Nuestro espacio vital
Todas las formas existentes generan una dinámica en el espacio; todo nuestro mundo creado y las tres dimensiones en las que vivimos, nuestra casa, nuestro lugar de trabajo y nuestra ciudad parten del punto, de la línea y del plano.
• La línea. Simboliza nuestra atención, los horizontes; es hacia donde se proyecta nuestro punto de vista, nuestra expansión.
• El plano. Es el campo de las expresiones; la manifestación de la vida y el movimiento. Al mover una línea siempre se describe y se crea un plano. Ni el punto ni la línea requieren acción; sin embargo, el plano lleva implícita, en su existencia misma, la acción, el movimiento.
La tridimensionalidad, esta entrañable tercera dimensión en la que vivimos, procede del movimiento de planos que significa necesariamente interrelación. Si partiéramos de lo estático, de lo inamovible, no existiría esta comunicación o relación de los elementos. Todo en el universo está relacionado y comunicado entre sí. Nada existe aislado del resto, ni podemos evitar su influencia. De esos principios de interrelación, movimiento y mutación surgen muchas disciplinas, entre ellas el Feng Shui.
Todas y cada una de las formas naturales o artificiales de nuestro entorno influyen en nosotros para bien o para mal, en función de las leyes de la sintonía y del acoplamiento de frecuencias. A partir de esa red permanente de fuerzas y de su comunicación se genera y circula la energía, o el qi, como la denomina el pueblo chino. Absolutamente todo nuestro espacio circundante está surcado de líneas de fuerza por las que camina la energía de la vida.
El interesante arte del Feng Shui, a mi modo de entender sintetiza y engloba muchas disciplinas, y eso es precisamente lo que lo hace tan rico y apasionante. Si lo estudiamos con detenimiento y reflexionamos sobre sus fundamentos, veremos que la ciencia o el arte del Feng Shui (según se quiera clasificar) lleva implícito la matemática, la geometría, la arquitectura, la geobiología, la física, la metafísica, la medicina y la ciencia de la comunicación.
El Feng Shui es conocido como un método muy útil para armonizar, ordenar y distribuir coherentemente una vivienda. Lo interesante, sin embargo, es que tanto la arquitectura como la geometría (y todo lo que ellas conllevan) son consideradas las ciencias de la distribución del espacio. Sin embargo, el elemento alquímico que facilita esa distribución en nuestro espacio habitable (y sufre, a la vez, sus consecuencias), es precisamente la mente del ser humano. El hombre es el creador y el catalizador de la armonía: es el que crea o construye los espacios habitables; éstos, que son artificiales, pueden estar en concordancia y armonía con las fuerzas naturales o pueden ser creados caóticamente.
Armonizar es una forma de sublimar, «modular» o potenciar de forma idónea las fuerzas energéticas de un hábitat, ya sea una vivienda o un lugar de trabajo, ya sea grande o pequeño, rural o urbano. Con el objetivo de dar armonía a un espacio vital, propongo la sencilla lectura de este método (o de mi versión), escrito bajo una premisa de practicidad y de síntesis, con el fin de facilitar la aplicación del Feng Shui y de experimentar sus increíbles resultados.
Aunque el método en sí mismo es tan antiguo como la acupuntura y la medicina china (más de tres milenios), el Feng Shui fue sintetizado como un sistema coherente durante la dinastía Song, entre los años 1126 y 1278 de nuestra era, de donde proceden los primeros documentos escritos. Desde entonces y hasta nuestros días, muchísimos lugares en el mundo han sido edificados o corregidos en base al Feng Shui: bancos, palacios, hoteles, restaurantes, grandes empresas, infinidad de viviendas particulares e, incluso, el plano urbanístico de ciudades enteras como Hong Kong, Cantón, Malasia, Nueva York y muchas otras localidades más pequeñas.
Conseguir el equilibrio energético y armónico en nuestro propio espacio vital quizá sea algo factible de realizar intuitiva o inconscientemente, como ocurre en el caso de algunas viviendas, lugares de trabajo o, incluso, de ciertas ciudades. Sin embargo, sería más inteligente educar nuestras percepciones sobre «lo que ocurre» en dichos espacios, sobre las características energéticas que ya tienen en sí mismos. Se trata simplemente de ampliar al máximo nuestros conocimientos y empezar a utilizar a conciencia las formas, los colores y la propia energía de cada pequeño rincón de nuestro medio habitable, sublimándola y creando una sintonía entre dicha fuerza armónica y nuestro estado de salud físico y psicológico.