CAPITULO XIV

      

No pude pegar ojo en toda la noche, y cuando vi asomar el primer rayo del amanecer me levanté todo lo sigilosa que pude, me puse mi ropa y recogí la que me habían regalado durante mi estancia, me acerqué de puntillas y sin zapatos a la puerta, y giré la cabeza cuando la abrí para asegurarme que Carex aún estaba durmiendo, cuando vi que así era, salí al exterior y cerré la puerta suavemente. Me encaminé hacia la choza de mi padre y no me sorprendió ver a Kike ya en el exterior con su mochila sobre sus hombros, que al parecer había conseguido que se la devolvieran, comiendo algo de fruta que llevaba en la mano, cuando llegué a su altura dejó de comer y me miró fijamente.

Me voy contigo— le dije sin apartar la mirada, el afirmó con la cabeza sin mostrar ningún tipo de sentimiento. No tardó en salir mi padre de la choza. Me miró y se acercó a mí para abrazarme fuertemente.

Te echaré de menos— me dijo sin dejar de abrazarme. Luego se separó y vi que lloraba aquello me hizo llorar a mí también, sentí mucho amor por aquel hombre que ahora si veía como mi padre. Thali estaba detrás de él, lo apartó un poco y también me abrazó mientras me llenaba las mejillas de besos, la vi muy triste, como nunca la había visto, tuve la sensación de que se sentía como si perdiera una hija, por otro lado no dejaba de decirme cosas en su idioma que no entendía, pero aun así yo afirmaba con la cabeza como si lo hiciera.

¿Vamos?— preguntó Kike después de haberse despedido también de mi padre y Thali.

Si— dije, mi padre insistió en hablar con Carex y que mandara alguno de sus hombres para que fueran con nosotros, pero Kike rechazó rotundamente la oferta y argumentó que ahora que habíamos recuperado las mochilas con los mapas y la brújula teníamos más que suficiente para llegar a nuestro destino.

Salimos andando del poblado, casi nadie nos vio, los indígenas aún estaba durmiendo, aunque la actividad allí empezaba temprano, era demasiado temprano incluso para ellos. Caminamos por la selva durante un par de horas cuando decidimos detenernos a tomar algo de agua y comer un poco.

Comenzamos de nuevo nuestra marcha a los pocos minutos, no habíamos dado un paso aun cuando Carex junto a tres hombres más, los cuatro con la cara pintada como la primera vez que lo vi, nos hizo detenernos. Durante unos segundos nadie dijo nada, simplemente nos limitamos a mirarnos, yo sorprendida, aunque ya me temía que algo así pudiera pasar, de echo estaba segura que me sentiría decepcionada si Carex no hubiera venido a buscarme, aun así tenía que reconocer que prefería que no lo hubiera hecho, separarme dos veces de él el mismo día era más de lo que mi cuerpo podía soportar, Kike tenía la rabia contenida que se le escapaba por todos los poros de su piel, mataba a Carex con la mirada, y el resto de los hombres estaban serios, llevaban las armas en la espalda pero no tenían intención de utilizarlas.

No puedes irte— dijo Carex mirándome fijamente y olvidándose del resto de las personas allí presentes.

Eso es lo que tu te crees— se escuchó a Kike que sacando pecho dio un paso hacia delante enfrentándolo y retándolo, Carex dejó de mirarme y observó a Kike.

Esto no es asunto tuyo— habló Carex de modo despectivo, sin mostrar rabia o enfado alguno.

Será mejor que nos dejes seguir o te juro…..— nadie se movía de su sitio.

¡Basta!— grité para evitar que aquello se volviera una batalla de machos de nuevo entre Carex y Kike— Carex— llamé su atención, cuando logré que me mirara continué— es mejor que me vaya ahora, tarde o temprano tenía que marcharme, ha sido antes de lo que esperaba, pero es mejor así, créeme— estaba al punto de llorar de pena de mi misma, el por su parte tenía el semblante serio pero tranquilo.

No – lo vi dudar, por primera vez sentí que había algo que no estaba seguro de decir, mantuve mi silencio interrogándolo con la mirada, quizás fuera a decirme que me amaba, si decía aquellas palabras sin duda me pondría a llorar como una niña, seguí esperando a que hablara, al final lo hizo – No podéis dejarme – miré a Kike extrañada no tenía mucho sentido que ahora quisiera que Kike también se quedara, ellos habían demostrado no ser amigos en las ultimas horas— no podéis dejarme ni tu ni el hijo mío que llevas dentro— abrí la boca desmesuradamente, por un momento me tambaleé, estiré la mano y la apoyé contra un árbol que tenía a tiro de piedra para tener un apoyo extra, pues mis piernas parecían incapaces de soportar mi peso.

¡De que estas hablando!— gritó Kike, miró a Carex estupefacto, luego me miró a mi interrogándome con la mirada.

Es…..imposible— le dije a Kike sin dejar de apoyarme en el árbol— no….no…— se me atascaban las palabras tampoco me apetecía contarle a Kike que solo hacía tres días que mantenía relaciones con Carex y aunque existiera la posibilidad de que estuviera embarazada, posibilidad en la que no había pensado hasta ese momento, Carex era imposible que lo pudiera saber, y lo que era peor aún, que lo afirmara con la rotundidad que lo hacia. Kike dirigió su mirada hacia mi abdomen como si así pudiera ver si era cierto o no lo que Carex decía, ahora tenía el rosto descompuesto por el miedo.

El primer día que yacimos juntosempezó a hablar Carex haciendo que Kike y yo giráramos la cara para mirarlo mientras hablaba, parecía incomodo, no le gustaba tener que dar explicaciones sobre lo que decía y menos en público, quise avergonzarme al escucharlo hablar de aquella vez, pero necesitaba saber que tenía que contar lo que yo desconocía, la curiosidad era mayor que la vergüenza— no me hablaste de tu encuentro con Yakai, pero al día siguiente observé las marcas en el brazo— levanté mi brazo y miré la zona donde dos días atrás habían estado los símbolos extraños que me había escrito el chamán— pude leerlas claramente, aseguraban fertilidad cuando se yaciera con ellas pintadas en la piel, nosotros estuvimos juntos aquella misma noche y ahora estas esperando un hijo mío— lo quise mirar horrorizada, pero era imposible, mi brazo bajo hacia mi abdomen para abrazarlo como protegiendo aquello que estaba segura, estaba ya dentro de mi, vi como Kike me miraba.

¿Estas embarazada?— me preguntó con los ojos abiertos como platos.

Se lo mismo que tu, acabamos de escucharlo— No podía decirle más, me parecía estúpida la pregunta, ¿que se pensaba? ¿Que había traído un test de embarazo al viaje?

¿Existe la posibilidad?— me preguntó Kike, aquella pregunta englobaba muchas preguntas a su vez, primero si había utilizado algún tipo de método anticonceptivo, a lo cual la respuesta era claramente que no, segundo si estaba en un periodo fértil, y pensándolo bien era mas que probable pues la regla hacia dos semanas que se me había terminado…. Empezaron a entrarme sudores, aunque pude por fin dejar de apoyarme en el árbol.

Si, existe— le dije a Kike lo más tranquila que pude, luego miré a Carex que mantenía neutra su cara pintada de aquel rojo y negro.

Vuelve conmigo— me dijo Carex alargando la mano hacia mi, miré a Kike, recordé las palabras de Yakai cuando me pintaba aquellos símbolos “la más grande felicidad”, sin saber porque estuve segura de que estaba embarazada y supe que debía permanecer al lado de Carex, él era el padre de aquel niño que se creaba en mi interior, abracé mi abdomen con mis brazos y miré a Kike con tristeza. Ahora entendía el arrebato de Carex aquella mañana al caerme al suelo, se preocupaba por mi estado.

No puedo marcharme— le dije, alargué mi mano y cogí la de Carex, Kike me miró sorprendido y se puso bien su mochila sobre sus hombros y mirando su brújula comenzó a andar de nuevo con pisadas fuertes y rápidas que mostraban claramente su frustración.

Carex miró a uno de sus hombres y con la cabeza le indicó que siguiera, luego me abrazó me miró fijamente a los ojos y bajo sus labios hasta unirlos a los míos, me besó apasionadamente, fue un beso largo y sin prisa, era como si no quisiera soltarme por temor a que de nuevo desapareciera.

¿Porque no me lo dijiste aquella mañana?— le pregunté a Carex cuando dejó de besarme y aún mantenía mi cara con sus manos muy cerca de la suya.

No creí que fueras capaz de dejarme, tampoco pensé que fueras a hacerlo sin avisarme, de haber sido así te hubiera contado la verdad— volvió a acercar sus labios y me dio otro beso, esta vez mas corto— volvamos a casa— me dijo cogiendome de la cintura y comenzando a caminar, me detuve un segundo para mirar hacia donde Kike se había marchado, ya no se veía a nadie— un guerrero lo sigue de cerca, no le pasará nada— me dijo Carex haciendo que me tranquilizara.

Con un gran dolor de mi corazón por la separación entre Kike y yo volví a la tribu, allí me esperaba mi padre que nada más llegar me abrazó fuertemente, no tuve que preguntarle nada, estaba segura de que él estaba al corriente de mi posible embarazo, aquello complicaba las cosas más de lo que esperaba, no estaba segura de que hizo que decidiera volver a la tribu, aunque estuviera embarazada no podía quedarme allí toda la vida, en aquel lugar, y si bien era cierto que no deseaba separar a Carex de su hijo, eso suponía por mi parte una separación de mi mundo, algo , para lo que no estaba preparada.

Volví en silencio a la choza de Carex, comimos algo y estuvimos en silencio durante algunas horas, poco podíamos hablar, en esos momentos me encontraba en un estado de shock envuelto en una felicidad que me hacia sonreír en silencio. Decidí estar allí durante las semanas que me quedaran de vacaciones y luego tomar decisiones sobre el rumbo de mi vida.

 

 

 

      

CAPITULO XV

Apenas habían pasado dos semanas en aquel lugar desde que decidí volver junto a Carex, cuando mi padre entro en la choza una mañana para despertarme, Carex ya se había levantado, y aunque no era muy tarde últimamente me sentía especialmente casada y somnolienta, cada vez estaba mas segura que mi embarazo era real.

Han venido personas— me dijo algo asustado desde la puerta de la choza sin entrar en la misma manteniendo así la intimidad de lo que ahora se había convertido en mi casa.

¿Personas?— le pregunté tapándome los ojos para que no me molestara la luz del día en la oscuridad de la choza.

Blancos— dijo mi padre, enseguida supe que se refería a gente que venia del mismo sitio que yo, mi primera reacción fue la sorpresa, a mi padre se le veía serio y con cara de pocos amigos.

¿Kike?— le pregunté sintiendo una punzada de ilusión, pero recordé que había dicho blancos en plural, lo cual daba a entender que eran más de uno, aquello cambió mi semblante y una pregunta se abrió pasó en mi mente “¿Nos habría traicionado Kike?”.

No, Kike no, otras gentes— me dijo, respiré aliviada y mi semblante se tornó pétreo ante aquella noticia, aquello no pintaba bien. Me levanté y vi como mi padre cerraba la puerta y se quedaba fuera de la choza esperando que me arreglara.

Salí de la misma y nos dirigimos al centro de la tribu donde había tres personas, dos hombres y una mujer hablando con los indígenas y sonriendo. Uno de los hombres debía de estar cerca de los 50 años, le faltaba mucho pelo y el poco que tenía estaba mal distribuido en su cabeza, llevaba una barba no demasiado larga muy bien arreglada, me resultó curioso estando en la selva, los tres llevaban ropa muy similar a la que llevábamos Kike y yo el día que aparecimos en aquella tribu. La mujer era mas joven, quizás tendría 40 o 45 años, era rubia con los ojos azules más claros que hubiera visto en mi vida, y estaba excesivamente delgada, aunque se la veía fuerte, era la que mas reía del grupo. El otro hombre era el más joven, tendría sobre los 30 años, y también era rubio con los ojos azules, estaba dándole la mano a un indígena mientras hablaba con él. Cerca de ellos pero manteniendo la distancia vi a Carex, que los miraba con el ceño fruncido no demasiado contento con aquella inesperada visita.

¿Saben el idioma de esta tribu?— pregunté mirando a mi padre sin acercarnos al lugar donde estaban, mientras observábamos lo que estaba ocurriendo en la plaza.

Si, saben un dialecto similar a nuestro idioma…parecen personas conocedoras de estos lugares, no sé cómo nos han encontrado, somos unas tribu muy escondida en el amazonas— observé como mi padre miraba a aquellas personas sin entender muy bien que hacían allí, también se le veía preocupado, habían estado ocultos toda la vida, y ahora parecía aquello un lugar de vacaciones para blancos, entre ellos para mi.

Vi como el chico joven rubio se giraba hacia nosotros dejando de hablar con el indígena y clavaba los ojos en mi, me miró muy fijamente, supe enseguida que aun cuando iba vestida con las ropas que me había regalado la mujer del hermano de Carex aquel hombre se había dado cuenta de que yo, al igual que ellos, no pertenecía a aquel lugar. Sentí como se me helaba la sangre, aquellos ojos azules me miraban fijamente como si pudieran saber lo que estaba pensando o lo que iba a hacer… me sentí extraña y en algún momento se me contagió aquel temor del que hablaba mi padre, involuntariamente abracé con mis manos mi barriga, algo que últimamente hacia bastante a menudo.

Aquel hombre de ojos azules giró de nuevo la cabeza para disculparse con el indígena con el que había estado hablando y se encaminó hacia nosotros separándose del tumulto de indígenas que lo rodeaban a él y a sus amigos. Vi que Carex tenía la mirada clavada en él mientras caminaba hacia nuestra posición. Nada más llegar dijo algo en aquel idioma del que yo apenas conocía unas palabras de las últimas semanas.

No hace falta que hables en arawak1le dijo mi padre en castellano sin demasiada amistosidad. Aquel hombre se quedó sorprendido, sabia que el motivo no es que habláramos otro idioma diferente al resto, pues al menos a mi se me notaba claramente que no era de allí, le sorprendería la rudeza de mi padre.

Buenos y maravillosos días— continuó aquel hombre en castellano como si el trato hubiera sido el correcto, tenía una voz dulce con un acento que rápidamente reconocí como americano, no dejaba de sonreír y de mirar a mi padre— me llamo Ryan, soy americano de origen y estoy junto a mis amigos— dijo mirando hacia donde estaban sus dos compañeros mientras los señalaba con la mano— pasando unos días por aquí, nos adentramos en la selva hace una semana y con bastante dificultad hemos llegado a esta tribu de indígenas tan agradables— terminó de presentarse, tenía una voz cantarina y demasiado dulce que se me atragantó nada más empezar a pronunciar algunas palabras, mi padre no dijo nada, y yo tampoco, supongo que Ryan esperaba que nos presentaríamos y le explicaríamos porque estábamos allí pero si mi padre había decidido que no lo haría , menos aún yo.— solo pasaremos aquí unos días conociendo la cultura de estas personas y enseñándole la nuestra, venimos como educadores— seguía sonriendo, “¿educadores?” pensé, no me gustó nada aquella palabra, pero aun así nos mantuvimos en silencio.

Ryan se dio por vencido y sin quitar aquella sonrisa de su cara, que me estaba empezando a dar miedo, se marchó por donde había venido. Poco después se acercó Carex a donde estábamos así como Thali que debía también estar por la plaza entre el resto de indígenas. Carex comenzó a hablar con mi padre en su idioma, no se les veía muy contentos con las nuevas llegadas, Thali y yo no decíamos nada, Thali supuse porque no quería inmiscuirse en la conversación, y yo porque no me estaba enterando de nada de lo que estaban hablando.

La tribu entera se volcó con los recién llegados, los cuales a las horas de estar en la tribu empezaron a abrir sus mochilas y sacar baratijas que los indígenas enseguida aceptaron de buen grado, empezaron regalando pulseras anillos y collares de plástico, luego siguieron con jabones y peines, incluso cepillos de dientes, desde luego aquellas personas habían venido preparadas para encontrar indígenas, pues tenían las mochilas cargadas de cosas que regalar.

Durmieron a la intemperie fuera del poblado, aquella noche cenamos junto a mi padre y Thali, también se unieron a la cena el hermano de Carex y su mujer. Los hombres se sentaron juntos y comenzaron a hablar entre ellos de nuevo en su idioma.

Podíais hablar para que yo os entendiera— los tres hombres se giraron hacia mi sorprendidos por la interrupción, la mujer del hermano de Carex me sonrió aunque sabia que no me había entendido, y Thali no se inmutó— supongo que vuestras mujeres— dije refiriéndome a mi padre y al hermano de Carex— saben lo que estáis hablando pero yo no sé que está ocurriendo— dije algo avergonzada por haberlos interrumpido.

No nos gustan los blancos— dijo Carex con un tono seco para que yo entendiera— no nos fiamos de ellos— continuó mirándome.

¿Por qué no los echáis?— pregunté sintiéndome mal por sugerirlo, ellos no eran mas de lo que era yo, veníamos del mismo mundo.

El pueblo se ha volcado con ellos— empezó a hablar mi padre— los regalos que han traído los han sorprendido a todos, Carex como jefe se encuentra en una encrucijada, si los echa, es posible que el poblado no esté de acuerdo con la decisión, y aunque lo que él diga se cumple tampoco le apetece enemistarse con nadie— me explicó mi padre ahora toda la mesa me prestaba atención, vi como el hermano de Carex traducida en susurros nuestra conversación a su mujer.

Entiendo— les dije a los tres, entendía más de lo que ellos creían— supongo que todo esto es culpa mía— les dije, porque estaba segura que era así, gracias a mi llegada los indígenas se habían familiarizado con la gente blanca, por Dios ¡Si hasta el jefe se había “prometido” conmigo!, estaba claro que yo había creado en ellos una confianza hacia mi raza, confianza que mi padre no tenia y Carex tampoco, su hermano por su expresión también era de la misma opinión.

No, tu eres la mujer de Carex— por primera vez escuché hablar en mi idioma al hermano de Carex, me quedé sorprendida, y aunque eso no quitaba que me sintiera culpable, agradecía sus palabras.

Debemos dar un tiempo quizás se marchen solos— dije intentando aportar ideas.

Es posible— dijo Carex— pero no voy a esperar demasiado, no son gente de fiar, lo siento dentro de mi, si no se marchan en unos días, los echaré— sentenció dando por finalizada la conversación y animando a que todos empezáramos a cenar.

A la mañana siguiente me levanté mas temprano de lo que era habitual en mí, me vestí rápidamente y decidí ir a bañarme con el resto de las mujeres, me estaba acostumbrando a bañarme con ellas en el rio, y ellas se estaban acostumbrando a mi, ya no me miraban con sorpresa ni intentaban enjabonarme o ayudarme, las cosas ya funcionaban con normalidad. Me resultó curioso que ese día no hubiera tumulto de mujeres en el rio, éramos menos de las habituales a diario, pero tampoco le di demasiada importancia y me metí al rio con las que si habían decidido acercarse a darse un baño.

Cuando terminé mi baño me dirigí de nuevo a la tribu, observé como un grupo de hombres y mujeres se encontraban sentadas en el centro de la misma escuchando como el hombre mas mayor y la mujer, que habían venido el día anterior, hablaban con ellos de pie, hacían muchos gestos con las manos y en alguna ocasión señalaban al cielo, no escuchaba lo que decían, pero de todos modos no iba a entenderlo.

¿Te gusta?— di un salto al escuchar a Ryan hablarme por la espalda, me giré rápidamente y me aparté un poco de él, sin dejar de mirarlo.

No se de que me hablas— dije sin tener demasiado claro a qué se refería, dando unos pasos atrás para mantener aún más la distancia.

Ellos— señaló con la mano hacia sus compañeros – o lo que hacen— continuó, no movía ningún musculo de su cuerpo, me miraba con aquellos ojos azules y aquella sonrisa siempre en su rostro, que no me tranquilizaba.

No sé lo que hacen— le dije volviendo a mirar hacia donde estaban durante un segundo para no perder de vista a aquel hombre que tenía delante de mí.

Hablan con ellos, le cuentan nuestras costumbres y hábitos, les explican los motivos de ser como somos— la explicación no me disipó las dudas, sus explicaciones estaban acompañadas por un tono de familiaridad que estaba fuera de lugar, además seguían sin gustarme aquellas personas.

¿Os iréis pronto?— pregunté mas brusca de lo que esperaba, la pregunta me vino a la cabeza sin más y así la solté interrumpiéndolo, noté que lo sorprendía.

¿Quieres que nos vayamos?— respondió con otra pregunta a la mía, me dejó sin saber que decir, estuve segura que mi animadversión hacia ellos había sido claramente confirmada— bueno, supongo que nos iremos pronto, ¿y tu? ¿de dónde eres?, porque sé que no eres de aquí— desvió el tema para intentar apartar la incomodez entre nosotros.

De España— le dije, lo vi que se acercaba más a mí, yo retrocedía a cada paso que el daba, achicó los ojos sorprendidos y decidió dejar de avanzar por el momento.

¿Cómo te llamas?— de nuevo aquel tono cantarín, parece que no le molestaba nada de mi actitud.

Emilia— mis respuestas eran cortas y poco corteses, pero el parecía aceptarlas con agrado.

¿Qué haces aquí? ¿Cómo viniste?— hizo un amago de acercar su mano a mi brazo yo lo retiré antes de que me tocara.

No…..no creo que sea de tu incumbencia— le dije, no pensaba abrirme a alguien que no conocía. Además tenía la sensación de que habían irrumpido en nuestras vidas sin ser invitados, que debían marcharse a su mundo y dejarnos en paz, por primera vez hablé de mi lugar de origen como algo ajeno a mí, aquello me hizo dar un respingo que Ryan no apreció.

Llevas razón, perdona mi curiosidad, no solemos juntarnos con gente de nuestra cultura, llevamos años por el Amazonas encontrando tribus y compartiendo conocimientos con los indígenas tenemos mucho que aprender los unos de otros, aunque no quiero ser engreído, nosotros les enseñamos mas a ellos que lo que ellos nos aportan— me hizo un guiño con aquella sonrisa en su cara.— ¿hablamos luego vale Emilia?— me dijo dirigiéndose hacia sus compañeros.

Lo vi marchar, parecía tan agradable, con aquella cara angelical, incluso ver reír al resto de sus compañeros hacia que parecieran auténticos ángeles que solo querían compartir su cultura, hablar con Ryan no había conseguido que confiara un poco más en él, algo que resultaba totalmente contradictorio, ¿Quién era yo para no fiarme de aquellas gentes? Observé aquel grupo de personas de mi mundo y vi como Ryan sacaba de una mochila del suelo unas camisetas de color azules claras con una especie de ángel serigrafiado en negro con el fondo azul de la camiseta. Me quedé sorprendida de cómo aquella mujer la repartía entre las mujeres, ellas sonreían y los hombres explicaban el dibujo de la camiseta, increíblemente las indígenas comenzaron a colocarse aquellas camisetas y a mirarse unas a las otras riendo y comparando como les quedaban en sus cuerpos.

Me junté con Carex para comer algo, le comenté la pequeña charla que había tenido con Ryan, a él no le hizo demasiada gracia que hablara con él y me prohibió que volvería a hacerlo manteniendo su línea de posesión, estábamos comiendo cerca de su choza pero en el exterior, nos sorprendimos al ver a varias indígenas con aquellas camisetas que el grupo de Ryan les había regalado, escuché decir a Carex por lo bajo que ojala se marcharan ya, afirmé con la cabeza y lo abracé para reconfortarlo.

Por la tarde volví a ir al rio, aunque esta vez no para bañarme si no para escuchar a la selva y relajarme, desde que sabia que estaba embarazada solía hacer a menudo aquellas cosas, creía que así daba tranquilidad al bebé. Me senté apoyando mi espalda en un árbol y observé el rio correr.

Buenas y hermosas tardes— de nuevo me sobresalté al escuchar a Ryan a mi espalda, me acaba de sentar y tuve la sensación de que Ryan me había seguido.

¿Tienes costumbre de ir asustando a la gente?— le pregunté incorporándome bastante molesta por su incursión.

No, no te levantes por favor— me dijo cogiéndome del brazo para ayudarme a volver a sentarme— prefiero sentarme y pasar un rato contigo hablando— estaba segura que a Carex no le haría ninguna gracia enterarse que de nuevo había hablado con aquel hombre, Ryan estaba jugando con fuego, por otro lado tampoco quería ser descortés, parecía que todo el mundo estaba contento con la llegada de los blancos— ¿Emilia eres feliz aquí?— me preguntó cuándo logro sentarse bastante escrupulosamente sobre el suelo, me dejó descolocada su pregunta estuve durante unos segundos valorándola y sin saber que contestar.

No sé a que viene esa pregunta, pero si, lo soy— le dije, encogiendo mis pies y abrazándomelos a la vez que apoyaba mi barbilla sobre mis rodillas, “¿lo era?” me pregunté de nuevo a mí misma, y la única respuesta que apareció en mi cabeza fue un sí, un rotundo sí.

Te he estado observando— aquella afirmación no me resultó agradable acababa de confirmar que me había seguido hasta allí— ¿eres la mujer del jefe de la tribu?— “la mujer” pensé, supongo que sí lo era, además llevaba un hijo suyo en mi vientre los vínculos no solo se limitaban a una confirmación.

Sí, soy su mujer— le dije sin explicar nada más mirándolo detenidamente igual que estaba haciendo el.

¿Estáis casados?me miró fijamente, notó que los músculos de mi cara se contraían sin entender, había dejado de sonreír— no casados como salvajes si no bendecidos por Dios— me quedé pensativa, estaba claro que allí en medio de la selva nadie se casaba en una iglesia ni habían curas, ¿porque querría hacerme aquella pregunta tan extraña a sabiendas que era imposible que lo estuviera? Al menos de la manera que él lo insinuaba….

No, estoy casada con el con mi alma, mi cuerpo y mi vida, es más que suficiente— me ruboricé al escuchar aquellas palabras tan poéticas que nunca antes me hubiera atrevido a pronunciar delante de nadie, “mi vida” pensé… mas o menos, pero tampoco iba a contarle a aquel hombre mi vida y mis desgracias.

Entiendo, espero que Dios también lo haga, aunque entenderás que deberíais casaros como manda el Señor, mis compañeros y yo somos predicadores de Dios, nos hacemos llamar "La Quinta Puerta del Cielo”, y estaríamos encantados de casaros si así aceptarais— como si me hubieran clavado un cuchillo en pleno corazón salté de donde estaba sentada y una vez de pie me alejé unos pasos de donde estaba Ryan sentado, fui caminando de espaldas hasta chocar con otro cuerpo. Me giré y para mi horror allí estaba uno de los amigos de Ryan y también la mujer iba detrás de él.

Emilia, te presento a Steven y Ruth ellos son predicadores como yo, chicos esta es Emilia, la mujer no casada ante Dios del jefe de la tribuse recreó al decir “ la mujer no casada ante Dios”, hablaba en inglés, pero era una idioma que entendía y hablaba a la perfección, me alejé también de aquellos dos y entre los cuatro formamos un triángulo, Ryan se estaba levantado del suelo sin sorprenderse de mi reacción mientras se espolsaba la ropa escrupulosamente, yo estaba aterrada ante aquella gente, ahora lo veía todo claro, Steven y Ruth no dejaban de mirarme sonrientes, Ryan ya se encontraba de pie y no sonreía, simplemente me miraba fijamente.

Decidí salir corriendo hacia la choza de Carex, entre a la misma respirando entrecortadamente a causa de la fatiga de la carrera, agradecí que Carex estuviera en su interior, se acercó rápidamente a mí y me abrazó temiendo que me pasara algo. Yo no podía hablar, me faltaba la respiración y me ahogaba, cerré los ojos e intenté sosegarme, Carex sin dejar de preguntarme que había pasado, así como mirando en alguna ocasión hacia mi vientre temiendo lo peor, me acercó un poco de agua para que bebiera. Me senté en el suelo, él se sentó a mi lado acariciándome la espalda.

Tenemos problemas— le dije cuando conseguí articular palabra, las palabras salieron rápidas junto con una respiración, mi corazón luchaba por salir de mi pecho y puse mi mano sobre el para evitar que lo hiciera.

¿Qué problemas?me preguntó mostrándose muy preocupado pero siendo paciente para que me recuperara completamente.

Esa gente que ha venido, los blancos…— me resultó curioso llamar a los míos como blancos como si no tuvieran que ver conmigo, aunque en parte sabía que desde luego aquella gente eran de la peor carroña— no son gente de fiar, pertenecen a una secta, vienen a confundir y a someter a los indígenas, tienes que echarlos, esto es muy peligroso…..— no dejaba de hablar pero Carex me interrumpió levantando la mano para que guardara durante un momento silencio.

¿Los conoces? ¿Conoces su secta?— me preguntó tranquilo y con voz lineal, todo lo contrario a mi estado en ese momento.

Ryan me ha dicho que son los profetas de “La Quinta Puerta del Cielo” no reconozco ese nombre como secta, recuerdo otros de mi trabajo, he visto tribus enteras sometidas a ellos, chamanes ofreciéndoles todos sus conocimientos, adorándolos como Dioses…..— Carex volvió a levantar la mano para que guardara silencio, no podía mantenerse sentado y lo vi levantarse y caminar en círculos alrededor de la choza.

Debes tranquilizarte, tu estado dañará a nuestro hijodijo deteniéndose frente a mí que seguía sentada y mirando hacia mi barriga, respiré hondo e intenté hacer lo que Carex me pedía— debemos ir a buscar a nuestro padre, debemos contarle todo esto y buscar una solución para que esa gente se marche de aquí— yo afirmé con la cabeza.

Carex me ayudó a levantarme, salimos de la choza, juntos nos dirigimos hacia la choza de mi padre para poder hablar con él. Apenas estábamos a unos metros de llegar a donde vivía mi padre cuando vimos como este abrazaba fuertemente a alguien, en principio creí que era uno de aquellos farsantes y me asusté al pensar que podrían haber convencido a mi padre también, pero cuando miré mas detenidamente y tanto mi padre como aquel hombre se giraron hacia mi, sentí que el corazón se encogía para expandirse lleno de alegría, era Kike, mi gran amigo Kike había vuelto, me solté de la mano de Carex sin dejar de mirar a Kike a los ojos, empezaron a caerme lagrimas por ellos, salí corriendo hacia donde se encontraba, y vi como Kike abría sus brazos para recibirme, lo abracé tan fuerte como pude, el me empujó con delicadeza para que lo soltara, supuse que ya había tenido demasiados problemas con Carex y ahora prefería guardar las distancias y no ofender al padre de mi hijo, le di un sonoro beso a en la mejilla agradeciendo su vuelta y su detalle con Carex, él siempre había sido más sensato y menos impulsivo que yo. Hacia dos semanas que no lo veía pero sentía como si hicieran años, agradecí con la mirada que Carex me dijera nada, sabía que le molestaba ese tipo de cosas en público, pero en esos momentos Kike era como una flor en el desierto, lo necesitaba, porque sabía que él nos ayudaría con aquel problema que se había introducido en el poblado.

Creí que te había perdido— le dije, feliz de tenerlo de nuevo a mi lado. Carex se acercó a nosotros y saludó serio con una inclinación de cabeza a Kike, este respondió del mismo modo.

Estuve a punto de hacerlo, pero como tu dijiste, vinimos juntos y nos iremos juntos, y si no fuera así, quiero pasar los días que me quedan a tu lado, nunca se sabe si serán los últimos, sobretodo no podía dejarte sola— miró a Carex que se encontraba detrás de mí imperturbable como siempre— bueno sé que no estás sola— vi un amago de sonrisa en sus labios hacia Carex— pero quiero estar contigo mientras pueda— me dijo besándome en la frente, giré la vista a tiempo para ver a Carex afirmar con la cabeza, dando así su consentimiento.

Entramos en la choza de mi padre, mi padre explicó brevemente a Kike la llegada de los nuevos blancos, luego yo expliqué mi conversación con Ryan y el conocimiento que tenía sobre las sectas que intentaban adueñarse de los indígenas, desde luego aquellas gentes estaban expuestas a demasiadas desgracias, por un lado las farmacéuticas luchando incluso llegando a la sangre por conseguir los conocimientos del chaman de las tribus, por otro lado estaba la deforestación que hacia que muchas tribus se quedaran sin lugar donde vivir, y sin duda alguna estaban las sectas, que funcionaban desde aquellos religiosos españoles por el año 1500 cuando descubrieron America y obligaban a los indígenas a someterse a la religión. Estuvimos durante horas hablando sobre el tema, Thalí fue a buscar a su otro hijo que se unió a nosotros.

Tras explicar yo los conocimientos teóricos que tenia de cómo actuaban estas sectas y lo que buscaban, ya que nunca había tenido la ocasión de conocer a ninguno de sus miembros en persona, pero desgraciadamente si había podido observar como sometían a tribus enteras y cerraban el acceso a ayuda de alimentos e higiene exteriores para no descubrir a los que los indígenas consideraban sus Dioses, Carex tomó la decisión de echarlos sin demora al día siguiente, si bien existía la posibilidad de que la tribu se le echara encima, era un riesgo que debía correr por el bien de todas sus gentes. Todos los allí presentes le dimos ánimos así como nuestro apoyo por la decisión que acababa de tomar.

Esa noche noté a Carex especialmente intranquilo, la decisión que había tomado no le dejaba conciliar el sueño y aunque no me contaba nada de lo que estaba pensando, yo sabía que ciertamente aquello le estaba provocando un gran quebradero de cabeza que al menos, esa noche, no le iba a dejar descansar. Me giré y volví de nuevo a pensar en todos los que querían aprovecharse de aquellas gente, de su cultura, sus conocimientos…. y de pronto, sin saber como pensé en Yakai, desde la llegada de aquellos hombres blancos con su religión no lo había visto por el poblado, ni si quiera cuando toda la tribu se había reunido para recibirlos, me giré de nuevo hacia Carex, y llamé su atención tocándole la espalda que en ese momento me estaba dando. Se medio giró y lo miré fijamente.

¿Dónde está Yakai?— le pregunté sin andarme con rodeos, vi como recibía mi pregunta con extrañeza, sabía que en esos momentos la consideraba tonta y sin sentido, y sin duda alguna era así, pero quizás conseguiría entretenerlo con conversaciones banales, si no íbamos a dormir en toda aquella noche, al menos que Carex pudiera descansar mentalmente.

Se fue hace días— me dijo tan seco como siempre, sin dejar de mirarme, sus ojos casi me gritaban que dejara de hacerle ese tipo de preguntas sin sentido, pero aun así seguí en mis trece y continúe con mi interrogatorio.

¿A dónde se fue?— vi como se giraba del todo para poner su cara frente a la mía, alcé un brazo para acariciarle con mis dedos su cintura mientras estábamos recostados mirándonos, y noté como se relajaba.

Me dijo que debía ir a la selva, necesitaba purificarse otra vez— arrugué mi cara extrañada, quería preguntarle a que se refería con purificarse y porque, pero preferí dejarlo y que siguiera hablando— necesita viajar, dijo que era importante— terminó a modo de explicación.

¿Viajar?— le pregunté, pero Carex me miró fijamente sin parpadear y entendí que esa era toda la explicación que iba a darme sobre la introducción en la selva por parte del chaman— también me dijo que debía recoger las hiervas sagradas— bueno aquello lo entendí más o menos quizás su botica se había quedado ya sin sus medicinas naturales y había salido a recoger mas hiervas para sus sanaciones.

Apreté mi cuerpo mas al de Carex, y noté como me abrazaba con fuerza, escuchaba su respiración por encima de mi cabeza y busqué el hueco de su cuello para apoyar mi cabeza, no tardé en dormirme, pero cuando lo hice hacia ya minutos que Carex había entrado en un profundo sueño, de lo cual me alegré.