K
de kilómetros

 

 

 

Jorge Lorenzo es un luchador como yo. Tiene una mentalidad muy fuerte. Por eso me gustaba tanto pensar que el casco que íbamos a diseñar para él de alguna manera le ayudaría un poco a ganar.

Cada día estábamos más cerca del diseño final y teníamos también la aprobación de los patrocinadores. El diseño del casco estaba acabado.

Se acercaba el Gran Premio de Cataluña, y ya lo habíamos bautizado: GRAFFITI.

La presentación del casco sería el viernes. Justo antes del fin de semana, el día de los entrenamientos libres.

Al entrar en el circuito de Cataluña me di cuenta de que aquello era enorme y de que había muchísima gente importante. Por dentro era como una ciudad, y nosotros, con nuestra acreditación, íbamos a lugares a los que el resto de la gente no podía acceder.

La sala donde se presentaba Graffiti estaba llena de fotógrafos. Los flashes de sus cámaras empezaron a deslumbrarme cuando abrí la caja y le entregué el casco a Jorge.

Me abrazó, entusiasmado, durante un buen rato y los fotógrafos hicieron cientos de fotos. A nosotros y también al casco. Todo el mundo coincidía en que era precioso, uno de los más «guapos» de toda la carrera de Jorge, decían.

A mí y a Marc nos llenaba de felicidad ver a Jorge tan contento con el casco que habíamos creado con tanto cariño. Nosotros en aquel momento solo deseábamos que le trajera suerte en la carrera.

El sábado volvimos al circuito a ver los entrenamientos y charlamos un rato con él.

—Mañana ganaré o como mínimo subiré al podio, Anna.ert/sos e

Me impresionó la seguridad con la que me lo dijo. Se notaba que no se le pasaba por la cabeza ninguna otra posibilidad.

Y eso que los entrenamientos no habían ido del todo bien e iba a tener que salir en tercera posición.

Viví la competición con Marc y con parte del equipo de Jorge desde un palco.

—Bajaremos a boxes cuando la carrera esté a punto de acabar —nos dijo el jefe de Prensa.

El gran premio estuvo lleno de sorpresas. Pese a ocupar el tercer lugar en la parrilla, Jorge hizo una salida rapidísima y se puso delante antes de llegar a la primera curva.

Yo sufría porque no cayera. Iban realmente muy rápido.

La carrera avanzaba y Jorge seguía el primero. Las cámaras no dejaban de enfocar su casco, que relucía lleno de color bajo el sol del mediodía.

—Ya podemos bajar a la pista —nos dijeron—. Vamos con los mecánicos antes de que termine.

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