19
De nuevo los calatravos
Los calatravos heredaron de los Templarios ciertos intereses en Andalucía, lo que explica aquella extraña expedición de 1224 contra el castillo de Víboras, en el territorio de la Fuensanta, de la Negra, y también que, unos años más tarde, consigan de Fernando III la concesión de un extenso territorio que incluía Víboras y Martos. En el mismo territorio, hoy término de Frailes, existe otro manantial sagrado de la Negra, no lejos de la casería donde el «santo». Luisico Aceituno recibía a sus devotos y los sanaba haciéndoles beber agua de ese manantial.
Los calatravos establecen su encomienda mayor en Martos.
Recordemos que Martos era la tercera columna que levantó Hércules cuando llegó a España en busca de las manzanas de oro de la Sabiduría, el solar del famoso templo de Hércules, héroe solar, contrapuesto a los otros grandes santuarios matriarcales de la región.
Los calatravos se establecen definitivamente en Martos en 1228, «desde entonces —escribe Argote de Molina, en el siglo XVI— siempre tuvo los caballeros más principales de Calatrava y los más valerosos en armas por ser una de las mayores fuerzas de toda la frontera y en quien los reyes de Granada tenían puestos sus ojos».
Los reyes de Granada, que comparten con los de Castilla la tradición iniciática de la Mesa de Salomón, veían en Martos algo más que un enclave estratégico vital, pero, aunque intentaron reconquistar la peña de Hércules en diversas ocasiones, nunca consiguieron arrebatar aquella plaza a los calatravos.
Ascender a la peña de Martos constituye aún hoy una notable hazaña deportiva, tan inaccesible es la fortaleza que edificaron los frailes en su cima hacia 1240. Allí depositaron los maestres el tesoro de la Orden que a finales del siglo XV secuestró un comendador rebelde. Volveremos sobre este hecho más adelante.
La leyenda asegura que los calatravos habían hallado el tesoro de Hércules en una cueva de la peña. Un arqueólogo del siglo XVII, Jimena Jurado, perteneciente al círculo de iniciados del cardenal Moscoso y Sandoval, encontró en esa cueva ciertas inscripciones latinas del templo de Hércules, y legó un dibujo en el que se percibe claramente que dentro de la caverna sagrada existía una esfera de piedra. Desde entonces, se ha olvidado la entrada de la cueva y nadie conoce su ubicación (Figs. 101 y 102).
En la Antigüedad, la peña de Martos se había consagrado a un dios solar por su proximidad al santuario matriarcal del Dolmen Sagrado. Los calatravos relacionaron la montaña de su héroe solar y el manantial de la serpiente iniciática a la que éste vence, el manantial de la Magdalena.
Los calatravos se interesan por el santuario de Jaén, en un principio por personas interpuestas, pero más adelante, en 1437, fundan el priorato de San Benito con sede en la iglesia homónima, que comunica directamente con otras casas propiedad de la Orden, que ocupaban toda una manzana frente al antiguo palacio de los reyes moros, el lugar del peñón de Uribe y los baños árabes del palacio de Villardompardo, una zona llena de resonancias iniciáticas para los que buscaron la Mesa de Salomón.
La iglesia del priorato estaba decorada con unos frescos que se destruyeron en 1623 por decisión del obispo Moscoso y Sandoval, quien destruyó o escamoteó las imágenes de Vírgenes anteriores al siglo XIII con aquel pretexto de que «provocaban a risa más que a devoción».[301]
Esto da que pensar: las autoridades eclesiásticas de la diócesis condenan las imágenes en las que perduran las tradiciones sagradas del Dolmen. Lo extraño es que esta orden sea válida incluso para el priorato de San Benito de la Orden de Calatrava, que estaba exento de la jurisdicción ordinaria. Con esta reforma desapareció el retablo mayor y sus escenas del Descendimiento coronadas por ocho ángeles dorados.
Además del priorato y sus casas, los calatravos poseían en Jaén algunas fincas estratégicamente situadas, entre ellas una casa lindante con la Santa Capilla de San Andrés, monumento iniciático del que se hablará más adelante; y una huerta fuera de la puerta del Aceituno, con una alberca octogonal que subsistió, ya muy deteriorada, hasta principios del siglo XX.
La Orden de Calatrava poseyó también cortijos en el villar de Cuevas; en el cerro Pitas, también llamado «del Moro», y en las peñas de Castro, tres lugares que no parecen escogidos al azar. En el cerro Pitas existió, o existe, de acuerdo con la leyenda, un fabuloso tesoro. Las peñas de Castro constituyen, según vimos, otro de los lugares sagrados de la línea telúrica mencionada por la oración del gitano.
A la luz de estos datos, el relieve que representaba a Fernando III y al hombre del turbante cobraba pleno sentido. La Orden de Calatrava, heredera de los Templarios, había buscado la Mesa en Martos y Víboras, pero fue Alvar Pérez de Castro el que confirmó a Fernando III el secreto de la Mesa de Salomón y su relación con el Dolmen Sagrado de Jaén. Desde que el rey conquistó la ciudad y con ella el santuario, las casas reales de Castilla y Granada compartirían el secreto de la Mesa. Fernando III edificó frente al Dolmen Sagrado una capilla octogonal consagrada al Dios del Trueno en la figura de Jesús, trasunto de los antiguos cultos patriarcales. Los buscadores de la Mesa se relacionan con esta capilla, entre ellos la misteriosa familia de los Messía. Sin embargo, será el hijo de Fernando III, el rey Alfonso X el Sabio, el que profundice en lo referente al secreto de la Mesa de Salomón, el que edifique el castillo de Jaén, una arquitectura esotérica en la que aparecen repetidamente los jeroglíficos relacionados con la búsqueda de la Mesa: el pectoral del Sumo Sacerdote, depositario del Nombre del Poder, y el lucero de ocho puntas.
Por otra parte, su inexplicable riqueza y su interés por la Cábala son reveladores.