El mal minuto

Cuando para mí eran los trigos viviendas de astros y de dioses

y la escarcha los lloros helados de una gacela,

alguien me enyesó el pecho y la sombra,

traicionándome.

Ese minuto fue el de las balas perdidas,

el del secuestro, por la mar, de los hombres que quisieron ser pájaros,

el del telegrama a deshora y el hallazgo de sangre,

el de la muerte del agua que siempre miró al cielo.