Reuniones y decisiones precipitadas
—¿Qué ha pasado?
Andy estaba en el mismo lugar que cuando él se fue, no en vano apenas habían pasado diez minutos.
—Que ahora saben que este lugar es un refugio. Me pregunto cuánto tiempo tardarán en buscar el modo de penetrar en el.
—No te preocupes —Helena se acercó a ellos —Mis hechizos son muy poderosos, no les será fácil. —Le miró de arriba abajo descaradamente —¿Sabes? El rosa te sienta estupendamente y no soy partidaria de que tapes ese estupendo cuerpo, pero tal vez deberías ponerte algo de ropa encima.
Andy emitió una risita en el momento en que Val desaparecía.
—Eres malvada
La pelirroja rió alegremente.
—No creas, ese hombre no tiene pudor ni vergüenza, creo que se vería imponente desnudo blandiendo una espada a lo Conan el bárbaro —su mirada se perdió un par de segundos —sí. Puedo imaginarlo todo un bárbaro cañón.
Andrea prorrumpió en carcajadas
—Deberías ver al fortachón dos —dijo encantada.
—Mmmm —Helena fue hacia la cocina tarareando una canción —preséntamelo entonces —dijo subiendo y bajando cómicamente las cejas.
Andrea frunció el ceño ligeramente.
—Creo que es demasiado joven para ti. —Sonrió
—Entonces ese para ti y este para mí —espetó con un guiño.
Andy dejó de reír aunque mantuvo la sonrisa.
Helena la miró pensativa pero no llegó a hablar ya que el teléfono interrumpió sus pensamientos.
—¿Diga? —Andrea contestó agradeciendo hacer una tarea tan sencilla como la de contestar al teléfono en un día tan caótico.
—¿Andy?
—¡Héctor! —Contestó sonriendo —¿Dónde estás?
—Saliendo del MacDonal's, me encontré con Ady cuando iba a la comisaría. Tú y yo hablaremos después, me has dado un susto de muerte.
Ady era la mejor amiga de su hermano desde… bueno, desde siempre.
—Lo siento Héctor pero no pude avisarte. Prometo que te contaré todo después.
—No te muevas de ahí ¿Vale? Quédate con Helena hasta que yo llegue. Ahora pásamela.
—Está bien. ¡Helena! —Gritó dejando el teléfono sobre la mesa y acercándose al sofá —Héctor al teléfono.
Oyó a la mujer cerrar un cajón y apresurarse por el pasillo.
Desde que Andrea podía recordar, aquella mujer había estado en sus vidas, fue una gran amiga de su difunta madre, socias en la tienda y casi parte de la familia.
De pronto frunció el ceño mientras miraba el modo en que Helena enredaba un dedo en uno de sus bucles rojizos ¿Sería posible que ella siempre hubiera sabido la verdad? Se sobresalto ante la idea y se acerco lo suficiente para susurrar.
—¿Tú sabías que yo era como tú?
—Un momento querido —tapó el auricular y la miró con una sonrisa —cielo, tú no eres como yo, eres la hija de Balan —dijo como si aquello aclarara todo —Pero estate tranquila, no sabía quién eras, me enviaron a esperar… a vigilar, a buscar. Pero nada más —Volvió a destapar el teléfono —Está bien, cenará conmigo no te preocupes, la dejaré sana y salva en casa después.
—Genial —Andrea se dejó caer de nuevo en el sofá y se puso un cojín sobre la cabeza —¿Hay algo en mi vida que pueda considerarse normal? —Val se apareció ante ella mientras pronunciaba esa frase —No, creo que no.
Le miró y consiguió reprimir un suspiro a duras penas.
Estaba de muerte.
Se había vestido con una camiseta negra de manga corta y unos pantalones vaqueros que se ajustaban a sus piernas de un modo pecaminoso.
Ella no encontraba problemático que fuera más mayor ¿Le importaría a él?
Vio la forma en la que el mago contemplaba a Helena, como si fuera un helado y estuviera a punto de merendárselo… sí, seguramente le importaba, para él ella no era más que una niña al lado de aquella mujer.
—Vaya —La pelirroja se acercó sonriente —desnudo o vestido ¿Qué más da? Tú sí que sabes hacer palpitar el corazón de una mujer —dramáticamente se echó una mano al pecho y suspiró.
—Eres una payasa —Andy soltó una risilla al ver que Val se ponía ligeramente colorado, aunque no le gustaba un pelo el tonteo que tenían esos dos —No le molestes.
—Se acostumbrará —le dijo con un guiño travieso que no dejaba lugar a dudas sobre sus intenciones a corto plazo —Ahora, corazón, necesito saber qué es lo que está pasando aquí. Esta es mi casa, sé que ahí fuera hay muchas fuerzas poderosas acechando en la oscuridad, pero también sé que hay este no es el mundo de Andy, este no es su lugar. Quiero información amigo, y quiero la verdad ¿Por qué no la habéis llevado a casa?
Valerius miró los enormes y almendrados ojos ambarinos de Helena y suspiró, sacó el móvil del bolsillo de su pantalón y se alejó mientras hablaba en murmullos que Andrea no llegó a comprender.
—En una hora —dijo acercándose a ellas — nos iremos de aquí. En unos minutos llegarán mis compañeros. Es hora de irnos.
Helena asintió.
—Bien, así sea.
Alex caminaba por el pasillo de su apartamento.
Podía sentir a cada uno de los poros de su piel dilatados, la magia abriéndose paso en su interior como siempre que regresaba a casa después de una batalla. Sus deseos, sus anhelos, sus sueños, sus tristezas y esperanzas se habían multiplicado en un estallido incontenible de luz y color, casi visible desde que había conocido a la hija de Balan.
Su poder había crecido mucho en los últimos años, su empatía era tal que, desde su hogar podía oír a los humanos llorar, reír o incluso cantar, si quería. Pero rara vez lo hacía ya, era demasiado doloroso, demasiado físico.
Vio llegar a Nik vestido con un chándal humano bastante feo y de colores chillones que se ponía solo cuando quería hacer enfadar a su aristocrática hermana, se sentó plácidamente entre los enormes almohadones blancos que se extendían en el suelo como un gigantesco colchón y suspiró mientras hacía aparecer un enorme televisor y un mando de Play Station II.
—Nik eres un crío.
Cordelia se hizo una coleta y se acercó a Alex que estaba hablando por teléfono y tenía el ceño fruncido.
—En una hora —dijo suspirando —Dame unos minutos y estaremos allí —y colgó maldiciendo.
—¿Qué ocurre?
—Una bruja ¿Por qué no? —se sentó junto a Nik y en su mano apareció otro mando y el juego cambió al Call of Duty Blacks Ops II
—Oh vamos Alex —empezó a apretar botones como loco —si lo que quieres es patear culos espérate unas horas ¿Quieres? Acabamos de regresar de una noche llena de emociones fuertes y no sé tú, pero yo estoy cansado ¿Sabes?
—¿Solo sabes quejarte?
—Vivo para eso ¡Oh gran Escudero!
—En unos minutos nos reuniremos en la casa de Andrea y Héctor —dijo Alexander con rostro impenetrable y mirándolo con fastidio.
—¿La chica está dando problemas? —Preguntó Cordelia al ver la mueca de desgana que tenía.
—Si da problemas enciérrala en una habitación con Valerius —Nik dio un codazo a Alex —Creo que él estará más que encantado entreteniéndola.
—¡Es una niña! —Espetó Cordelia —Tiene solo diecisiete años ¿Sabes?
—¿Solo diecisiete? Vaya no lo sabía…
—Corta ya Nik —Alex venció la batalla —No está dando problemas, es la bruja la que me parece un inconveniente.
Nik soltó el mando, era inútil jugar con Alex porque no le había ganado nunca desde que se habían inventado los videojuegos.
—¿Una bruja?
—Vaya, eso no me lo esperaba —acotó su hermana.
Alex les miró frunciendo los labios.
—La mejor amiga de Angelina Grey… Lleva rondando esa familia casi quince años y eso es todo lo que importa. La hija de Balan es en este momento nuestra máxima prioridad. No podemos dejar que la Orden le ponga la mano encima. Siento el poder en ella y es fuerte. Muy fuerte —dijo mirándoles con intensidad —es de vital importancia que este a salvo aunque para ello tengamos que hacer alianzas con una bruja que, por lo que sabemos, podría estar ligada a la Orden.
—¿A la Orden? —Preguntó Cordelia resoplando.
—Mierda.
—Es frustrante —dijo Alex tocándose la frente —Cada vez que damos un paso alejándonos de ella se nos pega más al culo.
—Bueno grandullón —Nik se puso en pie —creo no vamos a descansar hasta llegar al hogar ¿Cierto? —bostezó exageradamente —Hagamos la maleta entonces y vayamos a por la princesita —Hizo una reverencia a su hermana —Usted primero, Alteza.
—Imbécil —murmuró ella entre dientes mientras él desaparecía por el pasillo —te juro que algún día le dejaré calvo y con problemas eréctiles de por vida.
—Vamos Cordy, llevas diciendo toda la vida —dijo divertido.
—Algún día querido —dijo antes de desaparecer.
Alex sabía que ella regresaría a recoger sus cosas a aquel pequeño apartamento en el que tantas horas había pasado mientras llevaban a cabo su misión. Esa mujer tenía el temperamento y la fuerza de su padre, aunque por suerte ella no era una puta sanguinaria como éste hubiera querido que fuera.
Sonrió.
Era hora de dejar aquel mundo por el momento, ya no tenía sentido seguir allí, no cuando su cometido había sido cumplido con éxito.
......
Cuando Nik, Cordelia, Alex y Sirio llegaron a la pequeña casa de Helena, se encontraron con una escena de lo más inesperada.
Andrea estaba en el vano de la puerta con los brazos cruzados y una expresión de ira contenida en el rostro. Cordelia hizo una mueca al ver el aspecto de la joven, al contrario de Alex, quien miró aprobador, con un brillo de interés en sus ojos.
—Wow
Nik fijó la vista en la punta de sus botas negras llenas de hebillas, parecían unas New Rock, con unos ocho centímetros de tacón de metal. Siguió recorriendo sus piernas, embutidas en unas medias rotas de redecilla, hasta el borde de una falda corta, negra y tableada que cubría la mitad de sus muslos. No era buena idea seguir subiendo la mirada, visto lo visto, pero lo hizo y descubrió como un corsé de cuero con un ligero acabado en gasa, tapaba su torso dejando sus brazos y sus hombros al desnudo, únicamente tapados con la cortina de cabellos negros y rojizos que caían hasta sus pequeños senos.
Desde luego aquella chica no iba a pasar desapercibida en su mundo, de eso no le cabía ninguna duda.
—¿Eres la hija de Balan o la última adquisición de Tim Burton? —preguntó Cordelia sin darse cuenta de la mueca que hizo su hermano al escucharla.
Andy dejó de fulminar a Val con la mirada y dirigió sus profundos ojos verdes a la hermosa mujer.
—Vaya, pensaba que lo de que las rubias son tontas no era más que un tópico.
Cordelia sonrió y se encogió de hombros.
—Por mí como si te vistes de tirolesa, me importa poco tu aspecto, lo único que quiero es volver a casa de una vez.
—Cordelia... —Alex miró con reprobación a su compañera y tendió la mano a Andy quien la tomó al instante —Te ves hermosa.
Nik y Valerius se giraron a mirar al Escudero con ojos desorbitados. La rubia abrió la boca con sorpresa y los tres boquearon como si intentaran decir algo y no encontraran las palabras. Andrea se sonrojó levemente y desvió la mirada de aquellos iris incandescentes que la contemplaban sin un solo parpadeo.
—Gracias
—No podemos llevarla así —espetó Val
—Te he dicho que si quieres que vaya será como a mí me de la gana o no iré.
—¡Maldita sea! ¿No comprendes la frase pasar desapercibido?
—No llamará tanto la atención —Interrumpió Alex —Te sorprenderás de nuestro mundo —Dijo con una sonrisa —Ahora no me cabe ninguna duda.
Cordelia resopló, Nik lanzó una carcajada y Val juró por lo bajo mirando furibundo al Escudero.
—Para ser de los novatos del grupo hablas demasiado.
Alex se encogió de hombros y sonrió de lado.
—Ser el niño de las Moiras tiene sus ventajas ¿No? —Soltó Nik.
—Vete a la mierda
Alex entrecerró los ojos y gruñó ante la mueca de burla de Valerius
—Es cierto, Cloto adora tu rostro angelical ¿Cierto?
—Niños niños… —Cordelia dio unas palmaditas poniéndose en medio del fuego cruzado —Es hora de irnos.
—Hay que esperar a Héctor —dijo Andy.
—Eso no es posible, querida.
La chica contempló anonadada a Helena quien, con una mirada maternal, se acercaba a ella despacio.
—Héctor no puede ir contigo allí donde vas cariño… Él no es como tú.
—No —susurró negando suavemente con la cabeza —No me iré sin él.
—Tienes que hacerlo —la mujer acarició un mechón de su cabello —Aquí ya no estás a salvo. Tu padre —frunció el ceño en advertencia al verla dispuesta a discutir —tu verdadero padre dio su vida por ponerte a salvo, es hora de que sepas la verdad, que conozcas la historia y que se haga justicia. Yo le explicaré a Héctor, yo me quedaré con él por un tiempo.
—Tenemos que irnos ya —Val vio de soslayo el modo en que Alex tiró de la mano de Andy y la pegó a su cuerpo —Cada segundo que permanecemos aquí es más peligroso que el anterior.
—Pero…
—Hay tiempo Andrea, pronto lo entenderás todo.
Un segundo después el timbre de la puerta sonó y, cuando Héctor de la Rosa entró en la pequeña casa, solo Helena permanecía de pie en el vestíbulo.