CAPITULO IX

      

Hacía tres días desde que se había ido Kike. Me levante pensando en él. Salí de mi estancia, Carex ya no estaba allí, las demás puertas de las estancias estaban completamente abiertas, en la choza ya no había nadie, recordé que mi padre me dijo la noche anterior, que hoy se marchaban los indígenas de la otra tribu y con ellos “el armario ropero”, respiré aliviada.

Thali entró a la choza con algo para desayunar. Comimos juntas y aunque sabía que no me entendería, sentía la necesidad de desahogarme con una mujer, de contarle todo lo que estaba sintiendo, y en aquellos momentos en aquel lugar, Thali era lo más parecido a una madre que tenía.

Tu hijo me está volviendo loca— le dije mirándola, ella sonrió— sé que no me entiendes pero me conformo con que me escuches— dejó de comer como si entendiera y me prestó toda su atención, supuse que algunas palabras como “hijo” si las entendería y aunque no supiera lo que necesitaba decirle, sabría de quien hablaba, y además me sentía mejor sabiendo que apenas comprendería lo que intentaba decirle, era como escribir todo en un papel y quemarlo, Thali nunca me traicionaría— estos últimos días han ocurrido cosas extrañas— continué— odiaba a tu hijo, y si he de ser franca aun lo odio, no puedo soportar el hecho de que fuera criado por mi padre, me siento traicionada, cambiada por otro, es un usurpador— enfaticé— y aunque sé que no es tan malo, tengo sentimiento contradictorios sobre su persona…. Por un lado ese sentimiento, creado por mí y no influenciado por nadie que mantiene vivo mi odio, y por otro tu hijo es una tentación para mis sentidos, el cuerpo que tiene no me ayuda a nada – la miré tenía una media sonrisa en la boca y me miraba con ternura— creo que la culpa es tuya— seguía con la misma cara, estaba claro que no me estaba entendiendo pero sonreía y de vez en cuando afirmaba como si lo hiciera— ¿Que por qué?— retoricé— pues porque tú lo trajiste al mundo con esos ojos, y esa nariz, ese pelo y esa boca que me está volviendo loca, y no voy a darte más detalles de su cuerpo porque sé que lo conoces mejor que yo— comencé a enredar un mechón de mi pelo entre mis dedos – la otra noche— me acerqué más a ella y le susurré, miré a un lado y a otro asegurándome que estábamos solas— tuve un sueño erótico con tu hijo— ella abrió los ojos como si me entendiera, por un momento dudé que no lo hiciera, y me avergoncé pero aun así continué— te juro Thali que fue muy real, sentí como tu hijo me tocaba, y tampoco te voy a contar detalles más lascivos porque no viene a cuento, y además porque eres su madre— dije, aquel monologo se estaba alargando demasiado, agradecía que mi receptora no me hubiera interrumpido con palabras o con gestos y dejara que me desahogara— la verdad es que no sé qué va a ocurrir, pero he de confesarte que tengo miedo, ahora mismo no se explicarte a qué, pero tengo la sensación de que debería salir cuando antes de aquí o me volveré loca— terminé. Thali se acercó más a mí, y me acarició la cara y el pelo, luego me abrazó.

Thali quiere— dijo cerca de mi oído. Aquella palabra me hizo sentir mejor, la abracé también.

Yo también te quiero— le dije, aquello me confirmó que no se había enterado de nada de lo que le había contado, lo cual me tranquilizó, bien mirado era la madre de Carex y una madre siempre va a tirar hacia su hijo.

Nos levantamos y pasé el resto de la mañana paseando por la aldea, me crucé con mi padre quien me informó que Zué, su marido y el resto de guerreros de la tribu vecina se habían marchado hacía ya horas. Luego de casualidad coincidí con la madre de la niña del día anterior que se acercó a mí y me dio un pequeño capazo lleno de hiervas, algunas no me sonaban otras si, agradecí el gesto sonriendo e inclinando en varias ocasiones la cabeza, y miré extasiada el pequeño capazo. ¿Cuánto tiempo hacia que no me tomaba una infusión? Las echaba de menos, aquella noche me prepararía una antes de dormir.

Durante la comida no apareció Carex, mi padre me informó que se encontraba en su choza recuperando su independencia, y que no comería con nosotros, sentí una punzada de tristeza.

Me alegré de que día hubiese sido tranquilo, llegaba la hora de mi baño, el momento de relajarme, aquel río no era como mi bañera con sales y aceites, rodeada de unas cuantas velas encendidas y una copa de vino, pero debía reconocer que el entorno vegetal hacia un efecto muy parecido.

Me desnudé, decidí que al salir me pondría la ropa con la que llegué a la tribu y lavaría el vestido de Thali. Comencé mi ritual que bauticé como “ entrada rápida y veloz al río para el baño” y comencé a nadar, hoy no podría estar mucho tiempo, aunque calculaba que debía ser la hora de siempre, el cielo no estaba despejado, pequeñas nubes oscuras se iban amontonando en él, la lluvia era inminente. Cogí el “gel” y me froté el cuerpo, un trueno me avisó que el tiempo se me estaba agotando, terminé de bañarme y me encaminé hacia la orilla de nuevo, froté mi cara en varias ocasiones con el agua mientras salía, levanté la mirada y me quedé paralizada. En la orilla completamente desnudo estaba Carex, su semblante era serió, me puse de cuclillas para que el agua me llegara hasta el cuello y cubrir mi cuerpo, estaba escandalizada, no pude evitar mirarle su miembro que se encontraba en un estado semi—erecto.

¡¡Vete!!— le grité empujando con mis manos el agua para que entendiera y sin levantarme— ¡estoy desnuda! ¿Te has vuelto loco?— le pregunté fuera de mí, si había venido a bañarse el “aseo” estaba ocupado, además no entendía como sabiendo de donde venía yo se desnudaba delante de mí con aquella naturalidad que en mi mundo no existía excepto en lugares habilitados para ello.

De pronto Carex comenzó a andar hacia el agua, otro trueno retumbó en el cielo, “¡joder!” pensé, aquello parecía una película de miedo.

No te atrevas a seguir andando— seguí gritando retrocediendo mientras el avanzaba, sus pies ya estaban cubiertos por el agua— no sé en qué momento he pensado que eras una buena persona, ¡eres un salvaje!— le insulté sin dejar de retroceder al mismo ritmo pausado que el utilizaba para entrar en el agua— ¡maldito!— ya se había metido completamente en el agua, estaba a escasos diez metros de mi— ¡te odio!— mi menté comenzó a pensar con rapidez, decidí girarme y comencé a nadar hacia la parte contraria del río, había trabajado de socorrista algunos años durante los veranos para pagarme la universidad, eso me daba una ventaja a la hora de nadar, no había perdido la rapidez en la brazada, lo que estaba segura me ayudaría a llegar rápido a la orilla.

Solo giraba la cabeza de vez en cuando para insultarlo y ver como se iba acercando cada vez más a mí, sin duda el salvaje también sabia nadar, no sé el número exacto de insultos que le dije, salió mi vena “barrio—bajera” y acabé con todo el vocabulario soez, impertinente y malsonante que conocía. En mi mente solo aparecía la palabra “violación” ¿sería capaz aquel hombre de violarme?, lo había visto antes de entrar en el agua, y sus genitales no estaban “relajados” que digamos.

Llegue a la orilla mi menté me grito un “bravo” había sido más rápida que él, comencé a correr, ya no me importaba que me viera desnuda, mi única preocupación es decidir qué dirección coger para huir de Carex, sentí como pequeñas gota de lluvia caían sobre mi cuerpo “estupendo” pensé, ahora se ponía a llover. Llegué hasta los árboles, no miré atrás, pero sabía que lo tenía pegado a mi espalda, no tardo ni dos segundos en cogerme. Carex me giro y me retuvo contra un árbol, volví a sacar mi diccionario de insultos y a decírselos uno detrás de otro mientras forcejeaba para soltarte.

¡Suéltame!— le grité y continué insultando de todos los modos posibles, por fin pareció reaccionar, cambió su semblante, cogió mi mandíbula con su mano derecha y me obligó a girar hacia el lateral izquierdo mi cara, noté sus dedos clavados en la mejilla, me estaba haciendo daño, acercó su cara hacia la mía hasta que sentí su aliento caliente sobre el ovulo de mi oreja.

Que no te responda, no significa que no entienda, ni que no pueda insultarte de igual manera— me dijo. Deje de forcejear sorprendida, y un sonoro “ahh” salió de mi boca involuntariamente. Me entendía y hablaba mi idioma, llevaba allí cuatro días y nadie me lo había dicho, ni mi padre. Aquello era el colofón final para toda aquella locura, me sentí desvanecer, no le perdonaría a mi padre que hubiera omitido ese detalle, pero la realidad cayó sobre mí como una losa pesada, a mi padre le importaba más Carex que yo, por eso había guardado aquel secreto.

Eres un bastardo— le dije enfatizando la palabra. Lo dije con el único fin de hacerle daño, para dejar constancia de mi superioridad sobre él, lo hice con el propósito de que supiera que él era el “otro” hijo de mi padre, pero yo era su hija verdadera, la única. Intenté mediante aquel insulto auto defenderme de mis pensamientos y mi sentimiento de soledad. Continuó apretándome la mandíbula.

¿Bastardo?— entendió perfectamente la dirección del insulto y reaccionó— Un padre no es quien da la vida a un hijo, si no quien le da el cariño y lo cría como propio, sabes perfectamente, que soy más hijo de mi padre que tu— seguía manteniéndome la cara girada, dijo cada una de aquellas palabras pausadas deleitándose, haciéndome saber que los dos podíamos jugar sucio, más hora que yo conocía que él hablaba mi idioma y que sus palabras podían estar igual o más envenenadas que las mías.

Me derrumbé, la palabra locura atravesó mi mente, histérica, comencé a empujarlo, el me soltó voluntariamente y se alejó unos pasos, corrí hacia él, me abalancé golpeándole sobre el pecho, ahora no iba a escaparse después de haberme herido como jamás nadie lo había hecho, gritaba de frustración, notaba la lluvia golpeando con fuerza mi cuerpo, estaba diluviando, pero no me importaba, los charcos que se habían creado me hicieron resbalar, apoyé las manos en el suelo y golpee con mis manos el agua que se había formado en el suelo de la lluvia, todos estos años de sufrimiento, toda mi vida sin el cariño de mi padre, todo volvía, creía haberlo superado pero no era así, odié a Carex desde el día en que supe que había sido criado por mi padre, egoístamente deseaba haber estado en su lugar, “¿por qué el y no yo?” me había preguntado una y otra vez cuando lo veía, yo era la hija biológica, debía quererme más a mí. Pero la realidad de las palabras de Carex me había golpeado como nadie nunca lo había hecho y desgraciadamente me habían vuelto a la realidad que esos días había conseguido mitigar y adornar.

Levántate— noté los brazos de Carex abrazándome y levantándome, no había sido una orden más bien parecía una súplica por su parte, yo no podía dejar de llorar.

Quiero morirme— le dije entre sollozos él apoyó mi cabeza contra su pecho con cuidado cuando al fin consiguió que me pusiera en pie.

Perdóname— me dijo entre susurros en un tono bajo de voz que apenas era audible por el sonido de los truenos de la tormenta que teníamos encima— siento mis palabras— dijo más alto apoyando su cara sobre el hueco de mi cuello.

No podía dejar de llorar, abracé a Carex también, necesitaba consuelo viniera de donde viniera, el agua de la lluvia resbalaba por mi espalda hasta llegar a mis pies, la lluvia comenzó a golpearnos con más fuerza, la oscuridad de la tormenta se cernió sobre nosotros y solo los rayos lograban iluminar aquel entorno. Carex levantó la vista al cielo.

Debemos marcharnos ya— yo continuaba con mi llanto, no quería moverme de allí, no tenía fuerzas para hacerlo, mis pies estaban clavados en el suelo, se negaban a caminar, se habían convertido en gelatina y el equilibrio de mi cuerpo pendía de un hilo.

Él se agachó y me cogió de las piernas, me levantó en brazos y comenzó a caminar. Escondí mi cabeza entre su pecho y tosí en varias ocasiones a consecuencia del agua y de mi llanto que parecía no tener fin. Nada me importaba, sabía que íbamos los dos desnudos, pero estaba tan agotada y tan triste que no me preocupara que alguien pudiera vernos. Escuché como abría una puerta y me metía en la choza. No estaba en la de mi padre, si no en la suya, me tumbó sobre su cama y me envolvió con una manta de algodón. Me coloqué lateralmente y me encogí, se me habían secado las lágrimas, ahora solo sollozaba incontrolablemente, él se sentó a mi lado y me retiró el pelo de la cara, poco después comenzó a entonar una cancioncilla entre susurros sin dejar de acariciar mi pelo mojado.

Me desperté al día siguiente, seguía en la choza de Carex, al lado de donde había dormido habían varias piezas de frutas, un poco de pescado y un bol humeante, acerqué mi nariz sin levantarme completamente del lugar donde había estado recostada y olfatee el bol, era una infusión de hiervas, agradecí poder tomar algo caliente, me incorporé lo suficiente para alcanzar la comida y me bebí de un trago la infusión, no estaba demasiado caliente. Luego picoteé un poco de pescado y dejé la fruta para más tarde.

Carex no tardó en entrar en la choza y me miró asegurándose que estaba bien y que había comido algo, su cuerpo se relajó al comprobar que solo quedaba la fruta.

¿Cómo te encuentras?— me preguntó sin moverse. La verdad es que recordar lo ocurrido el día anterior hacia que mis ojos se empañaran de nuevo, respiré profundamente y contesté lo más normal que pude, luchando porque no se me escapara ninguna lagrima.

Mejor, gracias por… por la comida y por traerme aquí— el afirmó con la cabeza sin decir nada y manteniéndose delante de la puerta.

Nuestro padre….— dudó, se lo noté, sabía que me sentía incomoda al escuchar hablar de mi padre como mutuo, aun así continuó— vino poco después de que te durmieras, aún estaba diluviando pero estaba muy preocupado por ti. Le conté que te había cogido la tormenta en el río… y te traje a mi choza— estuve segura que había omitido que él también estaba en el río y que ambos estábamos desnudos, el con diferentes intenciones a las mías o eso creía yo, ahora empezaba a dudar cuales eran sus verdaderas intenciones, aun así preferí que hubiera modificado la versión de los hechos, así mi padre no me preguntaría y tampoco me apetecía que Carex y mi padre volvieran a discutir. – Mi madre ha puesto a secar la ropa que te dejaste ayer en el río, se había caído al suelo por la tormenta y la ha vuelto a lavar. He ido a casa de mi hermano Daroh, su mujer me ha prestado esta ropa para que te la pongas— Me levanté tapándome con la manta de algodón y acerqué una de mis manos hacia la ropa, era una falda también de algodón, por un momento me quedé quieta suponiendo que el atuendo solo consistía en eso, la falda, pero Carex me dio otra prenda, una especie de bufanda de un metro aproximadamente de largo y algo más de un palmo de mano de ancho— te he traído esto de casa de mi…..madre, te sentirás más cómoda – enseguida entendí que aquello era para tapar mis pechos, aun así me avergoncé— ¿qué sucede? ¿No te gustan las ropas?— Carex me miraba y yo a su vez miraba la ropa que tenía en la mano.

Si— sonreí – son preciosas – exageré para que se relajara y a la vez se lo trasmitiera a su cuñada— el problema…es que, bueno, no me ha dado el sol de cintura para arriba y estoy muy blanca— “¡viva la vanidad!” pensé, pero no podía evitarlo si me sentía observada por mi color de mi pelo y mi piel, cuando vieran mi barriga del color de la harina, de nuevo aquellas miradas impertinentes me seguiría a donde quisiera que fuera.

Eres blanca Lía— dijo Carex confirmando lo evidente e utilizando aquel diminutivo de mi nombre que, aunque él no lo supiera, solo las personas más cercanas a mí lo utilizaban, sabía que en algún momento se lo había escuchado decir a Kike para dirigirse a mí.

Si, ya, pero no me apetece atraer las miradas de todos de nuevo, había superado ya esa fase— le dije, intentando que mi mente olvidara la familiaridad que había sentido al escuchar decir mi nombre en boca de Carex.

Atraes las miradas porque eres preciosa— me quedé mirándolo sorprendida, ahora era el, el que se le veía avergonzado, daba la impresión de que sus palabras habían salido solas por sus labios y ahora comprendía lo que había dicho. Se giró nervioso y salió de la choza sin decir nada más. Me quedé mirando la puerta por donde había salido durante unos minutos hasta que reaccioné de nuevo, una sonrisa apareció en mis labios, aquel piropo me había pillado desprevenida, creía que era preciosa, aquello hacia que mi corazón diera saltos de alegría y se hinchara de orgullo por momentos, resoplé agradecida, hoy iba a ser un gran día.

Comencé a vestirme con aquellas ropas, con el trozo de tela de algodón tipo bufanda me tapé los pechos y me hice un nudo en la espalda, lo apreté todo lo fuerte que pude para evitar que se cayera y a la vez para conseguir que me sujetara lo suficiente para que nada pudiera salirse de su lugar.

Salí de la choza, Carex estaba en la puerta esperándome, me miró y sonrió.

Debemos ir a la choza de mí…. madre— sabía que había querido decir padre pero estaba intentando que los demonios del día anterior no volvieran a mí, por ahora pocas cosas iban a conseguir que la alegría de la palabra “preciosa” se oscureciese.

Puedes decir padre o padres lo estoy intentando superar— le expliqué con tranquilidad y una media sonrisa— además no es tanto el hecho de que compartamos padre lo que más me duele, si no la sensación….— dudé en decírselo, pero confesé— que al nombrarlo así, parezca que….. somos hermanos— supe que lo había entendido perfectamente. Aun así decidió no opinar, seguramente pensaba que aquello eran una tontería, y llevaba toda la razón.

Nos están esperando, tu padre quiere hablar contigo, pero antes de ir, debo pedirte disculpas por lo de ayer— dijo con un tono serio que evidenciaba que realmente se había arrepentido de lo ocurrido.

No tiene importanciale dije comenzando a andar, el tiró de mi mano para detenerme de nuevo y que lo mirara a los ojos, vi en ellos la súplica. Tenía la necesidad de mi perdón. Me resultó muy extraño—¿porque es tan importante para ti?— le pregunté arrugando la frente.

Porque… me temo, que es lo único que vas a perdonarme— dijo, no entendí nada de lo que decía, pero enseguida recordé cuando lo conocí—¿ te refieres a cuando me envenenaste o cuando hiciste que me golpeara la cabeza?— igual el día si podía llegar a estropearse, ese hombre tenía facilidad para conseguir cabrearme.

No era venenosentenció excusándose, quitándole hierro a aquel dardo envenenado que me lanzó.

Bueno lo que fuera, en fin si , te perdono, por lo de la espina “envenenada”, la boleadora y por lo que pasó ayer— la verdad es que después de esta mañana ya le había perdonado todo, afirmo con la cabeza dándose por satisfecho y comenzó a andar.