Un sueño
Recuerdo un sueño de lo más curioso que tuve cuando era un niño… un sueño que después he recordado largo tiempo después de haber olvidado el sabor de la fruta prohibida y el tacto del rocío matutino bajo mis pies desnudos. Soñé que dormía y despertaba y, al hacerlo, descubrí a un muchacho y una muchacha que jugaban cerca de mí. Eran menudos y de constitución esbelta, de piel muy oscura y ojos negros. Su vestimenta era escasa y me resultaba extraña, ahora que lo recuerdo; pero en aquel momento no me resultaron extraños, pues también yo vestía como ellos, y también yo era menudo, moreno y de complexión delicada. Había estado durmiendo en una especie de diván, ricamente confeccionado, que se encontraba en mitad de un amplio porche, o puede que una estancia… ahora no puedo estar seguro. Pero si se trataba de una sala, debía de poseer innumerables y muy amplios ventanales sin cubrir, y me parece que también había enormes columnas por doquier. La habitación o el porche asomaba a un hermosísimo paisaje verde de árboles y montañas cubiertas de hierba que descendían hasta una amplia bahía, cuyas aguas resplandecían a la luz del sol. Ahora, mientras estoy despierto y recuerdo aquel sueño, veo que toda aquella escena me resultaba familiar, y sabía que el muchacho y la muchacha eran mi hermano y mi hermana. No era como si me hubiera limitado a despertarme de un sueño, regresando a mi mundo normal de vigilia. Y de repente, en mi sueño, comencé a reírme y a contarles a mi hermano y a mi hermana el extraño sueño que había tenido. Y entonces les hablé sobre lo que —si en verdad es cierta la realidad que conocemos—, constituía mi verdadera vida en el mundo real, aunque tampoco fui capaz de hacerlo con demasiado detalle, pues parecía recordarla de forma vaga y confusa: del mismo modo que, cuando uno despierta de un sueño, este resulta vago y confuso. Les conté que mi sueño me había parecido tan vivido, mientras lo soñaba, que había llegado a pensar que era real, y me había creído que era un muchacho rubio y robusto que vivía una vida sin tener el menor conocimiento de la otra. Y les dije también que me alegraba de haber despertado, porque aquella vida soñada no era demasiado buena, sino que estaba plagada de costumbres extrañas, toscas y bárbaras. Entonces se echaron a reír, y yo me desperté en la realidad… o puede que me volviera a dormir. En ocasiones me lo he preguntado. ¿En qué parte del golfo de los sueños caminamos? Y ¿no estaremos durmiendo cuando creemos haber despertado?