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Ni Enrico Mezzasalma —que se presentó ante el juez instructor Primicerio coincidiendo con el cambio de propietario de dos billetes— ni Fabio Petrocchi le proporcionaron a Corrado Archibugi el pretexto esperado para poder abrir una investigación sobre la Confraternidad de la Morte Desolata.

Mezzasalma siguió afirmando que había sido Tremolaterra quien le había comunicado la noticia del cadáver marcado con la doble W; Petrocchi sostuvo que había sido Tremolaterra quien le había inducido a declarar en falso ante la Policía.

En cuanto al paseo en carroza, era cierto que Mezzasalma y Tremolaterra habían quedado para verse a petición de Tremolaterra, que había hablado de «importantes revelaciones» sin precisar más; ante la muerte repentina del periodista, Mezzasalma había perdido la cabeza y había abandonado el cadáver en la leñera; nunca pudo explicarse de forma racional aquel gesto.

Por otra parte, la asesina de Guido Tremolaterra ya había confesado.

Corrado Archibugi presionó a Enrico Mezzasalma, pero no hubo nada que hacer. Sólo una vez, sin testigos, en un momento de agotamiento, el director del Eco di Roma, tras negarse a responder a las preguntas del inspector por centésima vez, espetó: «Pero ¿de verdad cree usted que los siete puñales que rodean la imagen de la Virgen están ahí para amenazarla? No, señor mío, están ahí para defenderla».