Capitulo 40

 

La ceremonia

 

 

Kadmos cabalgó durante días, hasta que su montura reventó y tuvo que parar para tomar otra y seguir su camino.

El rastreo le estaba llevando más de lo que esperaba, nunca había tenido tantos problemas para conseguir dar caza a su presa.

Cada día que pasaba su furia se hacía más y más intensa. Aquel bastardo de Dante había comprado los favores de la señora con su cuerpo, pensó esperando tener algún día la oportunidad de acabar con él del mismo modo que hizo con su padre. Poco importaba que él mismo hubiera gozado de aquel trato cuando compartió la cama con Delia Ker, ahora, después de haber sido reemplazo lo único que quería era aferrarse a su posición de poder con uñas y dientes. Le había costado mucho escalar hasta aquel lugar y no iba a dejar que aquel cabrón con delirios de grandeza le despojara de sus logros.

Después de unas semanas de minuciosa e infructuosa búsqueda y, tras descubrir que Dante estaba en el castillo, revolcándose entre las sábanas de la regente mientras él recorría a caballo todo el puto Imperio, había decidido enfilar hacia el Tártaro. Quizás fuera un salto al vacío pero, teniendo en cuenta las noticias que llegaban desde Atlantia, dónde al parecer había ido a parar la niña que recogieron del desierto, pensó que ya era hora de realizar una nueva incursión en aquel infierno. Llevaría la cabeza de algún titán ante la Ker costara lo que costase. Se aseguraría su puesto aunque fuera lo último que hiciera en esa vida.

Cuando llegó a la frontera desmontó y golpeó en los cuartos traseros al destrozado caballo que resoplaba con el hocico lleno de espuma maloliente. Este se alejó como pudo hacia el mozo que lo recibió impresionado y se lo llevó al pequeño establo del campamento.

―¿Quién está al mando?

La voz de Kadmos fue una orden brusca.

― Señor ― Un soldado demasiado joven para aquel escuadrón dio un paso con firmeza ― Nadie aún, desde que se llevaron a Jaren nadie ocupó su puesto.

Kadmos resopló

― Maldita sea ― Soltó una sarta de improperios a media voz antes de girarse hacia sus hombres ― Leon ― Un guerrero rubio de espesa melena y anchos hombros dio un paso hacia él

― ¿Señor?

― Encárgate. Manda un mensaje a Atlantia, que envíen a alguien para hacerse cargo de esta mierda de sitio ― Espetó con desagrado. Señaló al soldado que se había atrevido a hablar con él pese a su juventud y se cruzó de brazos ante él ― Quiero a diez de los hombres que hay aquí. Voy a adentrarme en el Tártaro.

El silencio se extendió sobre el campamento y la tensión fue palpable.

Puede que aquellos hombres estuvieran acostumbrados a vivir a las puertas del Infierno, pero estaba claro que ninguno de ellos quería meterse de cabeza en él.

 

……

 

 

 

El manto de la noche volvió a cernirse sobre Elysion, la luna jugaba al escondite con las estrellas usando las tormentosas nubes como escudos  para ocultar su brillo y su belleza.

Cuando Néstor llegó al altar de piedra que se alzaba en el claro del bosque, incluso la naturaleza parecía contener el aliento junto con él.

Ningún sonido rompía el silencio que rodeaba a los miembros de la Hermandad únicamente envueltos por los aromas del incienso y el té negro, junto el olor a la cera de las velas que rodeaban el lugar, encerrándoles en un círculo perfecto.

Se acercó lentamente, sintiendo la firme presencia de Valerius tras él.

― Tranquilo cachorro

Notó la presión de su mano en el hombro y la risa en su voz. Tragó saliva y siguió andando.

Había esperado tanto tiempo… lo había ansiado tanto…

Por fin estaba allí, listo para ocupar su puesto en la Hermandad, para cubrir el vacío que había dejado su padre.

Alzó el rostro y sonrió asintiendo para que Val supiera que le había escuchado.

Podía ver las caras serias y solemnes de sus amigos, sus armas extendidas sobre el altar, cruzadas unas sobre las otras formando una intrincada estrella de acero. Llegó hasta la piedra y se arrodilló, clavando una rodilla en el suelo. Su cabeza agachada en señal de respeto, su arma tumbada frente a él, ambos reconociendo su obediencia.

Escuchó como Val pasaba a su lado y dejaba su acero sobre el resto antes de colocarse al frente de todos ellos, con Alexander a su derecha y Nikolas a su izquierda. Alzó las manos y en sus palmas se formaron unas luces azules que rodearon sus dedos y sus muñecas haciendo que Andrea contuviera el aliento junto a sus tías.

― La lealtad ― Dijo con su voz alta y clara reverberando en el claro ― el honor y el valor son nuestro credo. La sangre que nos hace hermanos fluye por nuestras venas como un torrente de unidad que ni la muerte podrá romper. Nuestras manos formarán cadenas y nuestra lucha continuará sin descanso. Somos hermanos, somos guerreros. Levántate Néstor y pon tu arma al servicio de la Hermandad.

El joven se incorporó y tomó la empuñadura de su espada, dejándola sobre las de sus compañeros.

― ¿Consientes formar parte de nosotros?

― Consiento.

― ¿Aceptas dar la vida por la causa y la Hermandad?

― Acepto.

― ¿Serás nuestra sangre así como seremos la tuya?

― Seré.

Alexander tomó una daga ceremonial plateada cubierta de símbolos muy similares a los que Val llevaba tatuados en la piel y realizó un corte limpio en su muñeca  dejando que una sola gota de su sangre cayera dentro de un cáliz labrado que se encontraba en el centro del altar, protegido por los cortantes filos de las espadas.

― Sangre de mi sangre serás, sangre de tu sangre. De hermano a hermano, por la unidad de nuestras almas.

Uno a uno fueron realizando el mismo rito, derramando uno tras otro su sangre llegar a Valerius. Él hizo lo mismo que sus hermanos y ofreció la daga al joven.

Néstor se secó las manos disimuladamente contra la tela de sus pantalones y tomó el puñal inspirando profundamente al sentir el calor extendiéndose por su cuerpo.

― Sangre de mi sangre serás ― Cortó su muñeca ― sangre de tu sangre ― Puso la mano sobre el cáliz y contempló como una perfecta gota carmesí dibujaba una línea desigual sobre su piel hasta caer en el recipiente ― De hermano a hermano, por la unidad de nuestras almas.

Valerius tomó la copa y bebió.

De nuevo lentamente, sin prisa alguna, se fueron pasando la copa y cada uno de ellos dio un pequeño sorbo de su contenido.

― Es té

La  voz de Cloto sonó divertida y Andrea se dio cuenta de la mueca de asco que se había dibujado en su cara.

― Con un leve aroma a hierro tal vez ― Soltó Laki con su habitual sentido del humor seco e irónico.

Cuando Néstor hubo bebido su parte Val hizo una seña para que todos tomaran sus espadas y plegó la suya guardándola en su  vaina.

Todos imitaron su gesto, todos menos Sirio que dio un paso hacia Néstor y haciendo bailar el arma con rápidos giros de su muñeca  le rodeó como una felino, moviéndose a su alrededor incitándole a atacar.

Néstor dio un paso atrás y tomando aire sus ojos cambiaron, una máscara de fría decisión se abatió sobre él y atacó.

Cuando todo comenzó, Andrea se quedo muda e inmóvil.

Néstor metió la mano en su cinturón sacando una daga pequeña y Sirio hizo lo mismo, solo que echando mano a su espalda de la que sacó limpiamente una catana con preciosa empuñadura de marfil tallado.

El sonido de los aceros entrechocando fue la única melodía que les acompañó durante los siguientes minutos.

Con un rápido movimiento, Sirio consiguió lanzar la daga de Néstor por encima de sus cabezas y siguió su ataque a dos espadas, avanzando sin conmiseración. Sin pensarlo, Andy agarró la mano de Atry que se tensó durante un segundo ante el contacto.

― No te preocupes por él ― Dijo dando una palmadita en el dorso y apretándola levemente ― El joven Néstor es digno hijo de su padre.

Un segundo después a Andrea se le descolgó la mandíbula literalmente al verle luchar. Sí, era ciertamente hermosa la forma en que todo su cuerpo ondulaba, en una mezcla de pelea callejera y arte marcial muy similar a la que usaba Kyra. Peleaban con movimientos tan coordinados que parecían sincronizados en aquel extraño baile mortal.
De un golpe certero en la muñeca izquierda de Sirio, mandó su catana al suelo y lanzó una pierna hacia arriba, golpeando su barbilla mientras giraba sobre sí mismo, agachándose para tomar el arma caída de su oponente, esquivando a su vez el contraataque. Antes de incorporarse de nuevo totalmente, hizo un barrido que tiró a Sirio sobre la tierra.

Un grito desvió la atención de Andy, que no pudo evitar mirar hacia el resto de la Hermandad que gritaba con alborozo.

Valerius se acercó a los combatientes con el orgullo resplandeciendo en su mirada mientras Néstor ayudaba a un sonriente y dolorido Sirio a levantarle.

― Parece feliz ― Dijo en voz alta.

Atry no fingió que no sabía de lo que hablaba y respondió en el mismo murmullo

― Lo está, Néstor es hijo de Darius. Fue casi un padre para Valerius.

― ¿Qué le ocurrió?

Sabía que el padre de Kyra había muerto, pero nunca se atrevió a preguntar nada sobre aquel tema que parecía una herida abierta en la familia.

― Murió cumpliendo su deber ― Respondió sin más ― En una guerra siempre hay sacrificios de sangre imposibles de evitar.

Cloto puso una mano sobre el hombro de su hermana pero miró a Andrea

― Tu padre es ejemplo de ello, querida.

Andrea asintió dejándolo pasar. Había más ahí de lo que ellas decían, pero no era el momento de indagar en el tema.

― ¿Siempre beben su sangre?  ― No pudo evitar hacer la pregunta que le quemaba en la lengua mientras la algarabía continuaba al otro lado del claro y la conversación a gritos subía de volumen. Había sido asquerosa aquella parte del ritual y no le veía el sentido a semejante barbaridad ― ¿Qué hay de eso de mezclar la sangre? Ya sabéis, me hago un cortecito, tú otro y los juntamos amistosamente…

La risa de Cloto sonó como un millar de campanillas

― Es parte indispensable del voto de sangre

― No siempre

Laki se acercó a ellas con el rostro ensombrecido y la diversión en la voz de la rubia desapareció de un plumazo.

― Es cierto ― Su voz era ahora seria y vacilante. Andrea hubiera jurado que había preocupación en ella ― Drusilla no realizó esa parte del ritual.

Andrea frunció el ceño, no recordaba si había conocido a esa tal Dru, aunque sí que había oído  hablar de ella.

― ¿Por qué?

― Drusilla tiene mucha oscuridad en su interior ― Esta  vez fue Atry quien habló ― La venganza y el odio es demasiado fuerte en ella.

― Llegó a nosotros después de que las tropas de la Orden arrasaran su aldea ― Laki parecía perdida en el pasado ― Pronto se convirtió en una guerrera feroz y dio su lealtad a la Hermandad, pero su voto fue temporal.

Andy frunció el ceño

― ¿Cómo puede ser temporal?

― Juró encontrarte antes de marcharse a completar su venganza ― Explicó Cloto ― Ahora que estás aquí… nada la une realmente a la Hermandad salvo su honor.

― Pareces preocupada por eso ― No pudo evitar soltarlo pese a que trató de morderse la lengua.

La rubia solo sonrió.

― Lo estoy. El odio que la consume puede llegar a ser la causa de su propio final ― Lanzó un suspiró y sacudió la cabeza con tristeza ― Pedí a Alex que la encontrara hace unas semanas, pero volvió sin noticias de ella.

Andrea recordaba el día en que Alex la arrastró junto a Valerius.

― Alex es capaz de hacerte aparecer a su lado de alguna forma… un teletransporte rápido ― Chasqueó los dedos.

― Eso no funciona exactamente así ― Atry soltó su mano que aún agarraba y se giró a mirarla ― El rito de sangre les permite ciertas… capacidades. Es un don que en cada uno puede desarrollarse de una forma distinta dependiendo del poder individual. La capacidad de hablar telepáticamente es una de las ventajas que algunos de ellos tienen… aunque la más provechosa sin duda es la posibilidad de “llamarse” por decirlo de algún modo.

― Seguramente Alex estaba con alguno de sus hermanos en aquel instante ― Dijo Laki ― No creo que pudiera trasladaros él solo a ambos.

Andrea estaba tratando de asimilar toda aquella información cuando se le ocurrió algo

― Por eso no pueden encontrar a Drusilla ¿No es cierto? Ella no realizó el rito y no la pueden “llamar”

Cloto asintió

― Si y nadie la ha vuelto a ver desde que llegaste.

Sus palabras hicieron que el vello de Andy se erizase, parecían absolutamente proféticas pese a que no había dicho lo que todas sobreentendieron en ellas.