7

Cuando se despertó, tranquila y sólo ligeramente confundida, se halló totalmente vestida y a solas. Se quedó quieta, preguntándose qué le habría hecho Nikanj. ¿Estaba cambiada? ¿Cómo? ¿Había acabado ya con ella? Al principio no podía moverse, pero cuando esto logró penetrar en su confusión, descubrió que la parálisis estaba cediendo. Volvía a ser capaz de utilizar sus músculos otra vez. Se sentó, con gran cuidado, justo a tiempo de ver a Nikanj entrando a través de una pared.

Su piel gris era lisa como el mármol lijado mientras se colocaba en la cama junto a ella.

—Eres tan compleja —le dijo, tomando sus dos manos.

No apuntó los tentáculos de su cabeza hacia ella en el modo usual, sino que colocó su cabeza cerca de la de ella y la tocó con ellos. Luego se echó hacia atrás, y entonces sí que la apuntó. De algún modo lejano, Lilith pensó que este comportamiento era inusitado, y que debería haberla alarmado. Frunció el ceño y trató de sentirse alarmada.

—Estás tan llena de vida y de muerte y de potencialidad para el cambio —prosiguió Nikanj—. Ahora comprendo por qué a alguna gente le costó tanto tiempo sobreponerse al miedo hacia vuestra especie.

Enfocó los ojos en él.

—Quizá sea que aún tengo la mente comida por las drogas, pero la verdad es que no sé de qué me estás hablando.

—Sí. Realmente nunca lo sabrás. Pero, cuando ya sea maduro, trataré de mostrártelo. —Acercó de nuevo su cara a la suya y escarbó en su cabello con sus tentáculos.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó ella, aún sin llegar a preocuparse.

—Asegurarme de que estás realmente bien. No me gusta lo que he tenido que hacerte.

—¿Y qué me has hecho? No me noto diferente…, excepto quizá un poco exaltada.

—Pero me entiendes…

Poco a poco se fue dando cuenta de que Nikanj había llegado hasta ella hablando oankali, y que ella le había respondido en el mismo idioma…, y le había respondido sin realmente pensárselo. El idioma le parecía una cosa de lo más natural, tan fácil de comprender como el inglés. Recordaba todo lo que le habían enseñado, todo lo que había captado ella sola. Incluso le resultaba fácil descubrir sus lagunas en el conocimiento del idioma: palabras y expresiones que conocía en inglés, pero que no podía traducir al oankali; partes de la gramática oankali que no había logrado comprender; ciertas palabras del oankali que no tenían traducción inglesa, pero cuyo significado había logrado aferrar.

Ahora estaba alarmada, complacida y aterrada… Se puso lentamente en pie, probando sus piernas, descubriendo que le fallaban un poco, pero que le funcionaban. Trató de disipar la niebla de su mente para poder examinarse y fiarse de lo que descubriese.

—Me alegra que la familia decidiese ponernos juntos a los dos —estaba diciendo Nikanj—. Yo no quería trabajar contigo. Traté de escaparme de esa tarea. Tenía miedo. En lo único en que podía pensar era en lo fácil que podía ser que fallase y, quizá, te hiciese daño.

—¿Quieres decir…, quieres decir que no estabas seguro de lo que me acabas de hacer?

—¿De eso? Naturalmente que estaba seguro de eso. Y, en cuanto al «acabas», te diré que ha llevado un largo tiempo. Mucho más del tiempo que habitualmente duermes.

—Entonces, ¿qué querías decir con eso de fallar…?

—Tenía miedo de que nunca te fuera a poder convencer de que confiases lo bastante en mí como para dejarme mostrarte lo que podía hacer…, demostrarte que no te haría nunca daño. Tenía miedo de que acabaría por hacer que me odiases. Y, para un ooloi, el que pasase algo así…, sería muy malo. Peor de lo que te pueda explicar.

—Pues Kahguyaht no piensa así.

—Ooan dice que los humanos…, que cualquier nueva especie con la que entramos en tratos comerciales, no puede ser tratada del modo que nosotros debemos tratarnos los unos a los otros. Y tiene razón hasta cierto punto, aunque creo que él llega demasiado lejos. Fuimos criados para trabajar con vosotros. Somos Dinso. Deberíamos ser capaces de hallar maneras de superar la mayoría de nuestras diferencias.

—La coerción —afirmó ella amargamente—. Ése es el modo que habéis hallado.

—No. Ooan sí que hubiera empleado ese modo. Yo no podía. Yo hubiera ido a ver a Ahajas y Dichaan y me hubiera negado a aparearme con ellos. Hubiera buscado compañeros entre los Akjai, puesto que ellos no tendrán un contacto directo con los humanos.

Alisó de nuevo sus tentáculos.

—Pero ahora, cuando vaya a ver a Ahajas y Dichaan, será para aparearme… y tú vendrás conmigo. Te mandaremos a tu trabajo cuando estés dispuesta. Y podrás ayudarme en mi metamorfosis final. —Se frotó un sobaco—. ¿Me ayudarás?

Lilith apartó la vista de ello.

—¿Qué es lo que quieres que haga?

—Sólo que te quedes conmigo. Habrá momentos en los que tener a Ahajas y Dichaan cerca de mí podría ser atormentador. Yo estaría… sexualmente estimulado, e incapaz de hacer nada al respecto. Muy estimulado. Tú no puedes hacerme eso: tu aroma, tu tacto, es diferente, neutral.

¡Gracias a Dios!, pensó ella.

—Será malo para mí el estar solo mientras cambio. Necesitamos tener a otros cerca, más en ese momento que en ningún otro.

Se preguntó qué tal aspecto tendría con su segundo par de brazos, cómo sería de ente maduro. ¿Más parecido a Kahguyaht? ¿O quizá más como Jdahya y Tediin? ¿Hasta qué punto la personalidad venía determinada por el sexo entre los oankali? Agitó la cabeza: ¡qué pregunta tan estúpida! Ni siquiera sabía lo mucho que podía estar determinada por el sexo la personalidad entre los humanos…

—Los brazos —preguntó—. Son órganos sexuales, ¿no?

—No —contestó Nikanj—. Protegen los órganos sexuales: las manos sensoriales.

—Pero… —ella frunció el ceño—. ¡Si Kahguyaht no tiene nada que se parezca a una mano al extremo de sus brazos sensoriales!

De hecho, no tenía nada de nada al extremo de sus brazos sensoriales. Sólo había una roma superficie de piel fría y lisa…, como un gran callo.

—La mano está dentro. Ooan te la enseñará si se lo pides.

—Déjalo correr.

Se alisó:

—Yo mismo te la enseñaré…, cuando tenga algo que enseñar. ¿Te quedarás conmigo mientras me crecen?

¿A dónde podría ir si no?

—Sí. Aunque sólo sea para asegurarme de que sé todo lo que necesito saber acerca de ti y de ellos, antes de que empiecen.

—Sí. Dormiré la mayor parte del tiempo, pero, aun así, necesitaré a alguien allí. Y, si tú estás allí, lo sabré y estaré bien. Tú…, tendrás que alimentarme.

—No hay problema. —No había nada raro en el modo de comer de los oankali. Al menos, no superficialmente. Varios de sus dientes frontales eran aguzados, pero su tamaño estaba dentro de lo normal para los humanos. Había visto, en dos ocasiones en sus paseos, a hembras oankali extender sus lenguas hasta llegar a sus orificios de la garganta. Pero, normalmente, las largas lenguas grises eran guardadas dentro de sus bocas y utilizadas del mismo modo en que los humanos empleaban las suyas.

Nikanj emitió un sonido de alivio…, un frotar de los tentáculos corporales unos con otros de un modo que los hacía sonar como un papel rígido cuando es arrugado.

—Bien —dijo—. Mis compañeros de apareamiento saben lo que sentimos cuando se quedan cerca de nosotros, conocen nuestra frustración. A veces, piensan que es divertida.

Lilith se sorprendió al descubrirse sonriendo.

—Y, en cierto modo, lo es.

—Sólo para los atormentadores. Pero, contigo allí, me atormentarán menos. Aunque, antes de todo eso… —Se detuvo, y apuntó un solitario tentáculo hacia ella—. Antes de eso, trataré de hallar para ti a un humano de habla inglesa. Uno que sea lo más parecido posible a ti. Ooan ya no se opondrá ahora a que conozcas a alguno.