LIBRO IX

9.1 El que es injusto es impío porque la naturaleza del todo ha creado los animales racionales unos por otros, de forma que se beneficien mutuamente según su valía y no se perjudiquen en manera alguna; el que infringe esa decisión es impío con toda claridad contra la más respetable de las divinidades.

(2) También el que miente es impío en relación con la misma divinidad porque la naturaleza del todo es la naturaleza de las cosas que son de hecho y éstas guardan intimidad con lo que existe. (3) Además también se la denomina la verdad y es la causa primera de todas las verdades. (4) Por tanto, el que miente voluntariamente es impío, por ser injusto con su engaño; el que lo hace involuntariamente por estar en disonancia con la naturaleza del todo y por ofender su orden con su lucha contra la naturaleza del universo ordenado. (5) En efecto lucha el que se deja llevar contra sí mismo en dirección contraria a la verdad. Pues había obtenido previamente recursos de la naturaleza y, al descuidarlos, no es capaz ya de discernir lo falso de lo verdadero.

(6) Desde luego, también el que persigue los placeres como bienes y huye de los pesares como males es impío. Necesariamente critica muchas veces a la naturaleza común por haberlos distribuido a ruines y cumplidores en contra de su valía, porque muchas veces los ruines están entre placeres y consiguen lo que los produce, mientras que los cumplidores se topan con el pesar y lo que lo produce. (7) Además el que teme los sufrimientos temerá también alguna vez algo de lo que será en el universo y eso es ya impiedad. (8) El que persigue los placeres no se apartará de cometer injusticia y eso es con toda evidencia impiedad. (9) Es preciso que en relación con lo que la naturaleza es neutra (pues no crearía sufrimientos y placeres si no fuese neutra con unos y otros), en relación con eso, también los que quieren obedecer a la naturaleza se mantengan neutros siendo ecuánimes. Así pues, quien en relación con el sufrimiento y el placer, la muerte y la vida, la fama y la mala fama, con los que la naturaleza tiene un trato neutro, él no es neutro, está claro que es impío[411]. (10) Afirmo que la naturaleza común tiene un trato neutro con esas cosas debido a que ocurren neutramente en una secuencia de sucesos unos tras otros a partir de algún impulso primitivo de la providencia por el que pasó de cierta forma originaria a este ordenamiento, al concebir algunas razones de los hechos futuros y delimitar capacidades generadoras de substancias, cambios y sucesiones de ese tipo.

9.2 Sería propio de un hombre agraciado marcharse de entre los hombres sin catar la falacia, ni ningún fingimiento, ni molicie, ni delirio de grandezas. (2) Un segundo derrotero es expirar saciado de todo eso. (3) ¿O eliges sentarte con la maldad y ni siquiera tu experiencia te convence de rehuir esa peste? (4) Pues peste es la destrucción de la reflexión mucho más que alguna contaminación pestilente y alteración del aire que fluye en derredor[412]. (5) Pues ésta es la peste de los animales en cuanto son animales, mientras que aquella es la de los hombres en cuanto son hombres.

9.3 No desprecies la muerte, por el contrario confórmate con ella como si fuera un ser que quiere la naturaleza. (2) Hacerse joven, envejecer, crecer, estar en plenitud, producir dientes, barba, canas, engendrar, estar preñada, parir y todos los procesos naturales que traen las fases de la vida, es lo mismo que la propia descomposición. (3) Esta es, por tanto, la disposición de un hombre que ha reflexionado bien: no debe tener frente a la muerte una actitud burda, ni impetuosa, ni arrogante, sino esperarla como una de las funciones naturales. (4) Así como esperas en el instante en que sale el retoño del vientre de tu mujer, de esa forma acepta la hora en que tu alma escapará de este estuche. (5) Si quieres también una regla vulgar que toca tu corazón: te hará estar muy apacible con la muerte pararte a pensar en los objetos de los que vas a separarte, y con qué gente ya no se contaminará tu alma. (6) Sus golpes deben afectarte lo menos posible, por el contrario ocúpate de ellos y aguántalos condescendiente, recordando, con todo, que te separarás de hombres que no son de tu misma opinión. (7) Eso es lo único si acaso que te hubiera arrastrado y te hubiera mantenido en el vivir, si te estuviera permitido convivir con los que hubieran desarrollado las mismas creencias. (8) Por el contrario ves que tan grande es el golpe recibido por la disonancia de la convivencia que dices: «Muerte, ojalá vengas rápidamente, no sea que hasta yo mismo me olvide de mí».

9.4 El que yerra, yerra contra sí mismo. El que es injusto es malo consigo mismo porque se hace malo a sí mismo.

9.5 Muchas veces es injusto quien no hace, no sólo quien hace.

9.6 Basta con la suposición presente si comprende, con la actuación presente si es comunitaria, con la disposición presente si es complaciente frente a cualquier suceso por una causa exterior.

9.7 Elimina la representación[413]. Detén el impulso. Apaga el apetito. Ten el principio rector bajo su propio mando.

9.8 Entre los animales irracionales se divide un alma única, entre los racionales se reparte un alma única pensante. (2) De la misma forma que una sola tierra es para todos los terrestres, vemos con una sola luz y respiramos un solo aire todos cuantos pueden ver y son animados.

9.9 Todo lo que comparte algo común tiende a lo que es de su mismo género afanosamente. (2) Todo lo terrestre se inclina hacia la tierra, todo lo líquido confluye, lo aéreo lo mismo, hasta el punto de exigir a los que intentan separarlos incluso violencia. (3) El fuego se eleva por su forma elemental[414] pero tiene tal disposición a inflamarse aquí abajo con cualquier tipo de fuego que incluso todo lo leñoso que esté algo más seco se inflama fácilmente porque en su mezcla es menos fuerte eso que impide que se inflame. (4) Así pues, también todo lo que participa de una naturaleza inteligente tiende afanosamente a su congénere o incluso más que eso: (5) cuanto superior es en comparación a otros, tanto más dispuesto está a mezclarse y fundirse con su familiar. (6) Así para empezar, entre animales irracionales surgieron enjambres, manadas, cuidados a los polluelos e incluso algo similar a amoríos porque ya eran seres animados y al ser una forma superior se manifestaba la tendencia a reunirse como no se daba entre vegetales, ni entre piedras o leños. (7) Entre los seres racionales hay organizaciones sociales, amistades, familias, asociaciones y en las guerras, pactos y treguas. (8) Entre los que son aún superiores, incluso aunque estén separados, subsiste de alguna manera una unificación, como entre las estrellas. (9) Así la elevación a lo superior es capaz de producir una simpatía incluso si están separados. (10) Considera, por tanto, lo que ahora sucede. Sólo los inteligentes se han olvidado de la tendencia y convergencia de unos hacia otros y pasa desapercibida así la confluencia. (11) Sin embargo, aunque huyan son alcanzados porque la naturaleza es poderosa. Verás lo que digo si observas con atención. (12) Así, por ejemplo, uno podría encontrar más rápidamente algo terrestre sin contacto con lo terrestre que a un hombre despegado del hombre.

9.10 El hombre, la divinidad, el universo produce su fruto; cada uno en la estación indicada. (2) Si la costumbre le da al término ‘fruto’ como sentido propio el banal que se aplica a la vid y plantas similares, no tiene ninguna importancia. (3) La razón produce un fruto que es común y particular y nacen de él otros semejantes tal y como es la propia razón.

9.11 Si puedes, refórmalo. Si no, recuerda que te ha sido dada la amabilidad para eso. (2) También los dioses son amables con personas así y colaboran en algunas cosas, en la salud, en la riqueza, en la buena fama. Tan bondadosos son. También a ti te es posible. O dime quién te lo impide.

9.12 Trabaja no como desgraciado y no por querer compasión o admiración. Desea sólo una cosa, ponerte en movimiento y parar según te pide la razón social.

9.13 Hoy salí de cualquier aprieto, mejor dicho arrojé cualquier aprieto, porque no estaba por fuera, sino por dentro, en mis suposiciones.

9.14 Todo eso es cotidiano por la práctica, pero flor de un día por su duración y sucio por su materia. (2) Todo es ahora como era cuando aquellos a los que hemos enterrado.

9.15 Las cosas exteriores a nuestras puertas se mantienen ellas por sí mismas sin saber nada de sí ni manifestarlo. ¿Quién hace manifestaciones sobre ellas? El principio rector.

9.16 Lo malo y bueno del animal racional social no está en padecer sino en actuar, como tampoco su virtud y su maldad están en padecer, sino en actuar.

9.17 Para la piedra arrojada hacia arriba no es nada malo dejarse caer ni nada bueno dejarse elevar.

9.18 Penetra en el interior hasta los principios rectores y verás qué jueces temes, qué clase de jueces son de sí mismos.

9.19 Todo está en transformación. También tú mismo estás en continua alteración y en cierto modo destrucción; el universo, por su parte, en su totalidad.

9.20 El error ajeno hay que dejarlo allí.

9.21 El cese en una actuación, en un impulso, la pausa y como muerte en una suposición, no son nada malo. (2) Recorre ahora épocas, como la infancia, la adolescencia, la juventud, la vejez: cualquier cambio de una a otra es también muerte. ¿Acaso es algo terrible? (3) Recorre ahora tu vida con tu abuelo, luego con tu madre, luego con tu padre[415]. Si descubres también otras muchas destrucciones, cambios, ceses, pregúntate: «¿Acaso es algo terrible?» Por tanto, el cese, pausa y cambio de toda tu vida tampoco lo es[416].

9.22 Corre y llega a tu propio principio rector, al del todo y al de éste a tu lado. Al tuyo para hacerlo propicio a la justicia. (2) Al del todo para recordar de qué eres parte. Al de éste para determinar si es ignorancia o inteligencia y al tiempo darte cuenta de que es tu congénere.

9.23 Igual que tú eres integrante de un conjunto social, que también así cualquier acción tuya se integre en la vida social. (2) La acción que no tenga relación inmediata o lejana con el fin social, ésa despedaza tu vida, no permite que ésta sea una sola y es conflictiva, como el que en un pueblo separa su propia parte de una armonía así formada.

9.24 Rabietas de niñatos, bromas, espiritillos que llevan cadáveres, de tal forma que se nos ocurra con mayor evidencia lo de la evocación de los muertos[417].

9.25 Aproxímate a la cualidad de su causa y sin lo material defínela y contémplala[418]. Luego delimita el tiempo que como máximo va a subsistir naturalmente eso con esa cualidad individual.

9.26 Sobrellevaste diez mil calamidades por no conformarte con que tu principio rector hiciera eso tal y como está constituido. Basta.

9.27 Cuando otro te critique, te odie o expresen cosas por el estilo, acércate a sus pequeñas almas, recorre su interior y mira cómo son ellos. (2) Verás que no necesitas desencajarte para que formen una opinión cualquiera sobre ti. Sin embargo debes pensar bien de ellos porque por naturaleza son amigos (3) y los dioses los ayudan de varias formas con sueños, adivinaciones, precisamente en eso que les afecta.

9.28 Así son los ciclos del universo, arriba, abajo, de una eternidad a otra. (2) La reflexión del universo o impulsa cosa a cosa, y si es así, acepta tú su impulso, o impulsó una vez y las restantes son sobrevenidas. (3) ¿Y por qué te pones tenso? De alguna manera, átomos o destino[419]. El todo, si es dios, mantiene bien la totalidad de las cosas, si es el azar, no seas tú también azar.

(4) La tierra nos cubrirá ya a todos nosotros, después ella cambiará, aquellas cosas cambiarán sin fin y otra vez aquéllas sin fin. (5) Si recapacitas en las fluctuaciones de los cambios y transformaciones, y en su rapidez, despreciarás cualquier cosa mortal.

9.29 Es un torrente la causa de todo. Todo lo lleva. (2) ¡Qué poco valor tienen los hombrecillos esos metidos en política que actúan, según se cree, como filósofos! Son unos mocosos. (3) ¿Entonces qué?, hombre. Haz lo que la naturaleza te está pidiendo ahora. (4) Emprende si te es dada esa posibilidad y no mires en derredor si alguien lo apreciará. (5) No esperes conseguir el estado platónico, confórmate si se avanza lo más mínimo y reflexiona sobre el resultado de eso mismo, qué cosa tan pequeña es. (6) ¿Alguien podrá cambiar su opinión?[420]. ¿Sin el cambio de opinión qué otra cosa sino servidumbre de hombres quejosos que fingen obedecer? (7) Haz comparecer ahora y háblame de Alejandro, Filipo[421] y Demetrio Falero[422]. Observaré si vieron qué quería la naturaleza y si se instruyeron a sí mismos. Si se comportaron como actores trágicos nadie me ha condenado a imitarlos. La función de la filosofía es sencilla y decente. (8) No me distraigas en solemnidades huecas.

9.30 Contempla desde arriba los diez mil tropeles, los diez mil ritos, la navegación de todo tipo, en tormentas y en bonanzas, las diferencias entre los que nacen, coexisten, dejan de ser. (2) Reflexiona sobre la vida que vivieron otros antiguamente, la que se vivirá después de ti y la que se vive ahora entre pueblos extraños. También en cuántos ni siquiera conocen tu nombre, en cuántos lo olvidarán rápidamente, en cuántos que quizá ahora lo alaban rápidamente te censurarán. En cómo ni la memoria es digna de consideración ni la fama ni ninguna otra cosa en absoluto.

9.31 Imperturbabilidad ante lo que sucede por una causa externa, justicia en lo que se ejecuta por una causa que depende de ti. (2) Esto es: impulso y actuación que limitan con la propia acción comunitaria en cuanto propia de tu naturaleza.

9.32 Muchas cosas superfluas que te molestan puedes suprimirlas, ya que reposan por completo en tu suposición, y te procurarás gran amplitud: (2) abarcar todo el universo en tu pensamiento, englobar el tiempo eterno, considerar el rápido cambio de las cosas en sus partes, qué breve es el tiempo que media entre el nacimiento y la disolución y qué inmenso el anterior al nacimiento que es tan infinito como el de después de la disolución.

9.33 Todo lo que ves se destruirá rápidamente y los que observen su destrucción también ellos se destruirán. (2) Y el viejo más viejo en el momento de morir se quedará en lo mismo que el que muere a destiempo.

9.34 ¡Cómo son sus principios rectores: por qué se afanan, qué desean y honran! (2) Considera que estás viendo sus pequeñas almas al desnudo. Cuando creen que perjudican por censurar o que se benefician por halagar, ¡cuánta ilusión!

9.35 La pérdida no es otra cosa que el cambio, con el que se complace la naturaleza del todo según la cual todo nace, desde la eternidad vienen naciendo los seres de forma parecida y hasta el infinito habrá otros parecidos. (2) Entonces, ¿qué? ¿Vas a decir que todo viene naciendo siempre mal y que no se encontró nunca ninguna fuerza que enderezara eso entre tantos dioses, sino que el universo está condenado a coexistir con males incesantes?

9.36 Lo que se pudre de la materia subyacente de cada uno es agua, polvo, huesillos, hedor. El mármol son cálculos que sufre la tierra; el oro, la plata, son sedimentos; el vestido son pelos; la púrpura es sangre[423] y todo lo demás es parecido. (2) El pequeño hálito vital es algo por el estilo que procede de eso y que se transforma en eso.

9.37 Basta ya de esta vida miserable, de refunfuñar y de hacer el mono. (2) ¿Qué te turba? ¿Qué hay de nuevo en eso? ¿Qué te saca de quicio? ¿La causa? Mírala. ¿La materia, acaso? Mírala. Nada hay fuera de ellas. (3) Hazte más sencillo y mejor para con los dioses.

(4) Es lo mismo estar averiguándolo cien años que tres.

9.38 Si erró, ahí está el mal, pero quizá no erró.

9.39 O a partir de una sola fuente inteligente todo viene a coincidir después como si fuera un solo cuerpo y no debe criticar la parte sucesos favorables al todo, o son átomos[424] y no existe nada excepto revoltijo y disgregación. (2) ¿Por qué te perturbas, entonces? Dile al principio rector: «estás muerto, estás destruido, estás animalizado, eres un actor, eres un borrego, paces».

9.40 O los dioses no tienen ningún poder o lo tienen. (2) Si no tienen poder, ¿por qué rezas? Si lo tienen, ¿por qué no rezas más para que te concedan no temer nada de eso, no anhelar nada de eso, no entristecerse por nada de eso, mejor que rezar para que esté contigo o deje de estar algo de eso? (3) Pues, en cualquier caso, si pueden colaborar con los hombres también pueden colaborar en eso. (4) Pero quizás dirás: «Los dioses hicieron que eso estuviera en mi mano». (5) En segundo lugar, ¿no es preferible usar lo que está en tu mano con libertad mejor que sentirte concernido por lo que no lo está con servidumbre y humillación? ¿Quién te dijo que los dioses no cooperan también en lo que está en nuestra mano? (6) Empieza de una vez a rezar por esto y verás. (7) Ése reza: «Ojalá me acueste con aquélla». Tú: «Ojalá no anhele acostarme con aquélla». (8) Otro: «Ojalá me vea libre de aquél». Tú: «Ojalá no desee verme libre de aquél». (9) Otro: «Ojalá no pierda a mi hijito». Tú: «Ojalá no tenga miedo de perderlo». (10) Dale la vuelta así por completo a tus oraciones y estudia qué ocurre.

9.41 Epicuro[425] dice: «En mi enfermedad no versaban mis encuentros sobre los padecimientos de mi pequeño cuerpo y no charlaba con las visitas de esos temas. Por el contrario seguía en el estudio de los fundamentos de la naturaleza y me dedicaba precisamente a esto, a cómo la reflexión aunque compartiendo tales afecciones de la carne se mantenía imperturbable vigilando su propio bien. No le concedía a los médicos cacarear insolentemente que hicieran algo, sino que llevaba una buena y bella vida». (2) Lo mismo que él, en la enfermedad y en cualquier otra circunstancia. Es común a cualquier escuela no desistir de la filosofía en sean cuales sean los acontecimientos y no parlotear con profanos que desconocen la ciencia de la naturaleza.

(3) Dedícate sólo a lo que estás haciendo y al instrumento con que lo haces.

9.42 Cuanto te ofendes con la desvergüenza de alguien, al punto pregúntate: ¿puede no haber desvergonzados en el universo? No puede. (2) No pidas, por tanto, lo imposible. Ése es también uno de esos desvergonzados que por fuerza hay en el universo. (3) Ten a mano el mismo razonamiento para el que es capaz de cualquier cosa, para el que no es de fiar, para cualquiera que yerre en algo. (4) Al mismo tiempo de acordarte de que es imposible que no exista ese género de tales personas, serás más amable con ellos como individuos. (5) Es muy útil reflexionar también en qué virtud dio la naturaleza al hombre frente a ese error. Dio como antídoto frente al desconsiderado la condescendencia, frente a cada error una facultad correspondiente. (6) En una palabra, te es posible convertir al descarriado. Todo el que comete error yerra la meta propuesta y está descarriado. (7) ¿Por qué te sientes perjudicado? Descubrirás en efecto que ninguno de esos con los que te exasperas ha cometido un hecho de naturaleza tal que haga que tu reflexión sea peor. Tu mal y tu perjuicio tienen ahí todo su fundamento. (8) ¿Qué mal o cosa extraña ocurrió si el no instruido hace lo propio del no instruido? Vigila, no sea que debas mejor acusarte a ti mismo por no haber previsto que ése iba a errar en eso. (9) Pues tú tenías motivos racionales para re flexionar sobre que era de esperar que esa persona errara en eso y, sin embargo, olvidándolo, te extrañas de que haya errado. (10) Especialmente cuando lo censuras por no ser de fiar o por desagradecido, vuélvete a tu interior. (11) Evidentemente, el error es tuyo si confiaste en que quien tenía tal disposición mantendría tu confianza o si cuando le hiciste el favor no lo hiciste desinteresadamente ni de tal forma que recogieras a cambio de inmediato todo el fruto de tu propia acción. (12) ¿Qué más quieres cuando te portas bien con una persona? ¿No te basta con haber actuado según tu propia naturaleza, sino que persigues una recompensa? Es como si el ojo reclamara una compensación por ver o los pies por caminar. (13) Igual que esos órganos han nacido para eso que al actuar según su constitución particular obtienen como provecho propio, así también el hombre, que por naturaleza es benefactor, cuando hace alguna buena acción para la que está constituido obtiene también lo que le es propio.