13
—¿Qué pasará ahora? —quiso saber Amity.
—Ya has oído a mi tío. A partir de ahora, serán sus agentes habituales los que continuarán con la investigación, aunque estoy seguro de que Cornelius querrá interrogarte en algún momento —contestó Benedict—. Pero, ahora mismo, creo que está ocupado con los planes para tenderle una trampa al misterioso ladrón. De momento, poco podemos hacer nosotros para ayudarlo. Eso, a cambio, nos deja libres para concentrarnos en la labor de ayudar a Logan a capturar al Novio.
El carruaje se detuvo en frente de la casita situada en Exton Street. Amity miró por la ventanilla y vio que las luces aún estaban encendidas en el interior.
—Penny me está esperando —dijo—. Sin duda, siente curiosidad por la entrevista que he mantenido con tu tío.
—No es necesario guardar secretos con ella —replicó Benedict—. Ya sabe tanto como nosotros sobre este asunto del espionaje. —Miró por la ventanilla opuesta del carruaje y pareció satisfecho—. Allí está el agente de policía que prometió Logan. Bien. Te acompañaré al interior y después me iré a dormir, ambos lo necesitamos.
Abrió la portezuela del carruaje y se apeó. Amity se levantó las faldas y la capa para bajar. La puerta principal de la casa se abrió justo cuando Benedict y ella subían los escalones. Apareció la señora Houston. Amity se sorprendió al ver que no llevaba el camisón ni la bata. El ama de llaves sonreía de oreja a oreja, encantada.
—He escuchado que se detenía un carruaje y he pensado que podría ser usted, señorita Amity —dijo.
—Ha sido muy amable al esperarme levantada, señora Houston —replicó Amity—. Pero de verdad que no hacía falta.
—Tonterías. Como si pudiera haberme ido a la cama con un hombre en la casa y tal.
—¿Cómo? —Sorprendida, Amity se asomó por la puerta para mirar hacia el vestíbulo—. ¿Quién diantres ha venido de visita a estas horas de la noche?
—Yo no diría que es una visita social. —La señora Houston rio entre dientes, se apartó y abrió la puerta de par en par—. Es ese inspector Logan, un hombre muy agradable. Está en el despacho con la señora Marsden.
—¿Logan sigue aquí? —preguntó Benedict, que entró en el vestíbulo—. Muy conveniente. Voy a hablar con él.
—Qué raro —comentó Amity, hablando consigo misma.
Le dio los guantes y la capa a la señora Houston. Benedict no se molestó en quitarse el abrigo.
—No me quedaré mucho rato —adujo, dirigiéndose al ama de llaves.
Amity se apresuró a enfilar el pasillo que llevaba al despacho, consciente de que Benedict iba tras ella. Cuando entró en la estancia, vio a Penny sentada al escritorio. Logan ocupaba un sillón y parecía la mar de relajado y cómodo. Se había aflojado la corbata y tenía una copa de brandi en la mano. Al verla, dejó la copa y se levantó, tal como dictaban las buenas maneras.
—Me alegro de verla, señorita Doncaster —dijo y después saludó a Benedict con un movimiento de la cabeza—. Señor Stanbridge. Nos estábamos preguntando por qué tardaban tanto.
—Amity —dijo Penny—. Empezaba a preocuparme. Habéis tardado mucho.
—Las cosas no han salido como pensábamos —replicó Benedict, que miró la hoja de papel que Penny tenía delante—. ¿Ha habido suerte con la lista de invitados del baile de los Channing?
—El inspector Logan y yo hemos redactado una lista con los nombres de algunos caballeros a los que se podría investigar más a fondo porque, grosso modo, coinciden con la descripción de Amity —respondió Penny—. Pero debo admitir que a simple vista no hay ningún loco entre los invitados.
Logan parecía muy serio.
—Tal como le he dicho a la señora Marsden, el tipo de hombre que estamos buscando no destaca entre la multitud. Posee la habilidad de fundirse con el entorno.
—Un lobo con piel de cordero —apostilló Benedict.
Logan asintió con la cabeza.
—Eso es precisamente lo que lo hace tan peligroso.
—Mucho me temía que capturarlo no iba a ser tan fácil como repasar una lista de invitados —comentó Benedict, que miró a Logan—. He visto a su hombre apostado en el parque.
—El agente Wiggins —dijo Logan—. Es de fiar. Estará en su puesto hasta el amanecer. La señora Houston tuvo la amabilidad de enviarle café y un muffin hace un rato.
Amity se percató de que la chimenea estaba encendida, si bien el fuego era bajo. Además del brandi a medio terminar del inspector Logan, había otra copa medio vacía en el escritorio de Penny. La escena parecía muy acogedora, muy íntima, muy interesante.
Penny frunció el ceño como si algo la preocupara de repente.
—¿Ha habido algún problema?
—Penny, es una historia muy larga —contestó Amity—. Te prometo que te lo contaré todo.
Logan miró el reloj.
—Ya va siendo hora de que me despida. Les comunicaré de inmediato cualquier noticia que se produzca. —Le sonrió a Penny—. Buenas noches, señora Marsden. Gracias por el brandi.
—De nada, señor —replicó la aludida—. Gracias por la compañía.
Benedict, que estaba en el vano de la puerta, se movió.
—Logan, tengo un coche de alquiler esperando. Con gusto lo llevaré hasta su casa.
En el rostro del inspector apareció una expresión sorprendida, que no tardó en desaparecer.
—Es usted muy amable, señor Stanbridge, pero no es necesario. Estoy seguro de que encontraré algún otro coche de alquiler por aquí cerca.
—No es ninguna molestia —insistió Benedict—. Además, así podremos hablar sobre los nombres de la lista de invitados.
Logan pareció satisfecho con la idea de que el trayecto en el coche de alquiler le reportara una discusión sobre el caso. Se relajó.
—Muy bien, pues. Acepto. Gracias.
Benedict se volvió hacia Penny y Amity.
—Buenas noches, señoras. Vendré mañana.
Los dos hombres se alejaron por el pasillo. Al cabo de un momento, Amity escuchó cómo se cerraba la puerta principal.
Penny la miró de forma penetrante.
—¿Qué diantres ha pasado esta noche?
—Alguien ha robado esta noche el cuaderno que trajo Benedict, el señor Stanbridge, de California, que estaba guardado en la caja fuerte de su tío —contestó Amity—. El intruso golpeó al pobre Cornelius Stanbridge en la cabeza. —Se acercó a la mesita donde descansaba la licorera con el brandi y se sirvió una generosa copa. Después, se dejó caer en el sillón que acababa de abandonar Logan, colocó los pies en el escabel y bebió un buen trago de licor. Acto seguido, le hizo un resumen de los acontecimientos a Penny—. Resumiendo, el intruso pretende venderle de nuevo el cuaderno a Cornelius Stanbridge —concluyó—. Stanbridge espera tenderle una trampa al ladrón.
—Entiendo. —Penny la miró desde el otro lado del escritorio—. Este asunto del cañón solar y del motor está causando un buen número de problemas.
—Por suerte, es problema de Cornelius Stanbridge. Cuando se sienta mejor, le daré los pocos detalles relevantes que recuerdo sobre los pasajeros del Estrella del Norte, pero no creo que pueda ayudarlo más. Ya tiene la lista de pasajeros. De él depende si quiere investigarlos, suponiendo, claro está, que el espía ruso fuera a bordo del barco, algo problemático, como poco. Un buen número de barcos hace escala en Saint Clare.
—Qué curioso que en ambos casos estemos analizando un listado de nombres —comentó Penny.
—Pues sí. —Amity bebió otro sorbo de brandi y saboreó su calidez—. Pero supongo que cualquier investigación criminal acaba reduciéndose a una lista de nombres de posibles sospechosos. —Extendió la mano con la copa para que esta quedara frente al fuego y contempló cómo la luz de las llamas convertía el licor en oro líquido—. ¿Eso es lo que estabais discutiendo el inspector Logan y tú hace un rato, cuando Benedict y yo llegamos? ¿Los sospechosos de la lista del baile de los Channing?
Penny guardó un repentino silencio.
—Sí, en parte —dijo a la postre—. Pero el inspector Logan estaba más interesado en los escándalos en los que se vieron involucradas las otras víctimas del Novio. Le ofrecí la poca información de la que dispongo.
—¿Habéis encontrado algo útil?
—Solo confirmé lo que él ya sabía: que las cuatro mujeres asesinadas procedían de familias acomodadas que se movían en círculos elegantes y que todas las jóvenes habían estado involucradas en escándalos de índole romántica. —Penny titubeó—. Sin embargo, la discusión me hizo caer en la cuenta de algo importante.
Al escucharla, Amity dejó la copa de brandi suspendida en el aire, a medio camino de sus labios.
—Ah, ¿sí? ¿El qué?
—Que no te habrías visto obligada a formar parte de ese mundo tan enrarecido de no ser por mi matrimonio con Nigel Marsden.
Amity depositó la copa de brandi con fuerza.
—Penny, por el amor de Dios, no digas esas cosas.
—¿Por qué no? —Su hermana se puso de pie y se acercó a la chimenea—. Es la verdad. Tu relación con el señor Stanbridge habría pasado desapercibida para la alta sociedad si no tuvieras nada que ver conmigo ni con el apellido Marsden.
—¡Por Dios! Tú no tienes la culpa de que el Novio se fijara en mí. El motivo fue una mezcla de mis artículos para El divulgador volante y los cotilleos de la gente.
—Es posible, pero si no tuvieras nada que ver con la familia Marsden por mi culpa, ese monstruo ni siquiera se habría percatado de tu existencia.
—No sabemos si eso es cierto o no. —Amity se apresuró a levantarse y se acercó a la chimenea para detenerse junto a Penny—. No voy a permitir que te culpes por lo sucedido. Estamos hablando de un loco. Esas criaturas actúan siguiendo una lógica retorcida. Debió de ver mi nombre en el periódico en multitud de ocasiones. Cuando empezaron a circular los rumores después del baile de los Channing, esa información lo llevó a prestarme atención. Ni más ni menos. Seguramente es eso lo que ocurrió.
—Ojalá pudiera creerte.
Amity aferró a Penny por los hombros, la instó a que se volviera y la abrazó.
—Debes creerlo porque es la verdad. No voy a permitir que caigas de nuevo en ese oscuro abismo depresivo en el que estabas sumida cuando llegué hace unas semanas. Ha sido muy agradable ver cómo dejabas atrás la pena. Sé lo mucho que querías a tu guapísimo Nigel. Pero eres mi hermana y yo también te quiero. Quiero que seas feliz otra vez y sé que Nigel también lo habría querido.
—¿Eso crees? —le preguntó Penny con un extraño deje en la voz.
Sorprendida, Amity se apartó un poco de su hermana a fin de mirarla a la cara.
—Nigel te quería mucho —repuso en voz baja—. No habría deseado que pasaras el resto de tu vida llorando por él. Penny, por el amor de Dios. Todavía eres joven y guapa y... Sé que esto va a sonar muy feo, pero es importante. Económicamente, gozas de una posición segura. La viudez te otorga una enorme libertad. Deberías disfrutar de la vida.
—¿Cómo voy a disfrutar de la vida cuando hay un asesino detrás de ti? —protestó.
Amity se sintió conmovida.
—Ah, bueno, sí, te agradezco la preocupación, pero estoy segura de que el señor Stanbridge y ese hombre tan agradable de Scotland Yard...
—El inspector Logan —corrigió Penny con un deje deliberado—. Es el inspector Logan.
—Eso. El inspector Logan. Parece muy competente.
—Cierto.
El tono de voz de su hermana le dijo a Amity que necesitaba agregar algo más a la descripción.
—E inteligente —añadió.
—Mucho. Es un gran admirador del teatro, ¿sabes?
Amity decidió lanzarse al vacío.
—Y también es muy atractivo —dijo mientras contenía el aliento.
Penny parpadeó varias veces y clavó la vista en el fuego.
—¿De verdad lo crees?
—Sí —respondió ella—. No como el señor Stanbridge, por supuesto, pero a su modo, el inspector es un hombre apuesto.
Penny esbozó una sonrisa tristona.
—¿El señor Stanbridge te parece guapo?
Amity titubeó en busca de las palabras que explicaran la atracción que sentía por Benedict.
—Tal vez sería mejor describir al señor Stanbridge como una fuerza de la naturaleza. Aunque me desvío del tema. Lo que intento decir es que si el señor Stanbridge y el inspector Logan colaboran en la investigación, no tardarán en atrapar al asesino.
—Espero que estés en lo cierto.
Penny se zafó de las manos de Amity, que la miró un instante.
—Penny, ¿estás preocupada porque el inspector Logan te resulta atractivo? —quiso saber Amity.
Su hermana no contestó. En cambio, se llevó una mano a los ojos para limpiarse las lágrimas.
—¡Por Dios! —Amity le acarició un hombro—. ¿Por qué lloras? No me puedo creer que se deba al hecho de que el inspector Logan ocupa una posición social inferior a la tuya. Soy consciente de que muchos miembros de la llamada «alta sociedad» serían de esa opinión, pero te conozco. Tú no juzgas a las personas basándote en un accidente de nacimiento.
—No es eso —le aseguró Penny, que se sorbió la nariz y parpadeó rápidamente para evitar las lágrimas—. Estoy segura de que el señor Logan es más que consciente de las diferencias económicas y sociales que nos separan, así que dudo mucho de que piense siquiera en acercarse a mí de otra forma que no sea respetuosa y profesional.
Amity recordó la acogedora escena que Benedict y ella habían interrumpido un rato antes.
—Algo me dice que, con el incentivo adecuado, se podría persuadir al señor Logan a fin de que considerara otro tipo de relación contigo.
Penny negó con la cabeza, convencida de lo contrario.
—No, estoy segura de que jamás se atrevería a pensar de esa manera. Tanto sus modales como su comportamiento son respetuosos.
—Mmm... —Amity hizo un repaso mental de la imagen de Logan, pero no recordó que llevara alianza en la mano izquierda—. Por favor, no me digas que está casado.
—No —dijo Penny—. Me ha dicho que estuvo comprometido, pero que su prometida y su familia llegaron a la conclusión de que podría aspirar a algo mejor que a casarse con un policía.
—Bueno, en ese caso, no veo motivo alguno por el que no estés libre de explorar cualquier sentimiento romántico que pueda nacer entre el inspector y tú.
La esperanza iluminó los ojos de Penny, pero el tenue brillo se desvaneció casi al instante.
—Solo llevo seis meses de luto. La alta sociedad y mi familia política, por supuesto, se espantarían si abandonara el luto tan pronto.
—¿De verdad te importa la opinión de la alta sociedad?
—En otro tiempo sí me importaba. —Penny apretó un puño—. Pero ya no.
—En cuanto a tu familia política, perdóname, pero tengo la impresión de que no la aprecias demasiado... Ni ella a ti.
—Nunca aprobaron nuestro matrimonio. Querían que Nigel se casara con alguien que pudiera aportar más dinero a la familia. Entre nosotros no hay mucho cariño que digamos. Creo que, en cierto modo, me culpan por la muerte de Nigel.
—Eso es ridículo —protestó Amity—. Nigel se partió el cuello saltando una cerca. ¿Cómo es posible que alguien te culpe por eso?
Penny esbozó una sonrisa renuente.
—No conoces a mi familia política.
—Sospecho que lo que de verdad les molesta es que te corresponda tanto dinero procedente de la propiedad de Nigel.
—Tienes razón, por supuesto.
—Si no recuerdo mal, hay otros dos hijos, una hija y una enorme fortuna. No deberían guardarte rencor por el dinero y la casa que has heredado de tu marido.
—No sabes cuánto te agradezco el apoyo —dijo Penny—. Me he sentido muy sola aquí mientras tú estabas fuera del país durante semanas y meses.
—Ni siquiera alcanzo a imaginar lo mucho que echas de menos a tu querido Nigel.
Penny respiró hondo y después soltó el aire despacio.
—La verdad es que no. No lo echo de menos en absoluto. Espero que ese malnacido se pudra en el infierno.
Amity la miró atónita.
—Lo siento, pero creo que te he entendido mal. ¿Qué has dicho?
Penny la miró.
—Creía que era el amor de mi vida. Pero Nigel Marsden resultó ser un monstruo.
—¿Cómo?
—Estaba planeando abandonarlo cuando tuvo la conveniente ocurrencia de partirse el cuello.
—Penny, por el amor de Dios. Yo... no sé qué decir. Me dejas estupefacta.
Penny cerró los ojos un momento. Cuando los abrió de nuevo, Amity vio en ellos dolor, miedo y rabia.
—Al principio, creí que era demasiado protector —dijo su hermana en voz baja y un tanto desapasionada—. Durante los primeros meses me parecía un rasgo encantador. Me repetía a mí misma que Nigel me quería mucho y que por eso se preocupaba tanto por mí. Pero, poco a poco, empezó a arrebatarme todo aquello que conformaba mi vida: mis amigos y mis pequeños placeres, como el teatro y los paseos por el campo.
Amity estaba horrorizada.
—Jamás me mencionaste nada al respecto en las cartas.
—Por supuesto que no. Nigel insistía en leer todas las cartas que te escribía antes de enviarlas. Te odiaba. Decía que eras una mala influencia para mí. Decía lo mismo de todas mis amistades. Siempre había algo que no le gustaba en cualquier persona con la que yo me relacionaba. Al cabo de tres meses, las únicas visitas que me permitía recibir eran las de la estúpida de su madre y las de su hermana. Me pegaba si otro hombre me hablaba siquiera. Me acusaba de tratar de seducir a sus amigos.
—No sé qué decir —susurró Amity—. Estoy horrorizada. Padre se habría puesto muy furioso.
—Poco después, me pasaba los días y casi todas las noches sola en la casa con la servidumbre. No podía confiar en ninguno de ellos. Sabía que Nigel los interrogaba para averiguar qué hacía yo, si había salido de la casa o si había recibido alguna visita.
—Si no estuviera muerto, lo mataría ahora mismo.
—Llegué a considerar la idea de envenenarlo, pero me daba miedo fallar. Sabía que si eso llegara a suceder, él me mataría. Mi idea era la de escapar. No me daba dinero, por supuesto, pero la casa estaba llena de objetos valiosos. Pensaba llevarme algunos, empeñarlos y comprar un pasaje a Nueva York. Desde allí, pensaba enviarte un telegrama nada más llegar, suplicándote que fueras a buscarme.
—¿Por qué no me pediste ayuda? Habría ido al instante.
—Me daba miedo lo que pudiera hacerte Nigel si te instalabas con nosotros. Ya te he dicho que te odiaba. En el fondo, creo que te veía como a una amenaza. Saber que tú estabas libre, moviéndote por el mundo, era lo que me mantenía a flote y evitaba que cayera al abismo. Me repetía constantemente que si podía escapar y desaparecer, podría encontrarte.
Amity apenas podía ver por culpa de las lágrimas.
—Penny, mi preciosa hermanita. Lo que debes de haber sufrido. Tan sola. Con razón vendiste esa casa tan grande y despediste a toda la servidumbre. ¡Ja! Me imagino que todos se quedarían de piedra. Espero que los despidieras sin darles la menor referencia.
—Eso fue lo que hice. —Penny la miró con una sonrisa lacrimógena—. Admito que me resultó placentero decirles que ya no necesitaba de sus servicios.
—Desde luego que ahora comprendo por qué no has acabado en buenos términos con tu familia política.
—Para ser justa, no creo que supieran exactamente lo que estaba sucediendo. Nigel siempre exageraba su papel de marido atento cuando su madre nos visitaba. Hasta tal punto que creo que mi suegra me tenía celos. Trató varias veces de convencerme de que fuera su abogado el que se encargara de mis finanzas después de la muerte de Nigel.
—Pero desconfiabas de que ella buscara lo mejor para ti.
—Por supuesto —convino Penny—. Una de las primeras cosas que hice después de la lectura del testamento fue despedir al abogado de Nigel y contratar al señor Burton para que se encargara de mis asuntos.
—Burton se encargaba de los de papá y ahora también de los míos. Puedes confiar en él. Ya está entrado en años y prácticamente está jubilado, pero su hijo ha tomado las riendas del negocio y lo lleva muy bien.
—Admito que, de un tiempo a esta parte, me cuesta trabajo confiar en alguien.
—Has recuperado tu vida —le recordó Amity—. Tu fuerza y tu valentía me asombran. Penny, eres una inspiración, el ejemplo perfecto de lo que es una mujer moderna e independiente.
—Bah, menudo ejemplo. Fui una tonta por creer que existía un amor de cuento de hadas. Tú eres la que decidiste conocer mundo y ahora vas a publicar una guía de viajes para otras damas aventureras. Tú eres el ejemplo perfecto de lo que es una mujer moderna, no yo.
—No estoy de acuerdo —protestó Amity con delicadeza—. Lo que yo he hecho no requiere poseer fortaleza en absoluto, solo mucha curiosidad. Pero no vamos a discutir entre nosotras por decidir quién es más moderna. Siento muchísimo no haber sabido lo que estabas sufriendo durante tu vida de casada.
—No lo sabías porque no quería arriesgarme a contártelo. Me daba miedo que Nigel me matara y te matara a ti también cuando descubriera que había confiado en ti y habías ido a rescatarme. —Penny sonrió—. Algo que estaba segura de que harías, por supuesto.
Amity se estremeció y abrazó a Penny.
—Me enerva saber que si te hubiera matado, Nigel se habría ido de rositas. Supongo que habría aducido que te caíste por la escalera o alguna tontería del estilo.
—Y su adinerada familia lo habría protegido de cualquier interrogatorio policial que hubieras querido que se realizara.
Amity reflexionó un instante sobre el tema.
—De la misma forma que algún miembro de la alta sociedad seguramente está ocultando la identidad del Novio —repuso.