Capitulo 14

 

Las tres hermanas

 

 

Los pasos resonaban en el suelo de piedra pulida, como  el retumbar de un corazón acelerado golpeando contra la prisión del cuerpo, ansioso, temeroso, casi sangrante.
La oscuridad era abrumadora, apenas se distinguían las siluetas de algunos muebles o adornos, tal vez alguna silla o un jarrón solitario. Andrea caminaba con firmeza, tratando de controlar los desacompasados latidos de su pecho que parecían ser el eco que reverberaba tras sus pisadas.
Aspiró, intentando identificar el aroma que llegaba a su nariz, parecía incienso, tal vez sándalo y cardamomo, aderezado con una pizca de ruda y de lavanda.

Se sorprendió al identificarlo con aquella facilidad. Había leído incontables veces libros de hierbas, aceites, inciensos y velas, libros que Helena le dejaba hojear cuando su madre estaba en la tienda, pero ¿Por qué de pronto era tan consciente de todo cuanto la rodeaba? Parecía que se había abierto al medio de alguna forma desconocida, como si su yo más espiritual se expandiera, creciera y abriera las alas, temeroso de volar pero conocedor de esa posibilidad casi tangible.

Respiró con más calma, dejando que sus nervios se esfumasen, dejando que esa sensación desconocida de tranquilidad la invadiera poco a poco. Estaba a salvo, lo sabía sin el más mínimo atisbo de duda, en aquel lugar nada ni nadie iba a dañarla.

Sonriendo, más relajada y serena aceleró los pasos, sorprendiendo a Alex y a Valerius que la escoltaban en la penumbra tenebrosa de aquel eterno pasillo.

     —Todo está bien —Dijo apoyando la mano en la pared —Es aquí —Susurró casi notando bajo las yemas de sus dedos el tañido del muro, como un pulso estable y vivo, que la llamaba, invitador, empujándola a acercarse —Puedo sentirlo.

Val contuvo el aliento al ver el modo en que su rostro se iluminaba, muy levemente, de forma casi imperceptible, solo la cercanía le hacía posible comprobar con sus propios ojos el modo en que su piel parecía adquirir un brillo dorado, una pátina resplandeciente.

     —Por los dioses…

Alex sintió la brisa que acarició sus mejillas, la misma que susurraba entre los oscuros cabellos de Andrea y el olor… aquel aroma de inciensos, aquella magia pura que emanaba de su menudo cuerpo.

     —Están aquí —Su voz sonó levemente aniñada, suave y, sonriendo, sintiéndose de algún modo otra persona, rozó la piedra fría y húmeda con toque lánguido, casi cariñoso —Ábrete —Murmuró pegando los labios a la rugosa superficie.

De inmediato, la pared obedeció y Andy entró a un salón hermoso, cálido y acogedor, cubierto de luces y sombras, arropado por las llamas serpenteantes, azules  y anaranjadas que bailaban juntas, en una danza ondulada y tortuosa, dentro de la enorme chimenea que presidía la estancia.

El suelo estaba revestido de alfombras de lana, mullidas y esponjosas a la vista, ricos tapices cubrían las paredes, representando escenas de lo que, supuso, sería la historia de aquellos parajes.

En mitad del salón, frente al hogar, una gran mesa de algo similar al mármol, tras la que se encontraban tres mujeres, no tres brujas encorvadas y deformadas, con verrugas y arrugas que desfiguraran sus rostros, no tres figuras avejentadas y de escaso atractivo. No, tres diosas.

Eran perfectas.

La primera, sentada a la izquierda, vestía una túnica blanca y virginal. Un vestido de corte imperio, de escote cuadrado que apenas mostraba algo de sus clavículas, de mangas vaporosas y largas como, supuso Andy, sería la falda.

Tenía los cabellos rubios, en gruesos tirabuzones que caían sobre sus turgentes senos; sus ojos verdes iguales a los de ella misma, grandes y almendrados, rodeados de espesas pestañas oscuras, perfilados por unas cejas finas y delicadas daban una expresión casi de hada a un rostro de alabastro, con mejillas sonrosadas y labios carnosos.

La segunda parecía de mayor estatura y corpulencia, su pelo, negro como la noche, liso y brillante. Lo llevaba sujeto en una coleta alta, atado con un broche plateado del mismo color que su túnica, de cortes rectos y serios. Su rostro era grave, los labios finos que no sonreían y los ojos ligeramente sesgados, oscuros, en los que casi no se distinguían iris y pupila.

La tercera parecía arder literalmente, vestía un atuendo de tul color del color de las llamas,  las mangas a medio brazo eran de gasa semitransparente con la misma tonalidad cálida del resto de las telas. El escote de la túnica acariciaba el comienzo de sus senos y, sobre su piel dorada descansaba un medallón en cuyo centro, un ojo pintado sobre una piedra parecía mirarla con intensidad. Bajo unos párpados pincelados en tonos ocres y rematados de largas pestañas, sus ojos, del color del ámbar brillaban sabios y conocedores, presidiendo un rostro con forma de corazón, de piel tersa y labios gruesos, enmarcado por los bucles de un pelo que vibraba con vida propia, lleno de tonos cobrizos, ocres y rojos.

     —Veo que pasaste la prueba. Bienvenida.

Fue esta última la que pronunció aquellas palabras, con una voz fuerte que resonó en la habitación.

     —Gracias —Respondió Andrea de la misma forma, sin perder su porte, con la espalda recta, orgullosa y sonriente.

La beldad rubia se levantó y pareció flotar hasta ella

     —Yo soy Cloto —Dijo con una voz dulce y aguda —Bienvenida a casa, Andrea —Tomó su mano mostrando una fila de dientes perfectos al replegar los labios en una amplia sonrisa —Alex querido, tanto tiempo —Batió las pestañas con coquetería, aunque su sonrisa se esfumó al ver al resto, quedando sin expresión, fría y altiva. Hizo un gesto hacia todos en modo de saludo y volvió a girarse —Ella es Laki —Dijo señalando a la morena —Y ella Atry.

La pelirroja se levantó caminando con un porte tan regio que Andrea casi sintió la tentación de inclinarse en una venia.

     —Sabíamos que no podías tardar —La miró y, al sonreír, un encantador hoyuelo se marcó en su mejilla —Estaba escrito que llegarías en el mismo tiempo en que nosotras volveríamos aquí.

     —¿Cómo dices? —Val se acercó un paso con las cejas alzadas y los ojos entrecerrados en un gesto de incredulidad mezclada con claro enfado —¿Sabías que estaba aquí? ¿En esta época?

     —Por supuesto —Dijo con altanería y prepotencia —Siempre lo hemos sabido.

     —¿Siempre lo habéis sabido? —Exclamó —¿Y nunca creíste oportuno mencionarlo? ¡Joder Atry! ¿Cómo puedes dormir cada noche con la conciencia tranquila? Sois peor que perras —Siseó furioso

Una inhalación colectiva se escuchó con el sonido del crepitar de las llamas de fondo. Pero Átropos solo sonrió con gelidez.

     —Ya me conoces, querido, hay cosas que… me gusta reservarme.

     —Te conozco sí, demasiado.

Valerius se giró y salió de la sala con enormes zancadas, desapareciendo en el pasillo lóbrego y oscuro por el que habían llegado.

     —¿Por dónde iba? —Preguntó con naturalidad tras la impetuosa salida del guerrero —Ah sí, bienvenida, sabíamos que no tardarías en llegar.

     —Pero mírala —Cloto dio unas palmadas y giró a su alrededor —Yo imaginaba una niña…

     —Y lo es —Dijo por primera vez Laki levantándose y acercándose a sus hermanas —Es una niña —La miró de arriba abajo con una mueca de disgusto —una niña con muy mal gusto.

Andrea le devolvió el gesto sin amilanarse ni un ápice y se cruzó de brazos  con una sonrisa ladina

     —Le dijo la sartén al cazo, apártate que me manchas…

La morena reprimió a duras penas una ligerísima sonrisa

     —Supongo que eso tiene arreglo.

     —¡Tiene el mismo color de tu pelo Laki! —Cloto acariciaba los mechones con alegría casi infantil —Y tus rizos Atry ¡Y mis ojos! ¿No es fantástico?

Andrea frunció el ceño sin comprender.

     —Oh querida… ¿No te lo hemos dicho? —La pelirroja la tomó del brazo y sonrió —Somos familia.

     —¡La hostia!

La exclamación de Nik fue secundada por todos los demás y el salón se llenó de voces que aumentaron en crescendo, mientras las Moiras se llevaban a Andrea hacia una pequeña puerta lateral que parecía oculta tras un enorme cuadro que representaba una naturaleza muerta. Un bodegón pintado en oleo, bajo el que se encontraba un secreter lleno de plumas y trozos de pergamino usado.

     —¿Familia? —Preguntó al atravesar el arco de entrada a lo que parecía ser una biblioteca de dimensiones bárbaras.

     —Sí, digamos que somos tus ¿tátara tátara tías? —Cloto se encogió de hombros —No sé cuantas tátaras habrá delante.

     —En realidad, hermana —Laki, juiciosa como siempre recordó —Ella sería nuestra antepasada ¿No? Nació en 1665.

La hermosa rubia se quedó pensativa, mordiendo la punta de su dedo meñique.

     —Es cierto… Pero es tan joven… dejémoslo en tías ¿Vale? Tan solo es una pequeña variación de la realidad ¿A quién le importa?

     —Ven Andrea —Fue la pelirroja quien se acercó a ella con un trozo de pergamino maltratado y algo viejo, un pergamino que parecía haber formado parte de un cuaderno antes de convertirse en una solitaria y garabateada cuartilla. —Creo que debes ver algo antes de seguir.

¿Qué más podía descubrir? Ya nada podría pillarla por sorpresa en lo que restaba de vida. ¿Familia de las perras?... De las Moiras Andy, de las Moiras, se regañó a sí misma. Aquellas tres brujas que parecían tan encantadoras con ella y con las que se sentía tan plena y tranquila ¿Eran reales? ¿Se estaba equivocando? ¿Sería posible que no fueran tan malas?

Cuando miró su mano, en la que descansaba el viejo folio manuscrito empalideció y agradeció que Atry estuviera sujetando su brazo cuando sintió su mundo girar sobre su propio eje en un giro de ciento ochenta grados… una vez más.

 

 

 

Villa de Madrid, Abril de 1660

 

Mi voz no se hace eco de mis pensamientos, callo en la soledad de la noche, esperando, pero hace tanto que no creo en los milagros… Llegue perdido, buscando una gota de rocío y encontré un océano, buscaba una brizna de hierba en la árida inmensidad de un desierto  y tras una duna encontré un oasis de tiempo.

Los recuerdos perduran en nuestra mente pese a que no queramos darles un lugar allí, las palabras, la rabia, el dolor, se anclan en nuestro pecho demudando nuestro rostro, opacando nuestra mirada… y el brillo que asomaba en nuestros ojos poco a poco se apaga.

Es tan fácil dar la mano y caminar al lado, es tan fácil no empujar a quien te sigue lentamente y sin vacilar pisada tras pisada.

Es tan fácil herir y tan sencillo errar el paso.

La rabia es enemigo y no gana las batallas.

La vida es un viaje con billete de salida y vuelta abierta, los recuerdos que forjamos en el camino nos hacen plenos merecedores de nuestro futuro, somos guerreros que luchan cada día por seguir adelante, exprimiendo cada sonrisa, ansiando cada sueño, anhelando cada oportunidad de ser un poco más felices, sacudiendo nuestras lagrimas con irónicas carcajadas carentes de todo que no dicen nada.

Este soy yo, un hombre que busca la verdad entre un mar de dudas y mentiras, un poeta de alma errante, con carácter fuerte que no vacila un solo paso por dejarse la piel en las personas que le demuestran ser honestas, que valora la escasa amistad que ha conocido por encima de todo y de todos, que ha aprendido a ser fuerte porque no le dieron cartas para ser de otro modo.

Soy sincero, leal,  trato de ser compañero. Defiendo la libertad con mi propia vida si es necesario, proclamo que la tolerancia es la única forma de convivir los unos con otros.

Soy un proscrito de mi propia raza, un príncipe de mi gente, por sangre y por herencia, un hereje, un condenado, un delincuente…

B.N.P

 

 

 

 

Andrea releyó aquellas palabras tres veces más, acariciando inconscientemente la letra prolija y elegante.

     —B.N.P —Susurró —Balan Nox de Pendragon

Su padre...

Sintió el apretón de una de las mujeres en su hombro y una ligera caricia de consuelo en el pelo.

     —Era del diario de Balan —Acotó Cloto —Es lo único que conservamos de él, creemos que fue quemado

     —¿Un incendio? —Preguntó tratando de alejarse de aquella sensación de angustia que parecía sentir de pronto.

     —No exactamente —Respondió Atry.

     —Una pira —Dijo Laki sin inflexión en la voz —Balan y su esposa, Ximena, fueron condenados a la hoguera. Creemos que al morir, él llevaba consigo el diario.

El rostro de Andrea se demudó y el pergamino se escapó de sus dedos laxos y temblorosos.

     —¿Una hoguera?

No quería ni imaginarlo.

De pronto imágenes de su pasado más reciente se mezclaron con impresiones brumosas que parecían sueños o recuerdos vagos, una sonrisa, un olor, el tacto de la lana sobre sus manos... Pero todo cambiaba, pronto era Angie quien aparecía en su mente, sonriendo con Alberto, riendo por los chistes malos de Héctor mientras comían en casa. De repente todo era fuego, llamas, humo denso, negro e irrespirable... Un coche ardiendo, una hoguera... ¿Era posible? ¿Era una cruel broma del destino que sus padres biológicos y adoptivos hubieran muerto del mismo modo? ¿Y por qué, si no recordaba a Balan y a Ximena, sentía sus muertes como un peso que aplastaba su pecho con un dolor sordo y constante?

     —Los recuerdo —Dijo en voz baja —De alguna extraña forma me acuerdo de ellos... El olor, una voz grave y cariñosa... Recuerdo el tacto áspero de sus manos. Sé que era él —Se llevó una mano a la frente, mareada de pronto —¿Por qué ahora? ¿Qué sucede? —preguntó asustada.

     —Es normal —Cloto agarró su mano, transmitiendo con el contacto todo lo necesario para calmarla —Tenías cinco años cuando Balan y Ximena te dejaron en el lugar donde te criaste desde entonces. Es lógico que tengas algún recuerdo, aunque sea vago y difuso.

     —Además este lugar —Dijo refiriéndose sin duda alguna a su mundo —Es pura magia ancestral, aquí tus poderes crecerán, se expandirán... Igual que tus recuerdos.

     —¿Cómo es posible que me llevaran al futuro? —Preguntó, su lado racional aún incrédulo, tratando de mantenerse objetivo —¿Podéis hacer eso?

Laki sonrió

     —Él podía.

     —Hace miles de años, hubo una guerra. Una lucha que terminó con la separación de los dos mundos que hasta entonces vivían en paz y aparente armonía —Atry hablaba con la mirada perdida —Los humanos envidiaban a nuestra gente, el poder es atrayente y ellos lo ansiaban. Deseaban adquirir la magia, pero no se aprende, ni se compra. Es parte de nuestro ser, de nuestra raza.

     —Quisieron mezclarse con nosotros —Continuó Laki —Violaron a las mujeres, torturaron a algunos hombres valiéndose de recursos contra los que no teníamos fuerza. Se abalanzaban en manadas, fieras y sedientas de sangre, atacando en lugares solitarios, en momentos de debilidad. Aprovechándose de amistades y lazos que creíamos firmes y fieles.

     —Pero no sirvió de nada —Siguió Cloto —Nuestras razas no podían mezclarse. Aún así continuaron intentándolo hasta que un día, violaron y asesinaron a Clitoé. Ella era la esposa de Poseidón y se desató el infierno.

     —Sería difícil para ti entenderlo todo sin antes estudiar nuestra historia —Dijo Laki

     —Pero pronto podrás comprender —Acotó Atry —Nosotras, las que somos y las que fuimos, formamos parte de algo más grande que todo esto y tú también. No tardarás en comprender por qué hicimos lo que hicimos, por qué ocurrió lo que ocurrió.

     —Pero, mientras vengamos la muerte de Clitoé —Siguió Cloto —hubo alguien que aprovechó todo eso para alzarse en el poder... La Orden de Ker fue creada y, nada más separarnos del mundo humano, la guerra interna comenzó y la caza fue brutal.

     —Y antes de morir —terminó Laki —La profecía de la salvación salió de nuestros labios, escrita con sangre se gravó en estos muros que hoy de nuevo nos acogen.

Las voces de las tres se unieron formando solo una

     —El que debió ser dará fruto del árbol prohibido y perecerá. Pero ella, la que nacerá entre odios y guerras se alzará entre las llamas y librará a su gente del infierno.

     —Ahora por fin se hará justicia —Dijo Laki

     —No... No entiendo nada —Andrea se estaba cansando de tanto misterio y secretismo. De tanta simbología y pasado —¿Por qué Balan y Ximena me dejaron?

     —Estaban condenados por la Orden. Tu madre era humana, tu padre infringió toda ley al concebirte, al traerla aquí, al contraer matrimonio con ella.

     —Pero estuvimos a salvo cinco años —dijo sin comprender aún

     —Balan puso este lugar en peligro al esconderse aquí, aunque todos estaban dispuestos a dar la vida por defenderle. —Atry hablaba en tono monocorde —Él combatió a la Orden durante años, un prófugo, buscado por su sangre pura, por su linaje, pero guerrero. Defendió esta aldea, en la que nació y creció con el filo de su espada y todo el poder del que dispuso. Pero el tiempo se acababa, él lo sabía. Balan era poderoso, casi tanto como nosotras, sus visiones le hablaban de un futuro poco halagüeño y él, que tenía el raro y escaso don de viajar en el tiempo a su antojo, usó todo su poder para llevarte al lugar que vio nacer a Ximena, buscó a los descendientes de su hermano fallecido y te dejó con ellos, pero el coste fue excesivo. Gastó hasta la última gota de su magia en aquel viaje y pronto, al regresar, la Orden les encontró, no tuvieron ni una sola oportunidad. Fueron juzgados, condenados y ejecutados dos días después. 

     —Se repartieron cápsulas de imagen y voz con su captura —Cloto se mordía el labio inferior —Por suerte la ejecución no fue publicada.

     —¿Ca…cápsulas de imagen y voz? —Andrea sabía que preguntar era un error pero no pudo evitarlo

     —Exacto

Laki se acercó a una de las estanterías y señaló los lomos de los libros. Era curioso, pensó Andy, porque al acercarse se dio cuenta que parecía una colección de libros de pequeño tamaño, como si fueran de bolsillo. Tocó uno de ellos y lo sacó de su sitio, parecía una caja de madera, con los bordes labrados. Contempló la tapa revestida en cuero en la que solo se leía una fecha:

1983 Agosto.

Abrió el pequeño cofre y, dentro, en una base de seda negra, descansaba una esfera del tamaño de una mandarina, tenía un color morado muy intenso y en su interior se arremolinaban brumas en tonos dorados y blanquecinos.

     —¿Es esto?

     —Son pequeños retazos del pasado que quedan vivos —Atry pasó un dedo por la superficie y ésta brilló con intensidad —Cómo un recuerdo que perdura eternamente.

     —¿Son videos?

     —¿Videos? —Cloto la miró con el ceño fruncido —¿Qué es eso?

     —Tecnología que usan los humanos, hermana —Laki tomó la caja y la cerró, dejándola de nuevo en su lugar —No, es un recuerdo, tienes que intentar olvidar Andrea, comparar ambos mundos no te ayudará a entender

     —Ya habrá tiempo —Atry la alejó de la estantería —Tal vez algún día estés preparada para verlo, pero no hoy.

Andrea se dejó arrastras de nuevo al otro lado de la biblioteca

     —¿Así que mi madre era humana?

     —Lo era, ciertamente.

     —Creía que eso no era posible —Dijo clavando sus ojos verdes en aquellas profundidades color ámbar —Dijisteis…

     —Lo sé, no lo es. Nuestras razas no pueden mezclarse, no es posible biológicamente y, si lo fuera, la ley tampoco lo aceptaría.

     —Bueno… las ciencias no son lo mío —Soltó Andy sin pensar —Pero si no es biológicamente posible ¿Qué soy yo? ¿El eslabón perdido?

     —No querida —Cloto se acercó sonriendo feliz —Eres un milagro.

     —Genial —Andrea se dejó caer en la silla una vez más apoyando los codos sobre las rodillas y hundiendo el rostro entre sus manos —Simplemente genial.

Siempre había pensado que Alicia y Dorothy tenían problemas con sustancias ilegales, porque no era muy normal encontrarse conejos y leones que hablan en mundos paralelos de los que nadie más sabe nada.

Ahora ella estaba allí, ni más ni menos que en la Atlántida, hablando de viajes en el tiempo, magia y mitología.
     —¡Es la hora de comer!

La puerta se abrió con estrépito y un chico pálido y flacucho apareció tropezando en la entrada con la pequeña mesilla torcida que había a la derecha, el cuenco de mimbre lleno de hierbas secas que había en la pulida superficie de madera salió volando y,  cuando el muchacho acabó en el suelo de rodillas, cayó sobre su cabeza casi cubriéndole los ojos.

     —Ops

Se levantó de un salto riendo de su propia torpeza mientras las Moiras lo miraban furiosas por la interrupción. Andrea puso los ojos en blanco y volvió a hundir el rostro entre sus manos

     —He aquí el que faltaba, ¡El sombrerero loco! —Lanzó un pequeño gemido y suspiró —Que me corten la cabeza…