El símbolo
Eones antes de la Atlántida, en los días del negro amanecer del mundo,
La pálida luna contempló a extraños reyes y acontecimientos inmundos,
Cuando grandes ciudades negras a las estrellas se alzaban
Y extrañas proas las mareas surcaban,
Y el humo ascendía en repugnantes altares
Donde las maltrechas víctimas agonizaban.
La magia negra alzaba su ofidia cabeza y todo resultaba insano, torcido,
Hasta que un furioso Dios levantó los mares contra aquel lugar maldito,
Y los reyes, aterrados, en el viento y las crecientes mareas,
Su perdición acertaron a vislumbrar,
Y erigieron un pilar en una montaña, con un símbolo y una señal.
Una cámara, una caverna, un pozo y un altar negro
Se hundieron por siempre en un sueño eterno,
Y el alba contempló un mundo en silencio
Donde nada quebraba las profundidades del océano.
Los hombres regresaron a sus quehaceres sin acertar a suponer
El peligro que, tiempo atrás, aplastara al mundo bajo sus pies.
Pero abajo, en las embrujadas cámaras con algas a rebosar
En las sombrías profundidades del verde mar,
Reyes inhumanos aguardan el día en que de su sueño despertarán.
Y lejos, en un lugar adusto, ignoto,
Sobre un monte por una jungla rodeado,
Se alza un pilar, en un silencio sutilmente silencioso
Como el fatídico mensajero del Hado.
Tallada en plana superficie de piedra, una runa aterradora y desconocida
Tallada en plana superficie de piedra, una runa aterradora y misteriosa
Reluce al destello del sol tropical y bajo el frío de una luna leprosa.
Y en él perdura un símbolo ante el que los hombres, débiles y ciegos son,
Hasta que el Infierno se alce rugiendo del abismo, trayendo el horror.
Pues tal es su secreto, oh pálidos hijos de los seres humanos:
«Nosotros, que fuimos Amos del Mundo, regresaremos para gobernaros».
Y oscuro es el destino de las tribus de la tierra,
pues esa hora será roja y salvaje,
Cuando las Eras entreguen sus secretos
y el mar devuelva a los que en él yacen.[1]