Aparcamiento. Ni un olor, ni un reloj, algunos espasmos. El coche no debería tardar. Papá y Lisa llegarán con una bolsa que contiene el que será el último vestido que te pondrás. Camino un poco. Tengo la impresión de que eso hará que vengan más rápido. Golpeo distraídamente las piedras y oigo cómo caen unos metros más allá.

Tendría que haber ido con ellos, eso no cambia nada, ya nada cambiará nada. El Ródano seguirá corriendo de norte a sur, con esa mediocridad de río grande y zafio. Atraviesa la ciudad sin aportarle magia —aun cuando nadie haya muerto—, ese río es insignificante. Los coches estacionados en el aparcamiento parecen formar parte del asfalto, las sombras de los edificios también. El bosque plantado al final del río recuerda al que rodea mi casa. Un pájaro, no muy viejo, se balancea de una pata a otra, a unos cuantos centímetros de mis zapatos. Trata de comer piedrecitas y canta algunas notas. Me vuelvo y distingo la ventana de «la habitación». No puedo creer que estés ahí dentro inmóvil para siempre, nunca podré creer semejante cosa.

Tengo conmigo la bolsa que nos dieron al salir del hospital con tus efectos personales. La sujeto con las pantorrillas. Resulta difícil mirarla. Aun así, me decido a abrirla. Entre todos esos bonitos mechones de recuerdos, horquillas para el pelo, gafas, zapatillas, camisón doblado desde hace demasiado tiempo, se encuentra ese extraño relojito roto, con las agujas paradas en las 19.30. Meto la mano hasta el fondo de la bolsa y saco el relojito. Se parece al cuco que presidía la escalera de casa, pero en miniatura. Lo agito junto a mi oído; no emite ningún ruido. Resulta imposible retorcer esas agujas, como pintadas en la esfera. En el reverso del reloj hay una inscripción grabada sobre la madera: «Para ayudaros a combatir la muerte: Gigante Jack, barquero de entre mundos, médico de las sombras, especialista en problemas de vida pese a la muerte. —Y más abajo—: Contacto: canturread “Giant Jack is on my Back”…».

Giant Jack is on my Back —canturreo, perplejo, cuando leo la inscripción en el reverso del relojito—. ¡Dja-ï-ante-djack-is-on-my-Back, djaïante djak… is on my Back! Giant Jack is on my Back! Eso es… ¡Sí! ¡El Gigante Jack, por supuesto! ¡Moveos asquerosas sombras, mostraos! ¡Explicadme lo que significa vivir con la noche pegada a la piel, vamos!

El pájaro espera a que deje de gritar y luego empieza otra vez a picotear la gravilla. Vuelvo a dejar el relojito en el fondo de la bolsa y siento de nuevo esa sensación de Coca-Cola demasiado fría alrededor de los ojos. Como justo después de un berrinche, cuando la presión se relaja y los párpados ya no se cierran. Te quedas sin fuerzas, te palpita el corazón, y en el preciso momento en que crees que se termina la crisis, te deshaces, te vuelves líquido.

Transcurren unos cuantos minutos.

Entonces oigo un ruido lejano, un ruido de viento sin motor, bastante extraño para un coche. Pienso que deben de ser papá y Lisa que regresan de casa.