La caída de un heroe
—¿Por dónde vamos? —Gritó Alexander en medio de la tormenta de arena en la que habían ido a meterse de cabeza.
—Tenéis que buscarla a ella, encontradla antes de que la hagan daño estarán tratando de llegar a la frontera antes de que Crono desate su furia de nuevo —Valerius aferraba con una mano las riendas de Perseo mientras con la otra apretaba aquella piedra con fuerza —Voy por Leon —La sonrisa que esbozó helaba la sangre.
—Vamos a por Andrea —Ordenó Alex a Néstor —ya oíste, intentarán llegar a la frontera.
—Yo os daré la distracción. Cuando ocurra, será el momento, espero que las Moiras hayan liberado a Crono para entonces —Valerius miró a Alex con sobriedad —cuida de ella —Sonrió con una espeluznante mezcla de tristeza e ironía —Ya sabes que tiene debilidad por ti.
Alexander casi sonrió, ambos sabían que si Andy tenía debilidad por alguien era por aquel guerrero suicida.
Quería decir algo, lo que fuera, pero solo se mantuvieron la mirada con firmeza. ¿Qué le puedes decir a alguien que se dirige a su muerte con aquella sonrisa y aquel gesto de firme decisión en el rostro?
Cuando le vio asentir, Val viró el rumbo de Perseo y cabalgó como una flecha, directo a las entrañas del tornado que empezaba a formarse en medio del Tártaro, un tornado que amenazaba con destruir absolutamente todo a su paso, incluido Elysion y toda la esperanza de su mundo.
En medio del vórtice de escombros, apostado allí, como un desquiciado rey destronado y sin corona, la mano derecha de Kadmos, alzaba sus manos, guiando la fiera masa de aire, arena y poder.
—Y el Imperio caerá —Rugió Valerius saltando del caballo a la carrera para no condenarle a una muerte segura —cuando las torres caigan y el alfil de jaque a la reina.
Su voz reverberó entre las dunas, un grito de guerra. La amenaza de un guerrero que clama venganza.
Sangre por sangre, pensó Valerius. Vida por vida
Escuchó la voz de sus hermanos en su mente, Kadmos huía y Crono estaba a punto de ser liberado por las Moiras, era su turno. Esta vez no habría error, él no fallaría. Solo esperaba que Alex y Néstor encontraran a Andrea antes de que fuera demasiado tarde.
Cerró los ojos mientras iba directo al corazón del tornado, directo a Leon, porque hasta un héroe tiene miedo. Y no perdió la sonrisa porque no dejó de pensar en ningún momento que merecía la pena, salvarla había merecido el precio, que ella pudiera vivir, ser feliz y cumplir su destino, era pago suficiente.
La explosión iluminó por un momento el cielo sobre el Tártaro, regalando por unos gloriosos segundos el brillo del alba a la cerrada noche sin luna.
Cuando escuchó la detonación, Kyra no pudo contener un sollozo.
Adiós Val, pensó sin limpiar las lágrimas que corrían por sus mejillas.
Aquella era la señal.
—¡Ahora! —Gritó Cordelia
La Hermandad al completo, se abrió paso entre las llamas y el caos que Alexander y Néstor dejaban a su paso.
El ejército de Kadmos había sido brutalmente diezmado por sus espadas y su general se batía en retirada. Estaban encerrados por la Hermandad, solo les quedaba luchar, y lo hicieron.
Los gritos comenzaron y se desató el infierno.
—¡Por todos los dioses! —La exclamación de Laki fue seguida del juramento de Cordelia y una maldición de Sirio.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Kyra estremecida mientras contemplaba la muerte y el caos que imperaba a su alrededor El humo de la explosión saturaba sus sentidos, los rugidos de Néstor y Alex llegaban a sus oídos junto el entrechocar de las espadas.
—Valerius…. —Susurró Atry con los ojos desmesuradamente abiertos y expresión de terror —Maldito sea.
Sabía lo que aquel idiota había hecho, pero nunca pensó que llegara tan lejos. Una imagen del pasado irrumpió como un maremoto en su cabeza haciéndola estremecer.
—Pagó con sangre una deuda que no debió haber pagado él —Su voz tronó por encima de todos — Dio su vida por vosotros —Su mirada se perdió en algún punto, mirando algo que nadie más podía ver.
—Tenemos que liberar a Crono
Cloto tiró de ella y las tres se apartaron del resto, agarradas de la mano, formando un círculo, comenzaron a murmurar palabras ininteligibles. Un torbellino similar al anterior pero sin agresividad alguna, comenzó a girar a su alrededor, envolviéndolas mientras sus palabras subían en un crescendo hasta que parecía que un millar de voces reverberaban, como el eco de los que ya no estaban sumándose a aquel extraño rezo.
Todos miraron hacia allí, menos Kyra, quien no quitaba la mirada de la figura de Alex que se perfila tras la capa de humo y arena que cubría la extensión de tierra, no parecía estar prestando atención a lo que ocurría a su alrededor y Kyra no tardó mucho en darse cuenta del motivo.
—Andy
Salió corriendo como una bala al ver a su amiga peleando con la fiereza de una amazona. Había sacado un arma de algún lugar y la blandía con la pericia de un soldado mientras pateaba y lanzaba descargas de electricidad a su paso.
Era increíble.
Kyra se paralizó al contemplar como la hoja de acero que minutos antes chispeaba con la energía del rayo, se recubría de llamas y cortaba limpiamente la cabeza de un soldado de un solo y certero tajo.
Andy saltó el cuerpo que ardía y siguió avanzando con el rostro ensombrecido por la furia.
—¡Andrea!
Kyra reaccionó y se acercó a ella casi temblorosa, bombardeada por todo lo que había sucedido en tan solo unas horas.
—¿Qué haces aquí? —Aquella voz… era cavernosa, como si no fuera del todo humana.
—Soy tu Guardiana —Dijo con simpleza —Te seguiré donde vayas
Andy asintió y miró hacia sus tías que seguían unidas en un círculo de hermandad, su magia rodeándolas, su poder elevándose hacia el firmamento.
—¡Alex! —Gritó por encima del estruendo. Una sonrisa perversa curvó sus labios cuando sus ojos se encontraron —Hagamos historia.
Su amigo le lanzó un guiño y continuó el duelo que tenía con uno de los soldados. El olor a sangre, pólvora y tierra saturaba sus fosas nasales, pero nada de eso importaba, solo terminar con ellos, solo acabar aquella lucha absurda que estaba convirtiéndola en un monstruo sediento de sangre y poder.
……
Kadmos se escondía tras el escuadrón, buscando el momento para salir de allí. Era un cobarde, pero no renegaba de ello, prefería vivir un día más a morir en aquel desierto.
—¿Cómo ha escapado? —Siseó al ver a la chica enarbolando una espada junto al resto de los titanes —¿Por qué coño está ella allí?
Maldita fuera, debía estar cruzando la frontera, aquella incursión había sido un desastre pero al menos tenían el premio gordo, ahora, con la niña de nuevo fuera de su alcance la decisión había sido un auténtico suicidio, Lía querría su cabeza por esto.
Había conseguido usar su poder para encadenar al fantasma. Le había llevado años encontrar el modo de hacerlo y mucho tiempo más poder llevar su hipótesis a la práctica, pero por fin lo había logrado, él, Kadmos, había conseguido encontrar un modo de sacar de juego al gran Crono.
Lástima que fuera temporal, pero debía haber sido suficiente para tomar a la chica y largarse. No fue una buena idea llevar a Leon hasta allí, aquel loco ávido de poder solo había conseguido mandar a la mierda la misión.
—¡Atacad!
El grupo de supervivientes gruñó en respuesta.
Panda de cretinos, pensó él.
Eran como un rebaño de animales cuyo único objetivo era cumplir órdenes para hacer feliz a su señora, aquella que los había creado, criado y cebado para eso. Habían perdido todo y se agarraban al clavo ardiendo de recuperar a la chica como su única esperanza de conseguir una no morir por aquella incursión, exactamente igual que él.
—¡Ahora!
Escuchó la voz del que debía ser hijo de Lycos Hunt y se agazapó entre las sombras. Aquel chico era muy peligroso, seguramente tanto como el cabrón de su hermano.
Desde aquel hueco podía ver la batalla y se estremeció.
Una rubia que no podía tener más de diecisiete o dieciocho años, luchaba como una auténtica fiera, sus movimientos fluidos y elegantes, sigilosos y de precisión mortal, le recordaban a los de un peligroso felino. No daba tregua. Tras ella, protegiendo su espalda estaba la heredera, una niña que no debía saber ni como agarrar una espada pero que estaba allí, dando fe del linaje de su sangre que gritaba sin duda alguna que era hija de Balan Nox de Pendragón.
Pese a lo feroces que eran aquellos duelistas, cuando vio al hermano de Dante se le descolgó la mandíbula.
Era un bárbaro.
Verle luchar era como quedarse absorto frente a una visión de otra época, pura brutalidad en aquel rostro que era una máscara impenetrable de indiferencia, sus compañeros peleaban con fiereza, imbuidos de rabia o pasión en lo que hacían, pero él era calma en la tempestad, frío, metódico y letal. Resultaba una combinación pasmosa. Nunca había visto a nadie que luchara con aquella apatía, como si matar fuera algo que hubiera aprendido hacer desde la cuna.
Vio como derribaba a uno de los suyos sin apenas esfuerzo y lo lanzaba contra la arena con un hechizo que lo dejó destrozado, siempre alrededor de la chica, cubriéndola con su cuerpo, como si fuera su escudo, guardándole celosamente mientras ella lanzaba hechizo tras hechizo usando la magia y la espada con precisión letal.
Cuando una bola de fuego pasó rozando a la joven, Alex se acercó hacía ella, frunciendo el ceño, sus maneras, en contra de lo que podían parecer, eran suaves, casi delicadas al posar la mano sobre la mejilla de aquella bruja de rostro ceniciento que buscaba su contacto como un niño busca el consuelo de una madre. Se agarraron con fuerza de la mano y hablaron en quedos susurros que no podía oír desde donde se encontraba. Estaban tan cerca uno del otro en una postura tan íntima y cómoda, que se encontró allí, como un voyeur, incómodo, pensando que no debería espiar aquel intercambio. Se sintió momentáneamente perturbado, preguntándose si serían amantes y contemplando nuevas posibilidades. Irónica situación, se dijo con la comisura de la boca levantada en un gruñido, que uno de los hermanos se tirara a Delia Ker y el otro a Andrea Nox.
—Más rapidez por allí detrás chicos —Chillo Cordelia metiendo prisa a las Moiras
—Si, dejad de hacer manitas de una vez y haced algo útil —Soltó Sirio que tenía el rostro cubierto de tierra y sangre.
Néstor que estaba protegiendo el círculo lanzó una mirada furibunda a los otros y les sacó un dedo.
—Cállate inútil, tal vez deberías dejar de jugar tú con ese cabrón y acabar con él, desde aquí no se ve muy bien si estáis luchando o bailando bien agarraditos.
—Vete… a la mierda… enano —esquivó una maldición y lanzó un hechizo de contraataque que le dio en pleno plexo solar sacándolo de juego.
—¡Cuidado! —el grito de Néstor llegó un segundo después.
Una sombra gigantesca se cernió sobre ellos saliendo de la nada y tomando forma, Alex se giró y Néstor comenzó a correr hacia ellos mientras las tres hermanas se derrumbaban agotadas.
El ensordecedor sonido de un grito rompió el silencio, Andy se volvió un momento, justo para ver a un guerrero atemporal, su piel desnuda cubierta de cuero y espadas, un casco sobre su largo cabello oscuro y la muerte ensombreciendo su mirada.
Atry, Cloto y Laki lo habían conseguido, Crono estaba de regreso.
—¡NOOO! —El bramido de los soldados de la Orden estalló como el restañar de un látigo.
El fantasma que no parecía en absoluto etéreo se giró, muy muy despacio y clavó su helada mirada en los cinco que quedaban en pie.
Rugió, un sonido inhumano, incluso más poderoso que el de un dragón, salió de su garganta. Una helada calma les invadió a los allí presentes.
Un ángel vengador, hermoso y terrible, pensó Andrea mientras le contemplaba allí de pie irradiando frialdad y odio.
—Por algo le creyeron un dios —Murmuró Alexander.
Andy le miró y apretó su mano. Su pelo, caía sobre su frente y se pegaba a su cara sudorosa. Su rostro parecía cincelado en piedra, las cuadradas mandíbulas apretadas y su boca, torcida en una mueca cruel. No se movía, no parpadeaba, no parecía si quiera respirar. Su cuerpo tenso como la cuerda de un arco listo para ser disparado.
Y entonces estalló la tormenta.