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Los amigos de Nikanj toquetearon y acariciaron la piel que tenía al descubierto y trataron de convencerla, por mediación de Nikanj, de que se quitase la ropa. Ninguno de ellos hablaba inglés. Y ninguno de ellos parecía un niño, aunque Nikanj afirmase que todos lo eran. Tuvo la sensación de que alguno de ellos hubiese disfrutado diseccionándola. Hablaban muy poco en voz alta, aunque había mucho tocar de tentáculos a piel y de tentáculos a otros tentáculos. Cuando vieron que no se desnudaría, no le hicieron más preguntas. Al principio su actitud la divirtió, luego la molestó, y al fin acabó por irritarla. Para ellos no era más que un bicho raro, el nuevo animalito de Nikanj.

Bruscamente, les dio la espalda. Ya tenía suficiente de que la mostraran. Se apartó de un par de críos que intentaban investigar su cabello y llamó a Nikanj con aire seco.

Nikanj desenredó los largos tentáculos de su cabeza de los de otro niño y regresó con ella. Si no hubiera respondido a su nombre, no lo hubiese podido reconocer. Iba a tener que aprender a distinguir a la gente. Quizás a base de memorizar los distintos grupos de tentáculos de la cabeza.

—Quiero volver —dijo.

—¿Por qué? —preguntó él.

Ella suspiró, y decidió decirle tanto de la verdad como creía que podía entender. Lo mejor era averiguar, ahora mismo, hasta dónde la iba a llevar el decir la verdad.

—No me gusta esto —explicó—. No quiero ser enseñada más a gente con la que ni siquiera puedo hablar.

Él tocó dubitativo su brazo.

—¿Tú…, ira?

—Sí, estoy irritada, siento ira. Y necesito estar sola un rato.

El niño pensó en aquello.

—Regresaremos —dijo finalmente.

Al parecer, algunos de los niños no estaban muy contentos con que se marchasen. Se amontonaron en derredor de ella y hablaron en voz fuerte con Nikanj, pero éste les dijo unas palabras y la dejaron pasar.

Lilith descubrió que estaba temblando, e hizo algunas profundas inspiraciones para relajarse. ¿Cómo se suponía que debía sentirse un animalito de compañía? ¿Y cómo los animales del zoo?

Si el niño la llevase a algún sitio y la dejase tranquila por un tiempo…, si le diese un poquito más de aquello que había creído que ya nunca más podría soportar, la soledad…

Nikanj le tocó la frente con unos pocos tentáculos de la cabeza, como si quisiese tomar una muestra de su sudor. Ella se apartó violentamente, deseosa de que nunca nadie volviera a tomarle más muestras.

El niño abrió una pared para entrar en el apartamento familiar y la llevó hasta una habitación que era idéntica a la de aislamiento que creía haber dejado atrás.

—Descansa aquí —dijo—. Duerme.

Incluso había un lavabo y, sobre la familiar plataforma-mesa, ropa limpia. Y, en lugar de Jdahya, estaba Nikanj. No podía librarse de él: le habían dicho que se quedase con ella, y pensaba quedarse. Cuando le gritó, sus tentáculos formaron grupos irregulares y muy feos, pero no se movió.

Derrotada, se ocultó durante un rato en el baño. Lavó su ropa sucia, a pesar de que ninguna materia extraña se adhería a ella…, ni polvo, ni sudor, ni grasa o agua. No permanecía húmeda más que unos pocos minutos. Alguna fibra sintética oankali.

Luego deseó volver a dormir. Estaba acostumbrada a dormir cuando se hallaba cansada, y estaba desacostumbrada a caminar largas distancias o a conocer nueva gente. Era curioso lo rápidamente que los oankali se habían convertido para ella en gente. Pero ¿qué podía hacer, si allí no había nadie más?

Se arrastró hasta la cama y le dio la espalda a Nikanj, que había tomado el lugar de Jdahya en la plataforma-mesa. ¿Quién más habría para ella si los oankali lograban sus propósitos…? Y, sin duda, los lograrían, estaban acostumbrados a ello. ¡Modificar plantas carnívoras…! ¿Qué es lo que habrían modificado para conseguir su nave? ¿Y en qué útiles herramientas convertirían a los humanos, tras modificarlos? ¿Lo sabían ya, o estaban planeando más experimentos? ¿Les importaba? ¿Cómo efectuarían sus cambios? ¿O los habrían hecho ya…, trasteando un poquito más en su interior, mientras se ocupaban de su tumor? Y, realmente, ¿había tenido un tumor? Su historial familiar la impulsaba a creer que sí; probablemente no la habrían mentido en aquello. Quizá no la hubieran mentido en nada. ¿Para qué tenían que molestarse en mentir? Poseían la Tierra y lo que quedaba de la especie humana.

¿Cómo no había sido capaz de aceptar la oferta de Jdahya?

Al fin, se quedó dormida. La luz nunca cambiaba, pero estaba acostumbrada a ello. Se despertó en una ocasión, y descubrió que Nikanj había venido a la cama y se había acostado junto a ella. Su primer impulso, movida por la repulsión, fue empujar al niño para echarlo…, o levantarse ella. El segundo impulso, que fue el que siguió, cansinamente indiferente, fue volverse a dormir.