Capítulo 8

Martes, 10 de julio, 15:00 h, McLean, Virginia.

Jake Baxter apretó su mano derecha, cerrando el puño y dejó que el teléfono sonara una segunda vez antes de atenderlo. Después de diez años trabajando como meteorólogo forense en el Consejo de Ciencia y Tecnología de la Central de Inteligencia, nunca había estado en un proyecto que avivara su imaginación —o sus neuronas— tanto como éste. Había estado en el equipo de trabajo menos de una semana y todavía le subía la presión sanguínea cuando pensaba en ello, pero estaba esforzándose en hacer que pareciera otra cuestión más a resolver en su lista de tareas: No. 5. Poner a punto el equipo de trabajo Escuadrón de Dios.

Así es como la Operación Demora le había sido presentada por Candy Freeman, la candidata más atipica que la Agencia había promovido nunca al cargo de jefe de sección. Pequeña, ruidosa, de nombre inapropiado, y sarcàstica como un demonio, Candy era también increíblemente inteligente y tenía el talento único de ser capaz de pensar más allá de los parámetros habituales. Bastante más allá. Y eso, creía él, era parte del motivo por el que había sido requerido para ocupar el puesto, a pocas horas de la muerte de Wayne Chellner: era un candidato inusual. La especialidad de Wayne había sido el análisis de predicción meteorológica, y no, como en el caso de Jake, el análisis forense.

Wayne —pobre hijo de puta— había sido asignado al equipo de trabajo interdisciplinario hacía un mes hasta que no consiguió tragar por completo el último bocado de un emparedado de cerdo con salsa Tabasco extra durante su almuerzo habitual de los viernes en Jimmy Joe's BBQ Shack. Cuando Candy mencionó a propósito el equipo de trabajo en la misma conversación en la que le comunicó la noticia sobre Wayne, Jake supo que él sería a quien ella eligiera para tomar el testigo y continuar la carrera.

Y allí estaba, metido hasta el cuello y trabajando demasiado duro como para pensar en ello.

Descolgó el auricular después que el teléfono sonara tres veces.

—Baxter.

—Hola, Jake. Ya estamos preparados para ti. —El acento del oeste de Texas en la voz de Candy era apenas distinguible. Eso, de por sí, significaba mucho. Ella no moderaba su acento delante de cualquiera, así que, fuese quien fuese el coordinador del equipo de trabajo tenía que estar muy arriba en la cadena alimenticia.

—Voy para allá.

Mientras se ponía de pie y agarraba su ordenador, Jake tuvo que admitir que jamás había notado tanta adrenalina deslizándose por sus venas. No saber quién estaba en la sala de conferencias en la que estaba a punto de entrar era sólo una parte del asunto. Sabía muy poco sobre el equipo de trabajo y su misión, excepto que su papel era suministrar datos sobre investigaciones a fondo sobre el clima en áreas específicas de alta confidencialidad. Algunas de las zonas tenían sentido, como Chicago y Kabul, y otras, como el pueblo de Prayer, en Oklahoma, y unas coordenadas geográficas señalando una zona deshabitada de Sudán, no le parecían relevantes. Pero eso no importaba. La operación funcionaba bajo la estricta política de «saber lo mínimo indispensable», y Jake sabía que su papel, en ese momento, era el de suministrar respuestas, no el de hacer preguntas.

Excepto que los datos que le habían pedido que recopilara no podía considerarse la típica información meteorológica. Incluía una enorme cantidad de información geográfica e hidrológica así como datos climatológicos históricos, que en muchos casos se retrotraían a veinte o treinta años atrás. Había sido una sorpresa para Jake darse cuenta de lo detallada que era la información disponible. La compilación de información climatológica pertenecía a la época de su adolescencia, hacía treinta años, o al menos eso había creído. Los archivos que le habían estado entregando llevaban clasificaciones que nunca antes había visto.

Llamó a la puerta, que se abrió casi de inmediato. Al entrar, lo primero que observó fue que había sólo dos personas en la sala, Candy y el tipo que había abierto la puerta. Parecía lo suficientemente joven como para ser un pasante.

«Fantástico. Le doy mis informes al jovenzuelo». El flujo de adrenalina se interrumpió a medida que se adentraba en la habitación y depositaba su ordenador sobre la superficie de la mesa, de fórmica imitación madera.

—Hola, Jake. Entra. Éste es Tom Taylor. Está a cargo del equipo de trabajo del DNI.

La voz de Candy era moderada y Jake ocultó su sorpresa mientras le tendía la mano a su nuevo jefe. Si él estaba trabajando para el DNI, eso quería decir que no formaba parte de la Agencia.

«Esto tiene que ser una espina en muchos culos ejecutivos».

—Encantado de conocerle. Jake Baxter.

—Doctor Baxter. —El apretón de manos de Tom Taylor estaba calibrado exactamente para transmitir confianza y una sutil superioridad en directa contradicción con un mentón que parecía no haberse enfrentado nunca a la máquina de afeitar. Después de estrechar su mano, hizo un gesto para que Jake se sentara—. Me alegro de que estuviera dispuesto a ocupar el puesto en tan poco tiempo.

—Es un proyecto interesante.

—Es una buena palabra para definirlo —dijo Tom, tras pensar un instante, y Jake se preguntó si el muchacho esperaba que él se sintiera incómodo.

«Ni en esta vida, ni para este gilipollas».

Diez segundos en presencia de aquel tipo fueron suficientes para determinar que la arrogancia era la carta de presentación más notable del joven.

—Confío en que haya tenido acceso a todos los materiales del doctor Chellner —continuó el gilipollas, caminando hacia un extremo de la mesa en donde un pequeño montón de carpetas color manila estaban cuidadosamente apiladas. Cada carpeta estaba cruzada con gruesas líneas diagonales azul oscuro que iban del extremo superior derecho al inferior izquierdo. Las palabras TOP SECRET/INFORMACIÓN ESPECIAL COMPARTIMENTADA descansaban en un rectángulo de espacio libre en el centro de las líneas.

—Sí.

El otro hombre asintió e hizo señas a Candy para que se sentara. Entonces tomó asiento también él y agarrando un lápiz se reclinó en su silla.

«Le deben de haber enseñado eso en la escuela de negocios».

Jake intentó no mirar fijamente mientras Tom fruncía levemente el ceño y se metía el lápiz en la boca como si estuviera tomándose un instante para ordenar sus ideas.

«Tal vez en la guardería».

Jake se sentó y se cruzó de brazos, apoyándose sobre sus antebrazos a la vez que miraba a Tom a los ojos.

«Aprendí esto en los marines, niño bonito; ahora empieza a hablar».

La mirada impasible de sus ojos advirtió a Jake de que Tom no estaba impresionado. Al menos el campo de juego era similar, y eso era mejor que la situación un minuto antes.

—¿Cuánto sabe sobre manipulación y control climático? Sobre todo en lo que se refiere a procesos que podrían ser considerados armamento no detectable.

—Sé que hay un tratado de la ONU que lo prohíbe y que hay un montón de locos ahí afuera que piensan que a pesar de eso se está llevando a cabo —respondió Jake sin asomo de duda.

—No sólo locos.

Jake se encogió de hombros.

—Bueno, tanto locos instruidos como los no tan instruidos. La historia y un montón de ciencia basura les han dado motivos para sospecharlo. Los Estados Unidos no siempre se han portado bien en el sandbox.

—No teníamos por qué hacerlo. Y desde que comenzó a ser un asunto importante, ha sido nuestro sandbox. —La sombra de una sonrisa cruzó el rostro de Tom, provocando un escalofrío a Jack.

A Jake no le gustaban los escalofríos. Parpadeó y no le devolvió la sonrisa.

—Me doy cuenta —continuó Tom— de que hablar tan frívolamente sobre el clima puede resultar ofensivo para quienes lo han convertido en el trabajo de toda una vida. Desgraciadamente, lo cierto es que sigue siendo la última frontera, y como tal, nos ruega ser conquistada.

«Ahórrame la mierda florida». Jake mantuvo su rostro impasible.

Tom dejó el lápiz sobre la mesa, descansando la palma de la mano sobre el montón de carpetas.

—El tema de la manipulación climática tuvo su punto álgido en los cincuenta y sesenta, con escasos éxitos, como cuando la operación Popeye provocó un aguacero sobre las rutas de Ho Chi Minh, ayudando a interrumpir las líneas de suministro de los norvietnamitas, y algunos pocos desastres, o cuando el proyecto Tormenta Furiosa desvió un huracán débil de la costa este de Florida, sólo para fortalecerlo, hacerlo volver y destrozar el sureste de Georgia. —Hizo una pausa—. Todo eso pasó en los viejos buenos tiempos, cuando la participación de la Agencia nunca era reconocida, pero, sin embargo, era quien tomaba las decisiones. Después, la seguridad empezó a volverse ligeramente permeable en Washington, con el asunto de los papeles del Pentágono que se filtraron, y Garganta Profunda haciendo de las suyas, ya se imagina. Había indicios obvios pero falsos de que los soviéticos habían dejado de invertir dinero y sus mejores científicos en ese esfuerzo, y que el campo estaba libre para que lo ocupáramos.

Lo que el Congreso vio fue una serie de votantes agitados y un montón de cámaras de televisión. En esa época, el Pentágono se cansó de hacerse cargo de todas las culpas. Así que los Estados Unidos abandonaron oficialmente el juego del clima. El presupuesto oculto fue eliminado del presupuesto general a mediados de los ochenta. Como usted dice, siempre ha habido locos lanzando teorías descabelladas y sacando a la luz lo que ellos denominan «pruebas» para demostrar que la investigación nunca fue interrumpida.

—Muchos científicos veraces piensan exactamente lo mismo.

Tom alzó la vista. Sus ojos de color castaño eran oscuros e inexpresivos.

—Y tienen razón. Había demasiados proyectos en marcha como para detenerlo todo. Algunas cosas tuvieron que ser abandonadas, pero otras, sencillamente, continuaron. Supongo que no podemos decir con justicia que siguieron bajo tierra, ¿verdad?

Hizo un esfuerzo por no retorcerse. Pero la mala broma había alcanzado su objetivo. Con un fogonazo de tardía intuición, Jake se dio cuenta de que el hombre al otro lado de la mesa no era un muchacho sino lo que él siempre había llamado un vampiro: un operativo que había permanecido en las sombras tanto tiempo que ya no podía funcionar al descubierto. Al menos no sin espantar a mucha gente.

—El dinero fue destinado a proyectos especiales.

Mientras Tom hacía una pausa para que sus palabras surtieran efecto, Jake sintió un amenazador retortijón en el vientre. Proyectos especiales significaba dinero de los «fondos reservados», de mil millones de dólares en fondos que el Congreso le daba a la Agencia anualmente sin esperar informes de los proyectos o del uso del dinero.

—Los soviéticos ya habían abandonado la carrera. Sus estudios más profundos fueron dejados de lado en los setenta —señaló Jake—, excepto por la investigación agrícola y los esfuerzos de mantener los cielos sobre Moscú sin nubes durante los desfiles.

El vampiro sonrió.

—¿Y usted cree eso? Qué decepcionante. Por el contrario, ha habido enormes avances en la manipulación pacífica del clima en las últimas décadas, y estos archivos —dio una palmada a las carpetas que tenía delante de él— se lo contarán en detalle, en caso de que quiera conocer la historia. En lo que estamos interesados en este momento es en las actividades menos pacíficas.

«Manipulación pacífica del clima». Saliendo de esa boca, aquellas palabras le ponían a Jake los pelos de punta.

Cualquiera que hubiera estudiado el clima durante más de cinco minutos sabía que nada era benigno. Los meteorólogos sabían que no era la última frontera y que no era la herramienta de nadie. Era la máquina más poderosa de la tierra. Podía dar comienzo en cualquier parte y hacer prácticamente cualquier cosa. Muy pocos elementos podían interferir con un sistema climático en desarrollo, y no había fuerza en el planeta que pudiera detener una tormenta una vez que fuera iniciada. El que pensara lo contrario era un idiota o un loco.

Jake consiguió articular palabra.

—¿Quién está haciendo qué?

—Mucha gente está intentando muchas cosas, Jake —¿puedo llamarte Jake?—, pero lo importante es que creemos que alguien está teniendo éxito. Necesitamos averiguar quién, por qué y cómo, y después quitarle los juguetes.

Jake se acomodó para recostarse un poco en su silla, tratando de ocultar con su postura relajada la burbuja de adrenalina que acababa de explotar cerca de su corazón. Como el joven vampiro había dicho, la manipulación del clima para obtener beneficios económicos o políticos se había llevado a cabo durante siglos con escaso éxito. El desarrollo de los medios tecnológicos para conseguir que el clima fuera un arma ofensiva se había intentado desde hacía sólo unas décadas, sin que hubiera habido avances significativos. Eso, según Jake, era bueno. Tener éxito significaría que el resto de las armas serían inútiles, y eso era un mal asunto, sin importar quién lo lograra primero. Se aclaró la garganta.

—¿Podría ser un poco menos impreciso?

—No. —La pausa reforzó la impresión de Jake de que ese hombre era un gilipollas—. No necesitas saber más que eso. Al menos por ahora. Lo que queremos de ti es un análisis de los datos que ha recibido. Necesitamos la historia de los patrones climáticos y tendencias dentro de esos patrones, y las explicaciones científicas con respecto a por qué son como son. Necesitamos que identifiques puntos en los que han fallado las predicciones. Identifica las anomalías y explícalas.

—¿Identificar el momento en el que determinadas predicciones fallaron? —Cuando Tom se limitó a enarcar una ceja, Jake dejó que pasaran algunos segundos antes de añadir—: ¿Estamos investigando una amenaza real?

—Tenemos un equipo de trabajo movilizado —replicó Tom—. Pero, aunque creíble, la amenaza no se considera inminente. Necesitamos saber más sobre el asunto antes de que las cosas pasen al nivel siguiente. Pero nos hacen falta los Servicios de Inteligencia y ciertas circunstancias nos están limitando.

En otras palabras, estaban teniendo lugar algunos experimentos dentro del territorio de los Estados Unidos en donde la Agencia no tenía permiso para operar. Abiertamente.

«Maldita sea». Jake se acomodó nuevamente y se esforzó en mantenerse tranquilo.

—El ecoterrorismo no es exactamente nada nuevo. —Tom sonrió con su estilo suave y desagradable, como si de verdad estuviera disfrutando de la conversación—. A decir verdad, depende de qué tipo de ecoterrorismo estemos hablando, y la información que obtenga va a ayudarnos a identificar y definir a esos tipos. Si algo está sucediendo, y estamos casi convencidos de que así es, se convertirá en un asunto público tarde o temprano.

—¿Se refiere a la corriente en chorro…?

—No. Nosotros hicimos eso —interrumpió bruscamente—. La desviamos hacia las llanuras para forzar a los malos a salir al descubierto, cosa que hicieron, aunque escasamente. El clima no es sencillo de ocultar, y tampoco lo son los desastres que, inevitablemente, le siguen. Y no me refiero a correos electrónicos discutiendo quien va a beber qué en el nuevo porche de Trent Lott una vez que bajen las aguas. —Comenzó a juguetear con el lápiz entre los dedos, con movimientos tensos y controlados—. Cualquier tormenta importante proporciona a los lunáticos una nueva plataforma, y el Katrina fue para ellos como si llegara la Navidad por adelantado —continuó—. Entre los que descubren rostros entre las nubes, acusan a la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA) de permanecer a distancia por los campos de plasma y rayos de partículas activados por el gobierno, o acusan al cuerpo de ingenieros del ejército de dinamitar los diques, o a la Agencia de usar mecanismos de control para diezmar una zona de fuerte presencia del Partido Demócrata. —Se detuvo y miró a Jake a los ojos—. Estoy seguro de que hay más teorías, pero ya te haces una idea. Cuando llegó el momento de las comparecencias sobre el Katrina, los lunáticos bien podrían haber bailado desnudos en la avenida Pennsylvania, porque tenían tanta cobertura de los medios como si de verdad estuvieran haciendo semejante cosa. No queremos que eso vuelva a suceder.

—¿Qué papel represento yo en todo esto?

—Nos vas a dar lo que necesitamos para detener lo que ya está sucediendo y para controlar la discusión cuando suceda. La discusión pública sobre cualquier hecho vinculado a la manipulación o control meteorológico se vuelve, de modo inevitable, una pesadilla de relaciones públicas. Si uno menciona ligeramente el sembrado de nubes ya tiene a los ecologistas atacando por un lado, el uso del agua, el uso de la tierra y las agrupaciones agrícolas desde, por lo menos, otras seis direcciones, los constructores de viviendas, y además la industria del turismo. Los políticos comienzan a hacer ejercicios de precalentamiento vocal y los miembros de los servicios de inteligencia tienen que acusar el golpe una vez más. Los únicos que están contentos son los científicos, porque finalmente alguien les va a preguntar su opinión. —Tom se enderezó bruscamente y se inclinó hacia Jake, con expresión seria y furiosa—. Pero me importan un rábano todos ellos. Katrina, Rita y Wilma revolvieron suficiente mierda en la caldera pública que incluso aquellos que deberían estar más al tanto comenzaron a ponerse nerviosos. Y no sólo en el Canal Meteorológico. También estaban fuera, sudando nerviosos los de la CNN, la Fox y la maldita MTV. Así que recuerda esto cuando estés haciendo tus cálculos, Jake. Además de averiguar quién está haciendo qué, por qué y cómo, para mí es prioritario asegurarnos de controlar cualquier debate. —Hizo una pausa, reclinándose de nuevo en su silla, con los dedos inmóviles a unos centímetros del lápiz—. ¿Alguna pregunta?

—Sí.

Tom se pasó una mano por el pelo, como un gesto para restablecer su dominio.

—Ahora es un buen momento para hacerla.

Jake sabía que no valía la pena esperar una promesa de respuestas verdaderas.

—¿Qué es lo que se supone que tengo que descubrir? Específicamente.

—Patrones climatológicos locales y las razones de su existencia.

—Con todo respeto, la mayoría de los patrones climatológicos del mundo han sido documentados durante décadas, si no…

—Lo que hace que tu trabajo sea más sencillo —replicó Tom—. Evidentemente, no estamos interesados en El Niño o el Expreso Siberiano. Queremos patrones locales. Muy locales, en algunos casos, y necesitamos saber qué los diferencia de la norma, o entre sí. Por ejemplo, ¿cuáles son los parámetros que influyen en la manera en la que los vientos de Santa Ana afectan a una localidad en vez de a la vecina, o al otro lado de la frontera estatal? Y, por supuesto, necesitamos saber cuáles son las anomalías y su causa, y si se repiten en otra parte en condiciones similares.

«Por supuesto».

—En otras palabras, ¿quiere que identifique microclimas y que les tome las huellas dactilares?

El joven vampiro se permitió el esbozo de una verdadera sonrisa en una de las comisuras de sus labios.

—Sí, eso es lo que queremos que hagas. —Hizo una pausa—. ¿Alguna otra pregunta?

No se trataba de una invitación sino de un cambio de tema.

—No por el momento.

—Excelente. —Empujó el montón de carpetas manila sobre la mesa—. Aquí hay algunas coordenadas más y el material histórico. Puedes enviar tus informes a Candy cuando estén completos. Muchas gracias por tu tiempo.

Jake echó una mirada a Candy, cuyo rostro se mostraba inusualmente inexpresivo, y sintió que el frío se apoderaba de sus entrañas.

—Gracias, Jake —dijo ella.

—Un placer —respondió con soltura, luego se puso de pie, hizo una inclinación de cabeza a ambos y abandonó la habitación.

De vuelta a su escritorio, tres minutos más tarde, echó una ojeada a los nuevos datos que le habían entregado. Dos de ellos eran mapas de coordenadas de algún lugar de la costa central occidental de África, otro era del Valle de la Muerte y el cuarto se situaba frente a las costas de Barbados. Sacudió la cabeza mientras conectaba los cables a su ordenador portátil, y luego se sentó a añadir la información a la base de datos de entrada múltiple que había creado.

Eran más de las ocho de la noche cuando notó que alguien lo observaba a su espalda. Se tratara de un lugar de trabajo seguro o no, era una sensación incómoda. Sin hacer ni siquiera el gesto de enderezar su espalda, hizo girar su silla para mirar hacia la entrada de su cubículo.

—Sólo te ha llevado cinco segundos. No está mal. Por supuesto, si yo fuera de los tipos malos, ya estarías muerto.

Sonrió al ver su pequeña cara de hada rodeada por una nube de rizos rubios.

—Tienes el sentido del humor más extraño que he visto nunca.

—Lo reservo sólo para ti, Jake. —El acento de Candy había vuelto con toda su fuerza, mientras su soltura era traicionada por los oscuros círculos que estaban emergiendo por debajo de su maquillaje—. Confiaba en que todavía estuvieras aquí. ¿Tienes un minuto?

Asintió. Ella se enderezó y con la cabeza indicó hacia la sala de conferencias atravesando la «autopista de cubículos», el ancho pasillo central que dividía en dos la multitud de despachos idénticos que los empleados consideraban su «hogar».

Un minuto más tarde, se encontraban en una de las salas de conferencias más agradables, una que tenía sillas que no hacían ruido cuando alguien se sentaba en ellas y que contaba con una pequeña nevera en una esquina. Ella la abrió y tomó una Coca-Cola Light para cada uno.

—Tom no siempre es tan cretino —dijo ella, alcanzándole a Jake su refresco por encima de la mesa.

—Parecía saber lo que estaba haciendo —respondió con soltura Jake, cosa que hizo reír a Candy.

—Bueno, he dicho, «no siempre», ¿vale? —Ella se sentó en un extremo de la mesa, abrió su lata y vertió el contenido en un vaso—. Todavía no tengo permiso para darte un informe completo, Jake, pero pronto lo haré. Pero pude apresurarlo un poco, lo suficiente para que me permita hacerte saber algunas cosas que se olvidó de mencionar.

—Me aseguraré de enviarle una nota de agradecimiento.

Ella lo miró a los ojos.

—Comprendo. ¿Podemos seguir?

Bebiendo directamente de la lata, Jake asintió con una sonrisa.

—Mientras nos entendamos…

—Te iban a incorporar al proyecto en un mes, de todos modos, cuando éste entrara en su próxima fase. Cuando Wayne murió, yo presioné para que te incluyeran ahora. Por eso estás haciendo todo el trabajo de Wayne. Sé que está fuera de tu ámbito habitual, pero lo que busco es continuidad. —Se esforzó en no bostezar—. Perdón. Anoche dormí poco. Este proyecto es interdisciplinario, como bien sabes. Todos estamos involucrados de una u otra forma, pero quien lo coordina es el Centro Antiterrorista y tenemos que apresurarnos. Dentro de poco aceleraremos la marcha.

—¿Acelerarla hacia dónde?

—Oh. Tú estarás colocado en el centro de todo.

Él parpadeó.

—¿Va todo bien? —le preguntó, hablando por el borde de su vaso.

—Soy meteorólogo.

—Me refiero a tu salud. Has puesto una expresión un tanto rara.

—Estoy bien, sólo que sorprendido de que me mandes hacer trabajo de campo.

—Podría haberlo dicho de otro modo, ¿no? ¿Aún quieres hacerlo? Eres ex militar, ¿verdad?

—Semper Fi. Y, demonios, sí, todavía quiero hacerlo.

—Es lo que pensé. —Tomó otro sorbo—. No irás de incógnito, por si es eso lo que ha provocado tu extraña expresión. Simplemente estarás involucrado en los trabajos de campo. Cosas de técnico.

—Eh, no ha pasado tanto tiempo. Todavía puedo…

—No irás de incógnito —le repitió suavemente.

El escaso énfasis en aquellas palabras le dejó claro que su decisión no era negociable y una parte de él que ya había comenzado a oler a cordita en medio del húmedo aire de la selva volvió para reconocer el aire filtrado de Langley.

Candy se enderezó en su silla, con las manos entrelazadas primorosamente sobre la mesa frente a ella.

—Como te he dicho, no puedo contártelo todo, Jake, pero puedo decirte que, en estos momentos, estamos haciendo una búsqueda amplia. Inteligencia y Operaciones están involucradas, naturalmente, y DS y T vigilan la retaguardia. Hemos tenido que salir en busca de algunos expertos, pero es un excelente equipo. La gente de Seguridad Territorial y los militares están representados, obviamente, pero también tenemos vulcanólogos y sismólogos, especialistas en avalanchas y toda una serie de físicos atmosféricos con especialidades que van desde la estructura de las nubes a las explosiones solares, incluso estamos buscando entre los locos conspiradores que siguen mascullando sobre campos de plasma y control mental electromagnético. ¿Cuál es la película de Tommy Lee Jones en donde maldice porque tiene que investigar en cada gallinero, en cada perrera y en cada letrina?

—El Fugitivo.

—Ésa. Me encanta ese tío. —Se quitó los zapatos de tacón alto de color rosado y se acomodó en la silla, con los pies bajo su cuerpo—. Estamos buscando anomalías climáticas no específicas, sutiles, lo que hace que encontrar la vieja aguja en el pajar parezca una tarea mucho más sencilla. Tú estás en primera fila, Jake. Necesitamos todo lo que puedas conseguir tan pronto como te sea posible. A pesar de que Tom parezca un cretino —y lo es—, tiene una mente abierta. Ninguna teoría será rechazada de plano. Mi padre solía decirme que uno nunca tiene que pelear con un cerdo en una pocilga porque ambos se ensuciarían, pero el cerdo disfrutaría, y a veces ésa es la única manera de ganar.

Jake la miró fijamente.

—¿Qué demonios se supone que quiere decir eso? —le preguntó tras un instante, y ella, como única respuesta, se rió.

—Mi padre era criador de cerdos, por eso le gustaban las referencias porcinas. Era también un filósofo de granja, y le encantaba decir que no importaba una mierda si la experiencia era buena consejera a menos que uno aprendiera algo de ella. Bueno, a mi modo de ver, en gran medida los ataques del 11 de septiembre fueron posibles por el factor de incredulidad. La idea de usar aviones como arma había sido sugerida un par de años antes de los ataques, pero no hubo suficiente gente que se tomara semejante idea en serio simplemente porque les parecía demasiado absurda. Hubo muchos que dijeron que la logística, el entrenamiento y todo lo necesario para llevar a cabo el ataque era demasiado complejo, demasiado arriesgado… hasta que alguien lo hizo. Y no fue un solo ataque, sino cuatro ataques coordinados. Fue entonces cuando la gente se dio de cuenta que nos enfrentábamos a un ejército de locos que estaban dispuestos a tomarse todo el tiempo del mundo para matarnos. —Se encogió de hombros—. Bueno, diseñar métodos para usar el clima como un arma sería aún más largo y costoso, y es todavía más absurdo imaginarse que tendrán éxito, pero, ¿sabes qué? Está sucediendo. —Hizo una pausa, ofreciéndole una delicada sonrisa—. El tipo de gente que piensa en esas cosas mide el tiempo con la eternidad como telón de fondo, Jake, mientras que muchos de nosotros lo medimos contra el tráfico en la autovía GW o el cierre de la bolsa en Nueva York. Tenemos que combatir locura con locura, Jake. Como te he dicho, ninguna idea, ni loca ni cuerda, será descartada sin ser analizada.

Él sonrió con amargura.

—¿Y las posiciones?

—Algunos son lugares de interés y otros son blancos potenciales que queremos evaluar.

—¿A quién estamos observando?

Ella dejó transcurrir un minuto antes de dejar escapar un lento suspiro.

—Se supone que tengo que decirte que no puedo revelártelo, pero lo cierto es que no lo sabemos. Todo este asunto es algo que ha estado dando vueltas durante décadas, como antes mencionaste. Ni siquiera estoy segura de la razón que llevó a alguien a tomárselo en serio, pero el nivel de amenaza en este asunto ha cambiado recientemente de «demonios» y ahora está firmemente en el nivel «por todos los demonios». No estoy segura de cuál es el nivel que le sigue, pero no me sorprendería que fuera «pónganse a cubierto». —Reprimió de nuevo un bostezo y lo miró como pidiéndole disculpas—. Lamento que debas quedarte después de tu horario laboral, cariño, pero necesitas revisar los archivos. Tráete una mascarilla contra el polvo y una linterna de minero. Tienes permiso para revisar material que probablemente no haya sido examinado desde hace décadas. No sé si algo de todo eso te servirá de ayuda, pero podría proporcionarte algo de contexto. Hazme saber si necesitas algo.

—¿Como qué? ¿Más información? —El sarcasmo no era el mejor camino para hablar con Candy, pero ella lo entendió.

Se levantó y se puso los zapatos.

—Te he dicho todo lo que puedo decirte. Tan pronto como pueda mencionarte alguna otra cosa, lo haré. Entretanto, ve a cubrirte de polvo. Te sentará bien.

Ella abandonó la sala de conferencias con una sonrisa forzada, dejando que Jake asimilara todo lo que había averiguado en las últimas horas.

En última instancia, alguien estaba manipulando el clima, y si la CIA no sabía quién era o cómo lo estaban haciendo, entonces no se trataba de ninguno de los sospechosos habituales. Eso quería decir que nadie sabía cuál era el motivo o el planteamiento. Y eso era lo más enervante de todo.