La danza macabra

País Vasco, Francia y Bélgica

(mayo-agosto, 2013)

París. Quizás la ciudad más bella del mundo. Y tras pedalear por Tokio, Nueva York, Londres y Roma, solo nos queda pedalear por La Ville-Lumière. Ya conocemos muy bien la capital de Francia, pero me hace ilusión pedalear por las calles parisinas. Y qué mejor que con la compañía de Heinz Stucke, un cicloviajero alemán que lleva viajando por el mundo en bicicleta nada menos que desde 1962. Heinz ha recorrido más de medio millón de kilómetros por todos los países del mundo. Pasamos todo el día en París, vamos a Euskadi en un tren nocturno para ir hasta Hendaia. Con Heinz charlamos sobre nuestros viajes. Mientras juega con los críos, veo que Heinz coge a Unai en sus brazos. Con una sonrisa le comento a Alice: «¡Mira! Ahí están probablemente el cicloviajero más longevo (01/1940) y el más joven (10/2011) del mundo».

Rápidamente, los retratos. Tras almorzar pedaleamos por París y luego nos lleva a su guarida, donde guarda todas sus pertenencias: miles de fotografías y notas.

Esta vez regresamos a Euskadi porque tenemos algunos compromisos. Además, Maia puede volver a la ikastola y reencontrarse con todos sus compañeros de clase. Así que decidimos quedarnos en Ermua, mi pueblo natal, hasta que finalice el curso escolar.

Alice trabaja en el montaje de nuestro próximo filme de los tres últimos años viajando con los críos. Yo cuido de Unai y pedaleo por lugares que todavía no he recorrido en Euskadi. Desde que ha nacido, Unai está acostumbrado a viajar en el ciclo-remolque y vivir al aire libre, así que no soporta estar mucho tiempo dentro del piso donde nos hospedamos. Siempre quiere estar fuera, y a pesar de que diluvia todo el mes de mayo, tengo que salir con él.

También tenemos la oportunidad de reencontrarnos con otros cicloviajeros, como Lorenzo Rojo, Txentxo, que, tras Heinz, es el único cicloviajero, al menos que conozco, que sigue la estela del alemán, aunque aún lejos de la hazaña de Heinz. Txentxo lleva nada menos que dieciséis años viajando por el mundo, y desde que lo encontramos en Turquía en el 2004, siempre hemos tenido una buena amistad. A finales de junio vuelve a pedalear, y no sabemos cuándo lo veremos otra vez. También quedamos con otros cicloviajeros, estos encuentros, siempre vienen bien, al menos para mí, para hablar de los viajes realizados y compartir anécdotas.

Tras la fiesta de fin de curso reiniciamos el viaje camino a Bruselas. Siempre nos ha encantado pedalear por Francia, un país que ofrece de todo: carreteras pequeñas y muy tranquilas, paisajes variados, distancias cortas, acampadas fáciles, gente amable y buena gastronomía. Francia ya lo conocemos muy bien, tanto de cicloviajeros como de mochileros, y la única región que no conocemos es Bretaña, así que decidimos pedalear por una región fiel a sus raíces y cultura, y, sobre todo, por su tradición viajera. Bretaña es tierra de navegantes.

Vamos en tren hasta Nantes, ya que hemos pedaleado antes por la costa Atlántica hasta Royan (2009), e ir a Nantes, pasando por La Ro- chelle, parece bastante aburrido. Históricamente, Nantes fue la capital de Bretaña, aunque después de la revolución francesa empezó a formar parte de Loira Atlántico, departamento creado a partir de una antigua provincia de Bretaña. Un castigo de la revolución por ser tan fieles a la Iglesia. Aunque sus habitantes se consideran bretones cien por cien. Nos hospedamos en casa de Ludivine y Romaric. Tienen dos hijos de la misma edad que Maia y Unai. Pasamos tres días en la ciudad de Julio Verne, visitando su centro histórico y el castillo de los duques de Bretaña.

En Saint-Nazare tenemos otro contacto de la Warm Showers y llegamos en el mismo día. Philippe conoce muy bien Bretaña, hace unos años trabajó realizando guías turísticas de la región. Qué mejor persona para darnos consejos y decirnos qué ruta seguir. Bretaña es sinónimo de costa, tiene nada menos que mil doscientos kilómetros. Pensamos recorrer todo el litoral bretón, pero Philippe nos recomienda recorrer la costa del norte, y nos metemos al interior para ir hasta Finisterre. Fuera de la costa, Bretaña es más tranquilo, con carreteras locales donde apenas hay tráfico. Acampar a la intemperie es muy fácil, el interior es bastante boscoso y colinoso.

Antes de ir a Brest pasamos por los montes Arrée. El cielo está bastante nublado y llueve, así que no podemos disfrutar de las preciosas vistas. Tras atravesar las montañas Negras llegamos a Brest, donde descansamos tres días. Otra vez estamos alojados con miembros de la Warm Showers con hijos. Esta lista de hospitalidad ciclista es una maravilla. La utilizamos desde 2004. Todos los miembros con los que hemos contactado siempre nos han respondido y abierto sus puertas. Hemos encontrado gente encantadora, con quien teníamos mucho más en común que solo la bicicleta. A pesar de que estamos en pleno mes de julio, temporal de vacaciones para los franceses, algunos nos ofrecen su casa a pesar de que no están allí. Los bretones, así como los franceses en general, son gente abierta, viaja mucho y se interesa por otros viajeros.

De Brest vamos directamente hasta Lannilis, donde Kristell y su novio nos esperan. Antes, pasamos por la costa para que los críos jueguen en la playa. Enfrente está el faro de la isla Vierge, el más alto de Europa (83 metros). Para visitarlo hay que coger un barco que vale un pastón. Así que lo vemos de lejos.

En Carantec nos espera otro miembro de la Warm Showers, Maxime. Paramos un par de días. Alice quiere visitar el lugar donde pasaba algunas vacaciones con su familia cuando era niña. Ahora es bien distinto. Pasamos una parte del día en la isla de Callot, accesible cuando la marea está baja, ya que la carretera desaparece cuando la marea sube, como dice el dicho, a galope de un caballo. Tenemos que saber a qué horas la carretera es practicable para no tener sorpresas. Después de Nuevo Brunswick (Canadá), en el litoral bretón-normando están las mareas más grandes del mundo. La marea sube hasta dieciséis metros (en Canadá dieciocho), y el mar puede alejarse de la costa hasta dieciocho kilómetros. En un mismo lugar hay dos paisajes completamente diferentes.

En Saint Brieuc cogemos un tren local para avanzar unos kilómetros. El 9 de julio el Tour de Francia pasa por Saint-Maló y nos gustaría verlo. Saint-Maló es más pequeño de lo que pensamos y visitamos la histórica ciudad fortificada en cuestión de horas.

Salimos al día siguiente para coincidir con otra etapa del Tour de Francia. Esta vez es una contrarreloj por el célebre Monte Saint-Michele. Más que ver a los ciclistas profesionales, nos gusta observar el ambiente. A pesar de que la llegada está en el mismo monte Saint-Michele, podemos ir hasta allá en bicicleta. Al final no hay tanta gente como pensamos, quizás porque todo el mundo piensa que va a estar abarrotado. Tras visitar la isla continuamos la ruta. La contrarreloj está a punto de terminar y empiezan a llegar los favoritos. En otros tiempos me habría quedado a ver el final de la etapa, admirando y animando como todo el mundo a todos esos corredores, pero no siento nada por ellos. No tienen más méritos que nosotros. También pedaleamos las mismas horas que ellos, muchísimo más lento, pero yo, por ejemplo, tiro de más de cien kilos (sus bicicletas apenas superan los siete). Cuando ellos terminan la jornada, se van a un buen hotel donde lo tienen todo hecho. Después de comer reciben un masaje. En cambio, nosotros, tras pedalear unas cinco o seis horas y recorrer unos ochenta kilómetros, tenemos que buscar un lugar para dormir, montar la tienda de campaña, lavarnos con una botella de agua fría, cocinar, lavar los platos, cazuelas y acostar a los críos. ¡Eso es una etapa! Cuando abren la carretera recorremos el trayecto al adverso de la etapa. La mayoría de los aficionados llevan encima unas cervezas de más y les cuesta partir. Parece que el paso del Tour de Francia es la excusa perfecta para beber. En Ducey, donde a pesar de que el camping está completo nos dejan instalar la tienda de campaña compartiendo parcela, hay una gran fiesta con música para festejar el paso del tour.

Nosotros seguimos pedaleando hacia el norte, por la región de Normandía. Vamos directamente a las playas del Desembarco, atravesando las tranquilas colinas normandas. En las playas del Desembarco visitamos el cementerio de los EE. UU., donde yacen unos diez mil soldados estadounidenses, y el Museo del Desembarco en Arromanches-les-Bains, donde se construyó el puerto artificial para introducir todo el material bélico que venía de los Estados Unidos vía Inglaterra. Me conmueve visitar todas estas playas, y no es tanto por el Desembarco del día 6 de junio del 1944, que fue una operación militar impresionante e increíble, sino por cómo aquel día cambió la historia de Europa, y quizás del mundo.

Por la tarde, vamos hacia Deauville, la reina de las playas normandas. Durante mucho tiempo ha sido el hogar de veraneo de la alta sociedad francesa y la burguesía parisina. Nosotros pasamos el Día Nacional de Francia celebrando el cumpleaños de unos de los hijos de Dominique y Bertrand, nuestros anfitriones en Deauville.

Como ya conocemos la costa de la Normandía Alta, con sus famosos y bellos acantilados, vamos directamente a Ruan siguiendo el río Seine, con bellas abadías a la orilla de sus meandros. Ruan, conocida como «la ciudad de los cien campanarios», no es tan atractiva como la pinta la guía turística. Sigue siendo una ciudad medieval con edificios de época y estilo arquitectónicos normandos, pero, como muchas ciudades de la zona, fue destruida durante la Segunda Guerra Mundial.

De Ruan tomamos una diagonal directa para ir hasta Amiens, ya en la región de Picardía. Da la casualidad de que fue en Amiens donde me di media vuelta, cuando en el verano de 2007 pretendía cruzar Francia en solitario. Alice tenía un esguince y no podía pedalear por un par de semanas. En Amiens decidimos coger un tren e ir hasta Lille. Yo ya he recorrido esta ruta, nada interesante y aburrida. De Lille vamos a Tournai, ya en Bélgica. Volvemos a recorrer el mismo camino que en el verano de 2009, cuando cruzamos Francia con Maia. Ella tenía la misma edad que Unai ahora, dieciocho meses. ¡Cuántos recuerdos! 2007, 2009, ahora 2013. Francia ya la conocemos muy bien, y, echando cuentas, casi hemos pedaleado cinco mil kilómetros en un país que tiene medio millón de kilómetros cuadrados. A Alice no le importa volver a recorrer esos veinticinco kilómetros que separan ambas ciudades, tiene ilusión de entrar a Bélgica en bicicleta. Los padres de Alice nos pasan dos contactos para que pasemos la noche en Tournai, pero ninguno contesta. Esperamos un tiempo en una friterie. Alice y los críos están felices, comen patatas fritas y un fricadel, muy típico de Bélgica. Yo bebo una rica cerveza belga. Estamos ya en Bélgica, casi en casa. El viajar en bicicleta se termina, por lo menos, a corto plazo no tenemos planes para otra salida, si la hay. Me deprimo. Aunque todo tiene que tener un final, y a pesar de que nosotros tenemos toda esta libertad nos toca parar. Son las diez de la noche y estas dos personas aún no contestan, por lo que empezamos a buscar un camping. Pasamos cerca de la estación de tren y Alice me dice:

—¿Y si cogemos un tren para ir directamente a Bruselas y así le damos una sorpresa a mis padres? Solo tarda una hora.

—Por qué no.

Así que cogemos el primer tren que sale hacia Bruselas. Llegamos a la capital belga a media noche. Recorremos en bicicleta esos siete kilómetros que separan la estación de Midi de la casa de los padres de Alice. ¡Sorpresa! No hay nadie en casa y nosotros no tenemos las llaves. Llamamos por teléfono al hermano de Alice, pero no contesta. Llamo a un amigo, pero está de vacaciones. Solo tenemos los números de teléfono en la lista de Skype, que no son muchos. Y cuando ya estamos haciéndonos a la idea de acampar en el bosque del parque de Woluwe, miro otra vez la lista de contactos. Ah, sí, Damien. El primo de Alice contesta y nos dice:

—¿Por qué no vais a casa de mis padres, que viven en Woluwe, cerca de allí?

—¡Claro! Mis tíos. Voy a llamarles.

Pero nos quedamos sin crédito en el móvil y no tenemos conexión para llamarles por Skype. Así que nos presentamos a la una de la noche en su casa. Llamamos a la puerta, y su tía sale por la ventana algo extraña, como pesando: «¿Quién llamará a estas horas?». Nos ve y nos pregunta sorprendida:

—¿Pero qué hacéis aquí a estas horas en bicicleta? ¡Entrad!

Y, tras contarles nuestra llegada a casa, nos vamos a la cama.

El mundo en bicicleta
titlepage.xhtml
part0000_split_000.html
part0000_split_001.html
part0000_split_002.html
part0000_split_003.html
part0000_split_004.html
part0000_split_005.html
part0000_split_006.html
part0000_split_007.html
part0000_split_008.html
part0000_split_009.html
part0000_split_010.html
part0000_split_011.html
part0000_split_012.html
part0000_split_013.html
part0000_split_014.html
part0000_split_015.html
part0000_split_016.html
part0000_split_017.html
part0000_split_018.html
part0000_split_019.html
part0000_split_020.html
part0000_split_021.html
part0000_split_022.html
part0000_split_023.html
part0000_split_024.html
part0000_split_025.html
part0000_split_026.html
part0000_split_027.html
part0000_split_028.html
part0000_split_029.html
part0000_split_030.html
part0000_split_031.html
part0000_split_032.html
part0000_split_033.html
part0000_split_034.html
part0000_split_035.html
part0000_split_036.html
part0000_split_037.html
part0000_split_038.html
part0000_split_039.html
part0000_split_040.html
part0000_split_041.html
part0000_split_042.html
part0000_split_043.html
part0000_split_044.html
part0000_split_045.html
part0000_split_046.html
part0000_split_047.html
part0000_split_048.html
part0000_split_049.html
part0000_split_050.html
part0000_split_051.html
part0000_split_052.html
part0000_split_053.html
part0000_split_054.html
part0000_split_055.html
part0000_split_056.html
part0000_split_057.html
part0000_split_058.html
part0000_split_059.html
part0000_split_060.html
part0000_split_061.html
part0000_split_062.html
part0000_split_063.html
part0000_split_064.html
part0000_split_065.html
part0000_split_066.html
part0000_split_067.html
part0000_split_068.html
part0000_split_069.html
part0000_split_070.html
part0000_split_071.html
part0000_split_072.html
part0000_split_073.html
part0000_split_074.html
part0000_split_075.html
part0000_split_076.html
part0000_split_077.html
part0000_split_078.html
part0000_split_079.html
part0000_split_080.html
part0000_split_081.html