Dan Mills
Yo soy el castigo de Dios. Si no hubierais cometido grandes pecados, Dios no hubiera enviado sobre vosotros un castigo como yo.
GENGIS KAN
Siempre me ha interesado mucho la historia, en especial la historia militar. Esta cita en concreto es del siglo XIII, y quien la pronunció fue uno de los líderes militares de la historia, Gengis Kan; la cita hace referencia a la venganza.
Se cree que Gengis Kan pronunció esta frase después de masacrar a ciento cincuenta mil habitantes del valle de Bamiyan durante el asedio y la batalla, en el año 1221, de la «Ciudad Blanca». La ciudad sería conocida después, y todavía lo es en la actualidad, casi ocho siglos más tarde, con el nombre de «la Ciudad de los gritos» (Shahr-iGholghola).
Todo el valle fue arrasado y destruido en venganza por la muerte del nieto favorito del Gran Kan en el transcurso de la batalla. Gengis estaba tan furioso que, según informan las crónicas, ¡ordenó matar incluso a todos los ratones!
Gengis Kan al nacer, c. 1162, recibió el nombre de Temujin, y murió en 1227, a los sesenta y cinco años. Se cree que nació con un coágulo de sangre en la mano, la señal de que se convertiría en un gran caudillo.
Tras unificar a los clanes mongoles en las llanuras del noreste de Asia, emprendió la conquista de la mayor parte de Asia y Europa oriental. En el momento de su muerte, el imperio mongol abarcaba grandes extensiones de Asia central y de China, y se consideraba a Gengis Kan como el padre fundador de Mongolia.
Esta cita despertó mi interés no solo porque incita a pensar, sino también porque yo había leído antes que Gengis probablemente fuera un chamán, y no pude evitar por lo tanto preguntarme de qué «dios» hablaba. La religión ha sido desde hace siglos la causa de muchas guerras, aunque, para realizar una afirmación así, Gengis Kan hubiera tenido que estar profundamente consagrado al dios que adoraba. De hecho, se sabe que Gengis Kan era muy tolerante con las otras religiones, y que solía aprovechar la oportunidad para consultar a los monjes budistas, a los comerciantes musulmanes que viajaban por la Ruta de la Seda y a los misioneros cristianos, siempre consciente de la necesidad de entablar alianzas y de ampliar conocimientos.