Capitulo 44

 

El talismán escarlata

 

En la fracción de tiempo que dura un pestañeo Crono se movió a una velocidad sobrenatural hasta estar a la espalda del primer atacante.  Le desarmó con un movimiento de sus dedos  y dio una patada a la espada, empujándola hacia Andrea. Agarró a su adversario de la cabeza y se la echó hacia atrás, girándole  le lanzó  al suelo y cuando su espalda impactó contra el asfalto le inmovilizó con un pie y rompió su cuello. Se tiró a la arena, rodando obre sí mismo,  tomó la muñeca del otro con tanta fuerza que podría jurar que sus huesos crujieron al romperse y el arma que sostenía cayó de su mano flácida. Le golpeó en la mandíbula y en la espalda empujándolo hacia abajo contra el suelo con su bota, agarró su cabeza con la mano tatuada la levantó y lo golpeó noqueándole.

La lucha no duró más de un minuto.

     —Aggg —Drakos se acercaba resollando —¿Eso era necesario tío? Ha sido realmente asqueroso incluso para un fantasma.

El aludido no le hizo caso, ni siquiera contestó. Solo se giró para mirar a las Moiras, se acercó a ellas y se hincó de rodillas agachando la cabeza.

Para sorpresa de Andrea, Laki, con los ojos cuajados de lágrimas, rozó aquella fantasmal mejilla con sus nudillos antes de que él desapareciera esfumándose ante sus ojos, convertido en humo.

     —Déjale —Alex paró a Néstor que parecía dispuesto a correr tras Kadmos, quien huía hacía la línea de la frontera, incapaz de usar su magia para trasladarse fuera de los límites del Tártaro —La batalla ya ha terminado.

Sí, pensó Andrea mirando los rostros de sus amigos. Dejó caer la espada que portaba y se miró las manos manchadas de sangre. La batalla había terminado pero no quería siquiera imaginar el precio que habían pagado sus almas.

De pronto miró a su alrededor repentinamente presa de una súbita sensación de angustia. Buscó entre las dunas pero solo vio cuerpos tendidos, armas tiradas y sangre manchando la prístina arena.

     —¿Alex? —Su voz rota, temblorosa —¿Dónde está Valerius?

Un ruido de pisadas apresuradas llegó desde atrás seguido de los gritos de Cordelia y Drakos

No por favor, no no no, Andy  se repetía esa letanía en voz baja pero no sirvió de nada, vio la imagen en su mente segundos antes de que pasaran ante ella llevando en sus brazos la ensangrentada figura de Val.

El grito bronco de Andrea hizo eco en todo el castillo. Por Dios no no no, deja que despierte. Aquel hombre era suyo, su pilar, no podía estar muerto, no así, no era posible, él dijo tenía que cuidarla, que protegerla.

Se acercó tomándole de la mano.

     —¿Qué ha pasado? —pregunto Viktor

     —Se sacrificó por todos —dijo Néstor con un deje de admiración en la voz mirando a Andrea sacrificó por ti, decían sus ojos azules.

     —Ayudadle —dijo presa de la histeria agarrando a Alex —Haz algo, por favor.

El moreno miró el rostro contorsionado de Andrea y su corazón  se le encogió en el pecho. Si pudiera estaría dispuesto a ocupar su lugar si con eso la ahorrara aquel dolor, pero sabía que si fuera él quien estuviera ensangrentado entre sus brazos, su desesperación sería igual. Andrea poseía un alma demasiado pura.

     —Andy, cariño… —su voz estaba rota.

Kyra contemplaba la escena con los puños apretados contra sus labios mientras Cordelia intentaba hacer latir de nuevo el silencioso corazón.

Sirio lloraba en silencio, consciente de que nada podría hacerse por el hombre que había muerto en sus brazos. Tan solo honrarle y exterminar a quienes le hicieron aquello.

El cerebro de Andrea estaba en estado de shock. Las imágenes de su padre  y Val se mezclaban en su mente, su pasado y su presente inmisericorde, su temor absoluto hecho realidad. No podía dejar de pedir clemencia una y otra y otra vez, rogando por un milagro, pero sabía que era imposible, la suerte no les sonreiría, una voz en su cabeza le decía que era demasiado tarde, demasiado tarde, demasiado tarde. Él se había sacrificado por ella, ni siquiera quería saber cómo. Había muerto por ella ¿Podía alguien vivir con algo así en su conciencia?

     —¡Maldito seas! —Sollozó casi sin respirar —¿Cómo has podido hacerme esto? —Gritó desesperada —¡Eres un suicida Valerius! —Se abalanzó sobre él golpeándole con las palmas de las manos, completamente fuera de control —¿Cómo voy a vivir ahora sabiendo que por mi culpa estás muerto? —Las lágrimas descendían impenitentes por sus sucias mejillas, escapando a su control —¿Cómo voy a vivir sin ti? —Se le rompió la voz, abrazó su cuerpo escondiendo el rostro en su cuello y sus desgarradores lamentos fueron la melodía del réquiem que envolvió la noche.

Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, poco a poco se separó y se quedó sentada, contemplando en silencio la sangre de sus manos, la sangre de Val. Recordando el efímero instante en el que la dejó encerrada en la sala del té. Muerto…muerto… muerto.

No te mueras  Valerius,  por favor no me dejes sola.

     —Apartaos

Atry llegó corriendo y se agachó para examinarle con delicadeza, mientras Andrea hablaba con voz rota rogándole que no se fuera, que no la abandonara, ella curó metódicamente contusión interna con sus propias manos, comprobando las heridas que le había causado el fuego y curándolas también. Andrea se aferraba con una mano a él mientras con la otra frotaba su frente en un gesto cansado.

Atry  suspiró al verla y acarició sus cabellos sucios con ternura, Andrea la miró con ojos atormentados y profundos, completamente aterrorizada, con una congoja atenazando su pecho y su alma que sabía, se reflejaba en sus ojos con absoluta claridad.

La bruja se preguntó si ella sería consciente de cuanto decían sus actos, el modo en que acariciaba la mano de Val, la suavidad con que susurraba palabras sin sentido en su oído…

Seguramente no, o jamás mostraría aquella debilidad delante de tanta gente, aquel sentimiento que ella sabía guardaba celosamente.

     —Se pondrá bien —Parecía exhausta, su piel cetrina y sus ojos hinchados —Le costará un tiempo, pero se recuperará.

Tras un largo silencio incrédulo mientras contemplaba con total perplejidad la forma en que él tomaba una bocanada de aliento, contestó.

     —Gracias Atry.

Ella sonrió, aunque su sonrisa no le llegó a los ojos.

 

……

 

     —¿Estás bien? ¡Drusilla! ¡Despierta maldita sea!

Héctor zarandeó el cuerpo inerte de la mujer que se revolvía en sueños, gritando y pataleando con los ojos fuertemente cerrados y unas finas líneas de tensión surcando su frente.

Había tardado mucho en dormirse aquella noche.

Pese a que su turno de guardia no sería hasta un día después, había pasado horas dando vueltas en el incómodo catre de la pequeña posada. Dru dijo que era un lugar seguro y, tras una copiosa cena compartida con los amables dueños de la casa y su hija, una preciosa chica de pelo castaño y ojos grises que le miraba con expresión seria y solemne, había desaparecido por las escaleras hacia su habitación colindante con la de Héctor.

Cuando él subió, escuchó los gritos y entró en la habitación sin pararse siquiera a pensar en lo que haría si estaba siendo atacada.

La encontró enredada entre las sábanas presa, sin duda alguna, de una fiera pesadilla.

     —¡Despierta Dru!

Ella siguió agitándose entre sus brazos durante un segundo y, al siguiente, Héctor estaba pegado a la pared, lanzado por un duro golpe en su plexo solar que le dejó momentáneamente fuera de combate y sin respirar.

     —¡Joder! ¿Se puede saber en qué diablos estabas pensando?

Ella se levantó de un salto y fue hacia él. Se arrodilló a su lado palpando su cabeza y su cuerpo en busca de contusiones con mano experta.

     —Vaya hostia —Héctor tenía los ojos cerrados y veía puntitos de luz tras sus párpados —Me da vueltas todo.

     —No deberías haber entrado aquí

     —Estabas gritando ¿Sabes? Demonios, me asusté, pensé que te ocurría algo.

Dru se mordió las palabras que tenía en la punta de la lengua sintiéndose mezquina por pensarlas siquiera. Era cierto que no había nada que aquel chiquillo pudiera hacer por protegerla, nada que ella misma no pudiese hacer por sí misma, pero su gesto había sido tan tierno que se encontró reprimiendo una sonrisa.

     —Gracias Lancelot —Dijo en un murmullo divertido —Pero los caballeros andantes no pueden salvar a las damas de sus pesadillas.

Él abrió los ojos a tiempo de ver el brillo de tristeza de su mirada.

     —¿Estás bien?

Dru asintió

     —¿Necesitas hablar? —Se rascó la nuca en un masculino gesto de frustración —No soy muy bueno dando consejos pero se me da bien escuchar…

La mujer no pudo evitar sonreír de nuevo

     —Vete a la cama —Pasó los dedos por su mejilla en un leve gesto de cariño y le ayudó a levantarse —Mañana nos espera un día difícil.

Cuando él se marchó entre gruñidos, Dru cerró la puerta y se sentó sobre la cama. En momentos así odiaba no disponer del vínculo de sangre ni de un teléfono móvil para contactar con los demás. La opción de una transportación molecular hasta Elysion estaba fuera de sus posibilidades porque no era capaz de realizar una aparición más allá de la frontera con el Tártaro. Algo iba jodidamente mal en ella o en el mundo, aún no lo había decido, pero no tenía forma de hablar con sus compañeros, ni siquiera podía avisarles de dónde estaba o de que llevaba a un humano en su caravana extraoficial rumbo a la ciudad perdida…

     —Mierda

Se pasó las manos por la cara y suspiró levantándose y abriendo la ventana. No podía arriesgarse a mandar una carta, el peligro al que estaban expuestos era demasiado y si les encontraban… no, no iban a encontrarles, llevaría a Héctor junto a la heredera y que los dioses les ayudaran después.

Se tocó el estómago con la mano, odiando aquella sensación de angustia que le hacía pensar que había ocurrido algo. Algo que no podía ser bueno en absoluto.

Al amanecer, mientras la mañana se elevaba sobre ellos y se alejaban de la posada, la sensación persistía y lo hizo durante mucho tiempo después, igual que la seguridad de que alguien les seguía, unos ojos grises como el mercurio fundido que les espiaban entre las sombras.

 

……

 

Después de tantos días pensando en las palabras de su padre, tantas horas pasadas junto a la cama de Valerius explicándole sus extrañas teorías, tanto tiempo perdido en la biblioteca con Viktor realizando todo tipo de cábalas mentales por fin lo entendió.

Estaba con Kyra en su casa, una vez más, sentadas en el suelo de la única habitación que había permanecido inalterable en el tiempo. Ni una sola mota de polvo había sido limpiada de las superficies, ni una sola escoba había barrido aquel suelo que, todo fuera dicho, había gritado hasta desgañitarse su necesidad.

Ambas estaban tumbadas, cubiertas de polvo hasta las pestañas después de una intensa sesión de barrido, enjabonado y enjuagado. Kyra tenía su precioso pelo envuelto en un pañuelo y contemplaba el techo con las manos bajo la nuca y las piernas cruzadas.

― Ya iba siendo hora, pensé que nunca te decidirías a limpiar todo esto.

Andrea suspiró en idéntica postura

― No estaba preparada supongo.

― ¿Para dejar atrás el pasado o para dejar a Alexander?

Andy se mordió el labio y se incorporó cruzándose de piernas

― No voy a dejar a Alex

― ¿Piensas seguir viviendo con él? ― Kyra se sentó también y la miró con una expresión de sorpresa en el rostro ― ¿Me he perdido algo? ― Dijo subiendo y bajando las cejas haciendo a Andrea sonreír.

― No es eso ― Volvió a tumbarse y durante un rato ambas se quedaron en silencio ― Es un gran amigo, a veces siento que… me pregunto si tal vez, si quizás me cierro puertas que no debería dejar cerradas ¿Me entiendes?

Kyra se echó a reír

― Cariño, Alex está como un tren y te mira de una forma que… ― Se abanicó con la mano poniendo los ojos en blanco ― Ufff serías una tonta si le cerraras la puerta en sus perfectas narices.

Ambas se miraron con complicidad.

― Algo aquí ― Dijo Andy presionando el puño sobre su pecho ― Me dice que Val es mío.

― Yo diría que él piensa que tú eres suya ― Sus ojos brillaban con picardía ― Si un hombre hiciera lo que él hizo por ti… Nunca había visto tanta desolación en nadie…

No pudo evitar sentir un salto en su estómago, pese a la vocecita que le decía que era la heredera y que Val no actuó así por ella si no por el deber, era imposible no emocionarse cada vez que recordaba todo lo que Kyra le había contado de aquel momento.

Su mente viajó a la mágica noche en la que se habían besado y sus labios esbozaron una sonrisa, aquel rincón a las orillas del lago, con la luna y las estrellas como únicos testigos de aquel instante robado al tiempo… de pronto otro recuerdo irrumpió en las brumas de su mente transportándola lejos, muy lejos en el tiempo.

― Pequeña princesita

Andy se vio arropada por los fuertes y protectores brazos de su padre… cerró los ojos sorbiendo por la nariz y llegó a sus fosas nasales el olor a cuero, piel y especias que siempre asociaba con su papá.

― Pero papá, quero ver el cielo

Él sonrió y ella pensó en que no había un príncipe más hermoso que el suyo

― Papá hará que lo veas mi pequeña estrella.

Con un gesto de su mano el techo se onduló y fluctuó ante sus cristalinos e inocentes ojos de niña.

― Ohhh

― Será nuestro pequeño secreto― Susurró su padre besándole la mejilla e inhalando su olor ― Aquí tienes el firmamento princesa, solo para ti. Y allí, aquella estrella ― Dijo señalando un punto brillante rodeado por otros de menor intensidad ― Eres tú, porque esa, mi querida niña, es Antares, el corazón del escorpión.

― Yo soy Andrea Catalina ― Dijo ella arrugando la nariz ― No soy Antaser

Su padre rió

― Antares ― Corrigió automáticamente tomando su pequeña mano en la suya ― Y sí, tu eres Andrea, pero algunos me llaman el Escorpión y tú mi niña, tú siempre serás mi corazón.

     —El firmamento… —Andrea se incorporó de un salto y sacó el arrugado pergamino que iba con ella a todas partes en los últimos tiempos —¡Claro! ¡Eso es!

     —¿Qué ocurre?

Kyra se levantó y se acercó a ella, mirando por encima de su hombro las conocidas letras que todos habían llegado a aprenderse de memoria.

     —Oraciones y cantos en la eternidad… —Comenzó a leer y a apuntar letras a un lado —Ouranos ¡Eso era! No estaba equivocada.

     —¿El firmamento?

     —¡Exacto! No entendí lo que significaba hasta ahora… yo no podía, no sabía… ¿Cómo iba a hacerlo si no recuerdo nada? —Sonrió con ternura aplastando el pergamino contra su corazón —Su voz… su olor…

No sabía que hechizo podría haber usado su padre, pero si había aprendido a usar solo su poder para hacer magia de modo que se concentró, centralizando cada gota de su fuerza en crear una imagen nítida en su mente, elevó la mano hacia el techo y cuando abrió los ojos la bóveda celeste estaba ahí, solo para ellas, como si el mismo universo hubiera sido encerrado entre las paredes de su habitación para rendirles homenaje.

     —Por los dioses

Kyra miraba a su alrededor más que sorprendida ¿Qué clase de magia era aquella?

     —¿Cómo lo has hecho? —Preguntó en un reverencial murmullo —Es increíble.

Andy no contestó. Solo podía buscar frenéticamente entre las constelaciones, intentando encontrar la única que…

     —Ahí está —Se acercó a un lateral de la habitación y escaló sobre la cómoda poniéndose de puntillas hasta tocar el techo con la punta de un dedo —Antares.

     —¿Antares?

     —Su corazón —Miró a Kyra sonriendo —Aquí está, este es el lugar.

Su amiga la miró como si hubiera perdido la cabeza.

     —Eres una bruja Andy, no un astronauta.

Andrea solo reía mientras usaba la palma para canalizar su magia y romper el techo dejando un agujero en la piedra.

Metió la mano en la abertura y cuando la sacó, un cordón se escurría entre sus pequeños y polvorientos dedos.

……

Andrea corrió hacia la casa de Valerius sin poder evitar su sonrisa. Tenía que hablar con él, estaba deseando contarle su descubrimiento.

Últimamente había pasado horas a su lado, tomando su mano mientras dormía en aquella enorme cama, ajeno a su presencia, a su tacto… pero ella seguía allí, necesitando verle, tocarle, acariciarle… convencerse de que estaba ahí de verdad, que no había muerto en aquella explosión que debería haberse convertido en su tumba.

No sabía cómo su tía había conseguido traerle de vuelta, no comprendía que magia o don había usado para hacerlo, pero no le importaba en lo más mínimo.

No le había dejado ir y eso era más que suficiente.

Llegó casi sin resuello hasta la puerta y se colocó el cabello tras la oreja. Sabía que tal vez sus coleta alta, sus vaqueros cortos y rotos y su camiseta negra con aquellas mangas de redecilla que se ajustaban a su mano como si fueran un guante abierto, no eran la mejor indumentaria. Quería que la viera hermosa cuando por fin despertara, que la viera como una mujer y no como la niña que se empeñaba en decirle que era, pero aquel día no había tenido tiempo de ir a cambiarse, rebosaba de energía y la necesidad de acudir a su casa, de contarle todo, era más de lo que podía contener. Así que allí estaba, con la ilusión de una niña frente a su puerta, con el corazón acelerado por la indómita carrera y la respiración jadeante.

No hizo más que dar unos pasos dentro de la casa cuando escuchó las voces.

Una pausa. Un momento en el que el tiempo parece pararse y todo queda congelado alrededor.

Sus ojos siguieron hipnotizados los trazos irregulares que dibujaban aquellos finos y elegantes dedos sobre el masculino torso, la forma en que acariciaban la piel sudorosa de Valerius.

Aguantó la respiración, conteniendo el aliento, esperando algo… una señal de lo mucho que se estaba equivocando, una señal que evitara que se rompiera estrepitosamente su corazón. Cada línea de su cuerpo se endureció con la tensión que se apoderó de sus músculos, tensos, doloridos… Por un momento, Andy sintió que la tentación de correr era tan fuerte que tuvo que agarrarse al marco de la puerta para evitar que sus pies emprendieran una loca y acelerada carrera a ninguna parte.

Se acuclilló, pasando la mano por su estómago y sintiendo el dolor que aguijoneaba su piel hasta marearla, su presión descendió en picado y el calor abrasó su rostro hasta hacer palpitar su cabeza.

―Has vuelto

Había verdadero sentimiento en aquella frase. Atry se abalanzó sobre el pecho de Valerius abrazándole y besando su torso antes de apoyarse sobre él, como si buscara escuchar su corazón.

― Tú me trajiste de regreso ― Su voz sonaba ronca por la falta de uso y, pese a que no parecía trasmitir ningún tipo de emoción, su mano tembló al posarse sobre los ígneos cabellos y acariciarlos trémulamente —Me trajiste de nuevo Atry… —Susurró enterrando los dedos en su pelo y cerrando los ojos con un suspiro.

No hables si lo que vas a decir no es más hermoso que el silencio.

Andrea recordó aquel proverbio y pensó en la gran sabiduría que encerraba. Todo su ser, su alma, la impelían a gritar, a entrar y arrancarla de sus brazos. El alarido que pugnaba por salir de su garganta era el dolor en su cota más alta… Las lágrimas se agolpaban en sus ojos sin llegar a derramarse.

No, se dijo, no lo harían.

Allí, haciendo equilibrios sobre la cuerda floja de la cordura, Andrea encontró su armonía, se encontró a sí misma, aquella esencia que formaba parte de ella, aquella luz que creyó que había perdido.

Escuchó el eco de sus risas y descubrió que no iba a permitir que fueran eclipsadas por la tristeza y la decepción, no perdería la ilusión ni abandonaría y se iría entre las sombras. Lucharía por lo que quería, por sus sueños y sus esperanzas, iba a vivir, a pelear cualquier batalla que el destino le hubiera deparado y a ganar saliendo de ello más sabia, más fuerte. Porque la fortaleza se demuestra día a día, levantándose y enfrentándose a todas las vicisitudes que la vida pone en el camino, porque demostraría a todos que no solo era la hija de Balan, su heredera. Ella era Andrea Nox de Pendragón y ni Delia Ker ni Valerius minarían su fuerza y su poder.

Se giró saliendo de la pequeña casa, dando la espalda a las ilusiones de una niña y enfrentando la luz del crepúsculo con los ojos de una mujer.

     —La verdadera guerra empieza ahora —Murmuró quedamente.

Extendió la palma y miró en su mano la piedra escarlata, en cuyo centro se reflejaban las últimas luces del día lanzando destellos de color carmesí. Sonrió con tristeza, consciente de la forma en que sangraba su corazón y cerró los ojos alzando la vista al firmamento, a aquella inmensidad pintada de azul y pincelada con los tonos rosados de un anochecer en ciernes.

     —Y la ganaremos 

Cerró el puño y se alejó hacia la plaza, donde un puñado de niños jugaban a la pelota bajo la atenta supervisión de sus madres que charlaban sentadas en un banco de piedra. En unos minutos recogerían a los pequeños y pronto el pueblo quedaría en silencio, en la más absoluta paz y tranquilidad.

Andy saludó a cada una de las personas con las que se encontró, consciente de las sonrisas que todo el mundo le regalaba.

Casa.

Estaba en casa.

Aquel era su hogar y lo sentía en cada fibra de su ser. No pudo evitar reír cuando Alex la cogió de la cintura por detrás y la elevó en el aire girándola antes de aplastarla contra su pecho y dejarla de nuevo sobre sus pies. Pasó el brazo por encima de sus hombros y la miró de soslayo.

     —Creo que tienes algo que contarme —Dijo con media sonrisa mientras Kyra aparecía al otro lado de Andrea y agarraba su cintura —Tienes una Guardiana ligeramente cotilla.

     —¡Alexander! —Kyra sonó ofendida pero no estaba enfadada. Se encogió de hombros y rió —Ibas a contárselo igualmente.

Andrea sacudió la cabeza y alzó la vista al escuchar los gritos de Néstor y Sirio que llegaban golpeándose el uno al otro del mismo modo en que lo hacían los críos que jugaban en la plaza.

     —¡Ey! —Néstor saludó y corrieron hacia ellos.

     —Os estábamos buscando —Sirio tomó la mano de Kyra y tiró de ella hacia la taberna de Hestia —Vamos a tomar algo ¡Néstor invita!

     —Ni hablar —El chico miró las manos entrelazadas de su hermana y su amigo y gruñó —Ellas no pueden entrar.

     —Hestia hace la vista gorda con ella —Dijo Alex lanzando un guiño a la chica —Ve a por los demás. Brindaremos esta noche.

     —¿Y por qué brindamos? —Preguntó Cordelia alrededor de una hora después alzando su jarra de vino de miel.

     —Por la victoria —Dijo Alex chocando su jarra con la de Drakos y Nikolas.

     —Por los amigos —Exclamó Kyra aferrando bajo la mesa la mano de Andrea.

     —¡Por la Hermandad! —Néstor canturreaba con sus mejillas encendidas y la mirada levemente desenfocada.

     —Por los sueños —Esta vez fue Nikolas quien habló con la mirada perdida.

     —Por el destino —Cordelia y Drakos gritaron a la vez y se fruncieron el ceño al instante mientras los demás reían.

     —Por el futuro —Andrea sonrió levantando su propia bebida y los miró uno a uno sintiendo algo cálido derramándose por su pecho —Por el futuro que tendremos, por todo lo que vamos a conseguir.

Un coro de voces se elevaron con la suya junto al entrechocar de las jarras, el ruido de la música y las risas que les acompañaron hasta casi el amanecer.