8

 

 

 

Penny se encontraba en el saloncito con el inspector Logan. Estaba sentada con pose elegante en el sofá. Las faldas de su vestido negro caían en perfectas capas alrededor de los zapatos de cuero que llevaba para estar en casa. Hablaba del tiempo con el hombre alto y de hombros anchos que estaba de pie junto a la ventana.

No fue el tema de conversación lo que sorprendió a Amity. Todo el mundo hablaba del tiempo. Fue la sorprendente expresión animada en la cara de Penny lo que le llamó la atención. Sería una exageración afirmar que Penny parecía alegre, pero veía un sutil atisbo de esa chispa que la había caracterizado en otro tiempo.

Todas las pruebas indicaban que el inspector Logan era el responsable de animar a Penny, y de ser realmente cierto, pensó Amity, estaba preparada para que el hombre le cayera bien a simple vista.

—Ah, Amity, aquí estás —indicó Penny—. Permíteme presentarte al inspector Logan de Scotland Yard. Inspector, le presento a mi hermana y a su prometido, el señor Stanbridge.

Amity hizo una mueca al escuchar lo de «prometido», pero Benedict ni parpadeó. Claro que él tenía más experiencia con tareas encubiertas, se dijo.

Logan se dio media vuelta al punto. Saludó a Amity con un gesto de cabeza.

—Señorita Doncaster. Es un placer verla sana y salva esta mañana.

Logan tenía treinta y pocos años. Rubio y casi guapo, lo rodeaba un aura de inocencia infantil que quedaba desmentida por la expresión atenta de sus gélidos ojos azules. Hablaba con el acento de un hombre respetable y educado. La calidad de su chaqueta y de su pantalón era buena, pero no excepcional ni tampoco iba al último grito de moda. Amity sospechaba que estaría aumentando el sueldo de un inspector con algún tipo de ingreso independiente. O tal vez, como Penny, Logan era un hacha para las inversiones.

Se mostraba respetuoso y educado, pero no parecía ni intimidado ni impresionado con los caros muebles del salón.

Recorrió a Benedict con una rápida mirada penetrante y pareció darse por satisfecho con lo que vio.

—Señor Stanbridge, lo felicito por su compromiso.

—Gracias, inspector —dijo Benedict—. Soy el hombre más feliz del mundo.

Amity cerró un segundo los ojos al escucharlo. Cuando miró a Logan una vez más, le resultó evidente que el comentario no le pareció raro.

Logan enarcó las cejas.

—¿Es usted el Stanbridge de Stanbridge & Company, señor?

—Sí —contestó Benedict—. ¿Conoce la empresa?

—Mi padre quería que estudiase ingeniería —adujo Logan—. De haber vivido, se habría llevado una tremenda decepción al verme solicitar el ingreso en Scotland Yard.

—A mi parecer, su profesión requiere de una ingeniería que dista un poco de la que yo practico —comentó Benedict. Sonrió—. Pero los dos estamos comprometidos con la tarea de asegurarnos de que los cimientos de la civilización no se derrumban bajo nuestros pies.

Tras haber llegado a la conclusión de que Benedict no quería intimidarlo, Logan se relajó. Incluso llegó a sonreír.

—Ciertamente, señor —contestó—. Un comentario muy profundo.

Amity no se sorprendió al ver lo bien que se relacionaban los dos hombres. Había pasado tiempo de sobra en compañía de Benedict para saber que no juzgaba a los demás por su estatus social. Respetaba la competencia y la profesionalidad en cualquier aspecto, y el inspector Logan daba la impresión de poseer ambas cualidades.

La señora Houston apareció con una bandeja de té y la dejó en la mesita situada delante del sofá. Logan pareció sorprenderse un segundo cuando le ofrecieron una taza, pero se recuperó enseguida.

Amity se sentó en una silla y contuvo la sonrisa. Era muy consciente de que los buenos modales de Penny no eran a lo que el inspector estaba acostumbrado por parte de las damas de las clases altas. Los policías, aunque fueran inspectores, solían ser tratados como los comerciantes y los criados por aquellos que se movían en los círculos sociales a los que Penny y Nigel habían pertenecido. Los ricos rara vez hablaban con los hombres de Scotland Yard. Cuando se veían en la necesidad de hablar con un inspector, no los recibían en sus salones. Ni tampoco les ofrecían té y pastas.

—Gracias por recibirme hoy, señorita Doncaster —dijo Logan. Dejó la taza y el platillo en una mesita cercana y sacó un pequeño cuaderno con un lápiz—. Siento mucho lo que le ha sucedido. He leído los informes de mi predecesor y siento una gran admiración por usted. No me cabe la menor duda de que su ingenio y su rápida actuación le salvaron la vida y tal vez conduzcan a la captura de ese monstruo.

—Tuve suerte —repuso Amity.

—Sí. —Logan la miró con expresión pensativa—. Exactamente, ¿cómo consiguió escapar? Los informes que he recibido de mi predecesor son bastante vagos.

—Seguramente se deba a que su predecesor demostró muy poco interés por los detalles que intenté contarle. —Tocó el abanico que colgaba de la cadena de plata que llevaba a la cintura—. Durante mis viajes por el extranjero, he adquirido alguna que otra habilidad inusual. Un conocido de mi padre me regaló este abanico y me enseñó a usarlo para defenderme. —Cogió el abanico y lo abrió con un movimiento seco y automático para mostrar el elegante diseño—. Las varillas están fabricadas con acero endurecido. Dichas varillas se pueden usar para repeler una hoja. Los bordes están afilados. De hecho, mi abanico es como un cuchillo.

Logan pareció sorprenderse al principio, pero luego adoptó una expresión intrigada.

—Por el amor de Dios. No he visto nada parecido en la vida. Todas las mujeres deberían llevar uno.

—Requiere cierto adiestramiento y mucha práctica —continuó ella—. No me tengo por una experta. De cualquier modo, un objeto punzante, del tipo que sea, puede ser muy útil en el tipo de situación a la que me tuve que enfrentar.

Logan asintió con la cabeza.

—Ciertamente. Pero también requiere mantener la cabeza fría y tener la disposición de usar el arma.

—Mi hermana posee ambas cualidades —terció Penny con voz sosegada—. No me la imagino presa del pánico en ninguna circunstancia. Dudo mucho de que yo pudiera mantener la calma como ella en semejante situación.

Amity cerró el abanico con un golpe seco.

—Debo señalar que, aunque he viajado por todo el mundo, el único lugar en el que he tenido que usar el abanico para defenderme ha sido aquí en Londres.

—Londres nunca ha sido famoso por su seguridad —comentó Benedict.

—Desde luego que no es seguro ahora mismo con ese espantoso asesino suelto —repuso Penny.

—Lamento decir que Scotland Yard no se ha distinguido con este caso —reconoció Logan—. A decir verdad, estamos en un callejón sin salida. Por eso mi superior me ha puesto al mando de la investigación. Alberga la esperanza de que unos ojos nuevos vean pistas que hemos pasado por alto.

Benedict se apoyó en la pared y cruzó los brazos por delante del pecho.

—¿Qué sabe del asesino, inspector?

—A lo largo del último año, se han encontrado los cuerpos de cuatro mujeres, que parecen haber sido asesinadas por el mismo individuo, en diversos callejones de la ciudad —contestó Logan.

Penny lo miró fijamente.

—Pero creía que el Novio solo había cometido tres asesinatos, inspector.

—Se han encontrado tres cuerpos en los últimos tres meses —explicó Logan—. Sin embargo, hace un año una mujer murió asesinada de la misma manera. Creemos... creo que fue su primera víctima.

Benedict frunció el ceño.

—De ser así, hay un considerable espacio de tiempo entre el primer asesinato y los tres siguientes.

—Unos ocho meses —dijo Logan—. Ese periodo de tiempo es otro de los muchos misterios que rodean el caso. —Miró a Amity—. Necesitamos información desesperadamente.

—Ayudaré en todo lo posible —le aseguró Amity.

—¿Puede describir al hombre que la secuestró en la calle?

—No le vi la cara —contestó ella—. Llevaba una máscara de seda negra. Puedo contarle unos cuantos detalles más sobre él, pero temo que no le ayuden demasiado.

—A estas alturas, cualquier detalle será mejor que lo que tengo —replicó Logan.

—Muy bien, pues, le diré las impresiones que me provocó. Hablaba con la dicción de un caballero de la alta sociedad.

Logan pareció llevarse una tremenda sorpresa. Benedict, en cambio, aceptó la información sin pestañear. Era evidente que la idea de un caballero bien educado, de familia aristocrática, que era a la vez un asesino desalmado no le parecía descabellada en absoluto.

—¿Está segura de su estatus social, señorita Doncaster? —preguntó Logan.

—No es algo que se pueda ocultar fácilmente —contestó ella—. Supongo que un buen actor podría imitar el acento y los ademanes, pero dudo mucho de que hubiera podido permitirse el lujoso interior de ese carruaje y la ropa cara que llevaba el asesino.

Logan empezó a golpear el cuaderno con el lápiz. Miró a Penny con una extraña expresión, pero después concentró la mirada en Amity una vez más.

—Tiene razón —convino—. Es difícil imitar la riqueza. ¿Qué más, señorita Doncaster?

Titubeó, pero otro recuerdo acudió a su mente.

—Fuma cigarros con algún tipo de especia. Podía oler el humo en su ropa.

Benedict miró a Amity.

—¿Vio algún blasón o algún otro símbolo que pueda indicarnos su identidad?

—No —contestó ella—. Llevaba guantes... unos guantes de cuero de muy buena calidad, por cierto. Todo lo que vi y toqué en ese carruaje era caro y del gusto más exquisito. Salvo por los gruesos postigos de madera.

Benedict frunció el ceño.

—¿Había postigos en las ventanillas?

—De madera gruesa —puntualizó Amity—. Estaban cerradas para que nadie pudiera curiosear lo que sucedía desde la calle.

—Y tal vez diseñadas para que no se pudiera salir si la puerta se cerraba desde fuera —comentó Benedict, con gesto muy serio.

Amity se estremeció.

—Creo que tiene razón.

Se produjo un breve silencio mientras todos asimilaban las implicaciones.

—En ese caso, un carruaje privado —dijo Logan. Tomó nota y alzó la vista—. Pero ¿no pudo identificarlo como tal desde el exterior?

—No. Le aseguro que el vehículo parecía un coche de alquiler normal y corriente. Tampoco vi nada inusual en el cochero.

—Sí, claro —dijo Logan—. El cochero. —Hizo otra anotación—. Tenemos que investigar eso también.

Benedict asintió con la cabeza, dándole su aprobación en silencio.

—¿Puede decirme algo más sobre él? —preguntó Logan.

Amity negó con la cabeza.

—Me temo que no. La única vez que hablé con él, sonaba justo como era de esperar que sonase un cochero de un coche de alquiler. Alguien de la clase obrera. Un poco rudo. Pero desde luego que manejaba bien las riendas. Y no hizo ademán de atraparme cuando me escapé.

Logan anotó algo en el cuaderno y alzó la vista una vez más.

—¿Qué le dijo el asesino?

Amity le lanzó una miradita a Benedict antes de concentrarse en Logan. Inspiró hondo.

—Me informó de que me había elegido porque había buscado encontrarme en una situación comprometida con el señor Stanbridge. Parecía estar convencido de que le había tendido una trampa al señor Stanbridge.

Logan miró a Benedict, que esbozó una sonrisa fría.

—Es evidente que el asesino no estaba al tanto de que la señorita Doncaster y yo estamos prometidos en matrimonio —dijo Benedict.

—Entiendo. —Logan hizo otra anotación y miró a Amity—. Debo preguntarle si el asesino hizo alguna referencia a la fotografía.

—Pues sí, ahora que lo menciona —replicó Amity—. Estaba a punto de comentarlo. Dijo que quería hacerme mi retrato de bodas. ¿Cómo lo ha sabido?

—Se lo he preguntado porque hay un detalle muy importante que no hemos divulgado a la prensa —contestó Logan. Soltó el cuaderno—. Cada una de las víctimas fue encontrada en un callejón distinto. Degolladas con una hoja afiladísima. Las heridas casi parecían quirúrgicas.

—Un escalpelo —dijo Amity de repente—. Me lo apretó contra la garganta.

—¿De verdad? —Logan anotó algo más—. Muy interesante. Siguiendo con lo que estaba diciéndoles, las víctimas lucían la ropa con la que habían sido vistas por última vez. Y todas tenían una alianza dorada.

—Todo eso ha salido publicado en la prensa —dijo Penny—. Las alianzas fueron el motivo de que los periódicos apodaran al asesino como el Novio.

—Sí —convino Logan—. Pero lo que hemos conseguido ocultar a la prensa es el hecho de que, además de las alianzas, todas las mujeres llevaban medallones. Dentro de cada uno, había un pequeño retrato de la víctima vestida de novia. No cabe la menor duda de que los retratos son obra de un fotógrafo profesional.

Amity arrugó la frente.

—Pero ninguna de las mujeres se había casado.

—Cierto —dijo Logan.

—Madre de Dios —susurró Penny—. Ese hombre está loco.

Un escalofrío recorrió a Amity.

—¿Los retratos se hicieron antes o después de que las mujeres fueran asesinadas?

Benedict se enderezó y se apartó de la pared para colocarse junto a la ventana.

—Bastantes fotógrafos profesionales se ganan la vida haciendo retratos de los difuntos.

Amity se estremeció.

—Esa práctica siempre me ha parecido muy macabra.

—A mí también me lo parece —repuso Penny.

—Las víctimas del Novio estaban todas vivas cuando se las retrató —dijo Logan—. Todavía no las habían degollado.

—¿Por qué han mantenido en secreto lo de los medallones? —quiso saber Penny.

—Lo crean o no, en Scotland Yard hemos descubierto que hay algunos pobres locos que se declararán culpables de los crímenes que reciben más atención del público —respondió Logan.

Benedict se dio la vuelta.

—En otras palabras, usan el detalle de los medallones para separar el trigo de la paja. Solo el verdadero asesino sabrá lo de las fotografías.

—Sí —dijo Logan.

Penny soltó la taza de té.

—Se me acaba de ocurrir algo. Seguramente sea una tontería...

—Por favor, señora Marsden —pidió Logan.

—Los rumores de lo que todos, incluido el asesino, asumieron que era una aventura ilícita entre mi hermana y el señor Stanbridge empezaron a circular justo después del baile de los Channing. Si el asesino se mueve en los círculos de la alta sociedad, tal como Amity cree, tal vez estuviera presente en dicho baile. Desde luego que eso explicaría cómo se enteró de los rumores.

Logan parecía impresionado.

—Es una observación muy interesante, señora Marsden.

Amity miró a su hermana.

—Es absolutamente brillante.

—Gracias —dijo Penny—. Pero no veo cómo puede ser de ayuda.

—Me da un punto de partida —adujo Logan—. Le dije a mi superior que me daba en la nariz que el sospechoso se movía en los círculos de la alta sociedad porque todas sus víctimas pertenecen a ese mundo. Pero no estaba dispuesto a aceptar la idea.

—Seguramente porque sabía que semejante teoría sería difícil de investigar —replicó Benedict.

Logan y él se miraron. Los hombres y sus métodos de comunicación silenciosa, pensó Amity. Podían ser de lo más irritante. Pero debía admitir que las mujeres eran igual de dadas a unos intercambios no verbales que tal vez resultaran incomprensibles para la mitad masculina de la especie.

Era una verdadera lástima que los dos sexos no pudieran comunicarse tan bien entre ellos, se dijo.

Logan tenía una expresión adusta.

—Veo que entiende mi problema, señor Stanbridge.

—Por supuesto, inspector —aseguró Benedict—. Busca a un asesino que se mueve por los círculos más elevados de la sociedad, el único estrato social donde es casi imposible que un policía, sea cual sea su posición, pueda entrar sin invitación.

—Si empiezo a hacer preguntas sobre un asesino de alta alcurnia con tendencia a matar de un modo especialmente perverso, se me cerrarán todas las puertas —continuó Logan.

Se produjo un breve silencio.

—Se abrirán para mí —dijo Benedict en voz baja.

Logan lo miró un buen rato. Amity se dio cuenta de que el inspector no se apresuró a rechazar la oferta de ayuda de Benedict.

La posibilidad de hacer algo, lo que fuera, para ayudar en la captura del hombre que había intentado matarla y que había acabado de forma tan desalmada con la vida de cuatro mujeres la animó sobremanera.

—Esas puertas también se abrirán para mí —dijo sin dilación—. Al fin y al cabo, soy la prometida del señor Stanbridge.

Los ojos de Benedict relucieron por la sorna.

Penny apretó los dientes. Cogió su taza.

—También se abrirán para mí, inspector. Ya me he cansado del luto.

La expresión de Logan empezaba a tornarse horrorizada.

—Agradezco al señor Stanbridge toda la ayuda que pueda prestarme, pero no quiero ponerlas a ninguna de las dos en peligro.

—Según el señor Stanbridge —dijo Penny—, mi hermana puede seguir corriendo peligro. ¿Está de acuerdo, inspector?

Logan titubeó antes de asentir con la cabeza.

—Es posible que, al verse privado de su presa, este monstruo pueda intentar atrapar de nuevo a la señorita Doncaster. Suponiendo que siga con vida. La verdad es que no lo sé.

—En ese caso, insisto en hacer todo lo que esté en mi mano para ayudar en esta investigación —dijo Amity.

—Yo también —añadió Penny.

Benedict miró a Logan.

—Tal parece que cuenta con un equipo de investigadores a su disposición, inspector. ¿Nos permitirá ayudarlo?

Logan los miró durante un buen rato. Luego tomó una decisión.

—Han muerto cuatro mujeres hasta la fecha —dijo—. Ahora una quinta ha escapado por los pelos de ese mismo destino. Acepto su oferta de ayuda. Pero los cuatro tendremos que mantener el asunto en secreto, ¿entendido? Me temo que mis compañeros en Scotland Yard no aprobarían que haya permitido que unos simples civiles se involucren en una investigación.

—Entendido —replicó Benedict—. Sé que mi prometida es capaz de guardar un secreto. Y estoy convencido de que la señora Marsden también lo es.

—A decir verdad —dijo Penny con frialdad—, tengo cierta experiencia en el tema.

El comentario se le antojó muy raro a Amity. Le lanzó una miradita a Penny, pero antes de que pudiera preguntarle al respecto, Benedict dijo:

—Me ocuparé de no perder de vista a la señorita Doncaster cuando salga de casa. Pero creo que lo mejor será que alguien vigile la casa por la noche.

Amity lo miró, estupefacta.

—¿No es exagerar un poco?

—No —contestó Benedict—. No lo es.

Logan soltó un largo suspiro.

—El señor Stanbridge tiene razón. Teniendo en cuenta los pocos progresos que ha hecho hasta el momento Scotland Yard y el hecho de que no hemos encontrado el cuerpo del asesino, sería una buena idea vigilar la casa por las noches. Hablaré con unos agentes para que monten guardia.

—Gracias —dijo Penny—. Me sentiré mejor sabiendo que hay un policía cerca por la noche. Ahora bien... ¿por dónde empezamos la investigación?

—Creo que debemos empezar por la lista de invitados al baile de los Channing —contestó Logan—. Pero dudo mucho de que lady Channing esté dispuesta a dármela.

Penny sonrió.

—Conseguir la lista de invitados de los Channing no será problema, inspector. Puedo decirle exactamente cómo conseguirla.