada frente a aquello. De alguna manera, confiaba en localizar también algún cadáver de un hipotético grupo rival.

—Como seguro que lo sabrá, una de dos: o está escondiendo esos cuerpos o no ha pillado a los que están detrás —razonó Rickman.

—Ya dijimos que podrían estar envueltos en una guerra, pero nada más apunta a eso. Los cadáveres se están encontrando en diferentes noches y en distintos lugares de la ciudad, sin conexión aparente entre estos últimos —recordó el sargento.

—La diferencia entre las dos veces anteriores y esta es que no se han encontrado varios cuerpos, tan solo uno.

—¿Cree que eso es significativo? —preguntó Wolfgang.

—No lo sé. No sé si busca encontrarles acompañados o les mata tal cual les pilla: de dos en dos, solos, con más gente… Puede que al asesino le dé igual y ataque cuando ve que tiene oportunidad. O bien prefiere que haya varios a la vez y así matar dos pájaros de un tiro. Nunca mejor dicho —argumentó Roger.

—De momento, tampoco se ha encontrado la estrella con el número trece. Presuntamente ha muerto por disparos, según se puede ver a simple vista —añadió Sawyer.

—Disculpe, sargento, tiene que ver esto. —Se acercó un agente de la brigada científica.

Con un gesto, Wolfgang le indicó a Roger que le acompañara. Les condujeron varios metros más abajo en esa misma calle, donde había más policías tomando fotografías del escenario. El que les había acompañado les señaló la pared. No hubiese hecho falta, se veía muy claro.

AÚLLA MIENTRAS PUEDAS

—¿Piensan que tiene que ver con el asesino? —dijo Sawyer. No apartaba los ojos de la frase escrita con pulverizador negro sobre los ladrillos.

—Creemos que sí. La pintura está bastante reciente —respondió el policía.

—¿El tipo lleva botes de espray encima? —se extrañó Roger.

—Hemos deducido que lo ha tomado prestado. Por allí, más abajo, hay un grafiti en la pared. Está a medio hacer y hay tres o cuatro botes por el suelo. Puede haberlo cogido de ahí —explicó el agente. Señaló el lugar donde quedaría el diseño inacabado.

—A no ser que sean muy grandes, los grafiteros no suelen dejar sus creaciones sin acabar. No es lo habitual —comentó Sawyer.

—Si oyeron disparos o vieron que habían matado a alguien, puede que salieran corriendo y dejasen todo tal y como estaba en ese momento —dedujo Rickman.

—O podría ser uno de ellos —propuso el sargento.

—Los trazos de la frase parecen hechos rápido, sin cuidado de la estética, tan solo del mensaje a dejar. No habría que descartarlo, claro, pero es posible que el asesino no tenga que ver con esos vándalos —opinó el de científica.

Poco más tenía que decirle el policía a Sawyer. Se despidió, tenía que continuar haciendo su trabajo. Recogerían todo lo que pudiera constituir una prueba, prepararían material para la búsqueda de huellas y tejido orgánico, continuarían con las fotografías pertinentes y demás tareas rutinarias.

—Demasiado obvio, ¿no? —dijo Roger mirando a su superior.

—¿El qué?

—El mensaje. El animal que aúlla por excelencia es el lobo.

—Eso había pensado —admitió Sawyer—. Demasiado fácil dentro de un caso en el que no tenemos casi nada. Aunque tal vez el autor lo haya decidido así. Parece ser una amenaza clara.

—¿Va contra el Lobo? ¿Todo esto es por el Lobo? —preguntó el detective de un modo retórico.

—Sería una ironía. Si hay alguien dentro de la organización de Scorpio al que le quede algo de decencia, ese es Rafael. —Sawyer casi agradecía que ese hombre no se metiese en problemas tanto como sus compañeros de profesión, al menos en apariencia. No necesitaba más actos delictivos de ese grupo, aunque la mayoría de ellos no se pudiesen vincular de forma definitiva.

—No se engañe, todos son la misma mierda —dijo Roger. No defendería a ninguno de esos tipos. Bajo su punto de vista, había que llevarlos a patadas hasta la cárcel.

—Ese no es el tema. Quien está arriba es Scorpio, eso está claro. Me desconcierta que el mensaje parezca ser claro contra el Lobo. —De repente, Wolfgang echó de menos a Catherine Jones en su puesto de trabajo. Libraba esa noche y le vendría muy bien su opinión. En fin, ya tendrían tiempo para hablar. No era una cuestión que fueran a resolver de un día para otro.

—Igual se ha metido en problemas y están yendo a por él.

—Lo dudo. Si es personal, los demás muertos no pintarían nada aquí. Esto sigue siendo un callejón sin salida. —Sawyer frunció el ceño—. Lo que sí sabemos es que hay intención de seguir cobrándose víctimas. No se me ocurre otra interpretación de la frase. —Estaba deseando que todas esas fotografías e informes estuvieran en su despacho para sumarlos a los que ya tenía. Quizás el orden ayudase a su intelecto.

El detective Rickman entonces se percató de que, a unos metros, un par de compañeros preparaban la zona para empezar a retratar algo. Uno de ellos parecía poner a punto el material para la recogida de muestras. Se aproximaron. No hizo falta interrumpir el trabajo de aquellos policías, veían lo que estaban haciendo. Un diminuto charco de sangre. Después, unas cuantas gotas que seguían una dirección determinada. Roger se hizo con una linterna para poder observarlo mejor. Despacio, y tratando de ser cuidadoso para no contaminar la escena, los dos siguieron el itinerario de las manchas. Llegó un momento en el que el rastro desapareció sin más.

—Esto no puede ser de Taylor —sentenció Wolfgang—. Todo apunta a que murió en el sitio. La sangre que hay debajo de él no presenta restregones y tampoco hay evidencias de que caminara antes de caer muerto. Además, esta sangre está bastante retirada del cuerpo. Alguien más resultó herido. Y escapó.

—Tal vez la persona a la que contratara para ayudarle con la mudanza. Si la furgoneta no está a nombre de Taylor, pertenecerá a alguna empresa. Habría que investigar a los trabajadores de dicha empresa si la hubiera, si alguien debía acudir aquí durante sus horas de trabajo —explicó el detective.

—Puede ser. No creo que el presunto empleado tuviese algo que ver con la ejecución. Más que nada porque los disparos parecen proceder del lado contrario, a juzgar por los impactos en la parte frontal de la furgoneta, y ellos debían de estar detrás cargando cajas. El supuesto trabajador, si lo hubiera, sería también una víctima del ataque. Aunque, si es difícil que un hombre experimentado de una banda criminal logre evitar la muerte, más lo es para alguien con una vida honrada. Pero ¿quién sabe? Podría haber tenido suerte.

—Pero esta gente mata a los hombres de Scorpio. ¿Atacaría a alguien que no pertenece a la organización?

—¿Pertenecía aquella prostituta a su banda? ¿O aquel hombre sentado con Klein y compañía?

—No —reconoció Roger—. Que sepamos.

—Estar en el momento y lugar equivocados con alguno de estos hombres es una sentencia de muerte, según hemos visto. No parece ser algo que frene al atacante.

—Pero si fuese el trabajador de la empresa de transportes, habría venido hasta aquí en la furgoneta, y la furgoneta no se ha movido. Y no hay otro cuerpo. La sangre se corta bruscamente. Solo se me ocurre que, quien estuviese aquí, se marchó en otro vehículo —se retractó Rickman.

—El asesino pudo irse de aquí herido.

—Esta zona es la contraria a la presunta procedencia de los disparos, no creo que tuviese el coche aquí.

—Es cierto —aceptó Sawyer—. Además, no se ha encontrado ningún arma con Taylor ni por los alrededores. Al menos de momento.

—¿Podría ser algún otro hombre de Scorpio? —propuso Roger.

—¿Podría ser el Lobo?

Ambos interrumpieron el debate. ¿Sería posible, efectivamente, que en esta ocasión alguien se hubiera atrevido a asaltar a un hombre tan importante dentro del grupo? Si fuese así, podrían estar ante algo cuya envergadura fuese mayor de lo que pensaban.

—¿Y de ahí el mensaje? —preguntó Rickman.

—¿Cómo lo uniría si no? En las otras dos escenas no había alusión a nadie. Y en esta, que parece que alguien ha conseguido escapar, aparece una amenaza escrita. No voy a afirmarlo hasta que no tengamos más pruebas que le sitúen aquí, para no dejar de ver otras posibilidades, pero no me extrañaría que se confirmara. Es la conjetura que gana más peso para mí —explicó Wolfgang.

—¿Y qué haremos si es él?

—Primero confirmarlo.

—Suponiendo que sea él.

—Nada, por ahora. Nadie debe saberlo además de la detective Jones y los de la científica que hagan las averiguaciones. Una vez tengamos el informe con todo lo encontrado y el análisis de esa sangre, veremos cómo actuar. Precipitarnos sería una mala idea, Rickman.