LIBRO VIII
8.1 Te lleva también a no vanagloriarte el hecho de que ya no te es posible haber vivido toda tu vida, o desde la juventud al menos, como filósofo, sino que se ha hecho evidente, a muchos otros y a ti mismo, que estás lejos de la filosofía. (2) Te has confundido, por tanto, y así no te es fácil ya adquirir la fama del filósofo y se te enfrenta incluso el supuesto previo. (3) Si has visto verdaderamente dónde está el asunto deja a un lado qué se opinará de ti. Que te sea suficiente si, en lo que te resta de vida, vives precisamente como quiere tu naturaleza que lo hagas. (4) Reflexiona, por tanto, sobre qué quiere y que nada más te distraiga, porque ya lo has intentado y después de muchos descarríos nunca hallaste el vivir bien: (5) ni en los razonamientos lógicos, ni en la riqueza, ni en la fama, ni en el disfrute, nada en absoluto. (6) ¿Dónde está, pues? En hacer lo que persigue la naturaleza del hombre. ¿Cómo lo harás? Si tienes convicciones desde las que iniciar tus impulsos y tus acciones. ¿Qué convicciones? Las que versan sobre lo bueno y lo malo: no existe bien para el hombre que no lo haga justo, prudente, viril, liberal; ni existe mal que no provoque lo contrario de lo dicho.
8.2 En cada acción pregúntate: ¿cómo es en lo que me atañe?, ¿no me arrepentiré por ella? Un poco más y estoy muerto, y todo fuera. ¿Qué más persigo, si la tarea presente es propia de un animal reflexivo, comunitario y con reglas propias de dios?
8.3 ¿Alejandro, Cayo César, Pompeyo qué son en relación con Diógenes, Heráclito y Sócrates? (2) Éstos vieron los asuntos, sus causas y sus materias, y sus principios rectores fueron independientes. Aquéllos, ¡en qué cosas fueron privilegiados! Y ¡en cuántas esclavos!
8.4 Aunque revientes, harán lo mismo, nada en menor grado.
8.5 En primer lugar, no te turbes: todas las cosas son según la naturaleza del todo y en poco tiempo serás nadie en ningún sitio, como tampoco son ya Adriano, ni Augusto. (2) A continuación, después de escudriñar en este asunto y recordar a un tiempo que debes ser un hombre bueno y qué te pide a cambio la naturaleza del hombre, realízalo sin darte media vuelta y de la forma que te parezca más justa, con tal de que sea con amabilidad, con decencia y sin fingimiento.
8.6 La naturaleza del todo ejerce la función de trasladar lo que está aquí allí, cambiarlo, sacarlo de aquí y llevarlo allí. (2) Todo son variaciones, pero no tales que haya que temer que algo sea nuevo. Todo es rutinario.
8.7 Le basta a toda naturaleza con avanzar por buen camino. Avanza por buen camino la naturaleza racional que en sus representaciones no se acompasa con lo falso y poco claro, que endereza sus impulsos sólo a tareas comunitarias, que provoca apetitos y rechazos sólo de aquello que está en nuestra mano y que se conforma con todo lo asignado por la naturaleza común. (2) En efecto, es una parte de ella, como la naturaleza de la hoja lo es de la de la planta; con la diferencia de que en ese caso la naturaleza de la hoja es parte de una naturaleza insensible, irracional y que puede verse obstaculizada, mientras que la del hombre es parte de una naturaleza que no puede ser obstaculizada, que es inteligente y justa, si es que establece divisiones de las duraciones, de la substancia, de la causa, de la actividad, de lo que ocurre a cada persona, proporcionales y según la valía. Pero también son equilibrados los repartos[372]. (3) Ahora bien, considera que no vas a encontrar correspondencia de una cosa equilibrada con esta otra en todo, sino globalmente entre la totalidad de esto frente al conjunto de aquello.
8.8 No te es posible leer, pero sí lo es contener la soberbia, sí lo es ser superior a los placeres y a los sufrimientos, sí lo es estar por encima de la honrilla, sí lo es no tener mal humor con los desconsiderados y desagradecidos, aún más cuidar de ellos.
8.9 Que nadie te escuche censurar la vida en la corte, ni siquiera tú mismo.
8.10 El arrepentimiento es cierta reprobación a uno mismo por haber dejado pasar algo útil. Lo útil debe ser algo bueno por lo que tiene que preocuparse una bella y buena persona. Ninguna bella y buena persona se arrepentiría por haber dejado pasar un placer; el placer, por tanto, no es algo útil ni bueno.
8.11 Esa cosa, ¿qué es por sí misma en su constitución particular? ¿Qué es lo substancial en ella?, ¿qué es lo material?, ¿qué es lo causal?, ¿qué hace en el universo?, ¿cuánto tiempo persiste?
8.12 Cuando te despiertas desganado del sueño recuerda que es propio de tu constitución y de la naturaleza humana prodigar acciones comunitarias, mientras que dormir es algo compartido también por animales irracionales. Lo que es propio de la naturaleza de cada uno eso le es más familiar, más connatural y también más agradable.
8.13 Sin interrupción y ante cada representación, en lo posible, haz filosofía natural, estudia tus sentimientos, practica la dialéctica[373].
8.14 Cuando te topes con alguien, proclama para tus adentros: ¿qué convicciones tiene ése sobre el bien y el mal? (2) Porque si sobre el placer, el sufrimiento y lo que los provoca, y sobre la fama, mala fama, muerte, vida tiene unas convicciones de tal tipo, no me parecerá extraño o raro si actúa de tal forma y tendré que acordarme de que se ve obligado a actuar así.
8.15 Recuerda que es igual de vergonzoso extrañarse de que la higuera produzca higos como de que el universo produzca eso de lo que es portador. También es vergonzoso que el médico o el capitán se extrañen de que tal paciente esté con fiebre o de que haya viento de proa[374].
8.16 Recuerda que es un comportamiento libre por igual tanto cambiar de opinión como obedecer al que te corrige. (2) Tuya es la actuación y se cumple según tu impulso y tu juicio, pero también, desde luego, según una reflexión que es la tuya.
8.17 Si depende de ti, ¿por qué lo haces? Pero si depende de otro, ¿a quién censuras? ¿A los átomos o a los dioses?[375]. Tanto lo uno como lo otro es de locos. (2) No hay que censurar a nadie. En efecto, si puedes, corrígelo. Si no lo puedes, corrige, al menos, el hecho en sí. Si eso tampoco, ¿con qué fin conviene censurar? Porque nada debe hacerse al azar.
8.18 Lo que muere no cae fuera del universo. Si permanece aquí, también se transforma aquí y se descompone en los elementos del universo. Y éstos se transforman y no murmuran.
8.19 Cada cosa ha nacido para algo, el caballo, la viña. ¿De qué te sorprendes? También el sol podrá decir: «he nacido para algo», como los demás dioses. (2) Tú, entonces, ¿para qué? ¿Para complacerte? Mira si esa reflexión aguanta.
8.20 La naturaleza no tiene menos marcada para cada cosa su extinción que su principio o su transcurso, igual que el que tira la pelota. (2) ¿Qué bien hay para la pelota cuando sube o mal cuando baja o cuando cae? (3) ¿Qué bien para la pompa cuando se forma o qué mal cuando se deshace? Lo mismo también con relación a la lámpara[376].
8.21 Vuélvelo del revés y mira cómo es, cómo se hace al envejecer, enfermar, sufrir. (2) Tiene la vida corta tanto el que elogia como el elogiado, tanto el que recuerda como el recordado. (3) Es más, ni siquiera aquí, en un rincón de esta región, todos concuerdan, ni uno mismo consigo. Y toda la tierra es un punto.
8.22 Presta atención a lo que te ocupa, sea actuación, opinión, o significado. (2) Te pasa eso con justicia ya que prefieres hacerte bueno mañana a serlo hoy.
8.23 ¿Hago algo? Lo hago en referencia al bienestar de los hombres. ¿Me ocurre algo? Lo acepto en referencia a los dioses y a la fuente de todas las cosas por la que todo lo que sucede se entrelaza.
8.24 Tal como se te representa el baño: aceite, sudor, porquería, agua pringosa; todo repugnante; así es cualquier fragmento de la vida y todo lo que nos rodea.
8.25 Lucila[377] [enterró] a Vero[378], después Lucila [fue enterrada]. Segunda[379] a Máximo[380], después Segunda. Epitíncano[381] a Diotimo[382], después Epitíncano. A Faustina[383] Antonino, después Antonino. Así todo. Céler[384] a Adriano[385], después Céler. (2) ¿Dónde están aquellos los agudos que presagiaban o se pavoneaban como Cárax[386], Demetrio[387] el platónico, Eudemón[388]? Todo es flor de un día y está muerto hace tiempo. (3) Algunos no son recordados ni durante un poco, otros se transformaron en leyendas, otros ya también se marchitaron en su leyenda. (4) Así pues, acuérdate de ellos y de que será necesario que se disgregue tu compuesto, o que se apague tu hálito[389], o que se traslade y recomponga en otro lugar.
8.26 Satisfacción para el hombre es hacer lo propio del hombre. (2) Propio del hombre es la benevolencia para lo connatural, el desprecio a las incitaciones sensoriales, la diferenciación entre las representaciones convincentes, la contemplación de la naturaleza del todo y de lo que surge según ella.
8.27 Tres son las relaciones. Una con el recipiente[390] que nos contiene, otra con la causa divina a partir de la cual suceden a todos todas las cosas y otra con quienes convivimos.
8.28 El sufrimiento, o bien es un mal para el cuerpo (por tanto, que éste lo proclame), o lo es para el alma, a la que es posible preservar su propia serenidad y calma, y no suponer que es un mal. (2) Cualquier juicio, impulso, apetito y rechazo están dentro y ahí no penetra ningún mal.
8.29 Elimina continuamente las representaciones diciéndote a ti mismo: «Ahora está en mi mano que en esta alma no haya ninguna maldad, ni anhelo, ni en general ninguna turbación. Al contrario, gracias a observar cómo son todas las cosas, trato cada una según su valía». (2) Recuerda esta posibilidad.
8.30 Conversa naturalmente tanto en el Senado como ante cualquiera, con orden, sin lucirte. Usa un discurso sano.
8.31 La corte de Augusto, su mujer[391], su hija[392], sus descendientes, sus progenitores, su hermana[393], Agripa[394], sus parientes, familiares, amigos, Ario[395], Mecenas[396], médicos, sacerdotes. Muerte para toda esa corte. (2) Después repasa las otras cortes y su muerte, después la muerte de ciudades completas, como Pompeya[397], y no la de un hombre tras otro. (3) Ten en cuenta también aquello que se inscribe en los monumentos funerarios: «Ultimo de su linaje», cuántos trabajos sus antecesores para dejar a un sucesor, y luego es forzoso que alguno sea el último. Aquí otra vez la muerte de todo un linaje.
8.32 La vida debe organizarse acción por acción y si cada acción consigue lo suyo en lo posible, conformarse. Que consiga lo suyo nadie te puede impedir. «Pero se entrometerá algo externo». (2) Nada en lo que se actúe con justicia, con prudencia, con razón. (3) Pero quizá alguna otra acción posible resultará impedida; sin embargo, con sentirte satisfecho frente al propio impedimento y cambiar con buen ánimo a lo que se te ofrece, al punto otra acción toma su lugar que sea acorde con la organización que es el tema de este razonamiento.
8.33 Recoge sin delirio de grandezas, despréndete con desapego.
8.34 Si alguna vez viste una mano amputada, un pie, una cabeza cortada tirada lejos del resto del cuerpo…, pues en algo parecido se convierte uno mismo, en lo que de él depende, quien por no aceptar los sucesos se escinde a sí mismo en dos, o quien actúa en contra del común. (2) Te quedaste apartado en algún momento de la unidad natural, porque por naturaleza eras parte y ahora te mutilaste tú mismo. (3) Pero la cosa es hasta tal punto sutil que puedes de nuevo reunificarte tú mismo. (4) Dios no le concedió a ninguna otra parte que pudiera reunirse de nuevo tras haberse separado y ser amputada. (5) Observa la bondad con la que honró al hombre: para empezar, a fin de que no se fragmentara separándose del todo, le otorgó que dependiera de él, que una vez fragmentado, se juntara de nuevo, se concertara y retomara su función como parte.
8.35 Igual que las demás facultades se las asigna a cada ser racional la naturaleza de los racionales[398], así también la siguiente la hemos tomado de ella: (2) de la misma manera que la naturaleza todo lo que se entromete y va en su contra lo cambia de dirección, lo recoloca dentro de lo destinado y lo hace parte de ella, así también el animal racional puede transformar todo impedimento en su propia materia[399] y usarlo para aquello que se hubiera propuesto.
8.36 Que no te confunda el hecho de representarte toda tu vida. No reflexiones conjuntamente sobre cuáles y cuántos pesares hay que esperar que se producirán, por el contrario, ante cada uno de los presentes interrógate sobre qué es lo intolerable e insoportable en esta tarea. En efecto, te sentirás avergonzado de reconocerlo. (2) Después acuérdate de que no te pesa ni el futuro ni el pasado, sino siempre el presente. (3) Y ése se empequeñece si tan sólo lo confinas y refutas a la reflexión si no es capaz de enfrentarse al presente sin más.
8.37 ¿Acaso Pantea[400] o Pérgamo[401] están sentados junto a la urna fúnebre de Vero? ¿Y qué? ¿Acaso Cabrias o Diotimo[402] junto a la de Adriano? Es ridículo. ¿Y qué? Si estuvieran sentados, ¿se iban a enterar los muertos? ¿Y qué? Si se enterasen, ¿se iban a alegrar? ¿Y qué? Si se alegraban, ¿iban a ser ellos inmortales? (2) ¿No les concedió el destino también a ellos llegar a viejas y viejos primero y luego morir? Entonces, ¿qué iban a hacer ellos, una vez muertos los otros?
8.38 Hiede todo eso y es sangre sucia empaquetada[403]. Si puedes mirar con agudeza, mira.
8.39 Juzgando con los más sabios, dice[404], no veo virtud que oponga resistencia a la justicia en la constitución del animal racional. Pero sí veo el dominio sobre el placer.
8.40 Si suprimes tu suposición sobre lo que te parece que te entristece, tú mismo te has colocado en lo más seguro. «¿Quién es tú mismo?» Es la razón. (2) «Pero yo no soy razón». Sea. Entonces que la razón no se entristezca a sí misma. (3) Si alguna otra cosa te va mal, que eso mismo haga sus propias suposiciones.
8.41 Un obstáculo para la percepción sensorial es un mal para la naturaleza animal. (2) Un obstáculo para el impulso es igualmente un mal para la naturaleza animal. Existe además otro tipo de obstáculo que es malo también para la constitución vegetal. Por tanto, de igual forma, un obstáculo para la inteligencia es malo para la naturaleza inteligente. (3) Aplícate todas esas cosas a ti mismo. ¿Te afectan el sufrimiento, el placer? La percepción sabrá. (4) ¿Se produjo una intromisión en tu impulso? Si tu impulso es sin reserva[405] ya es como un mal de lo racional. Pero si comprendes con antelación el impedimento, ya no te verás perjudicado, ni obstaculizado. (5) Aunque de hecho, ningún otro suele obstaculizar lo privativo de la reflexión, porque no le afecta ni el fuego, ni el hierro, ni el tirano, ni la injuria, ni nada. Cuando llega a ser una pelota redondeada[406], permanece quieta.
8.42 No merezco entristecerme a mí mismo, puesto que tampoco entristecí a otro voluntariamente.
8.43 Uno se alegra con una cosa, otro con otra. Yo, si mantengo sano el principio rector, sin darme media vuelta ante ningún hombre ni ante nada de lo que sucede a los hombres, sino que miro todo con ojos benévolos y lo acepto, y trato a cada uno según su valía.
8.44 Mira, éste es el momento para complacerte tú mismo. (2) Quienes persiguen en mayor medida su reputación postrera no se dan cuenta de que aquellos que vivan después serán otros parecidos a como son estos que les producen pesares: también aquéllos serán mortales. (3) En una palabra, ¿qué más te da que el eco de sus palabras sea discordante o se formen tal tipo de suposición sobre ti?
8.45 Levántame y tírame donde quieras[407]. Porque allí mi espíritu divino lo mantendré propicio, es decir, conforme, si va a poder ser y actuar consistentemente según su propia constitución.
(2) ¿Acaso algo merece provocar que el alma esté mal y por debajo de su propio valor, por humillarse, lamentarse, hundirse, amedrentarse? ¿Qué encontrarás que se merezca eso?
8.46 A ningún hombre puede sucederle nada que no sea accidente propio de un hombre, ni a una vaca lo que no sea propio de una vaca, ni a una viña lo que no sea propio de una viña, ni a una piedra lo que no es propio de una piedra[408]. (2) Entonces, ¿si a cada uno le sucede lo que está en su costumbre y su naturaleza, por qué te irritarías? En efecto, la naturaleza común no iba a soportar nada insoportable para ti.
8.47 Si te entristeces con algo externo, no es eso lo que te apesadumbra, sino tu dictamen sobre eso. (2) Está en tu mano eliminarlo ya. (3) Si te entristece algo de tu constitución, ¿quién te impide rectificar esa creencia? Lo mismo, si te entristece no realizar una cosa determinada que te parece sana, ¿por qué no realizas más, mejor que entristecerte? «Sí, pero se interpone algo que es más fuerte». (4) Entonces, no te entristezcas porque no depende de ti la causa de que no se realice. (5) «Sí, pero no merece la pena vivir sin realizar eso». Entonces despídete de la vida con buen ánimo, como muere el que sí realiza, y propicio con los que se interponen.
8.48 Recuerda que el principio rector se hace invencible cuando replegado sobre sí está satisfecho de no hacer lo que no quiere, incluso si sin razonar se dispone a dar batalla. (2) ¿Qué ocurrirá, entonces, cuando juzga sobre algo tras considerarlo con detalle? (3) Por eso es la reflexión libre de pasiones una fortaleza. En efecto, el hombre no dispone de nada más firme donde refugiarse y ser en adelante inasequible. (4) Así pues el que no ha visto eso es ignorante, mientras que el que sí lo ha visto y no se refugia es un desgraciado inexpugnable.
8.49 No te digas tú mismo nada más que lo que te anuncien las representaciones precedentes[409]. Se te ha anunciado que fulano habla mal de ti. (2) Eso es lo que se ha anunciado. No se te ha anunciado que te veas perjudicado. (3) Veo que el niñito está enfermo. Lo veo, pero no veo que esté en peligro. (4) Por tanto, quédate así siempre en las primeras representaciones y no añadas nada de tu cosecha, con eso nada te sucede. Mejor, añade como conocedor de cada una de las cosas que ocurren en el universo.
8.50 Un pepino amargo, tíralo. Zarzas en el camino, apártalas. Basta, no comentes: «¿Por qué surgieron esas cosas en el universo?» Porque se reirá de ti el hombre estudioso de la naturaleza, como se reiría el carpintero o el guarnicionero, por reprenderlos porque ves en su taller virutas y recortes de lo que están fabricando. (2) Sin embargo, éstos tienen dónde tirar esos desechos. La naturaleza del todo no tiene nada externo, y lo admirable de su arte es que, ciñéndose a sus confines, todo lo que está en su interior y parece descomponerse, envejecer y ser inútil lo transforma en ella misma y crea de nuevo otras cosas renovadas a partir de eso para no usar de substancia exterior ni precisar de un lugar donde expulsar lo más descompuesto. (3) Por tanto, se basta con su propio territorio, con su propia materia y con su propio arte.
8.51 No te arrastres en tus acciones, ni te embrolles en conversaciones, ni vagabundees en representaciones, en una palabra, ni te contraigas en tu alma ni te exaltes, ni dejes sin ocio tu vida.
(2) Te matan, descuartizan, persiguen con maldiciones. ¿Qué importa eso para que la reflexión permanezca pura, capaz, prudente, justa? Es igual que si uno al lado de una fuente transparente y rica la injuriase: ella no deja de borbotear agua de beber. Aunque le tire uno barro o estiércol, rápidamente los hará desaparecer, se lavará de impurezas y de ninguna forma se contaminará. (3) Entonces, ¿cómo podrás tener una fuente que siempre mane? Si en todo momento te mantienes libre gracias a tener buen ánimo, ser sencillo y decente.
8.52 El que no sabe qué es el universo no sabe dónde está. El que no sabe para qué ha crecido no sabe quién es. (2) El que deja sin resolver una sola de estas cosas no podría decir ni qué es el universo ni para qué ha crecido. (3) Entonces, ¿cómo te parece que es quien va detrás del ruido de gente que aplaude sin saber ni dónde está ni quién es?
8.53 ¿Quieres recibir el elogio de un hombre que se maldice a sí mismo tres veces a la hora? ¿Quieres agradar a un hombre que no se agrada a sí mismo? (2) ¿Se agrada a sí mismo quien se arrepiente de casi todas sus acciones?
8.54 No sólo respires con el aire que te envuelve, sino piensa también con lo inteligente que todo lo envuelve. (2) Pues la propiedad de la inteligencia está expandida y lo empapa todo en beneficio de quien puede absorberla, no menos que la del aire en beneficio de quien puede respirar.
8.55 La maldad de forma genérica en nada perjudica al universo y parcialmente en nada perjudica a otro, es perjudicial sólo a quien se le otorgó también apartarse de ella en cuanto lo quiera.
8.56 A mi capacidad de elección le es por igual indiferente la capacidad de elección del prójimo, como también su hálito vital y sus carnes. (2) Incluso si es verdad que, sobre todo, hemos nacido unos por otros, sin embargo los principios rectores, uno por uno, tienen su propia autoridad, porque si no la maldad del prójimo sería mala para mí, cosa que no aprobó el dios, para que no dependiera de otro que yo fuera desafortunado.
8.57 Aparentemente el sol se derrama y por todas partes se vierte, sin embargo, no se vacía, porque su derrame es expansión[410]. (2) Así, por ejemplo, se dice que sus proyecciones son rayos por expansión. (3) Cómo es un rayo lo podrías ver si contemplaras la luz del sol penetrar en una habitación a oscuras a través de una ranura. Se extiende en línea recta y hace como presión sobre lo sólido que sale a su encuentro y lo separa del aire más allá. Ahí se detiene y no resbala ni cae. (4) Así pues, tiene que ser parecido el derrame y la efusión de la reflexión mental, de ninguna forma vaciamiento, sino expansión; frente a lo que le sale al encuentro no ejerce una presión violenta o rompedora y desde luego que no lo hace caer, por el contrario, se detiene y lo hace brillar si lo acoge, pues el objeto que no la transmita se verá privado de su proyección.
8.58 Quien teme la muerte, o teme perder la percepción sensorial, o teme una percepción sensorial diferente. (2) Pero si no tienes ya percepción tampoco percibirás ningún mal, y si adquieres una percepción diversa serás un ser diverso y no dejarás de vivir.
8.59 Los hombres han nacido unos por otros. Por tanto, enseña o aguanta.
8.60 De una forma vuela el dardo, de otra vuela la inteligencia. Sin embargo, la inteligencia, incluso cuando es precavida y cuando se retuerce en su análisis, en nada vuela menos derecho y sobre su objetivo.
8.61 Penetra en el principio rector de cada uno y ofrece también a cualquier otro penetrar en tu propio principio rector.