El ángel bueno

Vino el que yo quería,

el que yo llamaba.

No aquel que barre cielos sin defensas,

luceros sin cabañas

lunas sin patria,

nieves.

Nieves de esas caídas de una mano,

un nombre,

un sueño,

una frente.

No aquel que a sus cabellos

ató la muerte.

El que yo quería.

Sin arañar los aires,

sin herir hojas ni mover cristales.

Aquel que a sus cabellos

ató el silencio.

Para, sin lastimarme,

cavar una ribera de luz dulce en mi pecho

y hacerme el alma navegable.