CAPITULO XVIII

Aquella mañana paseé durante lo que calculé seria aproximadamente una hora por la tribu, comí algo de fruta para desayunar, sin excederme, pues mi estomago no se encontraba aun para ingerir demasiada comida, fui a ver a mi padre y a Thali que me prepararon un poco de leche caliente. Le pedí a Thali que me acompañara al rio, necesitaba bañarme y no me sentía lo suficientemente bien como para ir sola, me preocupaba que pudiera darme un mareo dentro de las aguas y no pudiera salir a la superficie, Thali aceptó encantada y mi padre me convino a que a partir de ese día nunca fuera sola a ningún sitio por si me volvía a marear, tras prometer hacer caso de su consejo Thali y yo nos encaminamos hacia el rio con ropas limpias para cambiarme.

Thali me ayudó a desvestirme y meterme en el agua, me quedé en la orilla sentada y con mis manos fui echando agua a aquellas partes de mi cuerpo que no estaban sumergidas, estudié minuciosamente mi barriga, seguía igual de plana que siempre, no se notaba nada de mi embarazo, solo mis entrañas reaccionaban con el cambio que estaba teniendo lugar en mi interior, comencé a frotarme con el jabón, escuché un ruido seco tras de mí, como el crujir de una rama grande, me giré buscando a Thali preocupada por si se había caído, la llamé en varias ocasiones pero no contestaba, me enjuagué lo más rápido que pude, me levanté y comencé a andar desnuda como estaba hacia donde había dejado minutos antes a Thali.

¿Thali?— pregunté cogiendo las ropas limpias y tapándome pudorosamente el cuerpo. Escuché de nuevo un ruido tras de mí, ahora si reconocí aquel sonido de pisadas, me giré y observé delante de mi a escasos 2 metros a Ryan, instintivamente me tapé mas aun mi cuerpo desnudo con las ropas hechas una bola y con mis brazos.

¡Tú!— grite mientras caminaba hacia atrás, tropecé con algo, aunque no me llegué a caer, miré al suelo y allí estaba Thalí tumbada , sangrando por la cabeza – ¡No!— solté las ropas y me arrodille a levantarle la cabeza, no estaba muerta barboteaba algunas palabras que no entendía, miré hacia Ryan me volví a tapar y me levanté, llené todo lo que pude mis pulmones para comenzar a gritar pero no tuve tiempo, Ryan debió adelantarse a mis pensamientos porque corrió hacia mi y en unos segundo me tenía de espaldas a él pegando su pecho con mi espalda mientras me retorcía mi mano derecha con una de las suyas y su otra mano la utilizó para taparme la boca y evitar así que gritara.

¡Impura, impía…!—no lo gritó lo dijo con una rabia contenida y un deje de asco en un voz, soltó mi mano de la espalda subí mis manos para cogerlo del brazo que me presionaba la boca para que no gritara y noté un dolor seco en mis riñones que hizo que entrara en la oscuridad.

Me desperté con un fuerte dolor en la espalda, intenté moverme cuando aún mi visión era borrosa, pero me di cuenta que también me dolía todo el cuerpo, posiblemente de la postura en la que me encontraba. Estaba atada a un árbol por la cintura, de una forma excesivamente simple pero que conseguía que no pudiera separarme del tronco al que me habían atado, las manos las tenía también atadas delante de mi cuerpo, reposaban en mi estomago unidas por las muñecas, me sorprendió que no estuviera amordazada. Tras varios parpadeos conseguí ver donde me encontraba. Estaba en algún claro de la selva, delante de mi habían dos tiendas de campaña pequeñas con una hoguera entre ellas y yo que debía llevar apagada varias horas, por el suelo alrededor de las tiendas habían enseres de cocina y algunas ropas. Vi a Steven salir de una tienda y coger una cantimplora, no sé dio cuenta de que estaba despierta, segundos después escuché la voz de Ruth y Ryan acercarse al campamento, no los veía pero no tardarían mucho en llegar. Recogí mis piernas que también estaban atadas por los tobillos y el sonido llamó la atención de Steven.

Buenas tardes— me dijo sonriendo, yo me quedé observándolo fijamente, al menos ya sabia que era por la tarde y que solo habían pasado unas horas desde que había perdido el conocimiento— ¿cómo te encuentras? – “¿estaba bromeando?” pensé para mi, me quedé muy quieta sin dejar de mirarlo, el parecía no importarle que no le contestara, estaba recogiendo algunas cosas que habían tiradas por el suelo inmune a tener a una persona atada a un árbol a escasos cinco metros de él— entiendo que no quieras hablarme, pero quiero que entiendas que tenemos una misión muy importante y debemos llevarla a cabo cueste lo que cueste— empecé a sentir autentico miedo, ¿que significaban las palabras? “cueste lo que cueste” ¿intentaba decirme que no saldría viva de allí?, me invadió la tristeza , aquello no podía ser, no solo acabarían con mi vida, si no con la de mi hijo que luchaba en mi vientre por nacer— ¿te cuento un secreto?— me preguntó sonriendo a la vez que se acercaba a mi como un amigo de la juventud que se acerca a contarte algún cotilleo, yo no afirmé— Ryan, nuestro Suari1, te ha elegido a ti como su compañera— rio entre dientes y volvió a separase de mí.

¿Cómo?— pregunté escandalizada, no tenía claro a qué se refería, pero sin duda alguna aquella palabra “compañera” no me gustaba nada.

Me alegro que estés bien, ya pensaba que no entendías lo que te estaba diciendo, no era buena señal que no hablaras. Como te decía, desde que te vio en la tribu quedó prendado de ti, eres de los nuestros, no eres como ellos— lo ultimó lo enfatizó como si estuviera cargado de razón y no entendiera que pintaba yo allí en la tribu de Carex.

¿Ellos?— le interrumpí, volvo a acercarse a mí, y se puso en cunclillas, con sus manos sobre mis rodillas que estiré para separarlas un poco de mi cuerpo para evitar que pusiera sus manos cerca de mi vientre, Steven hablaba dulcemente y como un amigo que quiere ayudar, pero su trato y sus palabras hacían que cada vez tuviera mas miedo.

Los salvajes— pronuncio la palabra con asco— no eres como ellos, lo vimos nada más llegar, eres de los nuestros, eres una mujer blanca como tu amigo. Nosotros predicamos la palabra de Dios, pero Dios solo escuchan a los que están con nosotros y a los que son como nosotros, como tu, Dios no escucha a los salvajes, Dios quiere que ellos nos sirvan con devoción, intentamos explicarles cuando llegamos a la tribu donde tu estabas que tenían que seguir los dictámenes de Dios, atendernos y servirnos durante toda su vida….

¿Esclavos? ¿Buscáis esclavos?— grité cortando en seco sus palabras mientras estiraba mis piernas y lo empujaba con toda la fuerza que tenía, haciéndolo caer hacia atrás. El comenzó a reír como si aquello le resultara de lo más divertido.

No son esclavos, sirven a Dios y Dios les dice que deben servirnos y acatar nuestros mandatos. Somos señores de varias tribus, pero aquí lo importante es tu papel en todo esto, ¡has tenido mucha suerte!— gritó incorporándose de nuevo y levantando las manos hacia el cielo— formaras parte de nosotros junto a Ryan...— bajo un poco la voz y se acercó a mi cara mientras miraba hacia un lado y hacia otro, aun se escuchaban las voces de Ryan y Ruth no muy lejos de allí— … debes saber que a Ryan no le resultó agradable conocer que ibas a ser la mujer de Carex, ¡era una abominación!, creo que por eso ha decidido salvar tu alma uniéndose a ti— no pude soportar el nudo que desde hacia minutos luchaba por salir de mi garganta, unas lagrimas silenciosas empezaron a recorrer mis mejillas, Steven acercó su mano para limpiármelas, yo simplemente lo dejé , aquello era mucho peor de lo que había esperado, seguí llorando en silencio mientras observaba como Steven se levantaba y se marchaba a seguir con las tareas que estaba haciendo minutos antes.

Llegaron al campamento Ruth y Ryan, Ryan nada mas llegar miró hacia donde yo me encontraba, Ruth siguió a la vez su mirada y me sonrió, hasta en aquellas circunstancias aquella gente no dejaba de sonreír, aquello debía ser un juego para ellos, o eran incapaces de comprender el dolor humano. Ryan no reía, me miraba desde su altura con un gesto entre asco y algo que no conseguía entender, aquel gesto era incomprensible después de lo que me había contado Steven, pero poco me importaba, pensé que se acercaría a decirme algo pero no fue así, escuché como en ingles le decía a Steven que me preparara algo de comer, luego se giraba para mirarme por ultima vez antes de meterse en su tienda.

Steven soltó mis manos para que pudiera beber una sopa que había preparado, estuve tentada de tirársela a la cara, pero aquella mañana apenas había mordisqueado unos pedazos de fruta en la tribu y la noche anterior lo poco que había comido lo había vomitado, necesitaba meter comida en mi cuerpo para mi hijo, así que sumisa cogí el cazo que me ofrecía y comencé a beber primero muy despacio, aquella sopa me supo a gloria y comencé a dar tragos mas largos.

Tranquila— me dijo Steven separándome a la fuerza el tazón de la boca— bebe con cuidado o te atragantarás, hay más, no te preocupes— volvió a dejar que me acercara el tazón a los labios, sonrió al observar que le hacia caso y bebía con mas moderación y se marchó hacia la hoguera donde estaba Ruth terminando de preparar mas cena para aquella noche.

Ryan salió de su tienda de campaña y acercó también al fuego, hablaba distendidamente con Ruth y Steven mientras sacaban trozos de carne de la sartén que tenía al fuego, no podía entender lo que decían porque desde donde estaba atada sus palabras llegaban muy amortiguadas a mis oídos. Vi que Steven separaba algunos trozos de carne y se giraba para acercármelos, Ryan lo cogió de la mano y con la cabeza negó, supe que una sopa era todo lo que me llevaría aquella noche al estomago, Steven sonrió y se giró hacia Ryan dándole la bandeja de comida, esté afirmó con la cabeza y de nuevo se sentaron a cenar alrededor del fuego, noté que la humedad de la zona y el frio empezaba a calar en mis huesos, me acurruqué intentando mantener el máximo calor de mi cuerpo.

Muchas preguntas me venían a la mente, pero la principal de todas era si Carex me encontraría, o si nunca más volvería a verlo, si no vería a su hijo, si no podría volver a besarlo y hacer con el amor, aquello me entristecía muchísimo, pensaba en mi padre, en el poco tiempo que había disfrutado con él, aquellas semanas me parecían ahora horas, todo eran recriminaciones hacia mi persona, pero me prometí algo, si volvía a ver a Carex nunca jamás me separaría de él, era el hombre al que mas amaba en este mundo y quería estar a su lado el resto de mi vida, ahora que me encontraba sola me daba cuenta que nunca podría volver a vivir si no era junto a él.

Mi cuerpo comenzó a tiritar, el sol ya se había escondido completamente y la luz que había en el campamento era gracias a la hoguera y a un par de lámparas de gas, no sobreviviría a la intemperie toda la noche, aquellos dos hombres y la mujer, eran los salvajes del amazona, no los indígenas. Vi que Ruth y Steven se levantaban se despedían de Ryan y se metían ambos en la misma tienda de campaña, Ryan estaba sentado al lado de la hoguera, desde mi posición se encontraba sentado de perfil con sus piernas cruzadas, él podía mirarme cuando quisiera, pero no lo hizo, tenía entre sus manos una taza grande con una infusión que se acercaba a la boca y soplaba mientras miraba al infinito, sumergido en sus pensamientos. Yo si lo observaba detenidamente, como aquel ángel de 30 años rubio y con los ojos azules se había convertido en un demonio, en la peor de mis pesadillas. Recordé lo que me había contado Steven, pero desde que le quitara de sus manos el plato de comida que iba a traerme para cenar aquella noche, era imposible que aquello fuera verdad. Ryan debió notar mi mirada pegada a cara porque la giró y se quedó fijamente mirándome. Yo no aparte la vista, esta vez no, estuvimos durante unos segundos que parecieron eternos observándonos sin decir nada, Ryan apartó la mirada para dejar en el suelo la taza de la infusión y cogió el plato de comida que había obligado antes a Steven dejarlo y lentamente mirándome se acercó a donde yo estaba atada. Se sentó delante de mi cruzando sus piernas y pinchó con un tenedor un trozo pequeño de carne, lo acercó a mi boca yo la abrí, necesitaba comer y aunque me doliera la sumisión era la mejor manera de conseguirlo, con comida tendría más fuerzas, y con fuerzas las posibilidades de poder escaparme e huir de allí aumentaban. Estuvimos durante un rato en silencio, el me daba de comer y yo comía, de vez en cuando me daba de beber y no nos decíamos nada, aquellos era un ritual silencioso. Cuando terminó me limpió la boca con un papel, yo sabía que no la tenía manchada y aquello no era necesario, pero de nuevo no dije nada. Noté que poco a poco ralentizaba la forma de limpiarme la boca con su mirada fija en mis labios, yo no dije nada, me sentía muy incómoda, pero no podía perder el terreno que creía haber ganado. Soltó el papel y continuó pasando un dedo por mis labios, noté una repulsión que controlé para evitar vomitar lo que acababa de ingerir. Estaba embelesado mirándome los labios, de pronto reaccionó me miró a los ojos y dejó de acariciarme. Bajó la mano, se levantó, y se marchó.

¡Por favor!— grite antes de que se metiera en su tienda de campaña, no se giró a mirarme – necesito un saco de dormir o una manta, tengo frio— no esperé a que me miraba solo quería intentar que no se acostara dejándome allí a la intemperie sin una manta o algo con lo que taparme. Hizo como si no me escuchara y se introdujo en la tienda. Luché por no llorar y conseguí mantener mis lágrimas a raya.

Estaba muy cansada, aun con el frio mis ojos me pesaban, intentaba mantenerme despierta pero era una misión imposible, me pegué todo lo que pude al árbol al que estaba atada intentando al menos no permitir que el frio entrara entre mi espalda y el árbol, luego dejé caer mi cabeza y con un suspiro entré en el estado de inconsciencia que precede al sueño.

Esa noche soñé con Carex, soñé que me abrazaba y me hacia entrar en calor, soñé que me susurraba al oído con el sonido de su voz mas dulce que nunca hubiera escuchado que todo saldría bien, que no me dejaría sola, y que aguantara, que no podría vivir sin mí y que me amaba como jamás había amado a nadie. Me desperté con la impresión del sueño y deseando que no hubiera sido tal, incluso notaba su calor en el lado derecho de mi cuello, mire hacia todos los lados suplicando que no fuera un sueño me revolví entre las cuerdas que seguían igual de fuertemente atadas y me di por vencida, la tristeza me inundó, aquello había sido un sueño, el sueño mas feliz de mi vida, la primera vez que había escuchado a Carex confesarme su amor y había sido producto de mi imaginación.

Debí hacer demasiado ruido al revolverme porque Ryan salió de su tienda, llevaba puesto únicamente un pantalón muy corto de deporte color verde e iba descalzo.

¿Qué ocurre?— me preguntó preocupado en ingles mientras miraba de un lado hacia otro del campamento buscando algo.

Nada— le dije en castellano, si existía la posibilidad de que no hubiera sido un sueño y que Carex realmente hubiera estado allí conmigo, no deseaba que Ryan se pusiera alerta y necesitaba distraerlo.

He escuchado ruidos— me dijo acercándose a mí y sacando una navaja que llevaba escondido en un doble fondo del pantalón.

He sido yo, lo siento— dije poniendo mi cara mas angelical a la vez que con carga de pena— tengo frio y no puedo dormir, lo siento— enfaticé mirándolo a los ojos, vi que bajaba la navaja— intentaré no moverme— suspiré sonoramente bajando mi cabeza.

Lo vi que se acercaba a mí y levantaba la navaja, se agachó con aquel filo de navaja apuntando a mi cuerpo, me revolví entre las cuerdas y pegó su cuerpo al mío haciendo presión para que dejara de moverme, acercó su cara a mi cuello y eliminó cualquier rastro de calor que sintiera de Carex, cambiándolo por el calor de su aliento que revolvía mi estómago, note que se aflojaban las cuerdas de mi cintura y esta quedaba libre, se levantó lentamente rozando su mejilla con la mía, y me miró fijamente a los ojos mientras cogía con una de sus manos la cuerda que ataba las mías y me levantó con brusquedad, y luego se agachó sin soltarme las muñecas y cortó con la navaja las cuerdas que unían mis pies.

Ven conmigo— me ordenó alterado. Y comencé a andar guiada por él, nos dirigimos hacia su tienda de campaña.

¿Dónde vamos?— le pregunté parándome en seco asustada.

A solucionar el frio— me dijo. Me quedé pálida, íbamos hacia su tienda, dio un tirón de mis muñecas para que volviera a andar.

No— le dije con voz temblorosa y en un estado de pánico, él se detuvo y giró.

Vas a entrar por las buenas o por las malas, prefiero que entres por las buenas— se acercó a mí y noté presión de nuevo en el lateral de las costillas— o sin sentido, tú decides Emilia— en un segundo tuve que decidir que hacer, decidí al instante que prefería estar consciente para resistirme a estar inconsciente y estar a su voluntad.

Continué andando y me metí a regañadientes en su tienda. Tenía encendida una linterna en su interior, había un saco de dormir sobre una esterilla que estaba a su vez unida a otra. Estábamos ya en el interior, yo me arrodillé sobre una de las esterillas mientras el encorvado dentro de la tienda la cerraba desde el interior.

Túmbate— me ordenó mientras se acercaba a mí y me ayudaba a acostarme. Luego se acostó a mi lado y abrió el saco haciéndolo manta, me tapó primero a mi que estaba tumbada de lado mirando hacia una de las paredes de la tienda y Ryan se tumbó también de lado pegando su cuerpo al mio a la vez que nos tapaba a ambos.

Una vez tapados se acercó a mi espalda y pegó su torso. Un escalofrió recorrió mi cuerpo y puso mi piel de gallina, la sensación era del todo desagradable, empecé a pensar donde tendría su navaja, quería levantarme cogerla y apuñalarlo allí mismo, cualquier cosa con tal de que no me tocara, levanté mis manos a la altura de la cara y me di cuenta de mi triste realidad, mis manos seguían atadas y el con su cuerpo no quería más que atarme a él para que no pudiera escapar ni moverme. Cuando pasó su brazo por mi cintura me arrastré apartándome de él, aquello ya era demasiado, lo miré fijamente.

¿Te repugna que uno de los tuyos te toque?— me preguntó incorporándose el también y cogiendo mis manos— ¿lo hace?— tiro mas de mis manos y pegó su cara a la mía—¿ Como puede ser que te sea desagradable que yo te toque y no que lo haga un salvaje?, eres impura, os observé en el rio, ¡sucia!— aparte mi cara de su cara con aquel grito que hizo que temiera por mi vida en ese momento, saber que Ryan nos había observado mientras Carex y yo hacíamos el amor me revolvió el estómago—, para salvarte debes unir tu vida a la mía, es el sacrificio que me ha mandado Dios, el unir mi vida y mi cuerpo al tuyo para así poder purificarte, eres de los nuestros, aun estas a tiempo, Dios me ha mandado a ti para darte una oportunidad para que encamines de nuevo tu vida, yo estoy dispuesto y preparado…. – me acarició el cuello, y acercó sus labios a los míos, estaba paralizada, mi mente no reaccionaba , noté sus labios pegados a los míos, sus ojos estaban cerrados pero los míos eran incapaces de cerrarse, aquello era como una tortura a la que debía someterme para sobrevivir. Se separó de mí y vio como tenía los ojos de abiertos, miró extrañado— relájate y descansa Emilia, solo cuando Dios nos bendiga en su ritual te haré mía, esta noche solo quiero proporcionarte calor, y que descanses, mañana levantaremos el campamento e iremos hacia el rio grande, donde nos espera una canoa para llevarnos de nuevo a nuestra casa, es donde debemos estar— me besó esta vez la mejilla y me acompañó con sus brazos mientras me tumbaba, me pegó a su cuerpo con brusquedad y me abrazó.

Un dolor silencioso se adueñó de mí, nunca le contaría a Carex que me había besado, nunca le contaría aquella noche que había compartido, a la fuerza, con otro hombre, ¡que de menos echaba la seguridad y el frio de aquel árbol al que estaba atada!, en esos momentos me sentía sucia, deseaba restregar mis labios contra mis manos y escupir hasta sentir que no quedaba ni un atisbo de su esencia en mi cuerpo, pero hasta eso, me estaba vetado al no tener las manos libres. Finalmente me venció el sueño y sabía que Ryan había esperado a que así fuera antes de dormirse él.