Capitulo 33

 

La agridulce bienvenida

 

 

 

Durante días el consejo se había reunido, a Andy no le había sorprendido enterarse de que dicho consejo lo componían las Moiras, Meg, la madre de Kyra como voz del pueblo y Valerius y Alex como  representantes de la Hermandad

La expulsión de Cora les había pillado a todos por sorpresa y su traición había sido un mazazo para la familia.

Al principio habían valorado una equivocación... Extraño, le había contado Néstor, ya que Crono no fallaba en tales cosas. Era un alma errante por elección, unos decían que había jurado proteger Elysion en la muerte tal y como lo hizo en la vida, otros que lo hacía como penitencia por los pecados que cometió como humano, pero aunque nadie sabía en realidad porqué estaba allí, todos tenían claro que su palabra era ley en el Tártaro y que era un guardián implacable de la frontera que llevaba milenios protegiendo a su gente.

Alex había llegado aquella misma mañana y, nada más entrar al pueblo el consejo comenzó, ni siquiera lo había visto más que de lejos y lo único que compartieron fue una mirada a distancia en la que Andrea no pudo ocultar lo mucho que se alegraba de tenerle allí de nuevo.

Llevaban horas enclaustrados en casa de sus tías mientras ella y Kyra se sentaban con los demás alrededor de la hoguera que habían hecho al lado del lago.

No sabía muy bien porqué aquella arena era tan fina y blanca, se preguntó enterrando en ella los dedos de los pies, parecía más propia de una playa perdida en una isla desierta que de un lugar como aquel. No se quejaba, el agua cristalina en cuya superficie se reflejaban los últimos rayos agonizantes del sol, el crepitar del fuego y la calidez de las llamas secando las gotas que aún brillaban sobre su piel, el murmullo del agua, la compañía de sus nuevos amigos… ¿Qué más podía pedir? Podría haber sido un escenario idílico si no estuvieran todos en silencio, perdidos en sus pensamientos, temerosos de lo que estaba por llegar.

Kyra no abría la boca, llevaba horas sentada en la misma posición, con las piernas encogidas, abrazada a sus rodillas con la barbilla sobre ellas y la mirada clavada en el horizonte. Néstor estaba nervioso, él habló al principio sin parar, insultó y dio salida a su rabia entrenando a un lado junto a Nik y Drakos que sorprendentemente estaban serios y estoicos, hasta que finalmente también se sentó, sumido en el más absoluto silencio.

Cordelia habló en susurros a una petrificada Kyra, dándole ánimos y aferrando su mano con comprensión pero ante la falta de reacción de la chica se levantó y se sentó con un suspiro algo más lejos de los demás.

Estaban preocupados.

Andrea se levantó y se acercó a la orilla, dónde empezó a lanzar piedras que rebotaban en la superficie.

     —No lo haces bien —Nik estaba a su lado sonriendo sin humor mientras le arrebataba la piedra —Se hace así.

La lanzó y ésta dio seis saltos antes de hundirse

     —Vaya ¿Cómo lo has hecho? —Ella se agachó a por otro proyectil y lo lanzó. Dio tres saltos y se hundió.

Nik chasqueó la lengua y contempló el suelo, eligiendo una roca que le gustara lo bastante. Rozó un par de ellas con la yema del dedo y finalmente tomó una, sopesándola antes de encerrarla en un puño.

De pronto Andrea sintió algo, como un hormigueo en la piel, una ondulación en el aire que la rodeaba, una vibración.

Se giró al hombre, mirándole con asombro.

     —Magia —Susurró —Estás usando magia ¡Que tramposo!

     —¿Cómo? —Él la contempló con una expresión de auténtica que no era fingida

     —No lo niegues —Andy resopló —Puedo sentirlo —Dijo muy segura de lo que había notado a su alrededor —La ondulación, la forma en que todo se hace más denso, más vibrante.

Estaba contenta, poco a poco sus poderes iban despertando, cada vez más aguzados, más fuertes. Las clases estaban dando sus frutos aunque apenas llevara una semana con ellas ¿O era algo más?

No lo podía recordar. Desde que llegó a Elysion el tiempo parecía llevar un ritmo diferente.

     —¿Hablas en serio? —Cordelia se acercó mirándola fijamente, ignorando la cara de atontamiento de su hermano

     —Claro que si, estaba haciendo trampas.

     —No —Exclamó la mujer

     —Sí —Andy frunció el ceño, ofendida.

     —No, no —Cordelia hizo un gesto con la mano restando importancia a las palabras —Ya sé que hace trampas, pero ¿De veras lo sientes?

Andrea asintió

     —¿Qué sientes exactamente? —Preguntó

La chica se mordió el labio, pensativa. 

     —No lo sé —Titubeó antes de seguir —Ha sido algo… extraño. —Frunció los labios —Tengo una idea, haz algo, fuego, aire, lo que quieras

Cerró los ojos y aspirar hondo, quedándose en silencio.

Cordelia la vio tomar aire lentamente, como concentrando sus fuerzas en cada respiración. Su cuerpo se relajó y su rostro se quedó sereno, tranquilo y en paz. Era su turno y chasqueó los dedos, una débil llama brotó de su pulgar y Andrea habló con voz pausada.

     —Lo has hecho —Dijo en el momento en que el fuego ascendía lamiendo su piel —Es como un murmullo silencioso, no lo escucho, solo  lo siento. Una vibración en el ambiente, una ondulación del aire.

Abrió los ojos

     —No sé cómo explicarlo, simplemente lo sé.

     —Increíble —Drakos que estaba rompiendo palitos, sentado con el codo apoyado sobre su rodilla flexionada, sacudió la cabeza incrédulo —No conozco a nadie que pueda sentir algo así.

     —Yo tampoco —Dijo Néstor que había salido de su ensimismamiento y los miraba con atención —No creo que exista ese poder.

     —Oh pero existe —Andrea se cruzó de brazos —No miento, te digo que lo siento.

Néstor rió

     —Calma fiera —Dijo con un viso de ternura —No existe… salvo en ti. Me pregunto… —Se pasó la mano por su pelo desordenándolo aún más de lo que ya estaba —Qué más sorpresas están por llegar.

     —Aún no ha sacado todo su potencial —Cordelia la miraba con una sonrisa de orgullo difícil de disimular.

     —Seguiré tirando mejores piedras que tú, renacuaja —Dijo Nik lanzando finalmente el proyectil antes de girarse e ir dónde Drakos.

Andrea gruñó.

     —El consejo ha terminado

La voz de Kyra les sacó de sus conversaciones  y todos la miraron, siguiendo su vista hasta el cielo, dónde brillaba una luz verdeazulada que parecía cruzar todo el pueblo.

     —Vamos

Néstor cogió la mano de su hermana y la levantó de un tirón. Ambos se fueron y todos los siguieron más despacio.

Cuando Andy llegó a la plaza solo tuvo tiempo de ver a su amiga lanzarse a los brazos de su madre antes de que la familia se marchara, envuelta en un apretado abrazo.

Alex y Meg habían regresado pero no había rastro de Valerius y Andrea supo que él no había necesitado dejar la torre para encontrar una cama bien dispuesta.

     —Hola

Alex se acercaba despacio hacia ella, como si tuviera miedo de su posible reacción y, durante un momento, Andy pensó en lo mucho que se lo merecía, en lo bien que le sentaría soltarle un par de cosas para que se diera cuenta de lo idiota que había sido.

Pero cuando le tuvo a menos de medio metro sonrió y se tiró a sus brazos apretándole con fuerza.

     —Te eché de menos Alex —murmuró con la voz ahogada en su camiseta.

Sintió como él la estrechaba contra su pecho y su aliento cálido sobre su cabeza, deslizándose hasta su nuca y su cuello.

     —Y yo a ti.

……

 

     —¿Puedes hablar de lo que ha ocurrido en el consejo o tendré que morir después si me entero de lo que allí se dijo? —Preguntó Andrea con ironía.

Hacía rato que estaban en casa de Alex, sentados en la cocina frente a un plato de verduras asadas y pan con queso. Comían en un agradable silencio nada incómodo y, de vez en cuando, lo rompían con comentarios absurdos sobre la nueva decoración de la casa y sobre los entrenamientos con Valerius y las clases en el castillo.

Andy había aprovechado la ausencia de Alex para arreglar la habitación de invitados en la que él había dormido y cambiar allí sus cosas. Con la ayuda de una alicaída Kyra, colgó una cortina y cambió el color de las paredes por un hermoso morado oscuro que hacía las delicias de sus ojos. Arrastró un escritorio viejo y lo limpió y barnizó hasta que estuvo reluciente. Habría quedado estupendamente con un buen ordenador encima pero se conformó con los rollos de pergamino, las plumas y los libros con los deberes que Viktor le mandaba casi a diario.

También había empezado a adecuar la casa de sus padres, aunque con lentitud, reconocía que irse sola a aquel lugar no era algo que la atrajera demasiado.

     —De hecho deberías haber estado allí —Dijo él tras tragar el bocado que tenía en la boca.

     —Nadie me dijo que fuera

     —Lo sé. No pasará de nuevo, es tu deber y tu derecho formar parte del consejo.

     —Solo tengo diecisiete años —Respondió con simpleza —¿Qué se yo de nada?

Alex solo sonrió

     —Vendrás.

La chica solo refunfuñó y se metió un nuevo bocado. Estaba delicioso, el sabor estallaba en su lengua con cada mordida de las crujientes verduras frescas. Cerró los ojos y suspiró de placer. Al verla, Alex se removió incómodo y finalmente carraspeó antes de hablar.

     —Se ha decidido aceptar a Néstor en la Hermandad —Dijo dando un sorbo a su vino de miel —Y a estas horas Nik y Drakos estarán ya buscando a Cora.

     —¿Buscarla? Pensaba que no podía regresar.

     —Y no puede —Dijo sombrío —Pero no podemos permitir que muera. Traidora o no es parte de nosotros. Además debemos cerciorarnos de que no dirá nada que nos comprometa.

Andrea suspiró, controlar aquello era como querer sujetar al viento. Estiró el brazo y puso su mano sobre la de él, dándole un ligero apretón.

     —No te sientas culpable Alex.

El chico se tensó, a punto de negarlo al principio pero consciente de lo ridículo que sería, la empatía de ella le hacía saberlo, independientemente de lo mucho que lo pudiera negar.

     —Soy culpable —Dijo con sencillez.

     —¡No! —Ella se levantó y se acercó a él poniéndose en cuclillas a su lado —¿Por qué dices eso? ¿Qué culpa puedes tener tú de no corresponder sus sentimientos Alex? —Se mordió el labio. Val tampoco correspondía los suyos y dolía, pero no por ello iba a cometer una locura —El amor de verdad no puede destruir Alex, si no crear… —Aquellas palabras llamaron su atención y fijó sus increíbles ojos en los de ella —Hay amores enfermizos, obsesivos, que solo hacen daño y destruyen vidas. Amores que, pese a la fuerza del sentimiento solo causan dolor. No son menos dignos… pero si más peligrosos. Cora dejó que esos sentimientos puros se ennegrecieran con los celos y la desesperación… Se hundió sola en los lodos del odio y eso y solo eso causó su destierro.

Alexander sintió que caía cada vez más, preso de aquella mirada del color del musgo, de aquella alma tan pura e increíble. Sintió el deseo de inclinarse y besarla, necesitaba saborear sus labios, aquella boca húmeda que sonreía con un matiz de preocupación. Apoyó la palma en su mejilla y acarició con su pulgar el sonrosado pómulo, ascendiendo hasta rozar sus pestañas. La vio tragar saliva y descendió hasta que su aliento rozó la frente de alabastro. Dudó un segundo, dos, ella parecía tallada en piedra, sin moverse, sin aceptar ni rechazar el acercamiento…

Finalmente besó su frente y apoyó la mejilla en su cabeza, sintiendo el corazón acelerado y los pulmones ardiendo por haber retenido el aliento.

     —Gracias Andy —Susurró —¿Sabes? —Dijo al cabo de un rato intentando romper la tensión del momento —Tengo algo que contarte, pero —Levantó un dedo no puedes contarlo a nada ni a nadie.

Andy se apartó sonriendo cómplice

     —Mientras no lo tenga que jurar….

Ambos rieron