LIBRO XII

12.1 Todas aquellas cosas que rezas por alcanzar en todo un ciclo, puedes tenerlas ya si dejas de ser tu propio rival. (2) Esto es: si dejas atrás el pasado y pones en mano de la providencia el futuro, y si sólo el presente lo encaminas derecho hacia la virtud y la justicia. (3) Virtud para desear lo que se te ha asignado porque la naturaleza te deparaba ese destino y para él te trajo. (4) Justicia para que con libertad y sin marañas digas la verdad y actúes según la ley y la valía. Que no te impida ni la maldad ajena, ni sus supuestos, ni su palabra, tampoco las sensaciones de la carnecilla que te recubre, pues eso que lo vea la parte que sufre. (5) Por tanto, si en su momento cuando estés ya en el punto de partida abandonas todo lo demás, honras sólo el principio rector y la parte divina que hay en ti y no temes dejar de vivir, sino no empezar nunca a vivir según la naturaleza, serás un hombre digno del universo generador y dejarás de ser un extranjero de tu patria y dejarás de admirarte por los sucesos inesperados de cada día, pendiente de esto y eso otro.

12.2 La divinidad ve todos los principios rectores desnudos de sus recipientes materiales, de sus cortezas y de sus desechos. Pues con su propia inteligencia, sólo con ella, alcanza a las inteligencias, sólo a ellas, que han fluido y desaguado desde ella hasta formar esos principios rectores. (2) Si tú también te acostumbras a hacer eso, suprimirás mucho de tu propia distracción circunstancial. (3) ¿Quién no ve los pedacitos de carne que le rodean se entretendrá acaso en contemplar vestido, casa, fama, todo ese envoltorio y escenificación?

12.3 Tres son las cosas de las que estás conformado: el cuerpecillo, el pequeño hálito vital y la inteligencia[482]. (2) Dos de ésas son tuyas sólo en cuanto debes ocuparte de ellas, la tercera está sólo bajo tu autoridad. (3) Por ello, si apartas de ti mismo, es decir, de tu mente, todo lo que los demás hacen, dicen, todo lo que tú mismo hiciste o dijiste, todo lo que te perturba por ser futuro, todo lo que sin elegirlo se te suma de la parte corporal o del pequeño hálito connatural, y todo lo que hace girar el torbellino que fluye por fuera en derredor, de tal forma que la capacidad inteligente desligada del desuno y purificada viva libre por sí misma realizando lo que es justo, deseando lo que acontece y diciendo la verdad; (4) si apartas, digo, del principio rector lo que se cuelga de él por las pasiones y del tiempo lo futuro o lo que ya ha pasado y te haces a ti mismo como Empédocles: «Esfera redondeada que se alegra en su soledad circundante»[483], y aprendes a vivir sólo lo que estás viviendo, esto es, el presente, podrás lo que te resta hasta morir pasarlo sin perturbación, conforme y propicio con tu propio espíritu divino.

12.4 Muchas veces me admiré que cada uno se ame a sí mismo más que a todos, pero coloque su propia suposición en una consideración menor que la ajena. (2) Si, por ejemplo, un dios que apareciera o un maestro sabio ordenara a uno no cavilar ni pensar nada en su interior que no pueda hacer público simultáneamente, incluso gritándolo, ni un solo día uno soportará eso. (3) Hasta ese punto tenemos más vergüenza del prójimo, qué pueda pensar sobre nosotros, que de nosotros mismos.

12.5 ¿Cómo es que los dioses, que pusieron en orden todo bellamente y con amor a los hombres, sólo descuidaron esto, que algunos hombres extremadamente buenos que establecen la mayoría de las veces a modo de contratos con la divinidad y en casi todo se hacen íntimos de la divinidad a través de obras virtuosas y servicios religiosos, nada más morirse, no vuelvan a ser de nuevo, sino que se desintegren absolutamente? (2) Estate bien seguro, si es que es así, de que si tuviera que ser de otra manera lo hubieran hecho, (3) En efecto, si hubiera sido justo, también hubiera sido posible, y si hubiera sido según la naturaleza, la propia naturaleza lo hubiera producido. (4) Por el hecho de no ser así, si es que no es así, ten toda la confianza en que no tiene que ser así. (5) Pues incluso tú mismo ves que, cuando inquieres eso, estás pleiteando con la divinidad. Y no discutiríamos así con los dioses si no son los mejores y más justos. (6) Y si es así, no se les habría ocultado que algo entre las cosas del orden universal quedaba abandonado contra la justicia y la razón.

12.6 Acostúmbrate incluso a cuanto renuncias. (2) Pues incluso la mano izquierda, que por falta de costumbre está ociosa en lo demás, domina la rienda con más fuerza que la derecha, porque tiene costumbre de eso.

12.7 Piensa en qué actitud de cuerpo y alma tienes que ser sorprendido por la muerte, en la brevedad de la vida, en la inmensidad de la eternidad por detrás y por delante, en la debilidad de toda materia.

12.8 Desnudas de su corteza contempla las causas: los significados de las acciones, qué es el sufrimiento, qué es el placer, qué es la muerte, qué es la fama, quién es el culpable de tu propia falta de tiempo, cómo nadie es impedido por otro, que todo es suposición[484].

12.9 Debes ser en tu trato con las creencias igual que el luchador de pancracio[485], no como el gladiador. En efecto, éste, si deja a un lado la espada que usa, está muerto; el otro siempre tiene su mano y no tiene que hacer nada más que cerrarla.

12.10 Mira cómo son las cosas distinguiendo su materia, su causa, su significado.

12.11 El hombre tiene la posibilidad de no hacer nada más que lo que va a elogiar la divinidad y aceptar todo lo que le asigne la divinidad.

12.12 No hay que censurar a los dioses porque no yerran en nada, ni contra su voluntad ni a propósito. Tampoco a los hombres, porque en nada yerran si no es contra su voluntad. En conclusión no hay que censurar a nadie.

12.13 ¡Qué ridículo y fuera de lugar quien se admira de cualquiera de los sucesos de la vida!

12.14 O es necesidad y el orden es inamovible, o hay providencia propicia, o es un revoltijo de azar sin guía[486]. (2) Si es necesidad inamovible, ¿por qué opones resistencia? (3) Si hay providencia que acepta que se sea propicio con ella, hazte digno de la ayuda que procede de la divinidad; (4) si es revoltijo, sin nadie que dirija, conténtate de que en semejante marejada tú tienes en ti mismo una inteligencia rectora. (5) Si te arrastra la marejada, que arrastre a la carnecilla, al pequeño hálito, al resto, pues no arrastrará tu inteligencia.

12.15 ¿O es que la luz de la lámpara[487] brilla hasta que se extingue y no pierde su resplandor, pero la verdad que hay en ti, la justicia y la prudencia se van a extinguir antes?

12.16 Ante quien provoca en ti la representación de que él ha errado, piensa: «¿por qué demonios sé que eso es un error?» Incluso si cometió error, dite: «él se condenaba a sí mismo» y en ese caso eso es lo mismo que hacer trizas su propio rostro.

(2) Porque quien no quiere que el ruin yerre[488] es igual que el que no quiere que la higuera dé jugo en sus higos, ni que el recién nacido llore, ni que el caballo relinche y todas las demás cosas que son necesarias. (3) ¿Qué pasa si tiene ese hábito? Por tanto, si eres vehemente, cúrate tú eso.

12.17 Si no es apropiado, no lo hagas; si no es verdad, no lo digas. (2) Que tu impulso sea firme.

12.18 Mira siempre qué es justamente lo que te provoca la representación y despliégalo distinguiendo la causa, la materia, el significado, el tiempo en el que por fuerza habrá cesado.

12.19 Date cuenta alguna vez de que tienes dentro de ti algo más fuerte y más milagroso que lo que provoca los sentimientos y, en una palabra, te maneja como marioneta.

(2) ¿Qué es ahora mi reflexión? ¿No es miedo? ¿No es sospecha? ¿No es apetito? ¿No es alguna otra cosa parecida?

12.20 En primer lugar no actúes al azar ni sin significado. (2) En segundo lugar no tengas como referencia ninguna otra cosa que el fin comunitario.

12.21 Piensa que después de no mucho serás nadie en ningún sitio y tampoco nada será de lo que ahora ves ni ninguno de los que ahora están vivos. (2) Por naturaleza todo cambia, se modifica, se destruye para que surjan otras cosas sin interrupción.

12.22 Piensa que todo es suposición y ésta depende de ti. Suprime, por tanto, cuando quieras, la suposición y habrá tranquilidad como la hay para el que dobla un cabo, todo estará firme en un golfo sin olas.

12.23 Una sola actuación, cualquiera que sea, que cesa en el momento oportuno no sufre ningún mal por haber cesado. Tampoco el que la ejecuta sufre ningún mal por eso precisamente, porque haya cesado. (2) De igual forma, por tanto, el conjunto de todas las acciones, que eso es la vida, si cesa en el momento oportuno no sufre ningún mal por eso precisamente, por haber cesado. Tampoco el que pone un fin a esa sucesión en el momento oportuno queda en mala posición. (3) La naturaleza nos brinda el momento oportuno y el límite, algunas veces incluso la naturaleza particular cuando se está en la vejez, en cualquier circunstancia la naturaleza del todo; aunque sus partes cambien, el universo en su conjunto permanece siempre juvenil y vigoroso. (4) Y siempre lo que conviene al todo es completamente bello y en la hora justa. (5) El cese individual de la vida no es malo, porque no es motivo de vergüenza, si es involuntario y no va contra lo comunitario. Por el contrario, es bueno si con relación al todo, es oportuno, beneficioso y lo que recibe el beneficio. (6) Así también está poseído por un dios el que se deja llevar por lo mismo que el dios y se deja llevar a lo mismo en el pensamiento.

12.24 Debes tener a mano estas tres cosas: en tus acciones mira que no sean fruto del azar ni distintas a como la justicia ella misma las hubiera ejecutado. Con relación a los sucesos exteriores piensa que o son por casualidad o son por providencia[489]: ni se debe censurar a la casualidad ni se debe acusar a la providencia. (2) En segundo lugar, cómo es cada individuo desde su concepción hasta que recibe el alma[490], y desde que recibe el alma hasta que la entrega, y a partir de qué está compuesto y en qué se disolverá. (3) En tercer lugar, que si te elevaran en el aire y miraras hacia abajo las cosas humanas y su versatilidad, piensa que las despreciarías al verlas todas al mismo tiempo que las que habitan por todo el aire y la atmósfera[491]. Y que cuantas veces seas elevado verás lo mismo, lo semejante, su brevedad. (4) De eso depende el delirio de grandeza.

12.25 Expulsa fuera la suposición. Estás a salvo. ¿Quién te impide expulsarla?

12.26 Cuando te impacientas con algo, se te olvidó que todo sucede según la naturaleza del todo y que el error es ajeno; además de eso, que todo lo que sucede ahora venía sucediendo siempre así, seguirá sucediendo y está sucediendo ahora en todas partes. También el gran parentesco del hombre con toda la estirpe humana: en efecto no comparte sangrecilla ni un poco de semen[492], sino inteligencia. (2) Pero también te olvidaste de que la inteligencia individual es divinidad[493] y de allí fluyó, y de que nada es propiedad de nadie, por el contrario el hijito, el cuerpecillo y la propia pequeña alma vinieron de allí. En definitiva olvidaste que todo es suposición y que cada individuo vive sólo el presente y lo va dejando atrás.

12.27 Sin interrupción vuelve a considerar a los que se irritan en demasía con alguien, a los que se encumbraron por su buena fama, por sus desgracias, por sus enemistades o por las circunstancias que sean. Después presta atención a dónde está ahora todo eso. Es humo, ceniza, leyenda o ni siquiera. (2) Que al mismo tiempo se te represente algo de este tipo, por ejemplo a Fabio Catulino[494] en el campo, a Lucio Lupo en sus jardines, a Estertinio en Bayas[495], a Tiberio[496] en Capri y a Velio Rufo[497], en una palabra, señalarse en algo con presunción. Qué poco valor tiene todo lo que provoca nuestro esfuerzo y cómo es mucho más propio de un filósofo a partir de la materia que se nos ha dado aparecer uno mismo como justo, prudente, obediente a los dioses con sencillez. (3) Pues el delirio de grandeza que delira sobre la inexistencia de delirio es el peor de todos.

12.28 Frente a los que indagan con la pregunta: «¿dónde viste a los dioses o por qué te convenciste de que existen y por ello los honras?» En primer lugar, que son visibles con la vista. En segundo, que no he visto mi propia alma y sin embargo la aprecio. (2) De igual forma, por tanto, con los dioses, a partir de cada ocasión en que he puesto a prueba su poder, a partir de ahí me convenzo de que existen y los respeto.

12.29 Supone mantener la vida a salvo analizar qué es cada cosa por completo y en sí, cuál de sus partes es la material, cuál la causal; (2) hacer lo justo y decir la verdad con toda el alma. (3) ¿Qué queda sino disfrutar de la vida pasando del contacto de un bien a otro, de forma que no quede el más pequeño intervalo?

12.30 La luz del sol es una aunque la dividen las paredes, las montañas y mil cosas más. (2) La substancia común es una aunque se divide en miles de cuerpos que se distinguen individualmente. (3) El alma es una aunque se divide en miles de naturalezas y figuras individuales. (4) El alma inteligente es una aunque parece que está fraccionada. (5) Las partes distintas a las dichas, como los hálitos vitales y los objetos, no tienen percepción ni parentesco entre sí. Aunque también a ellos los mantiene agrupados lo que unifica y pesa sobre ellos. (6) La reflexión inteligente, sin embargo, tiende a lo que le es connatural, se mantiene unida y no se divide este sentimiento comunitario.

12.31 ¿Qué persigues? ¿Pasar la vida? Pero ¿y tener percepciones e impulsos?, ¿crecer y dejar de crecer otra vez?, ¿articular palabra y distinguir con la reflexión? ¿Qué cosas de ésas te parece que merecen tu anhelo? (2) Si cada una de ésas te parece fácil de despreciar, avanza hasta el final, llega a la obediencia a la razón y a la divinidad. Pero a esto se enfrenta tu estima de aquellas cosas, tu pesar por verte privado de ellas por morirte.

12.32 ¿Qué parte ínfima de lo infinito y dilatado del tiempo le es repartida a cada individuo? Desaparece inmediatamente en la eternidad. (2) ¿Qué parte ínfima de toda la substancia? ¿Qué parte ínfima de toda el alma? ¿En qué ínfimo terrón te arrastras de toda la tierra? (3) Recapacita sobre todo eso y no te representes nada grande distinto a hacer según guía tu naturaleza y dejarse hacer según propone la naturaleza común.

12.33 ¿Cómo se trata a sí mismo el principio rector? En efecto, ahí está todo. (2) Lo demás o puede elegirse o no es elegible, son cadáveres y humo.

12.34 Provoca un desprecio a la muerte mayor el hecho de que incluso quienes juzgan que el placer es un bien y el sufrimiento es un mal la desprecian[498].

12.35 Para quien sólo lo oportuno es bueno y para quien producir un mayor número de acciones según la razón recta es lo mismo que producir menos y a quien no le importa contemplar el universo más o menos tiempo, a ése tampoco le resulta la muerte algo temeroso.

12.36 Hombre, ejerciste la actividad pública en esa gran ciudad, ¿qué te importa si cinco o cien años? Lo que es según la ley es igual para cada individuo. (2) Por tanto, ¿qué hay de terrible si ni te echa un tirano ni un juez injusto, sino la naturaleza que te trajo? Es igual que si el director que lo aceptó despidiera de escena a un actor cómico y éste dijera: (3) «Pero no recité las cinco partes, sólo tres». (4) Dijiste bien pero en la vida las tres partes son toda la función. Pues establece el final el que es causa de la composición y ahora de la descomposición. (5) Tú no eres causa ni de una ni de otra. Márchate por tanto de forma propicia porque también el que te libera lo hace propiciamente.