John Hemming
Veo ahora que los franceses sois unos grandes necios… ¿Acaso no os es suficiente la tierra que os ha criado? Nosotros tenemos padres, madres e hijos a quienes amamos. Sin embargo, estamos seguros de que tras nuestra muerte la tierra que nos ha criado y alimentado también les alimentará a ellos. Descansamos, por lo tanto, sin más preocupaciones.
JEAN DE LÉRY
Mis escritos históricos han tratado sobre todo de la conquista de América del Sur por los europeos: Pizarro y sus conquistadores, que acabaron con los incas; los bandidos en busca del oro de El Dorado, que invadieron las civilizaciones del norte de América del Sur; y la absorción de cientos de pueblos indígenas en lo que hoy es Brasil. En todos estos acontecimientos, solo los europeos tenían la escritura, de modo que todos los archivos históricos que nos han quedado y todas las crónicas que se escribieron adoptan la perspectiva de los conquistadores. Toda la documentación refleja además el contraste entre las diferentes actitudes: los europeos obsesionados con hechos, cifras, nombres y fechas, y los indios americanos, con tradiciones homéricas en las que la memoria se funde con la mitología para configurar un patrimonio cultural.
Los nativos americanos son oradores elocuentes, pero en muy pocas ocasiones, demasiado escasas, quedó constancia de sus discursos, y cuando se hacía, se transcribía en el idioma extranjero de los intrusos. El sacerdote protestante francés Jean de Léry dejaba constancia en la década de 1550 de cómo un sabio jefe indígena comparaba la actitud de las dos razas con respecto a la propiedad. El indígena se maravillaba ante el hecho de que los franceses realizaran difíciles y largos viajes hasta Brasil solo para obtener el leño de Pernambuco, madera de la que se obtenía un preciado tinte rojo; y se preguntaba por qué un negociante francés querría acumular grandes cantidades de esta madera y, tras su muerte, legarla a sus hijos.
Más de cuatro siglos después, en 1988, Tuira, una mujer caiapó, se enfrentó al ingeniero que quería inundar la mayor parte de las tierras de su pueblo construyendo una presa hidroeléctrica. «No necesitamos electricidad. La electricidad no nos dará de comer. Necesitamos que los ríos fluyan en libertad, nuestro futuro depende de ellos. Necesitamos nuestros bosques para cazar y recolectar en ellos». Cuando el ingeniero argumentó que la presa traería prosperidad, Tuira respondió: «No hables de librarnos de nuestra “pobreza”. No somos pobres: somos el pueblo más rico del Brasil. No somos unos desgraciados, somos indios».