La importancia del paisaje: el tigre y el dragón
Todas las viviendas (en especial las casas rurales) reciben mucha influencia energética de su entorno. No solamente por lo que se refiere a los tendidos eléctricos, a las posibles centrales nucleares cercanas, a las fallas geológicas, a las capas freáticas o a las vías de agua subterráneas (entre otras influencias modificadoras del equilibrio), sino también por la influencia puramente «formal» del simple paisaje circundante, natural y artificial, del tipo de formas que adopta la propia naturaleza alrededor de ese hogar, y de la arquitectura y la decoración que el propio hombre diseña. La armonización de estas casas dependerá tanto de su particular interiorismo y de su equilibrio de Feng Shui, como de las formas existentes en el exterior. Aquí, la capacidad de observación del experto es clave para realizar un buen Feng Shui o para decidir lúcidamente la compra de un terreno en el que construir una casa bien pensada desde el principio.
El concepto de «forma», desarrollado ampliamente en otras dos de mis publicaciones (ver bibliografía), es importante tenerlo en cuenta porque es un gran factor modificador de comportamientos y, por tanto, la forma de cada elemento crea unos campos mórficos que inciden en nuestro propio campo electromagnético individual. Así, las formas naturales y paisajísticas del lugar donde vivimos influyen también de forma contundente en nuestras vidas; ocurre lo mismo que con la influencia de las formas en arquitectura, diseño y construcción de nuestro hábitat, es decir; con las formas inventadas por el hombre. Respecto al paisaje, sea urbano o rural, tendríamos que considerar algunos conceptos imprescindibles, más allá de las formas peculiares que genera y de su influencia, como la circulación de energía en dichos exteriores, y deberíamos observar algunos de los consejos generales que expondré en el capítulo siguiente.
Antes de entrar en lo práctico y, sin querer emplear demasiado la terminología china, creo que debería explicar que los geomantes clásicos hablaban de dos fuerzas: la del Dragón Azul y la del Tigre Blanco. Estas (representadas metafóricamente por dos animales) se buscan una a la otra en cualquier paisaje, creando unos recorridos energéticos complejos, terrestres y aéreos, llamados «Venas del Dragón» y «Venas del Tigre».
La búsqueda y el encuentro de esas dos fuerzas crea lugares muy favorables para la vida llamados el «Corazón del Dragón», el lugar energéticamente perfecto desde el punto de vista paisajístico, telúrico y cósmico. El Corazón del Dragón es el rincón del planeta que deberíamos encontrar antes de construir o comprar una casa saludable de larga permanencia.
La energía del Dragón Azul es una fuerza de tipo cósmico, solar, una energía muy eléctrica, yang, dinámica y caliente. El Dragón es un campo energético procedente del exterior de la galaxia, del espacio, y que nutre constantemente nuestra biosfera. La energía del Tigre Blanco es de tipo terrestre, proveniente del subsuelo del planeta; es magnética, de naturaleza yin, suave pero constante, más bien estabilizadora, cohesionante y bastante fría.
El término «Venas del Dragón» se refiere al trayecto que realiza esta energía eléctrica (Dragón Azul) que desciende del cielo y que procede de los rayos solares y de la influencia de otras estrellas y planetas, y llega a la atmósfera terrestre. Esa fuerza yang y eléctrica es atraída por las altas montañas y las grandes cordilleras en pendiente, por las rocas, sus aristas y sus componentes minerales, y desciende hacia los valles de forma activa, produciendo efectos energéticos.
Las Venas del Tigre es la fuerza telúrica y magnética procedente del interior del planeta Tierra, una energía que emana y emerge hacia el exterior de la corteza terrestre, a través de venas de agua, formaciones minerales, fallas, grutas, mares, ríos visibles y subterráneos, raíces y plantas. Esta fuerza de la Tierra se dirige hacia el cielo, pasando por valles y laderas; es la fuerza yin del tigre al encuentro de la fuerza yang del dragón, una comunión de fuerzas que, en un lugar determinado (y en caso de que exista una buena simbiosis) creará el Corazón del Dragón.