Capitulo 5

 

Entre brujas y calderos

 

 

 

     —Alex —Cordelia se acercó a él jadeando —odio repetirme, pero creo que es hora de que Val mueva su culo y venga a ayudar, estos son un poquito más difíciles de matar, si tú me entiendes.

Entendía por supuesto. Los Thanathos eran casi tan imposibles de matar como ellos mismos, eran los más avezados guerreros de la Orden, eran grandes luchadores, tanto como él, Val y los demás, pero además tenían absoluto control de la magia en el mundo humano, a diferencia de ellos.

Maldijo quedamente el equilibrio del que tanto hablaba Átropos… podrían terminar con todos estos idiotas de una vez por todas, pero eso probablemente condenaría a la humanidad a un Apocalipsis y eso no podía ser bueno para nadie.

Suspirando movió su mano, junto a la de Cordelia y juntos convocaron a Valerius. Se giró a mirar al escuchar la indignada exclamación de su compañera.

     —Por todos los demonios Val —Alex se pasó una mano por el rostro y parpadeo —¿Qué mierda se supone que estás haciendo?

Nikolas soltó una estruendosa carcajada mientras contemplaba como el guerrero soltaba a la chica que tenía entre los brazos y murmuraba palabras ininteligibles pasándose las manos por el rostro acalorado.

     —Creo que lo que Val está haciendo es obvio incluso para ti. Creo también que no te agradecerá la interrupción ¿Eh amigo?

Valerius dejó a Andrea el suelo y se pasó las manos por la cara.

     —Mierda

La chica parpadeó varias veces saliendo de su aturdimiento mientras comenzaba a comprender varias cosas.

Primera, que el súper hombre que estaba abrazándola con calidez hacía unos minutos ya no la tenía entre sus brazos y eso le causaba un absurdo sentimiento de pérdida que más tarde analizaría serenamente. La segunda era que estaban de vuelta en Madrid y no estaban solos. Y por último, estaba muy segura que la perfección hecha mujer que estaba al lado del tipo duro de antes y del rubio vacilón eran los buenos, pero los seis tipos con cara de asesinos a sueldo que sonreían mostrando una fila de dientes, parecían sin duda los malos.

Oh si, se dijo cuando vio la forma en que uno de ellos literalmente rugía con la cabeza hacia atrás, estos eran sin riesgo a equivocarse los jodidos keres.

     —Ya no estamos en Kansas, Dorothy —dijo Andrea sonriendo con ironía.

Y entonces se desató el infierno.

Oh Dios, Oh Dios, Oh Dios

Esa era la letanía que se repetía así misma tratando de no ponerse a gritar como una harpía ¿Existirían las Harpías? Se preguntó mientras trataba de llegar desesperadamente al lado de Val.

Vio que la mujer que quitaba el aliento de antes tenía una enorme espada dorada entre sus delicados dedos y la blandía con furia y una sola mano. La espada se veía formidable, con la hoja bellamente grabada aunque parecía extremadamente pesada. La imagen que ofrecía aquella joven que bien podía por su apariencia ser un ángel, portándola en sus manos era impresionante.

El rubio que peleaba a su lado era una versión masculina de ella, alto, de enormes ojos azules, delgado y con un aire felino. Se movía sinuosamente, con largas zancadas y movimientos elegantes. También llevaba una gran espada y la manejaba con fluidez, atacando y bloqueando los lances que le recibía de sus enemigos. Su arma era de colores rojizos, lucía como el cobre, con la empuñadura tosca pero de aspecto feroz.

Uno de los miembros de la Orden se lanzó hacia sus espaldas, aprovechando el momento en que luchaba tratando de contener a dos de ellos. Cuando Andrea iba a advertirle, vio horrorizada como la cabeza de la sanguijuela caía al suelo en cámara lenta.

     —Dios mío     —Susurró sin voz.

Antes de tocar el suelo el cuerpo inerte emitió un destello dorado y se desvaneció. Tras él, en pie estaba Alex con su espada aun en la mano.

Reprimió un escalofrío.

Aquel chico era absolutamente brutal. Podía fácilmente imaginárselo guerreando con los romanos siglos atrás. Tenía las piernas ligeramente abiertas y flexionadas en posición de ataque y su camiseta negra sin mangas dejaba ver sus enormes y musculosos brazos sujetando la espada. Su rostro era una fría máscara que no dejaba traslucir ni un solo pensamiento.

Era aterrador.

Y si no podía llegar a Val, pensó,  bien podía esconderse detrás de aquel buenorro enorme y letal.

Estaba encaminándose hacia él cuando una de aquellas bestias se materializó justo en frente de ella impidiéndole el paso y no pudo evitar contemplar con ojos desorbitados al asesino que tenía frente a sí.

Sus ojos rojizos la miraban con hambre y no pudo evitar devolverle la mirada con terrorífica fascinación, atrapada en los remolinos de sus iris.

Hubiera gritado, de hecho quería gritar para deshacer el nudo de terror que tenía en la boca del estómago, pero no le salían las palabras, ni siquiera era capaz de formar frases coherentes en su cerebro. Solo podía pensar en Alex y en llegar hasta él para esconderse tras sus anchas espaldas.

     —¡Protégela!

Alex oyó las palabras de Val pidiéndole que la protegiera, solo podía estar refiriéndose a la hija de Balan. Se giró buscándola y la vio aterrada, el Thanathos la acechaba, la boca abierta, las manos convertidas en feroces garras, iba a atacarla y Alex sintió una furia animal que lo consumía de dentro a fuera. Solo quería sangre, quería matarlo con sus propias manos por pensar siquiera en tocarla de la manera que fuera, no iba a consentir a esa rata tocar un solo pelo de su cabeza.

Con un grito de guerra se lanzó hacia él. Andrea, al escucharle giró para llamarle y se quedó sorprendida de la imagen que representaba aquel muchacho no mucho mayor que ella misma.

Sus fuertes brazos se veían tensos mientras sujetaba la espada sobre su cabeza, su cabello suelto se agitaba furioso alrededor de su rostro que era una máscara de furia desmedida.

Atacó al monstruo que tenía sobre ella en milésimas de segundo, tanta fue la fuerza del ataque y la rapidez inesperada que no tuvo tiempo para defenderse cuando Alexander clavó su espada en su pecho. El monstruo cayó al suelo a diferencia de los que antes se habían desvanecido.

     —No mires

Su voz era espesa y ronca.

Evidentemente miró. Y gritó cuando contempló horrorizada como él cortaba limpiamente la cabeza al tipo. Entonces sí emitió un destello  y se desvaneció ante sus ojos.

Val se giró hacia ellos con el ceño fruncido.

     —Te dijo que no miraras.

Andrea le devolvió la misma mirada malhumorada.

     —Todo el mundo sabe que si no quieres que alguien mire no puedes decirle que no lo haga —dijo ofendida.

     —¿Perdón? —Ella estaba loca, a cada momento que pasaba con ella estaba más convencido de que no podía tener la cabeza en condiciones.

     —Ya me has oído fortachón, todo el mundo sabe algo así.

     —Al parecer no todo el mundo —intervino Alex levemente apesadumbrado volviendo a prestar atención a la batalla.

Val por su parte quería seguir con la lucha, de hecho iba a hacerlo, estaba luchando consigo mismo para no seguirla la corriente, eso solo podría traerle problemas.

No lo pudo evitar.

     —¿Y qué debería haberte dicho para que no miraras?

     —Absolutamente nada, por supuesto.

La lógica de aquella chica era, sin lugar a dudas inexistente. Sabía que era un error, era consciente de ello y aun así se metió en ello aun más profundamente. Antes de darse cuenta se encontró hablando de nuevo.

     —Si hubiera hecho eso también hubieras mirado, Andrea. —A él su pensamiento le parecía lógico.

A ella no.

     —O tal vez no —dijo asintiendo solemne —No puedes saberlo, pero sí era sabido que miraría al decirme que no lo hiciera.

Se tocó la cabeza inconscientemente porque empezaba a sentir los primeros síntomas de un dolor de cabeza que, estaba seguro, ella había desencadenado.

     —Está bien —volvió su atención a la batalla, Alex peleaba con dos de los Thanathos y Nik y Cordelia se ocupaban de los otros tres —Quédate detrás de mí.

     —Quietos

El tiempo se detuvo. Literalmente.

Alex era el único que jadeaba mientras todo lo demás se hallaba paralizado a su alrededor.

Se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano y contempló a la mujer que había hablado. O a lo poco que veía de ella. Porque solo era un resplandor, de un brillo casi cegador en su pureza. No podía ver su rostro, tan solo la silueta de su cuerpo y sus cabellos. Flotaba en medio del caos de oscuridad y basura con las manos estiradas y sus palmas hacia arriba.

     —Hola Alexander

Su voz parecía dulce pero estaba distorsionada.

     —¿Qué demonios haces aquí Cloto?

Era una bruja metomentodo, eso estaba claro.

     —¿Qué crees que hago aquí? Es casi mi sobrina, no pienso dejar que la hagan daño ahora que por fin la habéis encontrado

No podía estar diciendo eso ella. Un escalofrío recorrió su espalda. Jamás se había mostrado preocupada por la hija de Balan.

     —¿Qué demonios tramáis?     —susurró

Ella solo rió —Siempre tan desconfiado —Soltó. Y él hubiera jurado que parecía divertida.

     —Tienes razón por supuesto. Tenemos tiempo de conocernos, pero por esta vez te equivocas al juzgarnos. Realmente nos importa la hija de Balan. Llevadla a su casa, tiene poco tiempo para recoger sus cosas y venid hasta nosotras.

Alex se movió y se puso tras uno de los sacerdotes con los que peleaba. Que me aspen, pensó, si dejo pasar la oportunidad.

     —¿Por qué? ¿Por qué ahora tomas partido? —Nadie inteligente cuestionaba a aquellas tres brujas carentes de sentido del humor, pero Alex nunca se había considerado excesivamente inteligente. A su favor habría que decir que ella no pareció molestarse en modo alguno por la pregunta.

     —Porque ha llegado el momento —contestó simplemente —Deprisa, ha empezado la cuenta atrás.

En cuanto ella desapareció el tiempo se descongeló y todo regresó al momento de partida. Alex aprovechó su situación para acabar con el Thanathos.

     —Hay que ir a su casa

     —¿A su casa? —Cordelia parecía desconcertada —Necesitamos un lugar seguro.

Lo será durante el tiempo suficiente. ¡Llévala!

Sin más, Val tomó a Andy de la mano y se evaporaron en la noche.

La batalla terminó casi como había comenzado.

Los demás miembros de la Orden desaparecieron en cuanto se dieron cuenta de la desaparición de la chica.

     —¿Qué diablos ha pasado aquí?

Nik se acercó jadeando a Alex

     —¿Por qué se han ido? —Cordelia se dejó caer en el suelo y se sentó con las piernas cruzadas suspirando pesadamente —No creas que no agradezco no seguir allí de pie peleando, pero ¿Por qué?

     —La hija de Balan se fue con Val y nosotros no somos tan interesantes —Pese a sus palabras Alex tenía un mal presentimiento que no le abandonaba.

     —Eso es cierto —Nikolas regresó a su habitual buen humor —¿Comemos unas pizzas?

     —Iremos con ellos

     —Oh mierda —Nik suspiró —no ha terminado la noche, después de todo.

 

.....

 

Andrea suspiró tratando de controlar su respiración. Era una sensación terriblemente desagradable que dudaba mucho llegar a encontrar cómoda en algún momento.

     —Odio esa manía que tenéis de moverme de un lado a otro de este modo. ¿Acaso no os sentís cómodos con vuestros pies? ¿Coches? ¿Motos? Por el amor de Dios incluso una bicicleta es mejor opción que esto.

     —Es útil —contesto él con sencillez.

     —Bien, pues ahora usaremos nuestros pies.

     —Lo único que vas a usar ahora serán tus manos para hacer el equipaje porque nos largamos de aquí ya mismo.

     —No

     —¿No?

     —Eso dije, que no. Vamos a la tienda. Tengo que hablar con Héctor.

     —No vamos a ninguna tienda —Val aferró su brazo y frunció el ceño con fiereza.

Ambos se miraron en muda batalla y ninguno de los dos parecía dispuesto a perder la contienda.

Minutos después llegaron a la pequeña tienda de esoterismo, donde una mujer menuda, de cabellos rojos como el fuego y grandes bucles que caían hasta sus caderas se acercaba apresuradamente.

     —¡¡Andy!!

Andrea se tambaleó con la fuerza del abrazo de Helena que la espachurró literalmente.

     —¿Dónde estabas? ¿Por qué no nos llamaste? Todo el día Andy —Helena palpaba de arriba abajo el cuerpo de la chica y la abrazaba —Una nota, un mensaje ¡Algo! Héctor está muerto de preocupación, va camino de la comisaría.

     —¿Comisaría? No, no, no, estoy bien —devolviéndole un abrazo fuerte trató de tranquilizarla —Lo siento Helena, no tengo disculpa, simplemente no pude hacerlo.

La mujer respiró profundamente

     —De acuerdo. Lo sé, cielo, no te preocupes pequeña. —Volviéndose por primera vez hacia Val dijo —Seguidme, no es seguro estar aquí abajo.

Sin una palabra más comenzó a subir las estrechas escaleras mientras mandaba un mensaje a Héctor para que no pusiera la denuncia por desaparición.

     —¿Helena?

Andrea frunció el ceño pero Val tomó su mano en la suya y siguió los pasos de la mujer.

Cuando llegaron al piso de arriba, la pelirroja entró en una habitación y apretó un botón oculto tras un armario ornamentado.

Se abrió una puerta lateral que Andy siempre había pensado que era un viejo espejo, en el pequeño  cubículo de ladrillos que se descubrió, pudo ver una escalera de caracol de hierro forjado y al ascender por ella no pudo más que retener el aliento.

Valerius parpadeó, asombrado.

Era una habitación más que hermosa, absolutamente mágica.

Las paredes eran, en su mitad inferior paneles de caoba al igual que el suelo y en la superior estaban cubiertas de papel rugoso de un precioso color lila, jaspeado en otros más oscuros.

Pero lo que hacía hermoso al cuarto era el techo.

Un gigantesco cristal cubría más de la mitad, dejando a la vista absolutamente todo el cielo. Val estaba más que seguro de que desde fuera era imposible vislumbrar el interior, esto no podía haber sido creado por humanos.

En los laterales del vidrio diferentes símbolos estaban escritos con una hermosa rúbrica, él supuso que era algún idioma antiguo que no era capaz de descifrar desde su posición.

La sala tenía un pequeño rincón cubierto con una alfombra cuadrada en la que podían verse representados un enorme sol abrazado por una luna. A su lado, una antigua estantería de patas de bronce bruñido repleta de aun más antiguos libros, un mullido y viejo sofá burdeos con dos cojines y un puff del mismo color completaban el cuadro.

Ante ellos, en el suelo, dibujado con las mismas maderas podía verse un pentáculo y un circulo a su alrededor. En su centro un pequeño altar con un libro, unas cuantas velas y un caldero.

Toda la habitación tenía diversas estanterías llenas de piedras de colores y cuencos, una de ellas tenía multitud de pequeños botes de cristal etiquetados un mortero y retazos de tela.

Helena era una bruja.

Andrea sintió el peso de aquella revelación sobre sus hombros.

Ella sabía que aquella mujer siempre había estado junto a su madre en la tienda de esoterismo, también sabía que, al igual que ella misma, era rarita, sabía que era empática y que tenía habilidades con las cartas del tarot y la clarividencia, pero nunca había imaginado esto. Sobre todo nunca hubiera pensado que no le confiara algo así, sabiendo como sabía lo mucho que le había gustado siempre pasar las tardes enteras allí, leyendo libros y absorbiendo todo tipo de información acerca de aquellas cosas... Incluso ella era quien le recomendaba que lecturas hacer.

     —¿Por qué? ¿Por qué no me lo dijiste?

     —No era el momento, cielo.

Sin más palabras se arrodilló en el suelo y comenzó a poner en él velas blancas rodeando el círculo dibujado en la madera.

Se acercó a un enorme mueble del mismo material que la estantería y abrió las puertas. Sacó algunas velas y hierbas y se acercó al círculo.

     —Una vela amarilla en el Este —dijo explicando sus acciones mientras ellos la miraban —Al Sur una vela roja —mientras hablaba iba poniendo cada una en su lugar —en el Oeste será de color azul y en el norte la vela verde.

Una vez estuvieron todas en su lugar se acercó a una de las velas blancas y sopló ligeramente.

Andy dio un respingo cuando  una por una todas se fueron encendiendo.

Helena entró en el círculo y tomó un cuchillo de doble filo y mango negro, caminó con el extendido en el sentido de las agujas del reloj hacia el Este. Una vez llegó donde se encontraba la vela amarilla se agachó hasta apoyar su mano en el suelo

     —El círculo fue creado y jamás será perturbado.

Dentro del círculo, la pelirroja encendió varios inciensos que rápidamente llenaron la habitación de un agradable olor a sándalo, cogió un saquito y sacó algo que parecía sal para echarlo en un cuenco de barro con agua. Caminando lentamente fue mojando sus dedos en el agua y  rociando a su alrededor.

De nuevo se acercó donde el caldero y diversos instrumentos descansaban en el centro del círculo y tomó lo que parecía una rama de árbol. Se acercó de nuevo donde había dicho que estaba el Este junto a la vela amarilla y levantó la rama en su mano.

     —Guardián de Este, que vienes de Gorias, protector de la lanza de Lugh, yo te invoco para que acudas a este lugar sagrado de magia como guardián y como mi testigo —fue hacia el Sur con su mano derecha elevando la rama hacia el cielo —Guardián del Sur ,que vienes de Findias, protector de la espada de Nuada, yo te invoco para que acudas a lugar sagrado de magia como guardián y como mi testigo. —Siguió caminando muy despacio con los ojos semicerrados —Guardián del Oeste ,que vienes de Murias, cuidador del caldero de Dagda, yo te invoco para que acudas a este lugar sagrado de magia como guardián y como mi testigo. Guardián del Norte, que vienes de Falias, cuidador de Lia Fail, piedra de la soberanía, yo te invoco para que acudas a este lugar sagrado de magia como guardián y como mi testigo.

Regresó de nuevo al centro del círculo y alzó las manos.

     —Bienvenidos sean guardianes a mi círculo sagrado.

Andy sintió un escalofrío cuando toda la estancia pareció cargarse de poder. Helena era una imagen bella y aterradora en mitad de aquel lugar, cubierta de luces y sombras por las velas, con sus ojos cerrados, su rostro hacia atrás y sus cabellos arremolinados sobre su cara. No había aire, pensó tragando saliva.

     —Padre, yo te invoco. Acudo a ti esta noche bajo la protección de tus brazos ayúdame a proteger este lugar sagrado de las sombras de la noche y las luces dañinas del día. Dale a mi hogar tu protección mientras dure la infame cacería. Padre tu humilde hija te implora.

Andrea podría jurar haber oído una voz masculina responder a las palabras.

Miró a Val que parecía aburrido ante todo aquel despliegue de magia.

     —¿Qué está ocurriendo? —le preguntó en voz baja

     —Deduzco que ella es una bruja —bajó su voz hasta convertirla en un suave susurro —claro que debe conocer a las Moiras, he oído decir que aman toda esta parafernalia que montan para hacer sus hechizos y sus cosas, es todo un espectáculo le concederé eso.

Podría o no ser una parafernalia pero sin duda era un espectáculo aterradoramente hermoso. Andrea se elevó un palmo del suelo y alzó sus manos, en la derecha aun la ramita de la que salió un rayo de luz azulada que envolvió la habitación y bajó por las escaleras. Se oyeron los ruidos de las ventanas cerrándose en los pisos inferiores.

     —Suena como una cámara acorazada cerrándose —susurró Andrea

     —Creo que eso es exactamente lo que ha sucedido. Nuestra pelirroja ha blindado la tienda para protegerte.

     —¿Y cómo demonios…? —Soltó un exasperado suspiro —olvídalo, puedo imaginar porqué lo sabe. Solo yo podría preguntar algo tan estúpido en un momento semejante. La mejor amiga de mi madre  flota en mitad de una habitación con piedras, velas y un caldero y aun le pregunto cómo podría ella saber en qué lío me encuentro, a un tío bueno mago al parecer, que lucha matando asesinos que quieren secuestrarme...

Valerius se sorprendió sonriendo lentamente.

     —Eres una adolescente muy extraña.

Andy no se dignó a contestar. Esperó tranquilamente mientras Helena agachaba la cabeza dando las gracias y comenzaba a limpiar el lugar silenciosamente. Cuando la última de las veles estuvo recogida se acercó a ella y la abrazó.

     —Estarás a salvo aquí, te lo prometo.

     —Oh Helena —le devolvió con fuerza el abrazo, estar con ella siempre le hacía sentir más fuerte y más segura —No sé qué decir, nunca imaginé que serías una bruja.

Ella solo sonrió divertida.

     —Bueno, digamos que no me gusta alardear —dijo moviendo la mano graciosamente y dejando una estela brillante a su paso.

     —Oh vamos ¡bruja!

Ambas rieron, Andrea con un pequeño toque de histeria.

     —Creo que tal vez sea hora de despertar —dijo suspirando pesadamente.

     —No despertarás pequeña —la voz de él resonó en la estancia.

     —Oh claro que lo haré y cuando lo haga tu simplemente harás puf y te esfumarás de aquí como si nunca hubieras estado antes.

     —Lamento la decepción que vas a sentir entonces. —su voz era divertida.

     —En fin, olvídalo —se volvió hacia la pelirroja —Él es Valerius.

     —Un placer —dijo ella coqueta ofreciéndole su mano —vaya vaya —dijo cuando él se la estrechó —ocultas muchas más cosas de lo que parece a simple vista.

El frunció el ceño y retiró la mano con incomodidad ante la atenta mirada de Andrea. Helena era una mujer espectacular, era preciosa y con un cuerpo de revista, no debía tener más de un par de años menos que Valerius y al guerrero parecía agradarle bastante lo que veía. Andy gruñó

     —De acuerdo, vamos a mi casa —dijo señalando el piso de arriba —Haré algo de comer mientras me contáis lo que me falta por saber.