[120] Life and Journals, Boston, 1806, pp. 31-40, versión resumida. <<

[121] Las citas pertenecen a una traducción italiana de esta carta en la Biografía del Sig. M. A. Ratisionne, Ferrara, 1843. Agradezco a monseñor D. O’Connell, de Roma, que las pusiera en mi conocimiento. Resumo texto del original. <<

[122] TYERMAN, Life of Wesley, I, p. 463. <<

[123] Publicado en «International Scientific Series». <<

[124] El lector se dará cuenta de que en la última conferencia, dada mi exclusiva confianza en la incubación subconsciente de los motivos que acumula una experiencia de crecimiento, seguí el método de utilizar principios aceptados mientras pude. La región subliminal, sea la que sea, es el lugar que los psicólogos aceptaron como existente y donde se acumulan los vestigios de experiencia sensible (los hayamos registrado con atención o no) y se elaboran según las leyes psicológicas o lógicas ordinarias en resultados que acaban llegando a una especie de explosión. Así pues, es «científico» interpretar todas las alteraciones invasoras, que en otro caso no cuentan, de la conciencia como resultados de la tensión de los recuerdos subliminales al alcanzar el punto de explosión. Pero la franqueza me obliga a confesar que hay algunas explosiones en la conciencia en cuyos resultados no es posible demostrar ninguna incubación subconsciente prolongada. Algunos de los casos que he utilizado para ilustrar el sentido de la presencia de lo invisible en la III conferencia eran de este tipo, y veremos todavía otros cuando lleguemos al tema del misticismo. El caso del señor Bradley, el de M. Ratisbonne, y acaso también el del coronel Gardiner y el de san Pablo no pueden explicarse de manera tan simple. El resultado habría de atribuirse a un simple arrebato nervioso-psicológico, una «lesión de descarga» como la de la «epilepsia» o, si fuese útil y racional, como en los dos últimos casos, a una hipótesis más resueltamente mística o teológica. Señalo esto para que el lector se dé cuenta de que el tema es realmente complejo. Pero sostendré, en cuanto pueda, la hipótesis más «científica» y sólo consideraré la cuestión de su suficiencia absoluta como una explicación de los hechos en el caso de que la cosa se complique en las conferencias siguientes. No puede dudarse de que la incubación subconsciente explica un buen número de hechos. <<

[125] Edwards afirma en otro lugar: «Me atrevo a afirmar que la obra de Dios en la conversión de un alma, junto a la raíz, la base, el beneficio, el final y su salvación eterna es una obra más admirable que la creación de todo el universo material». <<

[126] Emerson escribe: «Cuando vemos que los actos de un alma son reales, graciosos y agradables; como una rosa, hemos de agradecer a Dios que estas cosas puedan existir, y no hemos de dirigirnos agriamente al ángel y decir: “Fulano es un hombre mejor por su capacidad de resistencia a todas sus malas inclinaciones”. Sin embargo, Crump puede hacerse mejor por sus luchas íntimas y segundo nacimiento. <<

[127] En su libro The Spiritual Life, Nueva York, 1900. <<

[128] Op. cit., p. 112. <<

[129] Op. cit., p. 144. <<

[130] Adjunto una cita que hizo W. MONOD en su libro La Vie, y una carta impresa en la obra de Adolphe MONOD, Souvenirs de sa Vie, 1885, p. 433. <<

[131] Conmentary on the Galatians, cap. III, vers. 19, y cap. II, vers. 20, abreviados. <<

[132] En algunas conversiones los dos pasos están diferenciados, por ejemplo, en la siguiente: «Mientras leía el tratado evangélico, me quedé impresionado por una expresión: “la obra acabada de Cristo”. Me pregunté: “¿Por qué el autor usa tales términos?, ¿por qué no dice la obra reparadora?”. Entonces me vinieron a la mente las palabras “está consumado”, “¿qué es lo que está consumado?”. Y respondió ella misma: “Una expiación perfecta del pecado; se ha satisfecho completamente, el Sustituto ha pagado la deuda. Cristo ha muerto por nuestros pecados, no sólo por los nuestros sino por los de todos los hombres. Entonces, si la obra está acabada, si la deuda ha sido saldada, ¿qué nos queda por hacer?”. En otro momento, el Espíritu Santo proyectó la luz en mi mente y me dio la gozosa convicción de que no debía hacer nada más que arrodillarme, aceptar al Salvador y su amor y alabar a Dios para siempre». Autobiography of Hudson Taylor. Ya que no es accesible el original, vuelvo a traducir al inglés de la traducción francesa de Chelland (Ginebra, sin fecha). <<

[133] El caso de Tolstoi sería un buen comentario a estas palabras. En su conversión apenas cupo la teología; su estado de fe constituyó el retorno del sentimiento de que la vida tenía un valor infinito en su significado moral. <<

[134] «American Journal of Psychology», VII. pp. 345-347, versión resumida. <<

[135] Cf. Conferencias VI y VII. <<

[136] DWIGHT, Life of Edwards, Nueva York, 1830, p. 61, versión resumida. <<

[137] W. F. BOURNE, The King’s Son, a Memoir of Billy Bray, Londres, Hamilton, Adams & Co., 1887, p. 9. <<

[138] Consúltese William B. SPRAGE, Lectures on Revivals of Religion, Nueva York, 1832, en el largo apéndice donde aparecen las opiniones de múltiples clérigos. <<

[139] Memoirs, p. 34. <<

[140] Estos informes de fotismo sensorial se transforman en lo que simplemente son relatos metafóricos del sentido de una iluminación espiritual nueva como, por ejemplo, en la afirmación de Brainerd: «Mientras caminaba por un bosque espeso, un bienestar inexplicable pareció abrirse a la aprehensión de mi alma. No hablo en ninguna brillantez externa, ya que no la vi, ni imaginación alguna de un cuerpo luminoso en el tercer cielo, ni nada por el estilo, pero era una aprehensión nueva interior o visión que tuve de Dios».

En un caso como el siguiente, de la colección de Starbuck, probablemente la iluminación de la oscuridad es metafórica:

«Un domingo por la tarde, decidí que cuando llegase a casa, en la granja donde trabajaba, me ofrecería por entero a Dios, a su entero servicio […]. Llovía y habla fango en los Caminos, pero este deseo se hizo tan fuerte que me arrodillé al margen de la carretera, le confié todo esto a Dios y después intenté levantarme y marcharme. Nada parecido a una respuesta a mi plegaria se me daba, pero habiendo sido convertido por la fe mi salvación fue mayor. Mientras rezaba, recuerdo que extendí las manos a Dios y le prometía que trabajaría para él, mis pies caminarían por él, mi lengua hablaría por él, etc. si él me utilizaba como instrumento suyo y me daba una prueba convincente; de pronto, la oscuridad de la noche se iluminó, sentí, me di cuenta, supe que Dios había oído mi plegaría y me respondía. Me invadió una felicidad profunda, sentí que era aceptado en el círculo de los elegidos por Dios».

En el caso siguiente, el centelleo de la luz también es metafórico:

«Se había convocado un encuentro de oración al final del Servicio de la tarde. El clérigo pensó que yo estaba impresionado por su sermón (un error, eran aburridos). Vino y poniéndome una mano en la espalda, me dijo: “¿No quiere dar su corazón a Dios?”, contesté afirmativamente. Entonces me dijo: “Venga al primer banco”. Cantaron y rezaron y hablaron conmigo; sólo experimentaba una gran depresión; me dijeron que la razón por la que yo “no obtenía la paz” era porque no quería abandonarlo todo a Dios. Al cabo de dos horas el capellán sugirió que deberíamos volver a casa, al marchar recé como siempre. Angustiado, dije solo: “¡Señor, he hecho lo que he podido, os dejo todo el problema a Vos!”. Inmediatamente, como un relámpago de luz, me inundó una intensa paz; me levanté y me fui a la habitación de mis padres y les dije: “Me siento maravillosamente feliz”. Consideré todo esto como el momento de la conversión; fue el momento en que me aseguré de la aceptación y el fervor de Dios. Por lo que respecta a mi vida, hubo un escaso cambio inmediato». <<

[141] Resumo un par de relatos:

«Una mañana que me encontraba muy deprimido, amedrentado porque en cualquier momento iría al infierno, me vi impelido a llorar seriamente para obtener misericordia y el Señor vino a consolarme liberando mi alma de la carga y la culpabilidad del pecado. Todo mi cuerpo temblaba, de la cabeza a los pies, y mi alma gozó de una dulce paz. El placer que sentí es indescriptible, la felicidad duró tres días, durante los cuales no hablé a nadie de mis sentimientos». Autobiography of Dan Joung, editada por W. P. Strikcland, Nueva York, 1860.

«En un instante se elevó en mí la sensación de que Dios cuida de los que confían en él y durante una hora todo el mundo se tornó cristalino, el cielo era claro, me levanté de un salto y comencé a llorar y reír». H. W. BEECHER, citado por LEUBA.

«Mis lágrimas de pena se transformaron en alegría, y alabé a Dios en un éxtasis de alegría tal que sólo lo pueden comprender quienes lo experimentan».

«No puedo expresar cómo me sentía. Era como si hubiese estado en un calabozo oscuro y saliera a la luz del sol. Grité y entoné alabanzas a Aquel que me amaba y me limpiaba de mis pecados. Me creí obligado a retirarme a un lugar secreto, ya que las lágrimas se deslizaban y no quería que los compañeros me vieran, y, al mismo tiempo, no podía conservarlo en secreto».

«Experimentaba alegría hasta las lágrimas». «Sentía que mi cara debía brillar como la de Moisés, tenía una sensación general de flotar. Era la alegría más grande que nunca he tenido la suerte de experimentar». «Lloraba y reía alternativamente. Tan ligero como si caminara en el aire. Sentía como si hubiese conseguido mis paz y felicidad de la que nunca hubiera podido esperar». Son testimonios de STARBUCK. <<

[142] Psychology of Religion, pp. 357, 360. <<

[143] SAINTE-BEUVE, Port-Royal, vol. I, pp. 95-106, versión resumida. <<

[144] «El amor no sería amor —dice Bourget— si no pudiera llevar al crimen. También podemos decir que la pasión no sería verdadera si no llevara al crimen (SIGHELE: Psychologie des Sectes, p. 136). En otras palabras, las grandes pasiones anulan las inhibiciones ordinarias que establece la «conciencia»; y a la inversa, de todos los seres humanos criminales, de las personas falsas, cobardes, sensuales o crueles que viven en la actualidad probablemente no hay ni una siquiera que, en algún momento, no pueda vencer su impulso criminal por la presencia de alguna otra emoción a la que su carácter tiende potencialmente, siempre que esta otra emoción sea lo bastante intensa. El temor es normalmente la emoción más asequible para producir este resultado en esta clase particular de personas, aparece como conciencia y puede ser propiamente clasificado como una «pasión noble». Si hubiéramos de morir pronto, o si creyéramos en un juicio cercano, pondríamos de prisa nuestra casa en orden y no creeríamos que el pecado pudiera volver a tentarnos nunca. La cristiandad anticuada, la del fuego del infierno, conocía bien cómo extraer del temor su equivalente en forma de frutos para el arrepentimiento y su valor para la conversión absoluta. <<

[145] Ejemplo: Benjamin Constant maravilla frecuentemente como un ejemplo extraordinario de inteligencia superior junto con un carácter débil. Escribe (Journal, París, 1895, p. 56): «Me encuentro agitado y asediado por mi miserable flaqueza. Nunca hubo nada tan ridículo como mi indecisión. Ahora el matrimonio, ahora la soledad, ahora Alemania, ahora Francia, duda detrás de duda; y todo porque en el fondo me siento incapaz de dejar nada». No se puede «entusiasmar» por ninguna de estas alternativas, y la carrera de un hombre asediado por esta absoluta ambigüedad no tiene esperanza. <<

[146] Lo más importante que una gran pasión proporciona es el valor, y la adición o sustracción de cierta cantidad de esta cualidad hace diferente una vida. Estímulos diversos liberan el valor, lo hará la esperanza confiada, el amor y no lo hará la ira. En algunas personas es ya tan elevado, de origen, que un simple toque de peligro lo estimula, a pesar de que el peligro sea, para la mayoría de los hombres, un gran inhibidor de la acción.

«El amor por la aventura se vuelve, en estas personas, la pasión dominante». «Me parece —dice el general Skobeleff— que mi valentía consiste simplemente en la pasión y al mismo tiempo el menosprecio del peligro. El riesgo de la vida me entusiasma, cuantas menos personas lo comparten más me gusta. La participación de mi cuerpo en los acontecimientos exige que proporcione una emoción adecuada. Todo aquello que es intelectual me parece reflejo; pero un enfrentamiento de hombre a hombre, un duelo, un peligro al que me puede lanzar de cabeza el primero, me atrae, me estimula, me intoxica. Estoy loco por eso, lo deseo, lo adoro. Corro tras el peligro como se corre detrás de las mujeres, y deseo que no acabe nunca. Si siempre fuese así, encontraría siempre un placer nuevo. Cuando me lanzo a una nueva aventura en la que espero encontrarlo, mi corazón palpita con incertidumbre; podría desear que apareciera y al mismo tiempo retrasarlo. Me sacude una especie de escalofrío delicioso. Mi naturaleza toda corre hacia el peligro con un ímpetu tal que, en vano, mi voluntad querría resistir» (Juliette ADAM: Le Géneral Skobeleff, «Nouvelle Revue», 1886, versión resumida). Parece que Skobeleff era un cruel egoísta; sin embargo, el desinteresado Garibaldi, si podemos juzgarlo por sus Memoires, vivió en una incansable pasión similar, una excitante búsqueda de peligro. <<

[147] Repásese el anterior ejemplo donde el escritor describe sus experiencias de comunión con la divinidad como «una eliminación temporal de los convencionalismos que normalmente cubren mi vida». <<

[148] Según se vio anteriormente: «El remedio radical que conozco contra la dipsomanía es la religiomanía», es una cita que he oído de un médico. <<

[149] DODDRIDGE, Life of Colonel James Gardiner, London Religious Tract Society, pp. 23-32. <<

[150] Por ejemplo, aquí tenemos un caso, del libro de Starbuck, en el cual un «automatismo sensorial» consigue rápidamente lo que las plegarias y resoluciones no habían conseguido. El sujeto es una mujer, y escribe:

«Cuando tenía Cuarenta años intenté dejar de fumar, pero el deseo era muy grande y me dominaba. Lloré y prometí al Señor que lo dejaría, pero no lo conseguía porque hacía quince años que fumaba. A los cincuenta y tres, un día que me encontraba junto al fuego fumando me llegó una voz; no la oí con los oídos sino en una especie de sueño o doble pensamiento, que decía: “Deja, Luisa, deja de fumar”, y respondí en seguida: “¿Me quitarás el deseo?”. Sin embargo, sólo continuaba oyendo: “Luisa, deja de fumar”. Me levanté, dejé la pipa encima de la chimenea y nunca más volví a fumar o a sentir el deseo: había desaparecido como sí yo no hubiese fumado nunca ni siquiera lo hubiera conocido, y el ver a otros fumadores y el olor de humo nunca me ha hecho sentir el más mínimo deseo de volver a fumar». (The Psychology of Relígion, p. 142). <<

[151] El profesor Starbuck expresa la radical destrucción de las viejas influencias con categorías psicológicas y habla de una especie de corte en la conexión entre el centro cerebral superior y el inferior. «Esta condición —dice— en la que los centros de asociación conectados con la vida espiritual se desconectan de los inferiores, frecuentemente se refleja en la forma en la que los comunicantes describen sus experiencias […]. Por ejemplo: “Las tentaciones externas todavía me asaltaban pero no existía cosa alguna dentro para responderlas”. El yo aquí se encuentra identificado completamente con los centros superiores, cuyo sentimiento descriptivo consiste en la interioridad. Otro dice: “Desde entonces, a pesar de que Satanás me tienta, existe como una especie de muro de alambre a mi alrededor de forma que sus dardos no pueden alcanzarme”. Incuestionablemente, las exclusiones funcionales como éstas deben ocurrir en el cerebro, pero en el lugar accesible a la introspección, su condición causal consiste sólo en el grado de excitación espiritual que, como mínimo, llega a ser tan fuerte y elevado como para ser soberano, y ha de confesarse con franqueza que no sabemos por qué o cómo esta soberanía se da en una persona y no en otra. Sólo podemos ayudar a nuestra imaginación un tanto engañosamente mediante analogías mecánicas».

Si, por ejemplo, concibiésemos que la mente humana, con sus diferentes posibilidades de equilibrio, puede ser como un sólido con muchas caras y diferentes superficies en las que es posible apoyarse, podríamos comparar las revoluciones mentales a las revoluciones espaciales de aquel cuerpo. Si lo alzásemos con una palanca dejaría su posición sobre la superficie A, por ejemplo, quedaría durante un tiempo inestable y a medio camino, y si la palanca dejara de impulsarlo volvería a caer o «recaería» bajo el impulso continuado de la gravedad. Pero si finalmente rueda bastante lejos porque su centro de gravedad se encuentra más allá de la superficie A, el cuerpo caería, digamos, sobre la superficie B, quedándose allí de forma permanente. Las fuerzas de gravedad hacia A han desaparecido y podemos olvidarnos de ellas, el poliedro se hace inmune a alguna atracción desde estas fuerzas.

En esta imagen la palanca puede corresponder a las influencias emocionales que tienden hacia una nueva vida, y la fuerza inicial de la gravedad a las viejas inhibiciones y atracciones.

Mientras la influencia emocional no alcance un tono de eficacia determinante, los cambios que produce son inestables y el hombre vuelve a caer en su actividad original. Pero cuando la emoción nueva consigue una cierta intensidad se atraviesa un punto crítico consiguiéndose una revolución irreversible, equivalente a la producción de un nuevo estado natural. <<

[152] Utilizo este término a pesar de que a menudo conlleva un cierto sabor de «beatería» porque no existe ninguna otra palabra que sugiera tan bien la combinación exacta de afectos que el texto describe. <<

[153] El doctor W. R. INGE, en sus conferencias sobre Misticismo cristiano, Londres, 1899, p. 326, dice: «Vemos que los hombres de preeminente santidad están fielmente de acuerdo con lo que dicen. Nos dicen que han llegado a una convicción inconmovible no basada en la inferencia sino en la experiencia inmediata. Dios es un espíritu con el que el espíritu humano puede tener relación; podemos ver en todas sus huellas la naturaleza, y sentir su presencia como la verdadera vida de su propia vida, de manera que lo encuentran en la misma proporción que se encuentren a sí mismos. Nos dicen lo que los separa de él y de la felicidad, que es, en primer lugar, la búsqueda de uno mismo en todas sus formas, y en segundo lugar, la sensualidad en todas sus representaciones; caminos de oscuridad y muerte nos esconden del rostro divino, mientras que el camino del justo es como una luz brillante más y más hacía el día perfecto». <<

[154] «El entusiasmo humanista», puede comportar una vida que, en muchos aspectos, se confunde con la santidad cristiana. Tomad las normas siguientes que se proponen a los miembros de la Unión para la Acción Moral, del «Boletín de la Unión», 1 a 15 de abril de 1894. Véase también la «Revue Bleue» de 13 de agosto de 1892.

«Manifestaremos la utilidad de las normas, de la disciplina, de la resignación y de la renuncia, enseñaremos la necesaria perpetuidad del sufrimiento y explicaremos la parte creativa que posee. Guerrearemos contra el falso optimismo: la vil esperanza que la felicidad nos proporcione, contra la unión de una salvación tan sólo por el conocimiento o por la mera civilización material, símbolo vano de la civilización, arreglo poco adecuado para sustituir a la íntima unión y al acuerdo entre las almas. Lucharemos también contra la mala moral, ya sea en la vida pública o en la privada, contra la lujuria y la pusilanimidad, así como contra el refinamiento excesivo, contra todo lo que tiende a aumentar las multiplicaciones dolorosas, inmorales y antisociales de nuestros deseos; contra todo aquello que excita la vejez y la aversión en el alma de la gente común y confirma la noción de que el objetivo principal de la vida consiste en la libertad para disfrutarla. Predicaremos con el ejemplo el respeto a los superiores y a los iguales, el respeto hacia todos los hombres, la simplicidad amable en nuestras relaciones cuando nuestras demandas están implicadas, pero firmeza con aquellas referidas a deberes para con los demás o el público. En la medida en que la gente común consiente en que les ayudemos a convertirse, sus vicios son nuestros vicios: que miran, envidian y copian; si vuelven a cargar su peso sobre nosotros, será justo». <<

[155] Ya citado en el capítulo sobre La conversión. <<

[156] H. THOREAU, Walden, edición Riverside, p. 206, versión resumida. <<

[157] C. H. HILTY, Glück vol. I, p. 85. <<

[158] The Mystery of Pain and Death, Londres, 1892, p. 258. <<

[159] Compárese con Madame Goyon: «Tenia la costumbre de levantarme a medianoche por asuntos de devoción […]. Me parecía que Dios llegaba hasta mí en aquel instante y me despertaba para que pudiese disfrutar de su presencia. Cuando me sentía enferma o excesivamente cansada no me despertaba, pero en sus ocasiones, a pesar de estar dormida, sentía una singular posesión de Dios. Me amaba tanto que parecía que su amor impregnaba mi ser en un momento en que sólo era imperfectamente consciente de su presencia. A veces duermo a medias pero mi alma parece estar bastante despierta para conocer Dios cuando es incapaz de conocer cualquier otra cosa». T. C. UPHAM, The Life and Relíginus Experiences of Madame de la Mothe Guyon, Nueva York, 1877, vol. I, p. 260. <<

[160] He reducido considerablemente las palabras del original, Narrative of the Revival in New Englaud, de EDWARDS. <<

[161] BOUGAUD, Histoire de la Bienheureuse Marguerite Marie, 1894, p. 125. <<

[162] París, 1990. <<

[163] O. C., p. 130. <<

[164] O. C., p. 167. <<

[165] Citado en el capítulo VI (Conferencias VI-VII). <<

[166] También la barrera entre hombres y animales. Leyendo a Towianski, un eminente patriota y místico polaco: «Un día un amigo suyo le encontró, mientras llovía, acariciando un perro inmenso que saltaba a su alrededor llenándolo de fango. Al preguntarle por qué permitía que el animal le manchara la ropa, Towianski contestó: “Este perro, que he visto ahora por primera vez, se ha sentido en seguida mi amigo y al mismo tiempo ha manifestado gran alegría por mi aceptación y reconocimiento de sus manifestaciones afectuosas. Si lo echara, heriría sus sentimientos y le provocaría un daño moral; sería una ofensa no sólo para él sino para todos los espíritus del otro mundo que están a su mismo nivel. El deterioro de mi abrigo no es nada comparado con el que yo le haría si me mantuviese indiferente a sus manifestaciones de amistad. Deberíamos aliviar la condición de los animales, siempre que pudiéramos, y al mismo tiempo facilitar en nosotros la unión del mundo de los espíritus que el sacrificio de Cristo posibilitó”». André TOWIANSKI, Traduction de l’italien, Turín, 1897 (impreso privadamente). Debo el conocimiento de este libro y de Towianski a mi amigo el profesor W. LUTOSLAWSKI, autor de La lógica de Platón. <<

[167] J. PATTERSON, Life of Richard Weaver, pp. 66, 68, versión resumida. <<

[168] «Como cuando el futuro Buda, encarnado en una liebre, se arrojó al fuego para asarse él mismo y ofrecerse como alimento de un mendigo, después de sacudirse por tres veces para que ninguno de los insectos de su piel murieran con él». <<

[169] «Bulletin de l’Union puor l’Action Morale», septiembre de 1894. <<

[170] B. PASCAL, Prières pour les Malades, caps. XIII, XIV, resumidos. <<

[171] De Life and Religious Experiencies of Madame de la Mothe Guyon, de Thomas C. UPHAM, Nueva York, 1877, II, p. 48; I, pp. 141, 143, resumido. <<

[172] Op. cit. p. 130. <<

[173] CLAPARÉDDE y GOTY, Deux Heroïnes de la Foi, París, 1880, p. 112 <<

[174] Compárense estas tres posiciones: A. P. CALL, As a mater of Course, Boston, 1894; H. W. DRESSER, Living by the Spirit, Nueva York y Londres 1900; H. W. SMITH, The Christian’s Secret of a Happy Life, publicado por The Willard Tract Repository, y ahora en miles de manos. <<

[175] T. C. UPHAM, Life of Madame Catharine Adorna, 3a. ed., Nueva York, 1864, pp. 158, 172-174. <<

[176] The History of Thomas Elwood, escrita por él mismo, Londres, 1885, pp. 32-34. <<

[177] Memoirs of W. E. Channing, Boston, 1840, I, p. 196. <<

[178] L. TYERMAN, The Life and Times of the Rev. John Wesley, I, p. 274. <<

[179] A. MOUNIN, Le Curé d’Ars, Vie de M. J. B. M. Vianney, 1864, p. 545. <<

[180] B. WENDELL, Cotoon Mather, Nueva York, sin fecha, p. 198. <<

[181] El más conocido es el del jesuita padre Rodríguez que fue traducido a todas las lenguas. Un manual moderno correcto, muy bien hecho, es L’Ascétique Chrétienne, de M. J. RIBET, París, Poussielgue, nueva edición, 1898. <<

[182] San Juan de la cruz, Vie et Oeuvres, París, 1893, II, pp. 94, 99, versión resumida [cit. edic. castellana BAC, Madrid, 1954]. <<

[183] «Los insectos, por ejemplo, las pulgas, constituían en el Medioevo un indicio infalible de santidad; la piel de cordero de san Francisco de Asís frecuentemente un compañero del santo la llevaba al fuego para limpiarla y dispediculate porque el seráfico padre no era enemigo de los pedocchi, antes bien al contrario, los aguantaba encima (le portava a dorso) y tenía como honor y gloria transportar estas perlas celestiales en su hábito». Citado por P. SABATIER, Speculum Perfectionis, etc., París, 1898, p. 231, notas. <<

[184] The Life of the Blessed Henry Suso, escrita por él mismo, traducida por T. F. Knox, Londres, 1865, pp. 56-80, versión resumida. <<

[185] BOUGAUD, Histoire de la Bienheureuse Marguerite Marie, París, 1894, pp. 171, 265. Véanse también las pp. 386, 387. <<

[186] LEJEUNE, Introduction a la Vie Mystique, 1899, p. 277. El símil del holocausto se remonta, como mínimo, hasta san Ignacio de Loyola. <<

[187] Alfonso RODRÍGUEZ, S. J., Pratique de la Perfection Chrétienne, part. III, tratado V. cap. X. <<

[188] Cartas II y CXX de la colección traducida al francés por Bouix, París, 1870. <<

[189] BARTOLI-MICHEL, II, p. 13. <<

[190] RODRÍGUEZ, ya citado, parte III, tratado V, cap. VI. <<

[191] SAINTE-BEUVE, Historie du Port-Royal, I, p. 346. <<

[192] RODRÍGUEZ, ya citado, parte III, tratado III, caps. VI, VII. <<

[193] R. PHILUP, The Life and Times of George Whitefield, Londres, 1842, p. 366. <<

[194] Edward CARPENTER, Towards Democracy, p. 362, versión resumida. <<

[195] Speculum Perfectionis, ed. P. Sabatier, París, 1898, pp. 10, 13. <<

[196] An Apology for M. Antonia Borignon, Londres, 1699, pp. 269, 270, versión resumida.

Otro ejemplo de la colección de manuscritos de Starbuck:

«En un servicio religioso de las seis de la mañana oí que un hombre relataba su experiencia. Dijo que el Señor le preguntó si daría testimonio de Cristo entre los picapedreros con los que trabajaba, y contestó que sí. Entonces le preguntó si dejaría los cuatrocientos dólares, que había ahorrado, al servicio del Señor y respondió que sí, y el Señor le salvó. A continuación pensé que nunca había consagrado realmente, ni a mí mismo ni nada que me perteneciera al Señor; aunque siempre habla intentado servir a Dios a su manera y ahora el Señor le solicitaba que lo sirviera a su manera saliendo solo y sin un céntimo si Él lo ordenaba. Esta pregunta me llegó muy adentro y pensé que debía decidirme, abandonarlo todo y poseerlo a Él o poseerlo todo y perderlo a Él. Decidí poseerlo a Él y me penetró la bendita seguridad de que me había convertido en su presa siendo completa mi felicidad. Volví a casa con los sentimientos de un niño, pensando que todo el mundo estaría contento de oír hablar de la alegría del Señor que me poseía y comencé a explicar la historia, pero con gran sorpresa los clérigos se opusieron a la experiencia afirmando que se trataba de fanatismo y alguien conminó a los miembros de su iglesia para que evitasen a quienes aceptaban semejante creencia, con lo que encontré en mi misma casa a mis enemigos». <<

[197] J. J. CHAPMAN, Political Nursery, vol. IV, p. 4, abril de 1900, versión resumida. <<