Epílogo
Apenas Mystra hubo terminado de hablar, el Círculo de los Doce se disolvió y me encontré a solas con el Uno. En seguida, el Pabellón de Cynosure se convirtió en una espantosa guarida de iniquidad, sembrada de canapés y cojines y llena de una niebla de perfumes dulzones y humo acre que apenas permitía respirar. Cyric se encogió hasta una estatura mucho más próxima a la mía y se arrellanó en un sofá de mullidos cojines. Me atreví a acercarme y postrarme ante él. Lanzó un gran suspiro y echando la cabeza hacia atrás miró a los demonios desnudos del techo.
Mucho tiempo estuve tirado en el suelo, hasta que se me quedaron entumecidas las rodillas y empezaron a dolerme las articulaciones por el frío, pero ni aun así me atrevía a levantarme. Tenía que tener cuidado ya que la protección de Tyr había terminado con el juicio y tenía tantas posibilidades de morir como cualquier hombre, puede que incluso más. A decir verdad, pensaba que era un pequeño milagro que la masa cenagosa que albergaba en mi pecho no me hubiera matado ya enviándome a reunirme con mi esposa en la Ciudad de los Muertos.
Al final, el Uno se dignó a reparar en mí.
—¿Quieres algo, Malik? —dijo sin apartar los ojos del techo.
—¡No, poderoso señor! —Con horror comprobé que el maldito conjuro de Mystra me impelía a seguir hablando—. Sólo un par de cosas que a un gran dios no debería resultarle difícil conceder.
Juré vengarme de la Ramera, pues a estas alturas ya sabía que siempre me vería obligado a decir la verdad.
Cyric apartó la mirada del techo y me miró.
—¿Un par de cosas?
—Está la cuestión de nuestros corazones —respondí—. Estoy seguro de que te gustaría recuperar el tuyo, y aunque para mí ha sido un gran honor prestarte el mío, sin duda lo necesitaré más adelante.
El Uno rebuscó entre su ropa y sacó mi pobre y vapuleado corazón. Casi no quedaba nada de él. Había perdido casi todo el líquido y estaba tan aplastado como una zapatilla.
—¿Quieres que te lo devuelva? No sé si funcionará.
Yo también lo había pensado, y sin embargo era reacio a conservar el corazón del Uno por temor a lo que podría hacerle al resto de mi cuerpo.
—Tal vez podría ser reparado. Estoy seguro de que querrás recuperar el tuyo.
—Creo que no, Malik. —Cyric negó con la cabeza y después tiró mi corazón por encima del hombro—. Siempre puedo encontrar otro, pero es mejor que conserves el mío. Te hará falta.
Volví a sentir el nudo en el estómago.
—¿Me hará falta?
El Uno asintió y palmeó el cojín que tenía a su lado. Me puse de pie y me senté en el borde del sofá.
—Tengo en mente algo muy especial para ti, Malik. —Cyric me rodeó los hombros con el brazo. De sus uñas goteaba todavía la sangre anaranjada de mi corazón—. Vas a ser mi Serafín de las Mentiras.
—¿Serafín de las Mentiras? —grité—. ¡Pero si yo no puedo mentir!
El Uno sonrió.
—Eso hace que seas perfecto para el puesto. Ya tengo una tarea para ti, pero hablaremos de ella dentro de un momento. Tú querías dos cosas. ¿Cuál es la segunda?
Levanté la mano y junté el pulgar y el índice.
—Una pequeña cuestión, poderoso señor. Me estaba preguntando… —Estaba tan tembloroso que ni siquiera la magia de Mystra pudo impedir que vacilara—. Me estaba preguntando qué tipo de recompensa…
—¿Recompensa? —Cyric me apretó el hombro con la mano y fue un milagro que no me partiera los huesos—. ¿Después de lo que hiciste?
—¿Lo que hice? —Me puse de pie de un salto sin poder evitarlo—. ¡Te curé de tu locura! ¡Te salvé de ser encontrado inocente!
—Cierto…, pero yo te ordené que consiguieras el Cyrinishad. —Cyric volvió a tirar de mí y me hundió tanto en los cojines que tuve miedo de asfixiarme entre ellos—. Me fallaste, Malik. Por eso debería enviarte con tu esposa a la Ciudad de los Muertos.
Empecé a temblar pues ahora sabía lo que ya había temido antes: que si alguna vez volvía a ver a mi esposa, no sería en el palacio del Uno.
Cyric prosiguió.
—Pero también me ayudaste a ver que no soy el primer motor del Multiverso, de modo que perdono tu fracaso. —El Uno acercó tanto su cara a la mía que no me atrevía a respirar por miedo a ofenderlo con mi aliento—. Pero eso puede ser modificado, Malik. Tengo un plan, y tú tienes un papel reservado en él.
—¿Yo, poderoso señor? —La verdad, yo había esperado una recompensa algo menor—. ¿Qué tipo de papel?
—Cuando llegue el momento, Malik… Cuando llegue el momento te lo revelaré. —El Uno sonrió, después me dio la espalda y se puso de pie—. Pero primero tienes que recibir tu castigo.
—¡Castigo! —grité, pero también me apresuré a añadir—: Lo que mandes, supremo.
El Uno se cogió las manos a la espalda y luego se volvió y se dirigió hacia la pared del Pabellón.
—Quiero que escribas una crónica, Malik, que cuentes la búsqueda del sagrado Cyrinishad para que mis fieles entiendan las muchas pruebas que soporta su dios por ellos.
—¡Sí!
Me di cuenta en seguida de que había sido bendecido, de que la visión que había tenido en la planicie de las afueras del Alcázar de la Candela se haría realidad, que me encontraría bajo un cielo tormentoso ante una enorme multitud de verdaderos creyentes y les hablaría con la voz tonante del único profeta verdadero y reuniría a la Iglesia de los Fieles bajo mi propio estandarte.
Llevado por mi entusiasmo, di un salto y seguí al Uno hacia la pared del Pabellón.
—Seré un cronista veraz y fiel del juicio de Cyric el Loco, y contaré todas las cosas que sucedieron desde el momento en que encontré el Cyrinishad hasta, que salvamos a Faerun de una segunda Era de los Trastornos.
El Uno se dio la vuelta con los negros ojos encendidos.
—¿Salvamos, Malik?
Y fue así que Cyric el Todo dio su bendición a esta humilde crónica, que renovó mi infiel corazón y me devolvió al Camino de la Fe y quemó mis ojos con las llamas de la Gloria y la Verdad hasta que vi todo lo que había ocurrido en el mundo y en los cielos desde antes del arrasamiento de Zhentil Keep, para que pudiera plasmar con total exactitud y absoluta veracidad todas las cosas hechas por los hombres y por los dioses durante la búsqueda del santo Cyrinishad.
¡Loado sea Cyric el Uno, el supremo, el más alto entre los altos, el Sol Negro, señor de las Tres Coronas y Príncipe de las Mentiras! ¡Todas las bendiciones y la fuerza recaigan sobre su Iglesia y sus servidores, que serán los únicos que reinarán sobre el reino de los mortales y vivirán por siempre en el palacio de la eternidad en los tiempos que sobrevengan tras el Año de la Matanza!
Éste es el libro del serafín Malik el Sami yn Nasser, favorito del Uno y verdadero profeta de todos los creyentes, en el cual se ofrece una narración completa de mi fiel servicio a Cyric el Todo en las tierras sin límites de Faerun y más allá, y de la gran recompensa que recibí por mis valientes trabajos durante el juicio de Cyric el Loco. ¡Todo lo que en él se cuenta es verdad, y juro que si hay una sola palabra que sea falsa, entonces lo serán todas!