CAPITULO XX
Llegamos al rio. Carex con mucha delicadeza comenzó a desnudarme, tiraba mis ropas lejos, donde no pudiera verlas, me limpió con sus manos la cara llena de polvo y cogió mi cabeza entre sus manos mirándome detenidamente, lo vi sonreír, una de las pocas veces que lo hacía y aquello me hizo sonreír a mí también. Me desnudó por completo y luego se desnudó el, me miró a los ojos y me besó apasionadamente, sentí sus labios sobre los míos y una dulzura inexplicable que casi consiguió que me pusiera a llorar, pero preferí disfrutar de aquel beso. El beso terminó tan dulcemente como había empezado, Carex mordisqueaba mi labio inferior dudando si separar su boca de la mía, por fin se separaron nuestras bocas, Carex bajo sus manos por mis brazos a la vez que se arrodillaba y su cara bajaba poco a poco, observé que tenía los ojos cerrados aun, no los había abierto desde el beso, cuando sus manos llegaron a mi cintura y sus rodillas estaban completamente apoyadas en el suelo abrió los ojos a pocos centímetros de mi vientre, lo vi sonreír y besarlo con una extrema dulzura, como si fuera la porcelana más frágil, sonrió. Lo escuché susurrarle a mi vientre, sus labios estaban muy cerca de mi ombligo, susurraba sin parar palabras en su idioma que no entendía, por su mirada y por como las pronunciaba estaba segura que estaba hablando de amor, de ese amor que comparte un hijo con su padre, de protección infinita y de un futuro en común. Cuando terminó volvió a besar mi vientre y subió su mirada, se levantó lentamente, me besó de nuevo y me alzó en brazos.
Nos metimos poco a poco en el agua sin dejar de mirarnos, cuando el agua llegó hasta la cintura de Carex me soltó para que pudiera estar yo también de pie. El agua a mí me llegaba a la altura de mis pechos, Carex comenzó a lavarme, me puso de espaldas a él y me apartó el pelo de mi cuello haciéndomelo hacia delante, cogía agua con sus manos y la soltaba por mi cuello y espalda, algunos chorros bajaban por mi cuello hacia mis pechos, estos reaccionaron instantáneamente al tacto del agua unido con el tacto de las manos de Carex por mi cuello y mi cabeza, solté un gemido, noté que me ardían las mejillas pero no me importaba, no podía evitar sentir lo que sentía por él, ni erizarme cada vez que me tocaba. No sé si Carex no me escuchó o hizo como si no lo hubiera escuchado, pues continuaba con su masaje de agua por mi espalda. Yo sentía todo mi cuerpo ardiendo, tenía una imperiosa necesidad de él, pero no estaba dispuesta a admitirlo. Carex finalizó y me volvió hacia él, me cogió de nuevo en brazos y caminó hacia la orilla, no pude evitar recordar que aquella imagen era exactamente igual a una vivida unas semanas atrás. Aquellos recuerdos aumentaron la necesidad que inevitablemente estaba sintiendo en aquel momento, no sentía frio si no un tremendo calor interior, el agua que corría por mi cuerpo se fundía con la humedad que sentía en mi entrepierna, iba a explotar si no tomaba una decisión que consiguiera saciarme.
En sus brazos tenía muy a mano la cercanía de su cuello y mi boca estaba desesperada por besarlo allí donde se creaba el hueco entre la oreja y el cuello, mi cuerpo se inclinó por propia iniciativa y comencé a saborear aquel hueco húmedo por el agua sazonado con el sabor de su piel, noté que su cuerpo se tensaba, y aquello me animó más aun a seguir son mis besos, cerré mas mis brazos en torno a su cuello apoyándolos sobre sus hombros para poder acceder a cualquier parte de su cuello con mayor facilidad, el agua me golpeaba más fuerte, evidentemente había aumentado la velocidad para llegar a la orilla, desconocía si aquello era buena o mala señal, pero me dio igual aumenté yo mi ansia por devorarlo. Llegamos a la orilla, en un segundo Carex me soltó las piernas para que hiciera pie en el suelo y me apartó a medio metro de él, sus ojos estaban tan vidriosos como los míos, mis labios se encontraban inflamados por aquellos besos , se acercó a mí y con sus manos unió nuestros cuerpos haciendo que mi cuerpo se amoldara al mío, noté su pene erecto empujando contra la parte inferior de mi vientre, me tumbo con fuerza pero sin dejar que me hiciera daño contra el suelo cogió con su mano por detrás mi cabeza y la obligo a despegarse del suelo para alcanzar mis labios, su otra mano seguía apoyada en el suelo, y nuestros cuerpos ya no se encontraban unidos , lo que me dejaba espacio para poder acariciarlo y sentir cada uno de sus musculo ,así como su acelerado corazón, su boca se abría sobre la mía exigiendo la entrada de su lengua en busca de la mía, lo tuvo fácil, yo deseaba más que el aquel beso apasionado donde nuestras lenguas jugaban a no separarse con una fuerza y desesperación que nunca antes había conocido. Cuando nuestras respiraciones junto con nuestros jadeos parecían a punto de explotar se separó tan bruscamente como había empezado, volvía a ser mi salvaje, aquel que me deseaba con desesperación, comenzó entonces un reguero de besos en mis pechos junto con mordiscos que me hacían arquear la espalda buscando más su contacto, me moría porque me penetrara lo necesitaba con urgencia, mi cuerpo lo suplicaba, pero Carex no cedía y aquello me estaba volviendo loca. Siguió bajando llegó hasta mi entre pierna, acarició mi vientre y colocó cada una de sus manos en mis muslos para obligarlos a separarse, cerré los ojos, sabía que iba a besarme allí donde más húmedo estaba mi cuerpo donde el fuego ardía. Noté la punta de su lengua jugando con la cima de mi sexo, aquello me volvió loca, comencé a gritar y mis manos se fueron hacia su cabeza, simulaban empujarla para quitarla, Carex profundizó más con su lengua y noté que la presión de su lengua aumentaba en mi sexo, mi corazón se salía de mi pecho apoyé la cabeza contra el suelo, mis manos se apartaron de su cabeza para apoyarse en el suelo también, la sangre aumentaba de velocidad por mis venas, podía notarlo, mi cabeza estaba embotada, mi cuerpo comenzó a convulsionarse y por fin llegó el tan ansiado clímax, mi cuerpo se arqueo presionando mi sexo contra su boca mientras un grito surgido de las profundidades de mi cuerpo surgía de mis labios, Carex se detuvo y observó como las convulsiones eran continuadas , abrí los ojos , sonreía, mi cuerpo seguía convulsionándose con un orgasmo que no terminaba aunque el ya no me tocara. Apoyó su cuerpo contra el mío para intentar calmarme y por fin conseguí ser dueña de aquel cuerpo que acaba de hacerme llegar al más increíble de los orgasmos.
Carex movió la cintura para obligarme a abrir un poco más las piernas, noté su miembro en la hendidura de entrada a mi cuerpo, entró suave y lentamente sin dejar de mirarme a los ojos, yo seguía respirando con dificultad y a él se le veía tranquilo, pero su corazón lo delataba. Inició unas dulces embestidas sin prisa que agradecí, mi cuerpo ya se encontraba más relajado y aquello era el final perfecto y lleno de amor tras el éxtasis. Aumentó las embestidas y yo lo acompañé con mis piernas, llegamos juntos a un nuevo orgasmo donde mi cuerpo de nuevo se ajustó al suyo y un sonoro jadeo expiró de mi boca, me besó dulcemente, su lengua buscó la mía, pero sin necesidad, con la tranquilidad de una despedida, se tumbó a mi lado y puso mi mano sobre mi vientre, ladeé mi cabeza para mirarlo, el miraba hacia el cielo.
— Os amo— dijo presionando un poco más su mano contra mi vientre. Sonreí de escuchar aquellas palabras que estuve segura para el habían sido todo un reto, aquel salvaje incapaz de mostrar sus sentimientos no me miraba , pero sé que algún día lo haría, ahora me daba más que satisfecha con aquella declaración.
— Y nosotros a ti— le dije acercándome para besarle en la mejilla.
CAPITULO XXI
Aquella era mi casa, habían pasado unos meses desde aquel horrible incidente que no deseaba recordar, no había vuelto a ver a Ruth y a Steven, pero Carex me contó que Yakai había preparado unas hiervas que estos habían tomado, seguramente no por su propia voluntad, que les habían hecho olvidar todo, inclusive de dónde venían o quienes eran, luego ya, un grupo de indígenas los habían llevado hasta la orilla del rio lejos de la tribu y los habían dejado allí inconsciente para que fueran localizados. Kike por su parte, se había marchado, entre mi padre, Carex y yo habíamos decidido que Kike contara que yo había desaparecido en la selva, cuando lo estábamos planeando yo ofrecí varias soluciones, entre ellas poder ir a la civilización de vez en cuando para que no se me diera por muerta, pero cualquier posibilidad de que yo pudiera estar entre ambos mundos, era imposible, Carex temía por su tribu y yo también, después de lo acontecido era inviable permitir que alguien me siguiera y descubriera a los Anmethas, debía pasar por muerta y muy a mi pesar esa era la única solución que nos quedaba, ahora tenía que tomar la misma decisión que mi padre tomó en su día, y entendía sus motivos, pero esta vez, nadie me esperaba en aquel mundo que había sido el mío.
Aun así le dije a Carex que no estaba dispuesta a educar a mi hijo solo con las costumbres de la tribu, deseaba que desde el primer día supiera de donde venía y si en su momento aquel hijo deseara buscar sus raíces maternas nadie se lo impediría, y Carex aceptó, no de buen grado pero así lo hizo, demostrándome una vez más lo importante que era en su vida.
Uno de aquellos días me crucé por segunda vez con Yakai en el poblado, me pidió mediante señas que lo acompañara hasta el centro del poblado, allí de nuevo, delante de aquella piedra me dijo torpemente algunas palabras.
— Yo vi a Emilia– dijo no sin esfuerzo – tú salvas tribu, avisas de blanco malos, yo vi, vi eso cuando llegó papá, él no salvar la tribu, salvarla tú, pero el dar la vida a Emilia, Emilia salvadora, yo vi— reía – yo vi— y se alejó de mi repitiendo aquellas dos palabras mientras continuaba riéndose como un loco.
Carex vino a mi encuentro delante de aquella piedra.
— He visto a Yakai hablar contigo— me dijo esperando que le explicara lo ocurrido.
— Parece que los acontecimientos estaban escritos como debían suceder, que todo ha sido planeado por “algo” y ayudado por todos los que formábamos este círculo, que finalmente nos ha llevado a donde estamos, y él lo sabía, lo supo siempre, desde que llegó mi padre a este lugar— abracé a Carex sonriéndole.
— Soy feliz sabiendo que eres mi mujer— me miró serio, aumentando el peso de sus palabras.
— Yo también soy feliz de ser tu mujer, la mujer del jefe – reí, recordando algo que me había dicho mi padre meses atrás – pero no pienso gritar a todo el poblado anunciando los momentos importantes, no soy la pregonera de la tribu, ni deseo serlo— continué riendo con sorna.
— Seguiremos dejando que mi madre se encargue de esos quehaceres— sonrió también.
Y ahora, aquí estoy, relatando todo lo acontecido como en su momento hizo mi padre, en este viejo cuaderno que uso como diario accidental, que quien sabe si algún día, alguien lo encontrará y se sabrá que Emilia Bernal, no murió, si no que volvió a vivir como nunca antes lo había hecho.
F I N