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En los brazos de Ratán me siento sucia. Soy
un objeto sexual que satisface sus caprichos. Siento asco por él.
Está poseído de una pasión desenfrenada y es capaz de pagar todo el
oro del mundo por satisfacer sus instintos.
Soporto sus caricias con repugnancia
interna, fingiendo un placer que no siento. Me sobrepongo, forman
parte de mi plan de venganza.
Cada vez sus exigencias son mayores. Agotan
mi paciencia. No sólo exige mi presencia en el cuartel Los Cabitos,
en horas inopinadas, sino empieza a querer controlar mi vida.
Tengo miedo que descubra mi relación con
Marco que viene a verme con frecuencia. Desde el día que descubrió
que mi madre era Rosario, no sé por qué se muestra más accesible,
comunicativo, amoroso, tierno.
Es increíble como un hombre tan duro, puede
tornarse manso y complaciente frente a una mujer atormentada como
yo.
En cada encuentro la ternura y protección de
Marco aumenta. Después de hacer el amor, me habla de él.
Se niega a contarme dónde y cómo conoció a
mi madre.
Siempre dice:
—Coincidencias. De niño conocí una Rosario,
que me quería mucho, eso y nada más, lo de la alcancía, no tiene
nada que ver en esto… esa es otra historia. Me la regaló un amigo y
es muy parecida a la que tienes.
Con más frecuencia continúan nuestros
encuentros clandestinos. Cada noche dejo la puerta de mi habitación
abierta. Nunca llega a la misma hora. Todo en él es
impredecible.
Creo que el amor, nuevamente está buscando
posada en mi alma. Lo espero cada vez con mayor ansiedad. Todo el
día pienso en él. Está aquí dentro, en mi corazón. Qué misterioso
es el amor, llega cuando menos lo esperamos. No pide permiso para
invadirnos.
Muchas veces finjo estar dormida y descubro
cómo me mira, contempla mi rostro con fascinación y como un niño
pequeño, acaricia la mata de mis cabellos mientras lo escucho
decir:
—Mar, mi dulce Mar, cuando todo esto
termine, estarás siempre a mi lado, te mostraré el mundo, el brillo
de las ciudades, el color de los mares. Siempre estaré
contigo.
Empiezo a sentir un inmenso cariño por él.
Sé que no tuvo nada que ver con la muerte de Neto. Él era uno de
los suyos. No me queda ninguna duda.
Sin embargo, volviendo al momento que estoy
viviendo, ahora, esta noche, como muchas otras, entre los brazos de
Ratán, despierta, con todos mis sentidos en acecho, tomo una
decisión.
Mataré a Ratán. Acabaré para siempre con el
asesino de mi Neto, así me sentiré liberada, además es una amenaza
para Marco y sólo al vengar la muerte de mi Neto, podré abrir
nuevamente las puertas al amor.
Voy a eliminarlo. Debo encontrar un método
que no me comprometa. Tengo que tramar con inteligencia este golpe.
Si fracaso, total, qué sentido tiene mi vida sin Neto.
Voy a dejar de ver a Marco temporalmente.
Ambos pueden descubrir mi juego y esta vez voy a defender lo que
empieza a ser mío. Tengo que protegerlo.
Es increíble, cómo de las sombras de la
muerte, empieza a nacer un amor intenso, profundo, hermoso. Neto
seguramente sonríe. Me comparte con él. Mi cuerpo fue suyo y lo
será de él. Sus ideas los unen y sus sentimientos también.
—Marco, querido Marco. No voy a complicarte
en este lío, volveré a ti sólo después de matar a Ratán. Sé que
ignoras mi relación con él… pura estrategia. Estrategias de la
guerra para ti y estrategias de la venganza para mí. Días y noches
de amor y de guerra, de pasión y dolor. Esa soy yo. Tu dulce
Mar.
—Repulsiva rata, estoy entre tus brazos.
Pagarás, con tu vida haberte metido con mi Neto, perseguir y
amenazar a Marco. Sólo viéndote muerto estaré tranquila.
Agradezco que Iván me pusiera en su camino.
Fue una ficha, una pieza valiosa y estratégica para llegar a
él.
—Contigo rubio extranjero nuestras deudas
están saldadas, yo ya conseguí la entrevista que esperabas y tú me
has conducido hasta Ratán. Estamos en paz, no me debes nada. No te
debo nada. Nuestra relación, desde el inicio, tuvo reglas claras.
Encuentros sexuales nada más. Nada de sentimientos, amor a plazos,
sin ataduras, ni reclamos.
Mientras pienso así, la noche avanza y en el
cuartel Los Cabitos, junto al despacho de Ratán, dos hombres
vigilan.
En estos encuentros no existe amor, sólo una
pasión salvaje, libera las tensiones de este hombre rudo y
perverso, que entre tragos y mujeres intenta acallar las voces de
su conciencia. Muchas muertes, torturas, asesinatos pesan sobre
él.
Algunas veces, cansado de fornicar, se
duerme entre mis brazos. Sus ronquidos parecen convocar sombras
siniestras y malignas que flotan en el ambiente.
Todo está rodeado de un aire pesado, oscuro
y en medio de la comodidad y confort de la habitación hay algo
extraño, que no logro descubrir.
Cuando miro su rostro vencido por el sueño,
mi odio hacia él aumenta. Sus facciones toscas tienen huellas
profundas de amargura. Están marcadas por un ritus de crueldad y de
profundos resentimientos. Su rostro cetrino se parece al infierno
que debe llevar dentro.
A pesar de que mi sed de venganza cada día
es mayor, sé que tengo que esperar. No me gustaría acabar entre
barrotes, prefiero dormir en el monte, estar siempre a salto de
mata, pero junto al hombre que empiezo a querer intensamente.