Correlli Barnett
Uxbridge: «Señor, he perdido una pierna».
Wellington: «Vaya por Dios, ¡es cierto!».
Esta conversación a caballo tuvo lugar en plena batalla de Waterloo entre Su Excelencia el mariscal de campo duque de Wellington y su lugarteniente, el conde de Uxbridge, después de que este recibiera el impacto de una bala de cañón.
En mi opinión, se trata de un soberbio ejemplo de la flema y el comedimiento británicos, que debería servir de antídoto contra todo esa sensiblería superficial en la que se complacen hoy en día los políticos, los actores y la gente de la calle entrevistada en televisión.
La sangre fría del duque y el buen juicio táctico bajo el fuego enemigo fueron responsables de la aplastante derrota sufrida por Bonaparte en Waterloo, y, en consecuencia, configuraron el futuro de Europa. Su victoria demuestra asimismo que, en los momentos decisivos, son los individuos los que hacen la historia, y no los movimientos marxistas de masas.