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La mesa de Salomón
La oración de los gitanos señalaba la existencia de un antiguo santuario asociado a una serie de lugares en los que el hombre prehistórico dejó su impronta. El primer verso de la oración se refería a una mesa:
Por la mesa del moro onde está el lagarto… |
Esta evocación inicial parecía más importante que el resto y de algún modo lo condicionaba.
La mesa del moro. ¿Qué podría ser la mesa del moro? ¿Aludía a una de tantas leyendas de tesoros ocultos por los moros? Quizá un tesoro oculto en la guarida del mítico lagarto. ¿Tenía sentido la aparición de Salomón en el libro del curandero gitano?
—En algunas variantes de la leyenda del lagarto de la Malena se mencionaba que el lagarto custodiaba la Mesa de Salomón —me confió mi amigo Juan mientras degustábamos un vino acompañado de queso añejo y rosquillas en la taberna del Gorrión—. Era tan poco significativo que no lo tuve en cuenta cuando escribí mi libro.[55] Hasta que por casualidad supe que Salomón había construido una mesa mágica que vino a parar a España.
Pero empecemos por el principio.
Según una antigua tradición oriental mencionada en el Corán, al final de los tiempos aparecerá un animal monstruoso que llevará como distintivo el báculo de Moisés y el sello de Salomón.[56]
En Oriente, un animal monstruoso custodia los objetos mágicos de Moisés y Salomón. En Jaén, el mítico lagarto custodia la Mesa. Es evidente que se trata de una misma tradición hoy perdida, que permanecía vigente en el año 711, cuando los moros cruzaron el estrecho de Gibraltar y conquistaron el reino visigodo de España.
Las circunstancias de la conquista de España por los moros son también legendarias. Los historiadores coinciden en señalar que en una ciudad de los godos existía un palacio cerrado, un espacio sagrado en el que nadie, ni siquiera el rey, podía penetrar… Cada nuevo rey godo añadía un nuevo cerrojo a la puerta, pero ninguno se atrevía a abrirla porque la tradición aseguraba que si un rey violaba aquel recinto, el reino se perdería irremisiblemente. Don Rodrigo desafió el tabú, hizo saltar los cerrojos y penetró en el palacio. Entonces los moros conquistaron la Península.
Cuando los invasores llegaron a este palacio hallaron en su interior un tesoro compuesto de joyas maravillosas, que los historiadores árabes enumeran, entre ellas, «un espejo mágico, grande y redondo que hizo Salomón, hijo de David (¡sobre ambos la paz!). El que se miraba en ese espejo podía ver en él la imagen de los siete climas del Universo».[57]
Este espejo era a la vez espejo y mesa, puesto que estaba provisto de cinco patas (cinco, nuevamente el número de la Diosa). En Ben Abu al-Hakam leemos: «Tenía tanto oro y aljófar como no se había visto cosa igual. Estaba valorado en doscientos mil dinares». En algunas leyendas orientales la Mesa era de «berilo verde con incrustaciones de rubíes y perlas, de 370 pies de diámetro».[58]
Las descripciones del maravilloso objeto discrepan en los detalles, pero coinciden en afirmar que se trata de la famosa Mesa de Salomón (Fig. 22).
Algunos amuletos medievales pretendían reproducir la Mesa de Salomón en las partes más nobles de iglesias o edificios sagrados. La idea central que preside estos dibujos, verdaderos mándalas cristianos o islámicos, es el círculo que encierra construcciones geométricas más o menos complejas (Figs. 23 y 24).
Era inevitable que la posesión de la Mesa provocara enfrentamientos entre Tariq y Muza, los dos caudillos árabes de la conquista. «Muza —escribe el seudo Ben Qutaib— puso estos objetos (la Mesa de Salomón y otra de ágata encontrada con ella) bajo la custodia de personas de confianza, elegidas por él, y los ocultó a los ojos de los suyos».
A pesar de esta voluntad de secreto, el asunto de la Mesa trascendió, hasta el punto de que Tariq «le arrancó un pie con el oro y perlas que tenía y le mandó poner otro semejante».[59]
Una acción aparentemente absurda. Le arranca un pie a la Mesa y a continuación la restaura con otro semejante, se supone que también de oro y perlas, tan valioso como el original expoliado. Esto indica que no se hace por su valor material. ¿Por qué razón entonces?: la Mesa está cubierta de signos. Su decoración son los signos del péndulo de Salomón. Tariq lo sabe y quiere restringir el acceso a esta información. Divide el péndulo de Salomón en dos partes, igual que si rompiera un mensaje en dos mitades y las ocultara en lugares distintos, como medida de seguridad. La Mesa mantiene su valor material, pero el desciframiento y lectura de su mensaje sólo será posible para el que, además de la Mesa, tenga la pata original.
La mutilación de la Mesa no pasó inadvertida. Otro historiador árabe, al-Maqqari, escribe: «Ya sospechaba Tariq lo que después sucedió de la envidia de Muza, por las ventajas que había conseguido y que le habría de ordenar la entrega de todo lo que tenía, por lo que discurrió arrancarle a la Mesa uno de sus pies y esconderlo en su casa y ésta fue, como es sabido, una de las causas de que Tariq quedase vencedor de Muza ante el califa en la disputa que tuvieron sobre sus respectivas conquistas».[60]
El hallazgo de la Mesa de Salomón llegó a oídos del califa de Damasco. Hasta el más ignorante de los musulmanes comprendía que el valor de aquella Mesa excedía con mucho el del oro y las piedras preciosas con que estaba fabricada. Hasta el musulmán más ignorante había escuchado y repetido miles de veces los versículos 11 y 12 de la Sura XXXIV del Corán: «… Salomón tenía espíritus que trabajaban entre sus manos por permiso del Señor (…), hacían para él lo que quería, desde estrados de honor e imágenes y platos como fuentes de cobre y acetres sólidos…».
Daba que pensar. Así que los espíritus divinos metidos a orfebres hicieron para Salomón objetos de metal «trabajando entre sus manos», es decir, inspirándolo, obedeciendo su mandato. ¿Qué hicieron? Desde luego, la famosa Mesa o Espejo de aleación de metales o la Mesa de Salomón, que era ambas cosas a la vez: una Mesa en el aspecto físico y un espejo que sirve para ver, para conocer.
En el año 711, la Mesa formaba parte del botín de los conquistadores de España. Probablemente, se alarmaron por la notoriedad que había alcanzado su secreto y pusieron en circulación una historia destinada a ocultar el origen de la Mesa: ¿cómo va a proceder de Salomón, un profeta muerto hace tantos siglos al otro lado del mundo? Solamente es una alhaja donada a una iglesia por un rey cristiano, y sucesivamente enriquecida por otros reyes.
Pero nadie creyó esta historia. De sobra sabían que la Mesa había permanecido durante años en una cámara que ningún rey godo se atrevió a abrir por la maldición que pesaba sobre ella, y que el mismo hecho de la conquista del reino godo por un puñado de musulmanes confirmaba la exactitud de aquella profecía y el poder mágico de la Mesa.
El califa de Damasco, la voz suprema del islam, reclamó la Mesa. Con fuerte escolta, la Mesa volvió a los caminos… Y se perdió. Nunca llegó a Damasco ni volvió a saberse de ella. Como si se la hubiese tragado la tierra. Como si hubiese regresado a la perfecta oscuridad de su subterráneo.
Una última cuestión. ¿Dónde estaba la Mesa cuando la encontraron los árabes? ¿Qué ciudad era aquella en cuyo palacio se custodiaba el tesoro?
En el libro de Las mil y una noches se dice que la Mesa estaba en un país de los francos (o sea, de los cristianos) llamado Lebta. Lebta es Ceuta, la ciudad africana por la que comenzó la conquista árabe cuando su señor, el conde don Julián, facilitó el paso del estrecho de Gibraltar a los invasores para vengar la violación de su hija por el rey godo. Lebta o Ceuta debe interpretarse, en términos generales, como la España visigoda. Otros autores señalan Toledo, la capital del reino, por un razonamiento lógico: si el palacio pertenecía a los reyes visigodos y Toledo era su capital, el palacio debió de estar en Toledo. Pero hay otra candidatura menos casual. Jorge Luis Borges aglutina sus variadas lecturas y, al parafrasear la leyenda del palacio, habla de «una ciudad que tenía por nombre Lebtit, o Ceuta o Jaén».[61] Así es que, descartada Ceuta, cuya mención se explica porque se asocia con la leyenda del conde don Julián, sólo nos quedan dos posibles candidatos: Toledo y Jaén.
Según otra tradición medieval, recogida en el Victorial de Pero Díaz de Games, el misterioso palacio de la Mesa de Salomón era obra de Hércules.
Amador de los Ríos identifica la cueva de Hércules con la cripta de algún templo romano, y ciertamente cueva, y no palacio, la consideran otras fuentes antiguas.[62]
Cerca de Jaén existió una cueva de Hércules. En la vecina Martos se mantiene una tradición hercúlea relacionada con la búsqueda de la Mesa de Salomón. Por lo tanto, el palacio o la cueva de Hércules pudieron estar en Jaén. La mención de la cueva recuerda inmediatamente a los que buscaron la Cava, «los que buscaron la cueva», una serie de personajes históricos que han buscado la Mesa de Salomón.
La ubicación en Jaén del palacio o cueva de los reyes godos donde se guardaba la Mesa de Salomón viene refrendada por otros datos históricos.
Durante la conquista de España, Tariq se desvió hacia la población de Mentesa Bastia, es decir, La Guardia, a diez kilómetros de Jaén, antes de dirigirse contra Toledo. Aunque urgía ocupar la capital del reino, Tariq se demoró para conquistar Mentesa Bastia, un aparente error estratégico que no repetiría con ninguna otra población.
Los historiadores no se explican esta actitud del caudillo. Tariq delega la conquista de Córdoba en su general Mugit, para lanzarse en pos de una empresa aparentemente secundaria. «Nos hace sospechar que concedía mucha más importancia al hecho de apoderarse de Mentesa —escribe un autor— que el hacerlo de Córdoba». Y añade: «No encontramos una respuesta satisfactoria a estas cuestiones que nos plantearía el paso de Tariq por Mentesa y su devastador ataque a la población».[63]
Tampoco tiene explicación lógica el itinerario seguido por Tariq. El camino más directo de Écija a Toledo es la vía del Calatraveño, a través del valle de los Pedroches, por el norte de Córdoba. Por lo tanto, «si Tariq se desvió… hacia Martos es porque tenía manifiesta intención de dirigirse a Mentesa».[64]
Los historiadores encuentran absurda la actitud de Tariq. Pero si admitimos que el caudillo consideraba más importante apoderarse de Jaén que de Toledo, todo cobra sentido. La dificultad reside en que Jaén era entonces una ciudad minúscula, carente de importancia. Es evidente que viniendo de Martos hacia La Guardia (Mentesa Bastia), Tariq tuvo que pasar forzosamente por Jaén, pero las crónicas lo silencian. Seguramente, sus escasos habitantes se habrían refugiado detrás de los fuertes muros de la vecina Mentesa. Pero ¿por qué se detiene Tariq a sitiar y tornar Mentesa, lugar sin valor estratégico, cuando urge llegar a Toledo cuanto antes? Desde luego, no por la codicia del botín. Y aparte del botín, sólo las personas podían interesarle. Tariq se había propuesto capturar a cierta persona. ¿A uno de los refugiados de Jaén? Si aceptamos que se desvió por Jaén con objeto de apoderarse de la Mesa de Salomón, ¿para qué quería a ésta o a estas personas? Quizá porque no había encontrado lo que buscaba, pero sabía que la persona que podía mostrarle el camino hacia la Mesa se había refugiado en Mentesa. Es muy posible que la Mesa de Salomón no estuviese encerrada en una estancia del misterioso palacio de Jaén, sino en una cueva.
En la leyenda, el mítico lagarto que habita en el interior del cerro de Santa Catalina custodia la Malena. Es perfectamente plausible, por lo tanto, que el tesoro no estuviese exactamente en el palacio sino en algún escondite del monte, que está hueco según la tradición. Es posible que se accediera al tesoro a través del misterioso palacio, lo que conciliaría las dos versiones. Recientemente se ha rehabilitado un tramo del pasadizo subterráneo, que, según la tradición, comunica el palacio de los reyes moros y el castillo de Santa Catalina, aunque la misma tradición asegura que el cerro alberga un intrincado laberinto de túneles y cavernas donde se pierden los hombres que se arriesgan a explorarlo. ¿No buscaría Tariq al hombre o a los hombres que conocían el acceso a la cámara secreta de la Mesa de Salomón, a través de este laberinto?
Cuando Tariq llegó a Jaén, la ciudad era un pequeño caserío, Aurigi o Aurgi, surgido en torno al antiguo santuario de la Diosa Madre y su oráculo. En cualquier caso, se trataba de un centro religioso, y quizá su sacralidad determinó que la Mesa de Salomón fuese a parar a aquel lugar. Hoy existe poco acuerdo sobre el origen y significado del topónimo Aurgi, pero antiguamente se suponía que era “la que engendra oro”.[65]
En labios de los árabes recién llegados, la antigua Aurigi vendría a pronunciarse Yayyan o Xauen, de donde procede el actual nombre de Jaén. Por cierto, en el Rif marroquí el nombre Xauen designa a una ciudad santa.
En Jaén, “la que engendra oro”, nunca hubo minas de oro. La denominación áurea sólo se justifica como eco lejano de antiguos mitos asociados al santuario de la Diosa Madre. Los antiguos sabían que en el santuario existía un tesoro. ¿El de Salomón?
La estrategia de Tariq se entiende si aceptamos que antepuso la captura de la Mesa de Salomón a cualquier otro objetivo, incluidas Córdoba y Toledo, de las que dependía el sometimiento de España. Esto demuestra que Tariq estaba convencido de que la Mesa de Salomón se encontraba en el tesoro que los reyes godos custodiaban en el santuario de Jaén, pero no demuestra que este tesoro existiese realmente.
Y, sin embargo, hay pruebas que confirman la existencia del tesoro. A partir de Tariq, una serie de buscadores de la Mesa de Salomón consiguen riquezas aparentemente inagotables. Otra prueba más directa y decisiva es el hallazgo de parte de este tesoro, el llamado Tesoro de Torredonjimeno, encontrado en extrañas circunstancias en 1926, en las ruinas de la antigua iglesia visigoda que posteriormente había cobijado la ermita-santuario de San Nicolás. Nunca se pudo aclarar el número de piezas de oro que lo componían, porque muchas de ellas desaparecieron en manos de intermediarios y especuladores y fueron fundidas para ocultar su procedencia… o, al menos, esto es lo que se explicó oficialmente. Las pocas piezas que se rescataron constituyen hoy uno de los más preciosos conjuntos existentes de orfebrería visigótica.
De la ubicación del escondite de estas joyas, a unos quince kilómetros del santuario jiennense, puede deducirse que quizá los custodios del santuario dividieron el tesoro de los godos y lo repartieron entre los diversos escondrijos de los alrededores de la ciudad.[66]
La leyenda mencionaba un palacio donde los moros encontraron la Mesa de Salomón.
La leyenda se refería a la existencia de la Mesa de Salomón en el manantial de la Magdalena, en Jaén. La oración del sanador hablaba del Peñón de Uribe / onde está el palacio.
Pero ¿hubo en el Jaén medieval un palacio de los reyes?
Jaén nunca fue cabecera de un reino. No tenía por qué haber allí un palacio real. Y, sin embargo, desde tiempo inmemorial hubo un palacio real en el barrio de la Magdalena, muy cerca del manantial del Lagarto. El peñón de Uribe, donde se sacrificaba al Rey Sagrado en tiempos del santuario dolménico, formaba parte de este palacio. Quizá, en su origen mítico, el palacio lo era sólo para albergar al Rey Sagrado, lo que explicaría la persistente tradición del palacio real asociada al edificio. Fernando III se lo reservó, aunque nunca lo habitó porque se construyó otro en lo que luego sería convento de San Francisco. Esta extraña actitud del rey castellano confirma el tabú de la leyenda del palacio de los godos, que había acarreado la ruina del rey Rodrigo.
El antiguo palacio real llamado «de los moros» se transmitió a los otros reyes de Castilla, sucesores de Fernando III, junto con los secretos de la Mesa hasta que, en 1382, el rey Juan I cedió el edificio a los dominicos. Los frailes construyeron allí un convento que hoy alberga el Archivo Histórico Provincial. A juzgar por la extensión de este convento, el primitivo palacio era enorme.
El palacio contaba con una mina de agua que procedía directamente del venero de la Malena. Un pasadizo subterráneo lo comunica con el palacio de los condes de Villardompardo, en cuyos sótanos se encuentran los baños de Alí, el lugar donde fue asesinado aquel mítico rey moro. Nuevamente el recurrente tema del Rey Sagrado muerto en el baño. El baño existe, el palacio existe y el rey asesinado en el baño es reiteradamente mencionado en los papeles antiguos…