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Ciertas vírgenes negras
Pasé una semana en Londres con visita diaria a la British Library y salidas de copas y confidencias con la archivera, Margaret Simpson, con la que había trabado estrecha y consoladora amistad.[119]
Un día, en la parada de autobús del British, reconocí a Mr. Alexander Shallowbrain, especialista en el mundo de las Cruzadas, de la Universidad de Londres, al que había tratado en el curso de un reportaje sobre la caza con halcones en la Edad Media. Yo estaba enfrente, en el pub Olimpia. Apuré mi cerveza, crucé la calle y lo abordé.
—¿Así que anda usted detrás de los templarios? —me dijo cuando le expliqué mis recientes intereses académicos—. Parece que ahora todo el mundo se interesa por ellos. Bueno, no hay mucho que decir. Para empezar, los templarios consiguieron que el rey Balduino les asignara sus cuarteles en las ruinas del Templo de Salomón que ellos excavaron en busca del subterráneo.
»¿Qué buscaban los templarios en el Templo de Jerusalén? El objetivo secreto de la orden interna del Temple era la Sinarquía o gobierno universal de los sabios. Se trataba de regresar a la sabiduría conciliadora de Salomón, que sus descendientes tanto judíos como cristianos habían perdido. Para ello necesitaban la herencia sagrada de Salomón, su poder, cifrado en dos objetos del Templo: el Arca de la Alianza y la Mesa de Salomón.
»Del Arca se había perdido la pista tras la destrucción del Primer Templo. Quizá se encontraba en alguna cámara secreta de las ruinas que el Temple había recibido como herencia. Los caballeros excavaron afanosamente en el solar del Templo.
»En cuanto a la Mesa de Salomón, los romanos la llevaron a Roma el año 70 y después del saqueo de la Ciudad Eterna por los visigodos se agregó al tesoro sagrado de estos pueblos, primero en Francia, luego en España, hasta que, en el año 711, se le perdió la pista.
—Han pasado mil trescientos años —calculé—. ¿Dónde se encuentra ahora?
—Según la profesora Joyce Mann debe de estar en algún lugar del sur de España —dijo Shallowbrain.
—¿Conoció usted a Joyce Mann? —me sorprendí de que el profesor supiera de ella.
—¿Quién no conoció a Joyce Mann? —respondió Shallowbrain—. Una excelente investigadora hasta que se puso al servicio del Priorato.
Llegó su autobús y aplazamos la conversación para un próximo encuentro.
El principio solar, patriarcal, se impuso, pero la Diosa Madre sobrevivió tenazmente en sus santuarios. Por todo el ámbito mediterráneo se manifiesta bajo los más diversos aspectos: Isis, Astarté, Tanit, Rhea, Cibeles o la Virgen María.[120]
El patriarcado la había relegado a un papel secundario, pero la diosa se resistía a que la anularan. El clero cristiano (solar) desprestigiaba los cultos matriarcales relacionándolos con la hechicería. Las sacerdotisas del culto de la Diosa Madre se convirtieron en brujas que, a menudo, acababan sus días en la hoguera. Su culto, todavía venerado como «la vieja religión», se confinó al secreto, a los bosques, a las fuentes, a los dólmenes, a los antiguos santuarios matriarcales.
A la sombra del dios masculino, inflexible y absoluto, medraba el principio femenino de la Sabiduría, la Sofía. Para alejarla de toda sospecha se le dio carta de naturaleza como sabiduría de Dios y más adelante el cristianismo la asimiló a la Virgen María. Así fue como el culto a la Diosa Madre y a su Hijo perduró —y aún perdura— en el cristianismo en forma de mariolatría. Con este disfraz alcanzó su máxima difusión en la Europa medieval de la mano de los templarios. Así fue como, por los intrincados vericuetos de la historia, aquellas ostentosas figurillas de las venus paleolíticas, que representaban principios de fecundidad, se transformaron en las diminutas imágenes de las Vírgenes Negras medievales, algunas de las cuales todavía atraen a sus fieles a los antiguos santuarios del culto lunar suplantados por ermitas o iglesias. La Serpiente que acompañaba a la Diosa Madre tuvo peor suerte, puesto que se transformó en el Demonio del cristianismo.[121] Por su parte, el Rey Sagrado, el que se sacrificaba según el mito antiguo, inspiró diversos mártires cristianos, especialmente san Sebastián.
¿Cuántas advocaciones de «Nuestra Señora» existen en España y en Europa? Sin duda, miles. Cada pueblo tiene la suya, y además hay ermitas campestres no adscritas a población alguna, sino a lugares sagrados precristianos. Como el culto lunar se resiste a morir, el nombre de la Virgen, en sus distintas advocaciones, se sigue imponiendo a las mujeres de su jurisdicción, que son, de un modo muy especial, sus fieles adoradoras.[122]
La multitud de Vírgenes que pueblan nuestra geografía son obosoms de la Diosa Madre. Obosom es la manifestación de la fuerza vital de la divinidad en un objeto visible, la plasmación concreta, material, de un principio abstracto. El obosom tiene un nombre personal, próximo, íntimo y familiar, que el creyente puede invocar en su oración. Todas las imágenes son trasunto de la Virgen, y el clero se esfuerza por recordar su identidad esencial, pero las devotas —¿qué es de extrañar si en el fondo se trata de un culto femenino y matriarcal?— no le rezan a la Virgen en abstracto: le rezan a la Virgen de la Macarena o de Montserrat o a la de Covadonga.[123]
Las Vírgenes suceden en la cristiandad a las últimas versiones paganas de la Diosa Madre, es decir, a todas aquellas Isis, Tanit y Astarté de los cultos mediterráneos en los albores de nuestra era.
En un viaje a Roma visité a Mario Banqueri, con el que había colaborado, años atrás, en un reportaje sobre los santuarios marianos en la Toscana.
—¿Vírgenes en santuarios precristianos? —me dijo—. Eso fue cosa de los templarios.
En las bibliotecas del Vaticano investigué sobre el interés mariano de los templarios. En principio era una orden militar creada durante las Cruzadas para defender el camino de Jerusalén, pero en seguida descubrí que bajo esa tapadera se ocultaba algo más.
Uno de los enigmas templarios es la relación de la Orden con las Vírgenes Negras.
—¿A qué obedece el interés del Temple por sembrar la cristiandad de Vírgenes Negras? —le pregunté a Banqueri.
Nos habíamos citado en uno de los bares elegantes de la vía Véneto, a la caída de la tarde. Él había pedido una cerveza belga y yo, mi habitual whisky escocés con agua de Evian.
—¡Las Vírgenes Negras del Temple! —suspiró entre dos sorbos de cerveza—. Las imágenes pequeñas como una muñeca, que supuestamente aparecían en antiguos santuarios precristianos. ¿Tú sabes que esos santuarios solían instalarse en lugares donde se manifiestan las energías telúricas?
—Eso tengo entendido.
—Diríase que los templarios se preocuparon de cristianizar y remozar los lugares sagrados de las antiguas religiones perseguidas por el cristianismo.
Tomó otro sorbo. Evaluó el trasero de una hermosa viandante con disimulado interés y prosiguió.
—Entre los siglos XI al XIII surge en toda la cristiandad, pero especialmente en el Occidente de Europa, un repentino fervor hacia la Virgen María, tras el que se adivina un plan preciso de la Orden del Temple.
»Se remozan santuarios marianos que en la época inmediatamente anterior habían llevado una existencia mucho más discreta y en ocasiones casi apagada. Por doquier se adora a Nuestra Señora en detrimento del culto debido a Jesucristo y a sus santos. Encontramos las Vírgenes Negras en santuarios relacionados con centros de la tierra, en santuarios matriarcales prehistóricos emplazados en lugares de poder (manantial, cueva, acantilado, etc.), donde la Virgen Negra se asocia a la imagen anicónica de la Diosa Madre.
—¿Qué quiere decir anicónica?
—Es un tecnicismo para decir que no se representaba al natural sino por medio de algo abstracto, como una piedra esférica (a veces troncocónica, cilíndrica u octogonal).
—Conozco algunas —comenté.
—Para justificar la implantación de los nuevos santuarios se inventan apariciones de las imágenes de Nuestra Señora en el interior de campanas, cuevas o troncos de árboles. Por todas partes aparecen milagrosamente imágenes de madera de unos 70 cm de altura, 30 cm de anchura y 30 cm de profundidad.
»A veces las vírgenes aparecen en grupos de tres, vestigio de cultos ancestrales a la Diosa Madre en la que la trinidad corresponde a las tres fases lunares y los tres colores sagrados, por eso también el plumaje de las aves de los antiguos santuarios combina los tres colores sagrados: blanco, negro, rojo (golondrinas, vencejos, grajos). La sabiduría ancestral e iniciática se denomina lengua de los pájaros.
»Las leyendas de las apariciones de las imágenes atestiguan un origen mucho más antiguo para sus veneradas Vírgenes. Algunas incluso aspiran a ser verdaderos retratos de la Madre de Cristo copiados del natural por san Lucas.
—¿Y quién decidía los modelos?
—Los modelos ya estaban inventados. Las Vírgenes milagrosamente aparecidas reproducen modelos bizantinos más antiguos, generalmente de la Agia Theotokos o Santa Madre de Dios.
—Interesante. Supongo que los Templarios los encontraron en el territorio bizantino.
—Ecco. Modelos bizantinos, rígidamente codificados en sus más mínimos detalles, desde siglos atrás, por las autoridades religiosas de Constantinopla.
Banqueri se sabía de memoria el catálogo:
—Primero tenemos a la Kiriotissa o «Trono de la Sabiduría». La Virgen es el trono y la Sabiduría es el Niño que sostiene directamente sobre su regazo, de espaldas a la madre, descansando sobre su vientre, y ella mantiene las piernas abiertas en la postura del parto. La indicación del ámbito femenino donde crece el infante enlaza directamente con los orígenes del culto a la Diosa Madre, y viene a ser la versión cristiana de la concavidad del dolmen sagrado donde reposa el Huevo primordial, la Piedra.
»De la Kiriotissa o Trono de la Sabiduría derivan las imágenes románicas de Occidente. La incomunicación entre la Virgen y el Niño no se debe a la torpeza de los tallistas, sino al deliberado propósito de diferenciar a dos personas, haciendo de la Virgen un simple soporte, un trono de la Sabiduría. La Virgen no es la Madre de Cristo inspiradora de ternura que será en la época siguiente. Es, simplemente, un principio abstracto, es la Sabiduría, la Sofía, y a ello se debe que sea negra.
»Quizá la relación se vea más clara en otro arquetipo de Virgen bizantina, la Blanquenitissa, derivada de la imagen que se veneraba en la capilla del palacio de Blanquernas. En ésta, el vientre materno se indica más claramente con los brazos levantados de las parturientas y el Niño dibujado en su seno, dentro de un círculo que representa el Huevo primordial. De este modelo derivan las Vírgenes de la Expectación, Vírgenes de la O y Vírgenes Inmaculadas de Occidente, en las que el vientre constituye el motivo central.
—Lo que me cuentas es de lo más sorprendente.
—La Iglesia no lo anda pregonando por ahí, pero tampoco lo oculta. Es historia, simplemente. En los siglos XII-XIII Europa se llena de Vírgenes Negras en unos santuarios cuyos fieles no han visto en su vida a un negro y en muchos casos ni siquiera saben que esa raza existe. Evidentemente, el color negro de las Vírgenes Negras no pretende reproducir el tono de la piel de la Madre de Jesucristo.
—¿Quieres decir que era un color emblemático?
—Ecco. En el jeroglífico medieval, el negro es el color de la Sabiduría porque la raíz de las palabras árabes negro y sabio es idéntica y, para la cristiandad occidental de los siglos XI al XIII, los musulmanes son sabios y representan el Oriente, tan superior en conocimientos y cultura a Occidente.
Había terminado la cerveza. Pidió otra y, al hacerlo, sonrió a las vecinas de mesa, una pareja de turistas nórdicas, algo entradas en carnes y en años, pero todavía vistosas.
—¿A ti te gustan las viudas, Nicholas? —me preguntó de sopetón.
—Mario, en estos momentos lo que más me gustan son las vírgenes.
Se le iluminó el semblante.
—Vírgenes Negras, naturalmente —aclaré.
Regresó al tono académico.
—Las Vírgenes Negras lo son porque ése es el color de la sabiduría y el color de la alegórica esposa de Dios en el Cantar de los Cantares, un sublime poema de amor y, en su lectura secreta, el testamento cabalístico de Salomón.
Recordé sus primeros versos:
Soy negra pero hermosa hijas de Jerusalén… |
»El equivalente indio de la Diosa Madre occidental es la diosa Kâlî —prosiguió Banqueri—. La palabra sánscrita kâla, de la que procede el nombre de la diosa, significa “negro”.[124] Otra palabra relacionada con la misma raíz: caló, la utilizan los gitanos para nombrar a su raza. No es coincidencia, puesto que los gitanos proceden de la India y en su primera aparición en Occidente se relacionaban con los ancestrales cultos de la Diosa Madre. Aún hoy, Sara la Negra, la críptica Virgen de Santa María del Mar, en Provenza, es la Virgen de los gitanos.
»La negrura es un elemento fundamental de la Virgen iniciática. En ocasiones su nombre primitivo era simplemente «la Negra» como en el caso de la mentada Sara de los gitanos o en el de la Virgen de Fuensanta de Martos, a 20 kilómetros de Jaén. La fuente que mana junto a su ermita se llamaba todavía en el siglo XVIII «de la Negra», pervivencia de la primitiva denominación de la Diosa tutelar.[125]
Hizo una pausa para beber media cerveza de un trago, se enjugó delicadamente el rastro de espuma del labio superior con un pañuelo de seda y prosiguió:
—Pero regresemos a los modelos bizantinos de Nuestra Señora. El segundo prototipo, algo más tardío, el de la Odegitria, “la que señala el camino de la Salvación”, es decir, a Cristo, porque tiene al Niño sentado sobre su pierna izquierda y lo señala con la mano derecha. El Niño sostiene una esfera en la mano izquierda.
—¿Una esfera?
—El Huevo primordial de la Creación (según otros, la Tierra, lo que no concuerda con el hecho de que en aquella época la Tierra se consideraba plana). La Creación, según la Cábala, depende del Conocimiento, por eso otras veces el Niño lleva en la mano una manzana, símbolo del Conocimiento (lo que Hércules busca en el occidental jardín de las Hespérides). A veces, el Niño no lleva esfera ni manzana, sino una flor, con idéntico sentido.[126]
»Esa esfera o esa piedra que el Niño sostiene remite también al Huevo de la Creación. A los templarios les interesaba marcar ese simbolismo. En Pajares de Lampreana, Zamora, la Virgen de la antigua encomienda templaria se asocia a una interesante leyenda. Un serpentón asolaba la comarca y siete caballeros templarios se le enfrentaron, pero él los venció porque habían olvidado encomendarse a la Virgen. Uno de ellos, al volver en sí, vio que la serpiente regurgitaba una piedra negra en la orilla del lago. Al poco tiempo la Virgen se le apareció en sueños al templario y le pidió aquella piedra. Él se la llevó y la depositó en la falda de la imagen, donde la piedra permaneció durante muchos años como talismán contra las mordeduras de alimañas. Después la guardaron en un hueco bajo la imagen. Durante la Guerra de la Independencia escondieron la imagen en un pozo y, debido a la humedad, perdió su color moreno.[127]
»Volviendo a la Virgen. Esta Odegitria prefigura un tercer modelo de Virgen, la Theotokos o Virgen Madre, que establece plena relación efectiva entre el Hijo y la Madre. El Niño se sienta a la izquierda en actitud de bendecir, mientras la madre le ofrece una flor o una manzana, lo que indica que, a pesar de la actitud maternal, la Virgen sigue siendo el vehículo de la Sabiduría divina, de la Sofía.
—¿Y qué me dices de la Virgen que amamanta al Niño? —pregunté recordando la velada Virgen de la Antigua de la catedral de Jaén.
—La Galactrofusa, se llama, o Virgen de la Leche. Ese modelo no es bizantino: desciende de un icono cairota inspirado en la tradicional imagen de Isis amamantando a Horus que se transmite, sin apenas cambios, en la estatuaria egipcia desde los tiempos de los faraones. Lo que viene a confirmar el estrecho vínculo existente entre la Virgen medieval y sus antecesoras paganas.[128]
»La ternura de la Galactrofusa, de la Virgen amamantadora, es engañosa, puesto que esa leche que da al Niño sigue siendo la imagen de la Sabiduría, la misma cualidad que la parturienta Kiriotissa quería sugerirnos con su hieratismo. Tan sólo ha cambiado el medio. El mensaje sigue siendo el mismo: la Virgen es el manantial de la Sabiduría Divina, sea porque asienta a Dios en sus entrañas, sea porque le ofrece la leche del Conocimiento.
—¿Tú crees que los templarios, al implantar esas Vírgenes en los antiguos santuarios, intentaban divulgar el Conocimiento, redimir a la humanidad de la incultura y el fanatismo?
Banqueri asintió en silencio, repentinamente serio.
—Algo así. Lo que la Iglesia no ha intentado nunca, o casi nunca. Los templarios compartieron en muchos casos su sabiduría secreta con algunos benedictinos, entre los cuales hubo iniciados que practicaron la Cábala cristiana. En el monasterio español de Suso hay un óleo del siglo XVII que representa al fundador, san Benito, con las tres esferas: arriba la que contiene uno de los nombres hebreos de la Divinidad, debajo una esfera suspendida en el aire y junto al santo, para completar el trío, una balaustrada un tanto absurda que sólo sirve para introducir la tercera esfera como elemento decorativo. Por si no queda claro, los ángeles del cielo sostienen los estandartes de las órdenes militares, en primer lugar la de Calatrava, con sus flores de lis ocultas y, a su sombra, la de Cristo, directa heredera, con Calatrava, del Temple, que ya en este tiempo había desaparecido. Un mensaje iniciático evidente (Fig. 34).
Banqueri se pasó una mano por el rostro cansado.
—¡Los iniciados en la Cábala cristiana! —exclamó—. A este grupo pertenecía san Bernardo, que consagró su vida a desvelar el oculto sentido del Cantar de los Cantares. La leyenda medieval sostiene que la Virgen Negra se apretó el pecho para que tres gotas (de nuevo el número tres con relación a esta Virgen) fueran a caer en los labios de su devoto. La piadosa fábula quiere indicarnos que san Bernardo recibe de la Virgen la sustancia del Conocimiento, es decir, la iniciación en los secretos de la Diosa Madre (Fig. 35).
—Lo sorprendente es la vinculación de san Bernardo con la Orden del Temple —apunté.
—Bernardo de Claraval es el verdadero fundador del Temple —admitió Banqueri—. En su obra De Consideratione dice: «Dios es longitud, anchura, altura y profundidad», es decir, Dios es la Geometría. No se puede decir más claro.
Dios es geometría. Recordé que la Mesa de Salomón contenía líneas y círculos, pura geometría.
—Éste es el secreto de la geometría medieval —prosiguió mi amigo—, la geometría sagrada aplicada por los templarios y los maestros iniciados del arte gótico. La arquitectura gótica contiene a Dios porque es Dios mismo.
Después de aquel fructífero viaje romano regresé a Hay on Wye a meditar todo lo que estaba aprendiendo en mi madriguera solitaria.
Tomaba notas. Navegaba por internet indagando sobre iglesias, santuarios, Vírgenes Negras. Averigüé muchas cosas. Resultaría prolijo enumerar los dólmenes y subterráneos sagrados que tras la intervención del Temple, se transforman en iglesias o ermitas consagradas a Nuestra Señora. Algunos santuarios franceses han sido objeto de recientes estudios, entre ellos, los de la catedral de Cartres y los de Clermont, Guincamp, Marsella, Saint Michel Rocamadour. En España este trabajo está por hacer. No obstante se pueden citar los casos de las Vírgenes de Abra, San Esteban de Briteiros (la piedra formosa), Nuestra Señora de la Barca (la piedra abaladoira u oscilante),[129] el de La Santa Cruz, en Cangas de Onís,[130] la piedra y el pozo de la ermita de la Soledad en Cantillana y el Dolmen Sagrado de la catedral de Jaén, en el que ya, sin más dilación, penetramos.