CAPITULO IV

 

 

Me desperté, creí que la cabeza me iba a explotar, olía a inciensos muy fuertes lo cual aumentaba mi dolor de cabeza, apenas podía moverme, tenía la sensación de que mi cuerpo pesaba una tonelada, conseguí abrir los ojos, vi un techo hecho de hojas de palmera que no dejaban pasar la luz, la estancia era redonda, de madera y bejucos1, estaba tumbada sobre el suelo, me dolía todo el cuerpo, intenté levantar una mano, la tarea me costó varios intentos, al principio el musculo de mi brazo derecho se negaba a moverse el del izquierdo ni si quiera lo intenté, conseguí moverlo lateralmente para con los dedos tocar la cama sobre la que me habían recostado, estaba formada por pieles y bajo de estas había una especie de catre de madera y hojas. Recordé lo ocurrido, y pesadamente levanté mi brazo para mirarme donde me había pinchado aquel dardo, ahora tenía sobre la zona una especie de cataplasma de barro de color ocre, acerqué mi brazo hacia mis ojos para mirarla detenidamente, pero lo alejé al instante, desprendía un olor horrible. Me incorporé hasta sentarme con un esfuerzo sobrehumano que creí que no lograría conseguirlo, el dolor punzante atravesaba todo mi cuerpo. Decidí no hacer demasiado ruido para que no me escucharan mis captores. Vi a Kike en una cama a pocos metros de mí, chisté para que se despertara, lo llame por su nombre evitando gritar, no había manera de despertarlo, en ese momento se abrió la puerta de la choza, me quedé inmóvil mirando fijamente por donde entraba la luz, apareció una figura. Era una mujer que debía tener unos 50 años, aunque los indígenas siempre parecían más mayores de lo que realmente eran, el vivir al aire libre y de aquella manera los hacia envejecer rápidamente. Estaba muy morena como todos los indígenas que había conocido, llevaba puesta una especie de falda por las rodillas que parecía de algodón con muchos colores, y como era habitual, no llevaba nada en la parte de arriba, entre sus pechos colgaban un montón de collares, hechos de piedras de colores y plumas, reconocí en aquel collar alguna esmeralda junto con pequeñas pepitas que parecían de oro. Llevaba también una especie de bolsita pequeña de piel colgada de la cintura e iba descalza. Su melena era excesivamente larga (por debajo de las nalgas) y negra, moteada de canas en toda su extensión, la tenía recogida en una trenza rudimentaria con tiras de pieles que iban adornando cada trence de la misma. Cerró la puerta y me miró, sonrió abiertamente, con una sonrisa que mostraba algún hueco a falta de diente, como si se alegrara de verme despierta , se acercó a mí y se arrodillo junto a mi cama, acercó su mano a mi cara; instintivamente me aparte de su contacto, pero aquella mujer sin dejar de sonreír acercó aún más la mano, y termino acariciándome, acarició mi mejilla y mi pelo, y comenzó a hablar un idioma que no entendía, aunque en cierta manera me tranquilizaba, no trasmitía amenaza alguna en su tono, su voz era pausada y dulce.

No te entiendo— dije en susurros – ¿Dónde estoy?— pregunté sin esperar ninguna respuesta a mi idioma natal, era imposible que pudiera entenderme del mismo modo que era imposible que yo los entendiera a ellos, seguramente hablaban un idioma no catalogado y yo era la primera mujer civilizada que lo escuchaba.

En casa Emilia— dijo aquella mujer con un acento muy pronunciado, abrí la boca desmesuradamente, aquella mujer no solo hablaba con un acento casi entendible mi idioma si no que conocía mi nombre, hacía ya muchos años que no escuchaba a nadie llamarme por mi nombre completo. No dejaba de tocarme, ahora acariciaba mis brazos yo no era dueña de mí, entre el dolor que aun persistía en todo mi cuerpo y la sorpresa ante una indígena que parecía conocerme mi entendimiento estaba trastocado, se giró para coger una tinaja de agua con un paño, con el que limpió la cataplasma de mi brazo.

¿Sabes quién soy?pregunté sorprendida, miré a Kike que seguía durmiendo, ¿se habría despertado antes que yo y habría hablado con ellos?, me pregunté para mis adentros, me fijé bien en el cuerpo de Kike, ¿lo habrían torturado? Mi mente ya empezaba a volar con los peores temores, aunque descarté la idea mirando el cuerpo de Kike que estaba vestido pero que parecía no tener ningún rasguño, además aquella mujer no me había hecho daño, por ahora lo único que observaba es que estaba curándome. Mi brazo ya estaba completamente limpio, tenía un enrojecimiento considerable en la zona donde me habían pinchado, aquella mujer cogió un cuenco con más cataplasma ocre y se puso en los dedos para volver a untarme— No— dije quitando la mano— no quiero más potingue de ese que huele fatal— aquella mujer volvió a coger mi mano sin dejar de sonreír y pese a mis quejas unido a mi debilidad me untó más de aquello.

Cura pronto— dijo— papa quiere verte— terminó de untarme el brazo comenzando a entonar una cancioncilla con aquella voz que daba pequeños gritos algo desafinados, ajena a mi cara de sorpresa.

¿Papa?— había dejado de respirar— ¿quién eres?— cogí una bocanada de aire y de nuevo mis pulmones se negaron a expulsarla, tenía la sensación de que mis ojos estaban tan abiertos hacia aquella mujer que podía llegar a dar miedo, no quería parpadear por si aquello volvía a ser un sueño y me despertaba, parecía tan real, nunca un sueño había sido tan vivido.

Thali— dijo volviendo a acariciarme y trayéndome de nuevo de vuelta a la tierra. No era un sueño, imposible.

La puerta se volvió a abrir, entrando la luz de nuevo sobre aquella penumbra, casi se me paró el corazón al intuir que sería mi padre al que estaba al punto de ver, abrí desmesuradamente los ojos, aquella mujer también miró hacia la puerta, la luz que entraba por la misma quedó eclipsada por la figura de un hombre, cerré los ojos, me dolían de haber mirado tan fijamente la luz, instintivamente levanté mi mano y la utilicé para hacerme sombra y protegerlos para mirar de nuevo, solo veía una figura oscura, entró a la estancia no cerrando del todo la puerta tras de sí, bajé mi mano, por fin mi vista pudo enfocar a aquel hombre, y de nuevo era el, el indígena de aquella noche tan cerca de mi cara, el que me inyecto aquel veneno, estaba de pie, a escasos metros de nosotras, imponente, con aquella piel morena del sol y aquel cuerpo lampiño, aquellos ojos, ahora sin pintar, pero igual de negros. Mirándolo detenidamente y sin la pintura, apreciaba la forma almendrada de sus ojos y aquella cara fina recién lavada con su nariz recta y aquellos pómulos pegados a su boca. Era bastante musculoso, y se le marcaban los abdominales, mediría sobre 1,85 aunque desde el suelo donde estaba sentada parecía un gigante, tenía unas piernas fuertes, y en sus pies llevaba una especie de chanclas rudimentarias de piel, era simplemente perfecto, con aquella media melena negra algo ondulada cayéndole sobre sus hombros, la cual no le cubría la cara gracias a una cinta que llevaba en la frente de color marrón oscuro.

De la admiración de unos segundos pasé al pánico al ser consciente de la situación, otra vez el, y ahora, ¿qué pensaba hacer con nosotros? Apoyé mis manos en el catre y con ayuda de los pies intenté reptar hacia detrás con un sonoro “mierda” mientras histéricamente intentaba alejarme de él, que lentamente había comenzado a caminar hacia nosotras, aquella mujer “Thali” se levantó rápidamente y fue a su encuentro, iniciaron una discusión mientras ella, bastante ruda, lo empujaba de nuevo hacia la salida, no sé qué decían, pero sin duda él no estaba para nada de acuerdo y se resistía a marcharse sin dejar de mirarme por encima de la cabeza de la mujer, por fin aquella mujer consiguió que se marchara y cerró la puerta, volviéndose hacia mí con aquella sonrisa como si no hubiera pasado nada. Volvió a acariciarme, y se dirigió hacia una pared de aquella choza donde había una especie de hoya en la que metió un cuenco llenándolo de un líquido que luego me trajo para que bebiera. Me lo puso en las manos, e insistía por señas en que bebiera, respiré hondo, pensé que si hubieran querido matarnos ya estaríamos muertos, de manera que cerré los ojos, recé todo lo que sabía, que era bien poco, y bebí. Tenía un sabor fuerte a sopa de pescado pero sin sal, no era un manjar pero noté como mi cuerpo agradecía algo caliente, me bebí la mitad.

Graciasdije sonriendo, Thali afirmo en varias ocasiones con la cabeza sonriendo, volvió a acariciar mi cara y se marchó.

Deje el cuenco sobre mi cama y me acerqué a donde estaba Kike, me costó mucho levantarme pero conseguí poner en marcha mis pies.

Kike— le dije cerca de su oído mientras con los brazos movía su cuerpo lentamente en la cama— ¡Kike! –grite un poco más, acerqué mi oído a su corazón pegándolo a su pecho, aguanté la respiración para escuchar mejor, latía, estaba vivo, cerré los ojos y respiré aliviada manteniéndome apoyada en su pecho sintiendo su calor.

Que...haces— escuché a Kike que decía, levanté la cabeza y miré su cara, apenas tenía un ojo abierto— que…haces ahí…abajo... no tengo ganas…de fiesta… me siento fatal— balbuceaba, me levanté de golpe y le pegué un empujón más fuerte que el anterior y puse mi cara de pocos amigos.

Idiota, creía que estabas muerto, casi me da un infarto— me abalancé hacia el para abrazarlo y tumbarme a su lado, dejando así descansar mis piernas.

¿Dónde estamos?— preguntó consiguiendo abrir los dos ojos por fin, giró un poco la cabeza a un lado y a otro, se quedó en silencio evaluando seguramente la situación, casi pude ver que ponía su modo “policía activo”, apenas me miraba a mí, pero si miraba con detenimiento toda la estancia.

No lo sé, en alguna tribu, creo…que estamos secuestrados o algo así, aunque por ahora no nos han tratado mal— acerqué el agua con el que Thali me había limpiado y comencé a limpiar la cataplasma de Kike en el cuello, luego le puse barro fresco de nuevo imitando todo lo que aquella mujer me había hecho a mí.

Esto huele fatal— me dijo mientras se lo ponía, arrugando la nariz y estirando el cuello como si así pudiera evitar el olor que soltaba aquel barro.

Lo sé, pero parece que cura— le dije terminando de embadurnarlo con cuatro de mis dedos que después limpié sin pudor en mi pantalón.

Claro, tu no lo tienes tan cercar de la nariz como yo, tengo ganas de vomitar— dijo tapándose la nariz con la mano, mientras miraba mi brazo donde yo tenía la cataplasma, su cuerpo se contraía y en un determinado momento estuve segura que iba a vomitar, pero seguramente por vergüenza sacó fuerzas de donde no las había y aguantó el tipo.

Aguanta, creo que esto cura el veneno o lo que fuera que nos inyectaron…— lo animé, Kike abrió los ojos como platos posiblemente recordando como habíamos perdido el conocimiento y se incorporó lentamente.

¿Y mi pistola?— noté que su pulso se aceleraba, apretó los dientes, me limité a encoger los hombros a modo de respuesta.

No sé ni donde están nuestras mochilas, supongo que lo tienen todo ellos, y no creo que nos lo vayan a devolver, al menos, seguro que la pistola no— aunque aquellos indígenas no hubieran tenido contacto con la civilización yo estaba segura que reconocían todo aquello que resultaba un peligro para ellos, aquello desconocido, no solo la pistola, que estaba segura no sabían utilizar pero podían intuir que era un arma de defensa, si no también mi mochila con todas las jeringuillas y tarritos de vacunas que seguro que también desconocían y lo tendrían en el mismo sitio que el arma.

¡Joder!—gritó Kike pegando un puñetazo contra el suelo de madera en un ataque de ira y frustración.

Le acerqué mi tazón con la mitad de sopa que me quedaba y se lo ofrecí, Kike arrugó la nariz y me recordó que estaba al punto de vomitar mientras lo rechazaba con aspavientos, estaba cabreado y en esos momentos no había nada que pudiera aplacar su irá, esperé unos minutos a que se relajara para evitar que me lanzará cualquier improperio producto de la tensión.

Tras lo que calculé serían unos 15 minutos Kike consiguió poner de nuevo en marcha su cuerpo, estábamos los dos levantados, dando vueltas por la tienda sopesando nuestra situación y decidiendo que debíamos hacer, Kike había visto muchas películas, no dejaba de calentarme la cabeza con cosas horribles que nos iban a hacer los indígenas, entre ellas comernos, yo le quitaba “hierro” al asunto, no sabía lo que iba a pasar, pero algo si tenía claro, si cuando nos descubrieron no nos mataron ahora no lo iban a hacer, mi mayor preocupación era como iba a conseguir que nos dejaran volver a casa.

¡Basta!— grite cuando no podía soportar más a Kike y sus locuras— necesitamos un plan…—dije más tranquila, sentándome en el suelo y cogiendo una ramita que había por allí tirada para dibujar sobre aquel suelo de madera algún “plan de salidas de emergencia”.

Bueno, tu eres la experta, que has pensado, ¿hablamos con ellos o intentamos huir?— lo último lo dijo con sarcasmo, mientras se sentaba a mi lado y observaba como empezaba a hacer garabatos en el suelo que ni yo sabía que estaba dibujando.

Me hubiera gustado poder responder a su pregunta con facilidad, pero no podía, por un lado mi parte racional me pedía que saliera e intentara hablar con ellos, Thali había demostrado ser conocedora de nuestro idioma aunque no se expresara muy bien y costara entenderla, por otra parte la opción de huir no era del todo mala. Tenía claro que esta gente no estaba muy civilizada según nuestro modo de vida, seguramente no habían tenido contacto con la gente blanca, y era más que dudoso que nos dejaran irnos sin más, estas gentes conocían perfectamente al peligro que se exponían si eran descubiertos. Me acerqué a la puerta y la abrí un poco para poder curiosear, así mirando calculaba que habían unas 40 chozas, era una tribu muy grande, de las más grandes que había visto en estos años, calculaba entonces que seguramente vivían unos 120 habitantes, me fui a la parte trasera de la choza, metí las manos entre las ramas que formaban aquella estancia e hice un hueco, tenía la esperanza de que tras aquella choza solo hubiera selva pero no, habían más chozas, debíamos estar en el centro del “pueblo”, “menuda suerte”, pensé.

¿Listilla que haces?— preguntó Kike ya desesperado viendo como volvía a sentarme a su lado y ahora ya dibujaba círculos alrededor de un círculo central.

Pensar, estamos rodeados de chozas, esto debe ser el centro de la tribu…. Se complica la cosa, y he descartado, Dios sabe porque, el intentar dialogar, la opción de huir es mejor— dije mientras señalaba con la ramita que tenía entre las manos mi dibujo y marcaba con una x la choza donde nos encontrábamos nosotros, me levanté y me dirigí hacia la pared donde había hecho una pequeña mirilla con las manos, las metí de nuevo y agrandé aquel agujero.

Bien, deduzco que vamos a salir por la puerta de atrás— dijo Kike ayudándome a agrandar la zona de escape aceptando de ese modo mi plan como efectivo y con posibilidades de éxito.

Si, vamos a ir escondiéndonos entre las chozas hasta llegar a la selva, ¿crees que podrás llevarnos de regreso a la zona donde nos dejó el guía?— lo habíamos perdido todo, solo llevábamos lo puesto, ni brújula, ni relojes ni nada…

Si, caminaremos por la noche, nos guiaremos por la estrella polar— argumentó seguro de sí mismo, aquello me dio la suficiente confianza y ánimo para creer que aquello nos saldría bien.

Vale— dije al tiempo que cortésmente lo invitaba a que fuera el primero en salir.

Salimos al exterior, estaba anocheciendo, apenas hacíamos ruido, caminábamos de puntillas como si así pudiéramos amortiguar nuestros pasos. Nos cruzamos con varios indígenas, pero conseguimos que no nos vieran, escuchaba los latidos de mi corazón que gritaban por salir de mi pecho, llegué a estar segura de que serían estos los que nos descubrirían, de vez en cuando miraba a Kike para asegurarme que él no escuchaba mi corazón y que solo estaban aquellos latidos en mi cabeza, nos apoyamos en una choza agotados, no habíamos recorrido más de 50 metros pero la tensión estaba matándonos y los restos de aquel veneno que nos habían inyectado no facilitaba las cosas, una niña apareció delante de nosotros, debía tener unos 5 años, nos sonrió, Kike se puso el dedo en la boca y le indicó que no hiciera ruido, a la niña le resultó gracioso el gesto porque comenzó a reír.

Fantástico, lo has arreglado Kike— le dije, en segundos escuchamos a una mujer gritar como si se hubiera vuelto loca— Thali— dije, reconocí enseguida su voz.

¿Quién?— preguntó Kike, mirando hacia el lugar de donde provenían los gritos, pero sin poder ver nada ya que las chozas no estaban alineadas y no facilitaban la visibilidad.

Vamos a tener que correr— la niña ya no reía, ahora miraba hacia donde provenían los gritos al igual que nosotros, la diferencia es que ella si parecía entender lo que aquellos gritos decían.

Salimos corriendo, solo miré hacia atrás una vez, la imagen que vi fue a aquel hombre, que ya se había convertido en mi peor pesadilla, en cuclillas hablando con la niña que le señalaba por donde habíamos ido. Nuestras miradas se cruzaron, en ese momento supe sin lugar a dudas, que aquel hombre me seguiría a mí.

¡Separémonos!— le grité a Kike mientras corría en otra dirección para separarme de él, al menos él tendría una oportunidad, era lo menos que le debía.

¡No! – gritó el deteniéndose y mirándome mientras yo cambiaba de nuevo de dirección. Mi menté buscó el insulto adecuado a Kike pero mi boca no lo llego a decir, no entendía porque se había detenido.

Me detuve mirándolo yo también.

¡Kike, si nos cogen a los dos no podremos hacer nada!— le supliqué con la mirada, nos distanciaban unos 20 metros, vi cómo se tiraban dos hombres sobre él, lo habían cogido, miré al frente y seguí corriendo hacia la selva.

Mis pies dejaron de correr abruptamente, tropecé y caí de cara sobre la tierra, me golpeé al caer contra una piedra más grande que mi puño en la frente pero no perdí el conocimiento, me dispuse a levantarme pero no podía, giré mi cuerpo sobre la tierra y me miré los pies, los tenia enredados en una boleadora1, recordé que en otras ocasiones se las había visto a otros indígenas, encogí las piernas e intenté deshacer la boleadora con las manos, pero no me dio tiempo, noté como se arrojaba sobre mí un cuerpo, tiro de mis hombro hacia atrás obligándome a tumbarme de nuevo en el suelo sobre mi espalda, la presión que ejercía era mucho superior a la fuerza que yo tenía, intenté golpearle con las manos, pero aquel hombre cambió de posición las suyas y sujetó mis muñecas presionándolas contra el suelo por encima de mi cabeza todo lo alejadas que podían de esta, lo miré, el observaba mis manos para asegurarse que las tenía bien cogidas, y luego bajó la mirada, “¿otra vez?” pensé , de nuevo aquel odioso hombre, lo odiaba, lo odiaba con todas mis fuerzas, intenté moverme, él estaba sentado sobre mi abdomen con sus piernas abiertas, conseguí en un impulso de pura rabia mover su cuerpo un poco, noté que presionaba más mis muñecas y se tumbaba sobre mí para abarcar con su cuerpo mas parte del mío, sentí como presionaba mis pechos contra su torso, aquello saco de mi boca un gemido involuntario, acercó más su cara a la mía igual de limpia que la última vez que lo había visto, yo apretaba fuertemente los dientes; por un lado por la rabia que sentía al verme apresada, y por otro lado para impedir que otro gemido saliera entre ellos. Al intentar de nuevo moverme el me gritó, simplemente grito a escasos centímetros de mi cara, pensé que también quería expresar su rabia, porque me miraba con el mismo odio con el que yo lo miraba a él, se acercó más a mí, había poca luz entre nuestras caras, su pelo era una cortina que nos tapaba de las miradas ajenas, cambió su semblante y me miró con curiosidad, yo también dejé de apretar los dientes, y entreabrí los labios dejando que el aire retenido saliera por ellos, el fijó su mirada sobre ellos y entreabrió también su boca….”¿ Me iba a besar?” pensé “ después de envenenarme, gritarme, atacarme con la boleadora, tirarme al suelo…..¿sería capaz?” quise sentir miedo, pánico, asco, cualquier sentimiento acorde con aquel hombre y aquella situación, pero solo sentí deseo, todos mis músculos se relajaron, y él lo notó, porque aflojó la presión de mis muñecas.

Escuché gritos a mi alrededor, pero no podía dejar de mirarlo, escuché latigazos, y vi como volvía la luz entre nosotros, aquel hombre había levantado la cara y cerrado con fuerza los ojos, me soltó y se quitó de encima de mí, sentí abandono y frío cuando nuestros cuerpos dejaron de tocarse, me senté sobre el suelo por instinto, estaba rodeada de indígenas que me miraban sorprendidos, Thali estaba allí con un manojo de lo que parecía fusta y golpeaba a aquel hombre cuando le gritaba, dudo que le hiciera mucho daño, pero aquel hombre se enfadaba igualmente con ella y seguían discutiendo.

De entre las gentes se abrió paso un hombre, que iba hablando para que se apartaran, por fin consiguió llegar a aquellos dos y puso paz. Luego todos los allí presentes me miraron, yo miré a aquel peculiar trío, y el corazón dejo de latirme. Aquel hombre no estaba tan moreno como el resto, era un hombre blanco, de pelo cano, bestia una túnica de lana de color crudo, reconocí sus ojos de mis sueños, su boca, su cara, aquel cuerpo…. no podía ser, realmente existía, y lo que en principio pensé que era peor, era mi padre.

Emiliadijo acercándose a mi lentamente, tendiendo su mano amistosamente hacia mí, creí desvanecer, pero todo lo contrario, como aquel hombre iba acercándose a mí, sentía el mi corazón salirse del pecho.

Se acercó solemnemente, se puso de cuclillas y comenzó a desatarme los pies, nadie hablaba, todos observaban la escena, yo tampoco sabía que decir, me dolía la garganta, se me había hecho un nudo excesivamente grande, quería explotar a llorar, pero luchaba por no hacerlo, no se merecía ni una lagrima mía, tenía que aguantar como fuera.

Nunca creí que volvería a verte— tiró la cuerda hacia un lado y masajeó mis tobillos marcados— no sabes lo mucho que te he echado de menos, mi amor, ya eres toda una mujer, pero aun así te reconocería en cualquier lugar— recogí mis piernas y las rodeé con mis brazos protegiendo con mis piernas mi corazón, evitando que saliera de mi pecho y pudiera verlo en aquel estado.

Mientes— me salió un hilillo de voz, me arrepentí nada más decirlo, no porque no lo sintiera, sino porque con aquella palabra las lágrimas se habían escapado solas y ahora no podía controlarme, dudaba mucho que realmente me hubiera echado de menos. Recogí aún más mis piernas, sentí que la vergüenza me invadía y escondí mi cara entre mis rodillas sin dejar de llorar, no podía controlar mis suspiros que eran exageradamente sonoros.

Mi niña— noté que mi padre me abrazaba y me besaba en la cabeza— perdóname— comenzó a susurrar una canción que no entendía ni reconocía, a la vez me movía como si me estuviera meciendo, dejó de abrazarme con una mano, noté que hacía gestos, escuché a Thali dando órdenes, y luego de nuevo volvió a abrazarme y siguió cantando.

No sé cuánto tiempo pasó hasta que conseguí calmarme y levantar la cabeza, mi padre aun me tenía entre sus brazos, delante de mi estaba Thali con aquel hombre odioso, yo simplemente me dejaba hacer, las fuerzas habían huido de mi cuerpo y era incapaz de apartarme.

Vamos a casa— dijo mi padre ayudándome a levantarme tomando la iniciativa de movernos de aquel lugar.

Aquí no está mi casa— dije yo mirándolo, parecía cansado, e igual de triste que yo.

Ven a mi casa, tenemos mucho de qué hablar Emilia, necesito contarte muchas cosas— no acepté su mano en un ataque de orgullo, y tras un par de intentos por incorporarme lo logré sola sintiendo dentro de mi tristeza un pequeño triunfo, volvió a intentar darme la mano para que camináramos juntos, pero no hice amago de cogerla, a mi mente vino la frase “ya es tarde”, caminamos los cuatro juntos dejando un espacio de un metro unos de otros.

¿Y Kike?pregunté, me había olvidado completamente de él. Mi padre miró a aquel hombre que estaba delante, hablaron durante unos segundos, el indígena cambió su cara, me miró, y respondió bastante enfadado. No sabía que le había dicho mi padre, pero no tenía dudas que era algo que no le había gustado.

Lo tienen atado en la cabaña donde estabais— seguíamos caminando, me detuve y lo miré.

Tengo que verlo, hay que soltarlo, no se irá sin mí— mi padre afirmó con la cabeza y hablo con Thali y el indígena, este me miró de nuevo apretando la mandíbula y comenzó a caminar en dirección contraria a la nuestra.

De acuerdo, Mariquilla, iremos primero a verlo— con su brazo tocó el mío animando a me continuar, yo ordené a mis pies que hicieran caso e iniciaran la marcha, allí me sentía demasiado expuesta y tenía los nervios a flor de piel.

Gracias, y no me llames Mariquita— supliqué con la mirada, era demasiado doloroso. De llamarme mi nombre completo había pasado a utilizar el apodo cariñoso que no recordaba haber escuchado nunca de él, pero que mi abuela en más de una ocasión me había dicho que mi padre se refería a mi desde el día de mi nacimiento, intentando la pobre mujer hacer palpitar mi corazón hacia mi progenitor y que algún día fuera capaz de perdonarlo. El afirmó con la cabeza.

No tardamos en llegar a la choza donde se encontraba Kike, no la reconocí, pues la mayoría de chozas allí eran muy similares aunque ninguna parecía ser de igual tamaño. Entramos, Kike estaba atado a un poste central de la misma que hacía de pilar, me molestó que no lo hubieran soltado todavía. Solté a mi padre y corrí hacia él, Kike no dijo nada solo miraba, le solté las manos, rápidamente se giró y cogió mi cara entre sus manos, vi que miraba fijamente el lado derecho de mi frente, con los dedos de una mano tocó donde me había dado el golpe.

Ay— dije cerrando los ojos de dolor y apartándome de su contacto. Había olvidado que durante mi caída se había interpuesto una piedra entre el suelo y yo, en ese momento había notado un dolor que me taladraba la frente pero ahora el dolor había desaparecido, excepto cuando Kike había apoyado sus dedos.

¿Qué te han hecho?— preguntó Kike mirándose los dedos con mi sangre y poniendo sus manos contra el suelo al punto de empujarse para levantarse del suelo y salir como un toro hacia nuestros captores. Le puse una mano en el hombro para que se relajara y evitar así que se levantara hasta que terminara de escucharme.

Me caí y me golpeé con una roca, no me han tratado mal, quiero presentarte a… Álvaro Bernal…— dije el nombre de mi padre con pesar, no estaba dispuesta a llamarlo padre tampoco estaba preparada, para mí era un desconocido más junto con aquellos indígenas, Kike se giró y miró al hombre que había de pie al lado de una mujer en la puerta, el otro indígena había desaparecido aunque yo estaba segura que había entrado junto con nosotros.

¿Es tu padre?— me preguntó volviendo a mirarme, me cogió de la mano y la apretó en un intento de darme fuerzas, aunque yo ya había superado el primer shock al conocer quién era, no solté su mano, agradecía aquel apretón que me demostraba que estaba allí, se giró hacia la puerta de nuevo para observar más detenidamente a mi padre.

Si… lo es— vi como mi padre sonreía y se limpiaba la mano con la túnica mientras se acercaba lentamente y con precaución, creía conocerme a mí pero desconocía de donde venía Kike, le ofreció la mano rudimentariamente limpia, este antes de dar la suya dudó, pero luego se dieron la mano a modo de saludo.

Enrique— dijo Kike sin soltarme de la mano. Mi padre lo ayudó a levantarse a la vez que le daba la mano.

Al…varo— dijo mi padre, lo miré extrañada, había dudado al decir su nombre, era como si no lo reconociera como suyo, quizás se lo hubiera cambiado, no sería extraño, recordaba que en algunas tribus cuando las visitaba durante mi trabajo después de dos o tres días me llamaban por otro nombre que adaptaban a su idioma y que normalmente aceptaba como propio para no hacerles el feo.

Kike, Emilia— dijo mi padre hablándonos a los dos— nadie os va a hacer daño aquí— la mujer nos miraba, creo que solo había visto a la mujer sin sonreír cuando le pegaba a aquel indígena que la había tomado conmigo con la fusta, el resto del tiempo no dejaba de hacerlo— Emilia necesito que hablemos, tenemos muchas cosas que hablar, y Yakai, nuestro Chaman, me aviso de tu llegada, me dijo que venias buscando respuestas, estoy dispuesto a contestarte a todas las preguntas que formules. Preferiría que habláramos a solas, pero entenderé que tu marido quiera estar presente— miró a Kike, nosotros a la vez nos miramos, y como siempre sin hablarnos solo con mirarnos tomamos la decisión de no sacarlo de su error.

Ves— me dijo Kike apretándome la mano— estaré bien— sonrió dándome ánimos, el sabía que la primera conversación con mi padre debía ser privada, solo nosotros dos, sin nadie que se enterara de lo que especialmente yo llevaba dentro y tenía que sacar fuera para al fin sentirme libre.

No te alejes— le supliqué como si fuera a desaparecer en el momento que yo saliera de aquella choza, él afirmó con la cabeza, le di un beso en la mejilla y lo abracé durante más tiempo del que podía considerarse habitual.

Mi padre abrió la puerta, salió Thali, luego mantuvo la puerta para que saliera yo. Thali iba delante, los indígenas no dejaban de mirarnos, realmente no dejaban de mirarme a mí, notaba todas sus miradas clavadas en todas las partes de mi cuerpo, entendía que era la novedad en el poblado aunque eso no evitaba que me sintiera incomoda y quisiera llegar cuanto antes a la choza de mi padre. Llegamos por fin a una choza más grande que en la que había dejado a Kike, entramos, tenía tres estancias separadas entre sí por paredes de madera en tiras, la estancia donde se encontraba Kike recordé que solo tenía dos estancias. Mi padre hablo durante unos segundos con Thali, luego me dijo que pasáramos a una de las estancias. En la estancia había dos catres y vi como él se sentaba en uno, así que hice lo mismo en el que quedaba, justo frente a él.

No sé por dónde empezar… — dijo mirándome, había unido sus manos y las tenía sobre sus piernas, noté que no dejaba de moverlas como intentando calentarlas, aunque frio allí no hacía, supe que era un tic nervioso, yo también intentaba hacer fuerza contra el suelo para que mis piernas no comenzaran a temblar, el corazón lo tenía en la garanta, y pensé que él podía ver como latía en mi cuello, no quería mostrarme nerviosa, quería parecer una mujer tranquila y fría que se enfrenta a una situación ausente de sentimientos, pero no iba a poder lograrlo.

¿Por la parte en la que me abandonas?le reproché, las palabras salieron rápidas y con aquel tono sarcástico que afortunadamente hizo que mi corazón dejara de latir en la garganta, lo agradecí, por mi mente fugazmente pasó una veta de arrepentimiento que deseche con rapidez, supe que mi falta de tacto había hecho que la conversación se cortara sin haber empezado aun, no quería pedir disculpas, no las sentía, pero estaba segura que si no decía o hacia algo, aquel silencio se iba a prolongar demasiado tiempo— lo siento— dije mirándole a los ojos sin sinceridad.

No, no lo sientes, y lo entiendo, no voy a contarte mi vida antes de que nacieras y durante tus primeros años, supongo que tu abuela, te habrá puesto al día de mi manera de vivir, mi trabajo y esta— miro alrededor incluso enfatizó levantando las manos a lo que se refería— mi pasión— de nuevo la frustración junto con el odio se había adueñado de mí, ¿ cómo se atrevía a decirme a la cara que aquello que nos rodeaba era más importante que yo?, me dieron ganas de levantarme y abofetearle por tener tan poca sensibilidad. Respiré hondo y continué si cortaba ahora la conversación no conseguiría las respuestas que había ido a buscar.

Sí, tengo tu diario en casa, la abuela murió hace unos años— dije acongojándome, observé que mi padre bajaba la mirada y se observaba las manos que seguían unidas, las apretaba con fuerza, acababa de enterarse del fallecimiento de su madre, en el que el no estuvo presente. Tardó unos minutos en responder.

Cuando decidí dejar todo de ladosuspiró mirándome, “incluso a mi” pensé, vi que sus ojos volvían a centrarse en la conversación inicial intentando apartar de su mente el pesar por la muerte de su madre , me miraba fijamente su semblante mostraba arrepentimiento – supe que nunca sufriría por vosotras al no veros, pero conocer ahora que mi madre ha fallecido me duele en lo más profundo, os abandoné, sí, pero nunca os olvidé a ninguna de las doscalló de nuevo, y se quedó pensativo mirando sus manos, quizás comentarle el fallecimiento de mi abuela no había sido una buena idea, es posible que no pudiera continuar hablando conmigo, lo escuché suspirar y coger aire — entonces no lo había perdido— lo miré extrañada – el diario— retomó el hilo de la conversación que habíamos comenzado, sonrió con tristeza, sentí alivio al saber que seguiría hablando— disculpa, comenzaré por donde dejé de escribir el diario— suspiró, aquello le estaba costando horrores, lo sabía, pero más me había costado a mi vivir estos años sin la figura materna ni la paterna, ningún niño se merecía eso—… me adentré en la selva, caminé durante seis días, leerías en el diario que sabía cazar, conseguir agua, hacerme canoas… en definitiva, sabia sobrevivir, pero tuve mala suerte, y al sexto día me crucé con una serpiente que me atacó clavándome sus afilados colmillos en mi pierna— hizo una pausa, soltó sus manos y con la derecha tocó su pierna por debajo de la rodilla, se frotaba recordando aquella escena.

Se me pusieron los pelos de punta solo de pensarlo, allí las serpientes no eran culebritas que te dejaban uno o dos colmillos marcado en la piel y tenías un dolor local durante unos días, allí si te mordían podías darte por muerto.

Sobreviviste— dije para que continuara y sacarlo de sus recuerdos. Sus manos volvieron a su posición inicial, carraspeó.

Si, creí que era el fin, no tenía antídotos, que poco inteligente por mi parte— se rió— no había traído conmigo ninguno, falta de previsión— se recriminó, recordé que yo si los había traído pero no los tenía conmigo, apunté en mi mente pedirle que me devolvieran la mochila lo antes posible, no quería que me ocurriera a mí lo mismo— pero sobreviví si, cuando estaba al punto de morir el jefe de esta tribu se apiadó de mí y me trajo aquí. Yakai— recordé al nombrarlo que mi padre que se refería al Chaman— me curó, me tuvo durante días bebiendo pociones y rezando a los dioses para mi recuperación, contó al pueblo que era su salvador, que algún día salvaría a la tribu, así que cuando me recuperé, todos me acogieron como si fuera uno más de ellos, aprendí muchas cosas, nunca había conocido una tribu tan salvaje, sin contacto con la gente como nosotros, hasta que llegué yo….— levanté la mano para que dejara de hablar.

¿Es la tribu que buscabas?— lo interrumpí, podía parecer una pregunta tonta pero tenía la necesidad de saber si todo aquello había valido para algo, si poner su vida en peligro había tenido el resultado que toda la vida había estado buscando.

Si, Emilia, son los Anmethas— dejo de hablar y se quedó mirándome escudriñando mi cara, que en esos momento era de hierro y no dejaba trasmitir ningún sentimiento.

Continua— dije para que dejara de mirarme, temía que en algún momento mi cara mostrara algún sentimiento que no fuera odio o indiferencia y estuviera el ahí para detectarlo.

Como te iba diciendo me acogieron de buen grado, y he vivido con ellos durante todos estos años, he conocido sus costumbres y he hablado con ellos de las nuestras, y bueno esa es la explicación de lo que ocurrióterminó. Me puse a reírme sarcásticamente, toda mi vida dirigida a encontrarlo y todos estos años quedaban resumidos en apenas un par de frases, ahí se acababa todo.

¡¡No me has contado nada!!— casi grité, aquello no había sido más que una novelita de aventuras que nada tenía que ver con las verdaderas respuestas que estaba buscando, aquellas que no me habían dejado vivir una vida como cualquier persona corriente.

¿Qué más quieres que te cuente?— preguntó sorprendido ante mi estallido de pura frustración, el no alzaba la voz, parecía mucho más tranquilo que yo, y eso me sacaba más de mis casillas.

¿Qué más? ¡Por favor!, ¿te burlas de mí?— lo vi negar con la cabeza, soltar sus manos y acercarlas a mí para tocarme, me aparté de su contacto — ¿Porque me abandonaste?— se lo escupí con todo el rencor guardado durante estos años de mi vida – ¿Porque no volviste a buscarme?— el nudo en la garganta había vuelto, y me impedía hablar… apreté los dientes intentando morder aquel nudo y deshacerlo.

Nunca quise abandonarte, hablé con Yakai, le pedí que me dejara ir a verte, pero no quiso, podía haberlo hecho, es culpa mía— dijo con pesar— pero Yakai, habló conmigo una noche que estaba desesperado por ir a tu encuentro, me dijo que había visto tu destino, y que yo no formaba parte directa de él, que ibas a ser una niña feliz junto a tu abuela, y que me necesitaban para ayudarles, tuve que elegir entre ti y esta tribu…… Yakai me habló de muertes en su tribu, muchísimas muertes, era tu vida o la de ellos, pero no era eso lo que más pesaba, lo que más me pesó a la hora de elegir fue que tu vivirías y que ellos no. Intercambié tu vida por la de ellos, aunque el precio objetivamente era muy diferente, a mí me dolió como si fuera igual— le vi llorar en silencio, largas lagrimas recorrían su cara, pero no dejo de hablar— me arrepiento de no haber tenido otra elección, no puedo arrepentirme de lo que hice, lo siento— sentenció.

Genial— comencé a llorar, no se arrepentía de lo que había hecho y lo peor no cambiaría su vida para estar conmigo, aquello no era lo que esperaba, esperaba que me contara que lo secuestraron y que nunca lo dejaron salir de allí, que lo amenazaron de muerte, cualquier cosa que explicara que no había podido volver a por mí— ¡¡simplemente genial!! espero que el Chaman tenga razón en lo que dijo, y eso supla el haber estado alejado de tu hija, ¡no te voy a perdonar nunca!— exploté a llorar, no podía dejar de hacerlo, notaba como mi padre me miraba, y simplemente me dejaba descargarme. Estuve un rato así hasta que conseguí calmarme, miré a mi padre, tampoco había dejado de llorar en silencio, sin dejar de observarme pero manteniendo la distancia, sabía que no hubiera soportado que me tocara, no en ese momento en el que sus respuestas no habían cumplido mis expectativas.

¿Has sido feliz aquí?le pregunté, estaba segura que si me decía que no, era capaz de levantarme y arrancarle los ojos. Quizás me había vuelto loca tras su confesión pero que respondiera afirmativamente podía aplacar en parte lo que sentía en ese momento.

Si, nunca fue mi felicidad plena al no tenerte, pero si he sido feliz….a los diez…años— titubeo, noté que no estaba seguro de contármelo, pero yo sabía que nada podía ser peor de lo que ya había escuchado.

Por favor, continúa, no soportaré una charla de esta envergadura cada día— le dije para que continuara, estábamos solos y quería saber todo de su boca, no quería enterarme luego de más cosas relacionadas con el que él no me hubiera contado de primera mano.

A los diez años de estar aquí, el jefe de esta tribu falleció de tuberculosis….— claro pensé, estaba en la selva, aquella gente desconocía cualquier tipo de medicación del mundo avanzado, una enfermedad curable en mi “mundo” había matado a una persona del suyo— dejó esposa y cuatro hijos, dos niñas de 9 y 10 años, y dos niños de 7 y 5 años, antes de morir me hizo prometer que me haría cargo de su mujer y de sus hijos— lo miré extrañada, temía lo que iba a decir, se me erizó la nuca y contraje todos mis músculos— ese hombre Emilia, era el hombre que me había salvado la vida años atrás— noté que se relajaba , sus manos habían dejado de estar unidas y ahora se movían para acompañar sus palabras, aquella conversación ya era de su agrado, no así del mío— hacia 11 años que había muerto tu madre…. Y aunque ha sido la mujer de mi vida, volví a casarme— abrí desmesuradamente la boca y dejé de notar como mi corazón latía — por favor, déjame terminar, luego te dejaré hablar— la cerré de golpe y no pestañee mientras lo miraba— esa mujer como estarás pensando es Thali, es una mujer encantadora, y he de reconocer que estoy enamorado de ella Emilia, no he tenido hijos con ella, pero si he querido a los suyos como propios, las niñas nunca lograron hacerse a mí, pero los niños…..— suspiró recordando años atrás felices — los crie y los eduqué como cualquier padre, y hoy son grandes hombres, el menor está casado, y el mayor actualmente es el jefe de la tribu, es un gran jefe Emilia, me gustaría presentarte a mi…. Familia— me dolió en el fondo del alma que pronunciara aquella palabra, él lo sabía, y aunque entendí que no había tenido otra opción, eso no lo hacía menos doloroso— quiero que formes parte de ella el tiempo que decidas estar aquí; a Thali ya la conoces, sus hijas son Abya y Zué, y los hijos son Carex y Daroh. Abya y Zué están casadas, Zué fue secuestrada por un hombre de una tribu cercana a esta— me escandalicé y noté que él no hablaba de los indígenas como tales, sino como hombres civilizados, aquello me resultó curioso— ya sabes que aquí los matrimonios o son concertados, o bueno ocurren estas cosas, hay muchas maneras de casarse aquí, espero tenerte el tiempo suficiente para que conozcas las costumbres— rio suavemente recordando cómo se había producido aquel matrimonio— de todas maneras Zué es muy feliz con su marido y tienen varios hijos, a Carex también lo conoces, es el que te trajo a la tribu, el que discutía antes con su madre…— “lo que me faltaba” pensé, aquel odioso hombre no era ni más ni menos que mi hermanastro, y si mis cálculos eran correctos según las explicaciones de mi padre, no debía tener más de 25 años, 25 años muy bien llevados, pues aquel cuerpo solo podía pertenecer a un Dios, o a un jefe de una tribu en su caso, me ruboricé e intenté contener el sendero que habían tomado mis pensamientos, me regañé y hablé para intentar que se enfriara mi cuerpo que en esos momentos había aumentado un par de grados su temperatura.

Si— afirmé— el que me tiró la boleadora y me hizo esto— señalé con mi dedo el lado de la frente donde tenía la sangre seca. Quizás si hablaba de todo lo que me había hecho dejaría de pensar en el como un indígena “físicamente espectacular”, pero al contrario de lo que esperaba recordé su cuerpo sobre el mío y aquellos labios que se acercaban peligrosamente a los míos, de nuevo todo mi cuerpo reaccionó, me quemaba la cara, subí mis manos y las puse tapando mis mejillas intentando que así se viera menos la rojez que debía tener.

Si bueno, es un poco rudo en ocasiones, discúlpalo, en el fondo te aseguro que es un buen hombre, le haré que te cure la herida como disculpas hacia ti— intentó defenderlo.

No, no, ese no vuelve a tocarme— dije sin pensar. No tuve claro en qué sentido había contestado tan impulsivamente, pero en mi mente aparecía la imagen de aquel hombre curándome la herida, acercándose descaradamente a mi cara, rozando sus labios con el lóbulo de mi oreja,… “basta, basta” me recriminé, aquella selva me estaba desquiciando, era la única explicación coherente que tenía todo aquello que estaba haciendo reaccionar a mi cuerpo.

Y bueno, háblame de tu marido— sabía que mi padre había omitido el preguntarme directamente por mi vida desde el día que me dejó, tendría la certeza que volvería a ponerme triste y lo único que le contaría era el dolor de su ausencia, así que seguramente había decidido como tema neutral preguntarme por Kike. Dudé entre decirle la verdad o no, no por mí, por un momento no tuve claro que seguridad iba a tener Kike en la tribu cuando se supiera que no tenía nada que ver conmigo y que lo que nos unía a ambos era una gran amistad, si allí se reconocía ese tipo de parentesco.

No es mi marido— dije mirándolo a los ojos. Iba a decirle que si lo era, pero las palabras salieron solar, volví a pensar en…. Carex, ahora sabía su nombre, un nombre precioso, ¿precioso? Pero si apenas sabia pronunciarlo, mi subconsciente estaba funcionando solo y no obedecía las ordenes de mi mente, maldito fuera.

Tu novio...—rió— había olvidado ese término— me aclaró para que no me tomara a mal su risa disimulada.

No, tampoco, es solo un buen amigo, mi mejor amigo, lo quiero más que a mi vida— le dije con toda sinceridad, intentando que se le tratara como un familiar mío aunque careciéramos de vínculos de sangre, de todas maneras Kike era más para mí la persona más importante en mi patética vida, de nuevo mi carácter se agrió, no había nada como pensar en el abandono de mi padre para volver a tener control sobre mi cuerpo.

Entiendo, ¿estas interesada en el?— no me estaba gustando el tono que había adquirido la conversación, tenía la sensación que si le decía que si a mi padre, saldría de la choza y le preguntaría a Kike las intenciones que tenía conmigo, y desde luego aquello estaba fuera de lugar, “a buenas horas mangas verdes”, aquello no iba a permitirlo, no permitiría que entrara en mi vida.

No de la forma que imaginas, simplemente lo quiero mucho, pero solo como amigo, y él me quiere de la misma forma a mí— mi padre me miró extrañado, esa era su herencia de cuando vivía en la civilización, de lo poco que recordaba, recordaría que un hombre y una mujer raramente eran amigos, se había quedado anclado en mi mundo en los años 80.

¿Es muy tarde?— pregunté, quería zanjar aquella conversación, empezaba a tomar un camino paterno filial que me desagradaba.

Si, ya ha anochecido, creo que deberías comer algo y acostarte, Enrique…. Bueno, es mejor que venga también aquí a mi hogar, estabais en la choza de Carex— un escalofrío me recorrió el cuerpo al saber que había estado en su casa, seguramente donde aquel “cuerpo” de hombre dormía, me lo imaginé tumbado… mi padre me sacó de mis pensamientos— y él es bastante independiente, es mejor que le devolvamos su espacio, hablaré con él, tu puedes ir a buscar a tu amigo, ¿sabrás llegar a donde se encuentra?— me preguntó mientras nos levantábamos y salíamos de aquella habitación.

Si, puedo ir sola, gracias— estuve tentada a pedirle que me acompañara, no quería ir sola por aquella tribu aun no me fiaba de nadie, pero tampoco quería pedirle ese favor a mi padre.

Salí de la choza y deshice el camino que había hecho horas antes para llegar a la casa de mi padre, era de noche, pero la luna estaba en fase creciente y se podía ver bien por donde caminaba. No tardé en llegar a la choza que buscaba, no había nadie en el poblado, seguramente estarían ya todos refugiados en sus casas, quizás durmiendo. Abrí la puerta, y miré dentro, vi a Kike sentado, que al escuchar que se abría la puerta se levantó de un salto, no había nadie más en su interior.

Vámonos, aquí no podemos dormir— le dije mientras lo abrazaba, luego lo cogí de la mano y me encaminé hacia la puerta de salida, no quería estar en aquella choza más del tiempo indispensable, temía que entrara Carex y mi cuerpo me delatara, omití todos esos detalles a Kike.

¿Nos vamos del poblado?— me preguntó dejándose llevar y con el brillo en los ojos ante la perspectiva de que fuera por eso por lo que lo sacaba de allí.

No, nos vamos a la choza de mi padre, allí estaremos más seguros— le dije mientras empezábamos a caminar por el poblado cogidos de la mano transmitiéndonos fuerzas y aumentando el paso para llegar lo antes posible a nuestro destino— tengo muchas cosas que contarte Kike, pero estoy agotada física y mentalmente, te pido que me dejes explicártelo todo mañana, solo quiero que sepas que estamos seguros, que mi padre…. Es el padre del jefe de la tribu…— Dios como me costaba utilizar la palabra padre— y no tenemos que preocuparnos de nada, nos van a tratar bien— mi voz se apagó en la última frase, no estaba segura de que mi afirmación fuera exacta, pero intentaba creérmelo y por supuesto que Kike también la aceptara como tal.

¿El hijo de tu padre? ¿Lía tienes hermanos aquí?— me preguntó sin saber lo doloroso que me resultaba que mi padre hubiera criado a otras personas como hijos propios y no lo hubiera hecho conmigo que tenía ese derecho por sangre, me detuve un momento suspiré y lo miré a los ojos antes de contestar.

Sí, pero te ruego que lo hablemos mañana— todo mi cuerpo lo suplicaba, otra conversación sobre ese tema iba a acabar conmigo, Kike no dijo nada más, continuamos en silencio hasta la choza de mi padre.