[288] Cf. las Conferencias Gifford del profesor W. WALLACE, en Lectures and Essays, 1898, pp. 17 y ss. <<
[289] Op. cit., p. 174, resumido. <<
[290] Ibid. p. 186, resumiendo y en cursiva. <<
[291] Discourses, II, § 7. <<
[292] En cuanto al carácter secundario de las construcciones intelectuales y a la primacía del sentimiento y del instinto como fundamento de las creencias religiosas, véase la sorprendente obra de H. FIELDING, The Hearts of Men, Londres, 1902, que llegó a mis manos después de haber escrito mi texto. «Los credos —dice el autor— son la gramática de la religión; son a la religión lo que la gramática es al habla. Las palabras son la expresión de nuestros deseos, la gramática es la teoría que se forma después. El habla nunca proviene de la gramática, sino al revés. A medida que el habla progresa y cambia por causas desconocidas, la gramática ha de seguirle» (p. 313). Todo el libro, que se mantiene muy cenca de los hechos concretos, es poco más que una ampliación en este texto. <<
[293] Por motivos de comodidad sigo el orden del Lehrbuch der Philosophie, de A. STÖCKL, 5te Auflage, Mainz, 1881, Band II. La Natural Theology, de B. BOEDDER, Londres, 1891, es un manual práctico inglés católico, pero teólogos protestantes como C. Hodge presentan una doctrina casi idéntica. C. HODGE: Systematics Theology, Nueva York, 1873, o también A. H. STRONGS: Systematic Theology, 5a. ed., Nueva York, 1896. <<
[294] No hemos de olvidar que cualquier forma de desorden en el mundo puede, merced al argumento del proyecto divino, sugerir un Dios para este tipo de desorden. La verdad es que cualquier estado de cosas que se nombre es lógicamente susceptible de interpretación teleológica. Por ejemplo, las ruinas del terremoto de Lisboa: toda la historia pasada habla de estar programada para traer, en la plenitud del momento justo, aquella particular disposición de escombros, de muebles destrozados y de cuerpos un día vivos. Y lo mismo para cualquier otra disposición, buena o mala, que pueda considerarse de hecho como resultado de condiciones previas. Para evitar estas consecuencias pesimistas y salvar a su diseñador benéfico, el argumento del proyecto divino invoca adecuadamente otros dos principios que actúan restrictivamente. El primero es físico: las fuerzas de la naturaleza tienden, por decisión propia, sólo a la destrucción y al desorden, a acumular ruinas, no a la arquitectura. Este principio, aunque a primera vista plausible, parece ser, a la luz de la biología reciente, cada vez más improbable. El segundo principio es de interpretación antropomórfica. Ninguna disposición que para nosotros es de desorden, puede haber sido en absoluto un objeto de proyecto. Este principio es, por supuesto, una mera asunción gratuita del teísmo antropomórfico.
Cuando se mira al mundo sin una tendencia teológica concreta, se ve que el orden y el desorden, tal como los reconocemos, son invenciones puramente humanas. Nos interesamos por determinados tipos de disposiciones utilitarias, estéticas o morales; tanto nos interesamos que, cuando las encontramos realizadas, el hecho nos llama fuertemente la atención. El resultado es que abordamos selectivamente el contenido del mundo. Está lleno de desorden según nuestro punto de vista, pero el orden es la única cosa que nos interesa y vamos en su busca, y eligiendo hábilmente siempre puede encontrarse algún tipo de disposición de orden en medio de cualquier caos. Si yo echase mil alubias sobre una mesa, eliminando una buena cantidad sin duda podría dejar el resto en cualquier forma geométrica que me dijerais, y entonces cabria decir que esa forma era la cosa prefigurada antes y que las otras alubias eran simplemente material irrelevante y de relleno. Nuestros tratos con la naturaleza son como éste. La naturaleza es un plenum vasto donde nuestra atención dibuja líneas caprichosas en innumerables direcciones. Contamos y ponemos nombre a todo lo que esté sobre las líneas que trazamos, y lo restante y las líneas no trazadas no son ni cuantificadas ni nombradas. En realidad hay muchas más cosas «inadaptadas», una en relación a otras, en este mundo que cosas «adaptadas», muchas más cosas con relaciones irregulares que cosas con relaciones regulares entre sí. Pero buscamos la clase de cosas regulares, exclusivamente, y la descubrimos y conservamos ingeniosamente en nuestra memoria. Se acumula con otras clases regulares, hasta que la colección de todas llena nuestras enciclopedias. Sin embargo, mientras tanto, entre y alrededor de ellas hay un caos infinito y anónimo de objetos en los que nadie ha pensado nunca; de relaciones que nunca han llamado nuestra atención, los hechos de orden de los que parte el argumento físico-teológico son así fácilmente susceptibles de ser interpretados como productos humanos arbitrarios. Siempre que éste sea el caso, aunque no haya ningún argumento contra la existencia de Dios, se sigue que el argumento a favor de Dios no constituirá una prueba contundente de su existencia. Sólo será convincente para quienes ya creen en él por otros argumentos. <<
[295] Para los escolásticos, la facultas appetendi abarca el sentimiento, el deseo y la voluntad. <<
[296] Op. cit., Discourses, III § 7. <<
[297] En un articulo (Cómo hacer nuestras ideas claras) de «Popular Science Monthly» de enero de 1878, vol. XII, p 286. <<
[298] Para el pragmatismo, el atributo más importante de Dios es su justicia punitiva. Pero ¿quién, en el actual estado de jurisprudencia teológica sobre este punto, se atreverá a sostener que el fuego del infierno o su equivalente de alguna forma está demostrado por la lógica pura? La propia teología ha basado ampliamente su doctrina en la revelación y, al discutirla, ha tendido progresivamente a sustituir las ideas convencionales del derecho criminal por principios de razón a priori. Pero la noción de que este universo glorioso, con vientos y planetas, con cielo plácido y plano, habría sido diseñado y tiene sus vigas y travesaños instalados en el derecho penal, es increíble para nuestra imaginación moderna. Escuchar tales argumentaciones debilita la religión. <<
[299] John CAIRD: An Introduction to the Philosophy of Religion, Londres y Nueva York, 1880, p. 243-250 y 291-299, muy resumido. <<
[300] A. C. FRASER: Philosophy of Theism, 2a. ed., Edimburgo y Londres, 1899, especialmente parte II, caps. VII y VIII; A. SELH [PRINGLE-PATTINSON]: Hegelianism and Personality, ibid, 1890.
Los argumentos más persuasivos a favor de un alma individual concreta del mundo de los que tengo conocimiento son los de mi colega Josiah ROYCE, en su Religious Aspect of Philosophy, Boston, 1885; Conception of God, Nueva York y Londres, 1897, y más tarde en sus conferencias Gifford de Aberdeen, The World and the Individual, 2 vols., Nueva York y Londres, 1901-1902. Sin duda, a algunos de mis lectores les parecerá que me evado del deber filosófico que me impone mi tesis en esta conferencia, ya que ni tan siquiera intento enfrentarme de forma articulada con los argumentos del profesor Royce. Admito la evasión momentánea. En estas conferencias, que están establecidas sobre un molde popular, me pareció que no había espacio para la discusión metafísica sutil y que para propósitos tácticos era suficiente, siendo el debate filosófico el que es (es decir, que la religión puede transformarse en una ciencia universalmente convincente), señalar el hecho de que ninguna filosofía religiosa ha convencido a la masa de pensadores. Mientras tanto, permitidme decir que espero que este volumen sea seguido por otro, si se me alcanza escribirlo, en el que no sólo los argumentos del profesor Royce, sino otros a favor del monismo absoluto sean considerados con toda la plenitud técnica que su gran importancia reclama. Ahora me resigno a permanecer pasivo ante el reproche de superficialidad. <<
[301] «Idea of a University», Discourses, III, § 7. <<
[302] La imaginación de Newman anhelaba tan innatamente un sistema eclesiástico que puede escribir: «Desde la edad de quince años el dogma ha sido el principio fundamental de mi religión; no conozco ninguna otra religión. No puedo hacerme a la idea de ningún otro tipo de religión». Y de nuevo, cuando habla de si mismo a la edad de treinta años, escribe: «Me gustaba actuar como si estuviera delante de mi obispo, como bajo la mirada de Dios». Apología, 1897, pp. 48, 50. <<
[303] La diferencia intelectual es bastante similar en importancia práctica a la análoga diferencia de carácter. Vimos, al hablar de santidad, cómo algunos caracteres se resienten de la confusión y han de vivir en estado de pureza, regularidad y simplicidad. Para otros, por el contrario, la sobreabundancia, el exceso de tensión, la propia estimación y otras relaciones superficiales son indispensables. Hay hombres que sufrirían un sincope si pagaseis todas sus deudas, lograseis mantener todos los compromisos, contestaseis sus cartas, aligeraseis sus problemas y cumplieseis sus obligaciones, hasta que sólo queda una mesa limpia, ante sus ojos, sin nada que interfiriera su realización inmediata. Un día tan libre y sorprendentemente desnudo sería para ellos espantoso. Lo mismo pasa con la comodidad, la elegancia, las muestras de afecto, los reconocimientos sociales —algunos de nosotros necesitamos un buen número de estas cosas que a otros les parecerían un conjunto de mentiras y sofisticación. <<
[304] En Lectures on Justification, de NEWMAN, particularmente en la conferencia VIII, § 6, hay un fragmento espléndido expresivo de esta manera estética de sentir el esquema cristiano. Lamentablemente es demasiado largo para citarlo. <<
[305] Compárese la informalidad del protestantismo, donde «el dócil amante del bien», sólo con su Dios, visita a los enfermos, etc., con el elaborado «negocio» que se establece en la devoción católica, y que comporta el estimulo social de otros asuntos más complejos. Una mujer católica de mentalidad mundana puede llegar a ser una visitadora de enfermos, en principio puramente por coquetería, por su confesor y director espiritual, por unos «méritos» que se acumulan, por sus santos protectores, por una relación privilegiada con el Todopoderoso, llamando Su atención como una dévote profesional, por sus «ejercicios» determinados y Su pose social decididamente reconocida en la organización. <<
[306] Cf. cap. citado. <<
[307] Una discusión más completa sobre la confesión se encuentra en la excelente obra de Frank GRANGER, The Soul of a Christian, Londres, 1900, cap. XII. <<
[308] Ejemplo: «El pastor de Sudbury, que asistía a la conferencia del jueves en Boston, oyó que el clérigo oficiante rogaba para que lloviese, cuando el servicio terminó, se dirigió al peticionario y dijo: “Vosotros, pastores de Boston, tan pronto como un tulipán se mustia en vuestra ventana, vais a la iglesia y rogáis para que llueva hasta que Concord y Sudbury quedan inundadas”». R. W. EMERSON, Lectures and Biographical Sketches, p. 363. <<
[309] Auguste SABATIER: Esquisse d’une Philosophie de la Religion, 2a. ed., 1897, pp. 24-26, resumido. <<
[310] Mi referencia para estas estadísticas es la pequeña obra de Frederick G. WARNE sobre Müller, Nueva York, 1898. <<
[311] The Life of Trust: Being a Narrative of the Lord’s Dealings with George Müller, new American edition, Nueva York, Crowell, pp. 194, 219, 228. <<
[312] Id., p. 126. <<
[313] Op. cit., p. 383, resumida. <<
[314] Id., p. 323. <<
[315] No resisto la tentación de citar una expresión, de un estilo todavía más primitivo de pensamiento religioso, que se encuentra en English Garland, de ARBER, vol. VII, p. 440. Robert Lyde y un grumete inglés, prisioneros en un barco francés en 1689, atacaron a la tripulación formada por siete hombres franceses, mataron a dos, hicieron prisioneros a los otros cinco y se devolvió el barco a puerto. Lyde describe cómo en esta proeza encontró en Dios una gran ayuda en los momentos de lucha:
«Con la ayuda de Dios resistí cuando ellos tres y otro más querían tirarme al suelo. Cuando noté que el hombre que colgaba de mi cintura era muy pesado, le dije al chico: “Da la vuelta a la bitácora y tira al suelo al hombre que está colgado a mi espalda”. Y el chico le dio un golpe en la cabeza y le hizo caer […]. Entonces busqué un pasador o cualquier otra cosa para pegarle. Como no veía nada dije: “Señor, ¿qué hago?”, y al volverme a la izquierda, vi un pasador colgado; alargué el brazo derecho y lo cogí, y clavé la punta cuatro veces, un cuarto de pulgada, en el cráneo del hombre que atenazaba mi brazo izquierdo. (Uno de los franceses arrebató el pasador). Pero gracias a la maravillosa providencia del Señor, o bien cayó de su mano o bien lo lanzó, y en aquel momento Dios Todopoderoso me dio la suficiente fuerza para coger a un hombre con una sola mano y lanzarlo contra la cabeza del otro. Volviendo a buscar algo con que golpearle y no viendo nada útil, dije: “Señor, ¿qué hago ahora?”, quiso Dios entonces recordarme el cuchillo que tenía en el bolsillo y a pesar de que dos de los hombres habían agarrado mi brazo derecho, el Señor Todopoderoso me dio fuerzas y puse la mano derecha en el bolsillo derecho, saqué el cuchillo y la funda […] lo puse entre las piernas y lo desenfundé, y de un tajo corté la garganta al hombre que tenía su espalda en mi pecho, que cayó inmediatamente y casi no se movió». He resumido un poco la narración de Lyde. <<
[316] Como, por ejemplo, In Answer to Prayer, por el obispo de Ripon y otras, Londres, 1898: Touching Incidents and Remarkable Answers to Prayer, Harrisburg, Pa., 1898 (?); H. L. HASTINGS: The Guiding Hand or Providential Direction, ilustrated by Authentic Instances, Boston, 1898 (?). <<
[317] C. HILTY, Glück, Dritter Theil, 1900 pp. 92 y ss. <<
[318] James MARTINEAU, final del sermón «Help Thou Mine Belief», en Endeavours after a Christian Life, 2a. serie. Compárese con este pasaje el fragmento de VOYSEY, en el capítulo anterior y los de PASCAL y Madame GUYON en los que preceden. <<
[319] «Dios mío —escribió Epicteto—, cualquier cosa de la creación es suficiente para demostrar la Divina Providencia a un espíritu humilde y agradecido. La simple posibilidad de obtener leche de la hierba, queso de la leche y lana de las pieles, ¿quién lo estableció y propuso? Tanto si roturamos como si aramos o comemos, ¿no hemos de entonar este himno a Dios? Dios es grande, porque nos ha provisto de estos instrumentos para labrar la tierra; grande es Dios, porque nos ha dado manos e instrumentos para la digestión, porque nos ha dado el crecer insensiblemente y respirar cuando dormimos. Estas cosas las habríamos de celebrar siempre […]. Pero porque la mayoría de vosotros sois ciegos e insensibles, ha de haber alguien que ocupe ese lugar y eleve, en nombre de todos esos hombres, el himno a Dios. ¿Qué otra cosa puedo hacer, viejo y cojo, sino entonar himnos a Dios? Si fuese un ruiseñor haría el papel del ruiseñor, si fuese un cisne, el papel de cisne. Pero ya que soy una criatura racional, mi deber es alabar a Dios […]. Y os invito a que os unáis a la misma canción». Works, libro I, cap. XVI, traducción inglesa de Carter-Higginson. <<
[320] Souvenirs de ma Jeunesse, 1897, p. 122. <<
[321] Op. cit., carta XXX. <<
[322] Compárese con la falta de expresión del mundo para los melancólicos. <<
[323] Véase Conferencia I, final. <<
[324] Un amigo mío, psicólogo de primera categoría, con experiencia de automatismo gráfico, me dice que la apariencia de actividad independiente en el movimiento de su brazo, cuando escribe automáticamente, es tan clara que le obliga a abandonar una teoría psicológica en la que había creído. Se trata de la teoría que afirma que no sentimos la descarga eferente de nuestros centros motrices voluntarios. Piensa que normalmente hemos de experimentar esta sensación, o la sensación de su ausencia no sería tan sorprendente como lo es en estas experiencias. Según lo que sé, un tipo de automatismo gráfico plenamente desarrollado es raro en la historia religiosa. Las afirmaciones, como la de Antonia Bourigon: «no hago nada aparte de dejar mi mano y mi espíritu a otro poder», indican por su contexto inspiración más que escritura automática directa. Esto sucede en algunas sectas excéntricas. El ejemplo más sorprendente es quizás el grueso volumen titulado Oahspe, a new Bible in the Words of Jehovah and his angels ambassadors, Boston y Londres, 1891, escrito e ilustrado automáticamente por el doctor NEWBROTH de Nueva York, que creo está, o ha estado últimamente, a la cabeza de la comunidad espiritista de Shalam en Nuevo México. El último libro escrito automáticamente que conozco es Zertoulem’s Wisdom of the Ages, de George A. FULLER, Boston, 1901. <<
[325] W. SANDAY: The Oracles of God, Londres, 1892, pp. 49-56, versión resumida. <<
[326] Op. cit., p. 91. Este autor también cita las formuladas por Moisés e Isaías según vemos en Éxodo, caps. III y IV, y en Isaías, cap. VI. <<
[327] Citado por Augustus CLISSOLD: The Prophetic Spirit In Genius and Madnes, 1870, p. 67. Clissold es swedenborgiano. El caso de Swedenborg es, naturalmente, el más importante de audita et visa, y sirve de fundamento para la revelación religiosa. <<
[328] NOLDEKE, Geschichte des Qorâns, 1860, p. 16. Compárese el relato más completo en la obra de Sir William MUIR: Life of Mahomet, 3a. ed., 1894, cap. III. <<
[329] La teocracia mormona siempre ha sido gobernada por revelaciones directas otorgadas al presidente de la Iglesia y a sus apóstoles. De una atenta carta que me escribió en 1899 un mormón eminente, cito el siguiente fragmento:
«Puede interesarle saber que el presidente (Mr. Snow) de la Iglesia mormona afirma haber tenido cierto número de revelaciones del cielo. Para explicar totalmente lo que son estas revelaciones, es necesario saber que nosotros, como pueblo, creemos que la Iglesia de Jesucristo ha vuelto a ser establecida por mensajeros enviados desde el cielo. Esta Iglesia tiene por cabeza un profeta, un visionario y revelador, que transmite al hombre la voluntad de Dios. La revelación es el medio por el que la voluntad de Dios es expresada directa y totalmente al hombre. Estas revelaciones se obtienen a través de sueños o en visiones de vigilia por voces sin aparición visible o por manifestaciones reales de la Presencia Santa. creemos que Dios ha venido en persona y le ha hablado a nuestro profeta y portador de la revelación». <<
[330] Por ejemplo, en los capítulos II y de nuevo en el XII. <<
[331] Desde este punto de vista, los contrastes entre la mentalidad sana y la morbosa, entre los nacidos una vez y los renacidos, de los que hablé en las conferencias anteriores (cf. capítulos correspondientes), apenas se plantean los antagonismos que algunos consideran. El renacido acepta la conciencia rectilínea del nacido sólo una vez como «simple moralidad» y no propiamente como religión. Se dice que un ministro ortodoxo afirmó: «El doctor Channing fue excluido por la extraordinaria rectitud de su carácter del estadio supremo de la vida religiosa»; realmente, es cierto que la visión de la vida de los renacidos —en tanto que comporta una mayor cantidad de elemento «mal»— es la más amplia y completa porque la manera «heroica» o «solemne» en la que se les manifiesta la vida constituye una «síntesis superior» a consecuencia de la combinación entre la mentalidad sana y la morbosa. Por consiguiente, el mal no es rechazado por esos personajes en absoluto, sino que permea su más acabada alegría religiosa. Sin embargo, la conciencia final sobre la unión con la divinidad establecida para cada tipo significa lo mismo, prácticamente, para cada individuo, y ciertamente bien puede permitírseles a los individuos que la alcancen por el camino más adecuado a sus diversos temperamentos. En los casos citados en la Conferencia IV encontramos numerosos ejemplos del proceso regenerativo, siendo una cuestión de grado en este proceso la severidad de la crisis. Son también cuestiones de grado cuánto tiempo podrá continuar un hombre saboreando la conciencia del mal y cuándo sufrirá el cortocircuito liberándose de forma que en numerosos casos resulta arbitrario clasificar al individuo de nacido una vez o renacido. <<
[332] Véase, por ejemplo, la cita de RENAN, aducida anteriormente. <<
[333] «De plegaria» en el sentido más amplio explicado en las páginas anteriores. <<
[334] ¿Cómo podría concebirse —nos preguntamos— que un hombre como Christian Wolff, en cuya abarrotada cabeza se encontraba todo el Conocimiento de principios del siglo XVIII, conservase una fe tan infantil en el carácter personal y humano de la Naturaleza como para presentar sus operaciones como lo hizo en su obra sobre la utilidad de las cosas naturales? Por ejemplo, considérese este relato suyo sobre el sol y su utilidad.
«Vemos que Dios creó el sol para mantener las condiciones variables de la tierra en un orden tal que toda criatura viviente —hombres y bestias— puedan habitar su superficie. Porque los hombres son las criaturas más razonables y pueden inferir el ser invisible de niños de la contemplación del mundo, el sol contribuye aquí al propósito primario de la creación: sin él la raza humana no podrá conservarse ni continuarse […]. El sol proporciona la luz del día no sólo a la tierra, sino también a otros planetas, y la luz del día es de utilidad primordial para nosotros porque gracias a ella podemos hacer aquellas cosas que de noche nos resultarían imposible, o en cualquier caso, imposibles si no poseyéramos la luz artificial. Las bestias del campo encuentran, de día, la comida que por la noche no podrían hallar. Más todavía, le debemos al sol que podamos ver las cosas que cubren la superficie de la tierra, no sólo de cerca, sino de lejos, y que las reconozcamos de cerca o de lejos según su especie, lo que de nuevo nos es muy útil en los asuntos de la vida humana como cuando viajamos, o para el conocimiento científico de la Naturaleza. Tal conocimiento depende principalmente de la observación visual, que sin el sol resultaría imposible. Si imagináramos a cualquiera que, conociendo las ventajas que derivan del sol, viviera durante un mes en donde no hubiera día sino noche, veríamos cuántas serían sus dificultades y cómo se convencería, por experiencia propia, de sus ventajas, especialmente si tuviese que trabajar en la calle o en el campo […]. Del sol aprendemos a conocer cuándo es mediodía, y conociendo exactamente este punto podemos poner nuestros relojes en hora; en estas cuestiones la Astronomía le debe muchísimo […]. Con la ayuda del sol podemos encontrar el meridiano […]. Pero el meridiano es el fundamento de nuestros cuadrantes solares, y en general, no los tendríamos si no hubiese sol». Vernünftige Gedanken von den Absichter der natürlichen Dinge, 1782, pp. 74-78.
O leyendo el relato de la magnificencia divina al establecer «la gran variedad de rostros, voces y letras de los hombres», que se ofrecen en la Psicoteología de DERHAM, un libro de moda en el siglo XVIII. «Si el cuerpo del hombre —dice Derharn— hubiese sido concebido según esquemas ateos o de cualquier otra forma que la del Dios del mundo infinito, no habría existido nunca esa variedad tan sabia. Las caras de los hombres habrían sido diseñadas con el mismo molde o moldes similares, sus órganos de la palabra habrían tenido el mismo sonido o una pequeña variedad de notas, y la propia estructura de los músculos y nervios habría proporcionado a la mano una única dirección en la escritura. En este caso, ¡qué confusión, qué perturbación, cuántas inquietudes para el mundo! No hubiéramos poseído seguridad personal, ni certeza, ni fruición, ni justicia entre los hombres, ni diferencia entre el bien y el mal, entre amigos y enemigos, entre padre e hijo, esposo y esposa, hombre y mujer, porque todo estaría subvertido y expuesto a la maldad del envidioso y el malvado, al fraude y la violencia de ladrones y truhanes, a las estafas de la trampa engañosa, a la lujuria del afeminado y del pervertido. Nuestros tribunales de justicia pueden testimoniar los negativos efectos de la confusión de rostros, o de la falsificación de las escrituras. Pero así como el Creador y Soberano infinitamente sabio ordenó la materia, cada hombre puede distinguir su rostro en la luz y su voz en la oscuridad, su letra puede hablar por él aunque no le acompañe, ser su testimonio y garantizar los compromisos para las generaciones futuras. Una indicación manifiesta y admirable de la Providencia y previsión divinas».
Un Dios tan cuidadoso para prever incluso la escritura inequívoca de pagarés y deudas era realmente una deidad apropiada para el corazón del anglicanismo del siglo XVIII.
Añado, sin omitir las mayúsculas, la «Vindicación de Dios por la Institución de Montañas y Valles» de Derham y el relato completamente culinario de Wolff sobre la institución del agua:
«Los usos —dice Wolff— que tiene el agua en la vida humana no necesitan ser extensamente descritos porque se ven con facilidad. El agua es una bebida universal de los hombres y los animales; a pesar de que aquéllos fabricaron bebidas artificiales no podrían haberlas hecho sin el agua. La cerveza se fabrica con agua y malta, y es con agua con lo que se apaga la sed. El vino se prepara con uvas que nunca habrían podido crecer sin la ayuda del agua, e igualmente ocurre con las bebidas que, en Inglaterra y en otros lugares, se fabrican a partir de las frutas […]. Por tanto, ya que Dios estableció el mundo de forma que los hombres y las bestias pudiesen vivir y encontrasen cuanto necesitaran y les fuera conveniente, también estipuló que el agua fuese un medio para convertir la tierra en un entorno tan excelente, lo que se manifiesta claramente cuando consideramos las ventajas de este elemento para limpiar utensilios domésticos, la ropa, y para otras cosas […]. Cuando un hombre visita un molino observa la necesidad de la muela de estar continuamente húmeda y entonces se da cuenta con claridad de la utilidad del agua».
Derham, después de alabar la belleza de las montañas y los valles nos habla así:
«Algunas constituciones son de una fuerza tan grácil y poseen tan buena salud que son indiferentes a cualquier orientación o temperatura del aire. Sin embargo, otras son tan débiles y frágiles que no pueden soportar un lugar pero pueden vivir confortablemente en otro. Para algunos, es mejor el aire más sutil y delicado de la montaña, mientras que en el aire turbio y pesado de las grandes ciudades languidecen y mueren, como también en el aire más cálido y húmedo de los valles y riberas. Pero otros, al contrario, se deprimen en las montañas y se fortalecen con el aire templado de los valles.
»Esta oportunidad de cambiar nuestra morada de las montañas a los valles constituye un alivio, un desahogo y beneficio enorme para la parte de la humanidad más débil que habita en los valles haciéndoles una vida más fácil y confortable ya que de no ser así vivirían decaídos.
»A esta conformación salutífera del mundo debemos añadir otro beneficio de las montañas que consiste en proporcionar lugares cómodos para vivir, sirven (como dijo un importante autor) de pantallas para frenar el frío y las ventiscas glaciares del norte y del este y reflejan los benignos y acariciadores rayos del sol, haciendo nuestra morada más confortable y alegre en invierno.
»Finalmente, las fuentes deben su vida y los ríos su corriente a las montañas, y en consecuencia, aquellas grandes masas y elevados picos no son las excrecencias rudas e inútiles de nuestro mal formado globo, como muchos han afirmado, sino que constituyen los admirables esfuerzos de la naturaleza ordenados por el Creador Infinito al crear una de las obras más útiles, ya que si la superficie de la tierra fuese lisa y plana, no existiendo en el centro de las islas y continentes montañas, como las hay, es seguro que no tendrían corrientes los ríos ni se unirían las aguas porque en lugar de descender por los declives que les proporcionan las tierras altas hacia el océano, se estancarían y olerían probablemente mal, haciendo surcos en la tierra.
»[Así pues], las montañas y los valles, aunque para un viajero perezoso y malhumorado resulten incómodas y amenazantes, son una noble obra del Creador, realizadas sabiamente por Él para el bien de este mundo nuestro sublunar». <<
[335] Hasta el siglo XVII prevaleció esta forma de pensar. Basta recordar el dramático tratamiento, incluso de las cuestiones mecánicas que hace Aristóteles; como, por ejemplo, su explicación del poder de la palanca para que un pequeño peso levante otro más pesado. Según Aristóteles se debe al carácter milagroso del círculo y de todo movimiento circular. El círculo en cóncavo y convexo, se constituye por un punto fijo y una línea en movimientos que se contradicen mutuamente, todo aquello que lo hace en circulo se mueve en direcciones opuestas. No obstante, el movimiento circular es el movimiento más «natural» y el brazo más largo de la palanca que se mueve en círculo mayor posee la mayor cantidad de esta moción natural y por lo tanto requiere una fuerza menor. O recordad también la explicación de Herodoto sobre la posición del sol en invierno: se mueve hacia el sur a causa del frío que lo transporta a la busca de las regiones más cálidas del cielo de Libia. O también la explicación de san Agustín: «¿Quién proporciona a las hojas el poder de congelarse?, ¿y ese poder de calentarse que madura la fruta? ¿Quién puede explicar las extrañas propiedades del fuego ennegreciendo todo aquello que quema y que, a pesar de poseer tan hermosos colores, decolora casi todo lo que toca o de lo que se alimenta convirtiendo las brasas resplandecientes en sucias cenizas? […]. Entonces ¿qué maravillosas propiedades encontramos en el carbón cuya fragilidad le hace romperse con un golpe y en cambio es tan fuerte que humedad alguna puede pudrirlo ni paso alguno del tiempo le provoca decadencia?». La ciudad de Dios, libro XXI, cap. IV, versión inglesa.
Aspectos semejantes, su naturalidad y afectación, las simpatías y antipatías de sus cualidades superficiales, sus excentricidades, su brillo, su fuerza y destructividad eran inevitablemente la forma de llamar nuestra atención en un principio.
Si abrimos libros de medicina primitivos encontraremos la magia simpática invocada en cada página. Por ejemplo, el famoso ungüento para las heridas atribuido a Paracelso; existían numerosas recetas: incluyendo la grasa humana, la de un toro, de un jabalí o de un oso, lombrices de tierra pulverizadas, usnia o el verdín de la piel adobada de un criminal ahorcado, y otras materias igualmente desagradables, mezcladas todas, si era posible, bajo Venus y nunca bajo Marte o Saturno. Después, si una estrella de madera mojada en la sangre del paciente o el arma ensangrentada que lo había herido, era sumergida en el ungüento y se vendaba fuertemente la herida, curaba infaliblemente la misma —cito el relato de Van Helmont—, ya que la sangre del arma o de la estrella, conteniendo el espíritu del herido, se excitaba activamente en contacto con el ungüento y se convertía en un poder curativo para su prima hermana, la sangre del cuerpo del herido. Lo hacía succionando la impresión dolorosa y emponzoñada de la parte herida. Para todo ello se imploraba la ayuda de la grasa del toro y las otras materias del ungüento, consistiendo la razón del poder del toro en que este animal, en el momento de la matanza, completamente poseído, moría en un arranque de revancha mayor que la de cualquier otro animal. Ahí tenemos —dice el autor— que la admirable eficacia del ungüento debía ser imputada simplemente a la energía del carácter póstumo de la revancha y no a la colaboración de Satanás, el carácter póstumo queda firmemente impreso en la sangre y la grasa del ungüento. J. B VAN HELMONT: A Ternary of Paradoxes, trad. de Walter Charleton, Londres. Resumo mucho el original de la cita.
El autor sigue probando, por analogía con muchos otros hechos naturales, que la acción simpática entre cosas distintas es el fundamento lógico del caso. «Si —dice— el corazón de un caballo muerto por una bruja y extraído caliente del cuerpo se empala en una flecha y se achicharra, la bruja se siente inmediatamente atormentada por los dolores y crueldades insufribles del fuego, lo que no habría sucedido si no hubiese precedido la conjunción del espíritu de la bruja con el caballo primero. En el corazón caliente y jadeante queda cautivo el de la bruja y el previsto efecto de la flecha resulta eliminado. De manera similar, la encuesta policial sobre numerosos cuerpos asesinados ¿no nos muestra que sufrieron hemorragias en presencia del asesino? La sangre, en un arranque de ira, se agita con un gesto de revancha contra el asesino en el instante del compulsivo final del cuerpo. Por lo tanto, si padecéis hidropesía, gota o ictericia, introducid un poco de vuestra sangre caliente en la blanca cáscara de un huevo, ponedlo después a fuego lento, mezclar con un cebo de carne y dadlo a un perro hambriento, la enfermedad pasará instantáneamente de vosotros al animal y os abandonará completamente. Similarmente, si quemáis unas gotas de leche de una vaca o de una mujer, la glándula de la que surgió se secará. A un caballero de Bruselas le cortaron la nariz en combate, pero el famoso cirujano Tagliacozzus confeccionó una nariz nueva con la piel del brazo de un individuo de Bolonia; a los trece meses de volver a su patria la nariz se le enfrió, petrificó y en un par de días se le cayó, descubriéndose entonces que el boloñés había muerto más o menos en aquel tiempo. En Bruselas quedan todavía testimonios directos del hecho», dice Van Helmont, y añade: «No supondréis que en todo eso existe superstición o imaginación exaltada».
La literatura moderna sobre la mind-cure —por ejemplo las obras de Prentice Mulford— está plagada de simpatía mágica. <<
[336] Compárese con la doctrina de Lotze de que el único significado que podemos asociar a la noción de una cosa, tal como es «en sí», es concibiéndola como es para ella misma. Es decir, como parte de una experiencia completa con un sentido personal de alguna suerte de actividad interna. <<
[337] A pesar de todos los errores, de hecho pueden no ser tan crasos como afirman los científicos. En la Conferencia IV acabamos de ver cómo la concepción religiosa del universo parece, a muchos curanderos mentales, «verificada» día a día por su experiencia. «Experiencia de hecho» se refiere a un terreno tan plural que el científico sectario, cuando se niega metódicamente a reconocer estos hechos que los curanderos y otos como ellos experimentan de otra manera que titulándolos rudamente «simplezas», «tonterías», «bestialidades», olvida ciertamente una cantidad de hechos puros que, sin el gran interés de los individuos religiosos en los aspectos más personales de la realidad, nunca habrían alcanzado consideración. Sabemos que eso es cierto en determinados casos, y por lo tanto puede serlo también en otros. Las curaciones milagrosas siempre fueron una parte del material fundado en lo sobrenatural y siempre se vieron menospreciadas por los científicos, considerándolas productos de la imaginación. Sin embargo, la tardía atención de los científicos a los hechos hipnóticos les ha abierto, recientemente, una posibilidad de ser más receptivos para fenómenos de este orden y, en consecuencia, ahora aceptan que pueden existir esas curaciones siempre que se las denomine efectos de «sugestión». A pesar de todo, los estigmas de la cruz en las manos de san Francisco y en sus pies, según estos términos puedes no ser una fábula; y también el fenómeno de la posesión diabólica está a punto de ser admitido como hecho por un científico desde el momento en que posee el nombre de «histerodemonopatía» para denominarlo. Nadie puede prever hasta dónde puede llegar la legitimación de fenómenos ocultistas bajo esos nombres forjados recientemente por los científicos, incluso «profecía» o «levitación» pueden pasar el tamiz.
De esta manera, el divorcio entre hechos científicos y religiosos puede no ser tan definitivo como parece a primera vista; la personalización y romantización del mundo tampoco fueron mucho más allá. La opinión definitiva puede, resumiendo —de alguna manera que en este momento es imposible de prever— revertir en un estilo más personal, como cualquier camino de progreso puede seguir una espiral en lugar de una línea recta; si así fuese, la visión rigurosamente impersonal de la ciencia podría aparecer algún día como una excentricidad útil temporalmente, pero que no ostenta la posición definitivamente triunfante que el científico sectario contemporáneo anuncia con tanta seguridad. <<
[338] La crítica de Hume desterró la causalidad del mundo de los objetos físicos, y la «ciencia» parece absolutamente satisfecha de definir la causa en términos de cambio consecuente —leyendo a Mach, Pearson, Oswald. El «origen» de la noción de causa se encuentra en nuestra experiencia personal, y sólo allí las causas, en el sentido antiguo, pueden ser directamente observadas y descritas. <<
[339] Cuando en escritos religiosos leo palabras como éstas: «Probablemente lo mejor que podamos decir de Dios sea que es la Inferencia Inevitable», constato la tendencia a dejar que la religión se evapore en términos intelectuales. ¿Los mártires habrían cantado en medio de las llamas por una simple inferencia, por más inevitable que fuese? Los hombres religiosos de la talla de san Francisco, Lutero, Böhme, normalmente fueron enemigos de la pretensión de intelectualizar las cosas religiosas. Sin embargo, la inteligencia lo invade todo; impone a un entorno su efecto superficializador. Mirad cómo el viejo espíritu se evapora en estos artículos maravillosamente racionalistas de un filósofo como el profesor Bowne (The Christian Revelation, The Christian Life, The Atonement, Cincinatti y Nueva York, 1898, 1899, 1900). Obsérvece el propósito positivamente restrictivo de la filosofía propiamente dicha:
«La religión —dice M. VACHEROT (La Religión, París, 1869, pp. 131-436 y ss.)— responde a una estado o condición pasajero y no a una determinación permanente de la naturaleza humana, siendo simplemente una expresión de este estado de la mente dominada por la imaginación […]. El cristianismo tiene sólo un posible heredero y es la filosofía científica».
Partiendo de una situación más radical, el profesor RIBOT (Psychologie des Sentiments, p. 310) describe la disolución de la religión. Lo resume en una sola fórmula: el predominio en aumento del elemento racional, con la desaparición gradual del elemento emocional, tendiendo este último a entrar en los conjuntos de sentimientos puramente intelectuales. «Del llamado sentimiento religioso sobrevive solamente un vago respeto por lo desconocido, última reliquia del temor, y cierta atracción hacia el ideal, reliquia del amor que caracterizaron los primeros períodos del crecimiento religioso. Para decirlo más simplemente, la religión tiende a convenirse en filosofía religiosa. Todas estas cuestiones son psicológicamente diversas, ya que mientras una constituye una construcción teorética de la racionalidad, la otra es la obra viva de un grupo de personas o de un gran e inspirado cabecilla que incluye por completo el organismo intelectual y sensitivo del hombre».
Encuentro la misma dificultad para aceptar que el baluarte de la religión se encuentra en la individualidad, como aseguran el profesor BALDWIN (Mental Development, Social and Ethical Interpretation. cap. X) y H. R. MARSHALL (Instinct and Reason, caps. VIII al XII), intentando convertirla en una «fuerza social conservadora». <<
[340] Compárense, por ejemplo, las páginas dedicadas a la «Conversión y santidad». <<
[341] «American Journal of Psychology», VII, p. 345. <<
[342] Véase la Conferencia XI. <<
[343] Véase el capítulo dedicado a la conversión. <<
[344] Véase la última conferencia. <<
[345] Ejemplo: Henri Perreyve escribe a Gratry: «No sé cómo afrontar la felicidad que me descubriste esta mañana. Me aturde, quiero actuar como todo el mundo, pero ni puedo ni sé hacer nada. De buena gana haría grandes cosas». Después de una entrevista estimulante, escribe de nuevo: «Me fui a casa, intoxicado de alegría, de esperanza. Quería alimentarme de mi felicidad en soledad, lejos de los hombres; era muy tarde, pero sin pensarlo seguí un sendero del bosque como si estuviese loco, buscando el cielo, sin importarme en absoluto este mundo. Súbitamente, el instinto me hizo volver hacia atrás de prisa, estaba al borde del precipicio, un paso más y habría caído. Me horroricé y abandoné el paseo nocturno». A. GRATRY, Henri Perreyve, Londres, 1872, pp. 89, 92.
La primacía, en todo estado de fe, del vago impulso expansivo sobre la direccionalidad queda perfectamente expresada en las líneas de Walt WHITMAN (Leaves of Grass, 1872, p. 190).
«¡Oh, tomad la noche, las tempestades, el hambre, el ridículo, los accidentes, las renuncias como hacen los animales y los árboles […] querido Camerado! Confieso que te empujé delante de mí, y todavía lo hago, sin saber cuál es nuestro destino, o si venceremos o seremos absolutamente derrotados».
Esta disposición para las grandes cosas y este sentimiento de que el mundo, por su importancia, etc., es propenso a su producción, parecería ser el germen indiferenciado de cualquier fe más elevada. La confianza en nuestros sueños o en la expresión de los destinos de nuestra patria, como la fe en la providencia divina, poseen su génesis en el ímpetu de nuestras pulsiones esperanzadas y en este sentido exceden lo real. <<
[346] Comparad con LEUBA, citado anteriormente. <<
[347] The Contens of Religious Consciousness, en «The Monist», XI, p. 536, julio de 1901. <<
[348] Loc cit. Véase también la crítica extraordinariamente acertada de este escritor de la idea según la cual la religión buscaría en primer lugar resolver el misterio intelectual del mundo. Compárese con lo que afirmaba W. BENDER (en su Wessen der Religion, Bonn, 1888, pp. 38, 85): «No fomentan religión ni la pregunta sobre Dios ni la búsqueda del origen y el propósito del mundo, sino la pregunta sobre el hombre. Todos los puntos de vista religiosos sobre la vida son antropocéntricos». «La religión constituye la actividad del impulso humano hacia la autoconservación por medio de la cual el hombre busca conseguir sus propósitos vitales básicos frente a la presión adversa del mundo, alzándose libremente hacia los poderes que ordenan y gobiernan el mundo cuando alcanza los límites de su propia fuerza». La obra es poco más que el desarrollo de esas palabras. <<
[349] Recordad que en algunos hombres se produce súbitamente, en otros de forma gradual y otros prácticamente lo disfrutan durante toda su vida. <<
[350] Las dificultades prácticas son: 1) Darse cuenta de la realidad de la parte superior de uno mismo. 2) Identificarse exclusivamente con ella. 3) Identificarla con todo el resto del ser ideal. <<
[351] «Cuando una actividad mística está en su cenit, observamos que la conciencia es poseída por un ser excesivo e idéntico al yo, lo bastante grande para ser Dios, lo bastante interior como para ser yo. Su “objetividad”, en este caso, debería ser denominada excesividad o sobreabundancia». Véase Essai sur les fondements de la conscience mystique, 1897, p. 46. <<
[352] La palabra «verdad» es tomada aquí como algo adicional al valor desnudo de cualquier cosa para nuestra vida, a pesar de que la tendencia natural del hombre le lleva a creer que todo lo valioso para la vida es garantía suficiente para considerarlo verdadero. <<
[353] Véase la conferencia última. <<
[354] Proceedings of the Society for Psychical Research, vol. VII, p. 305. Para un informe completo de la visión de MYERS, me remito a su obra póstuma Human Personality in the Light of Recent Research, anunciada ya en prensa. Myers propone por primera vez como problema psicológico general la exploración de la región subliminal de la conciencia en toda su extensión y realiza sus primeros pasos en su topología al tratar una serie de hechos subliminales como naturales —considerados hasta este momento como hechos curiosos aislados— y someterlos a una nomenclatura sistematizada. Si será o no importante esta nomenclatura sólo podrá decirlo el trabajo futuro en el camino abierto por Myers. Cf. mi trabajo «Frederic Myer’s Services to Psychology», en Proceedings, cap. XIII, mayo de 1901. <<
[355] Véase el inventario ofrecido en la conferencia última, también lo que se afirma sobre el yo subconsciente en las Conferencias XI y XII. <<
[356] Véanse las páginas dedicadas a la santidad. <<
[357] Otra expresión de esta creencia, para dejar más clara la noción:
«Si esta habitación está completamente oscura durante miles de años y llegas y comienzas a quejarte y sollozar, ¡Oh, qué oscuridad!, ¿desaparecerá por ello la oscuridad? Lleva la luz, enciende un foco luminoso y la luz existirá desde ese momento. Por lo tanto, obraréis bien si pensáis siempre “¿He hecho mal, he cometido muchos errores?”. No necesitamos que todos nos respondan, sino que cuando la luz brille desaparecerá el mal al momento. Reforzad la naturaleza real estableciendo en vosotros mismos lo refulgente, el resplandor, lo puro para siempre; exigidlo de cada uno con quien estéis. Desearía que todos nosotros hubiésemos llegado a este estado de forma que aún en los seres humanos más viles viéramos en ellos a Dios, y en lugar de condenar, decir: “Alza tu resplandor, álzate tú que siempre eres puro, levántate sin nacimiento ni muerte, álzate todopoderoso y manifiesta tu naturaleza” […]. Ésta es la mejor plegaria que nos enseña el Avaita, y reza: “recordemos nuestra naturaleza” […]. ¿Por qué el hombre busca a Dios?, es tu propio corazón el que batalla y tú no lo sabes, tomando la batalla por algo externo. Él, lo más cercano de lo próximo, la realidad de mí vida, mi cuerpo y mi alma. Yo soy Tú y Tú eres Yo. En esto consiste vuestra naturaleza: aseguradlo, manifestadlo. No consiste en el puro llegar a ser, ya lo sois; sino que cada pensamiento bueno, tanto en calidad de pensamiento como estimulo para la acción, consiste simplemente en rasgar el velo con el que la pureza, el Infinito, el Dios del más allá se manifiesta, el Sujeto Eterno de todo, el Testimonio eterno de este universo, vuestro propio Yo. El conocimiento es, por decir así, un grado inferior, una degradación. ¿Ya lo somos? ¿Cómo lo sabemos?». Swami VIVEKANANDA, Addresses, XII, Practical Vedanta, parte IV. pp. 172-174, Londres, 1897, y Lectures, The Real and The Apparent Man, p. 27, versión resumida. <<
[358] Por ejemplo, éste es un caso de una persona en relación desde el nacimiento con ideas cristianas que habría de esperar a que se le mostraran revestidas de fórmulas místicas para establecer la experiencia:
«Puedo decir que me salvó el espiritualismo. Se me reveló en un momento crítico de mi vida y no sé qué podría haber hecho sin él. Me enseñó a desligarme de las cosas mundanas y a poner la esperanza en lo que ha de venir. Por él aprendí a mirar a todos los hombres, incluso a los criminales más peligrosos, a aquellos que más me hicieron sufrir, como hermanos no desarrollados del todo a los que debo ayudar, amar y perdonar. Aprendí que no debo desesperarme por nada, no menospreciar a nadie y rogar por todos. Particularmente he aprendido a rogar, y todavía tengo muchas cosas que aprender en este terreno. La plegaria siempre me produjo mayor fuerza, consuelo y bienestar; siento más que nunca que sólo he caminado un poco en el largo camino del progreso; sin embargo, miro su distancia sin desmayo porque confío que llegará el día en que todos mis esfuerzos serán recompensados. El espiritualismo ocupa un sitio importante en mi vida; de hecho, ocupa el primer lugar». Colección de Flournoy. <<
[359] «La influencia del Espíritu Santo, llamado certeramente el Confortador, es una cuestión de experiencia real, una realidad tan sólida como la del electromagnetismo». W. C. BROWNELL, «Scribner’s Magazine», vol. XX, p. 112. <<
[360] Que la sensación de abrirnos, llamada también plegaria, está perfectamente definida para algunas personas, lo señalamos abundantemente en las conferencias precedentes. Tomo otro ejemplo concreto para reforzar en la mente del lector la convicción:
«El hombre puede aprender a trascender estos límites [los del pensamiento finito] y proporcionar poder y sabiduría a la voluntad […]. La presencia divina se conoce mediante la experiencia, y alcanzar un nivel tan elevado constituye un acto diferenciado de la conciencia. No se trata de una experiencia vaga, oscura ni semiconsciente; no se trata de un éxtasis, no es un rapto, no se trata tampoco de la Superconciencia en sentido vedántico; tampoco es debida a la autohipnosis. Se trata de un cambio de conciencia perfectamente tranquilo, equilibrado, saludable, racional, de sentido común, de los fenómenos de percepción sensible a los fenómenos de clarividencia; del pensamiento del yo a un reinado claramente superior […]. Por ejemplo, si el yo inferior es nervioso, ansioso, tenso, en pocos momentos puede inducirnos a la tranquilidad. Todo eso no se consigue solamente con una palabra, vuelvo a decir que no se trata de hipnosis sino del ejercicio del poder. Se siente una paz de espíritu tan definida como en un día de verano caluroso se percibe el calor. Este poder puede ser usado tan evidentemente como los rayos del sol pueden ser reflejados y hacer que destruyan, que quemen la madera». The Higher Law, vol, IV, p. 4-6, Boston. <<
[361] Los trascendentalistas están muy satisfechos de la palabra «Superalma»; sin embargo, en general la utilizan en un sentido intelectual significando simplemente un medio de comunión. «Dios» es también un agente causal, y éste es el aspecto que deseo subrayar. <<
[362] Por supuesto, el idealismo trascendental sostiene que su mundo ideal establece esta diferencia esencial: el hecho existe. Debemos al Absoluto la posesión de un mundo de hechos. «Un mundo» de hechos, y en esto consiste exactamente el problema, un mundo entero que constituye la más pequeña unidad con la cual el Absoluto puede actuar, en tanto que para nuestras mentes finitas lo óptimo sería que la obra se llevase a cabo en este mundo, comenzando por las partes individuales. Nuestras dificultades y nuestros intereses son asuntos poco sistemáticos, pero el Absoluto no puede trabajar a precio fijo, de manera que todos los intereses fantaseados por nuestras pobres almas levantan la cabeza demasiado tarde. Deberíamos haber hablado antes, haber rogado por otro mundo antes de que éste naciera. «Es extraño —oí decir a un amigo— observar este rincón ciego donde se ha instalado el pensamiento cristiano, con un Dios que no puede aliviarnos de ninguna carga particular, que no nos puede ayudar a soportar la cruz privada y que se encuentra del lado de nuestros enemigos tanto como lo está del nuestro».
¡Curiosa evolución desde el Dios de los Salmos de David! <<
[363] Véase mi obra Wilt to Believe and Other Essays in popular Philosophy, 1897, p. 165. <<
[364] Esta noción se sugiere en mi conferencia Ingersoll sobre «Human Immortality», Boston y Londres, 1899. <<
[365] Tertium Quid, 1887, p. 99. Asimismo, véanse las conferencias iniciales. <<