LIBRO III

En Carnunto[204]

3.1 No hay que razonar sólo que cada día la vida se desgasta y queda una parte menor, también debe razonarse que, si uno viviera más, está por ver si su reflexión será tan suficiente como antes para comprender los hechos y las consideraciones teóricas que se esfuerzan en alcanzar conocimiento de lo divino y lo humano. (2) Porque si uno empieza a chochear, no tendrá carencias para respirar, alimentarse, tener representaciones e impulsos y todo lo demás del mismo estilo. Pero, antes que eso, se extingue la posibilidad de disponer de uno mismo, de ser exacto en las cuentas del deber, de articular entre sí las apariencias, de atender concretamente a si ya es momento de expulsarse uno mismo[205] y todas esas cosas parecidas que precisan mucho de un razonamiento bien ejercitado. (3) Por tanto, hay que darse prisa, no sólo porque cada vez se está más cerca de la muerte, también, porque la comprensión de los hechos y su seguimiento cesan antes.

3.2 Es preciso también vigilar atentamente lo siguiente, que incluso lo que sobreviene[206] a creaciones de la naturaleza tiene algún encanto y atractivo. (2) Así, por ejemplo, el pan al cocerse se resquebraja en algunas partes y esas aberturas, a pesar de ser de alguna forma contradictorias al buen hacer del panadero, llaman nuestra atención y mueven especialmente nuestra ansia por comerlo. (3) Lo mismo ocurre con los higos, que cuando más maduros están se abren. (4) También en las aceitunas muy en sazón el propio hecho de estar a un paso de pudrirse le añade cierta belleza al fruto. (5) Lo mismo las espigas que doblan su cabeza, el entrecejo[207] del león, la espuma que fluye de la boca de los jabalíes y muchas otras cosas que si uno las observara en particular vería que están lejos de tener un buen aspecto; sin embargo, por concurrir a sucesos naturales, los adornan y los hacen atractivos, de forma que si uno tiene un sentimiento y una perspicacia más profunda frente a lo que sucede en el todo, casi nada le parecerá, incluidas las cosas que acontecen de forma concomitante, no estar conformado de forma más o menos agradable. (6) Esa persona verá las verdaderas fauces de las fieras con no menor agrado que las que los pintores y escultores muestran en imitación[208]. Incluso en una vieja o en un viejo podrá ver cierto esplendor y sazón y el atractivo sexual de los adolescentes con ojos honestos. Muchas de estas cosas no son cautivadoras a todos, sólo se le ocurrirán al que esta familiarizado genuinamente con la naturaleza y sus obras.

3.3 Hipócrates[209], tras sanar muchas enfermedades, enfermó él y murió. (2) Los caldeos predijeron la muerte de muchos, después también a ellos los arrebató el destino. (3) Alejandro, Pompeyo, Cayo César[210], tras haber arrasado completamente tantísimas ciudades y muchísimas decenas de millares de tropas de caballería e infantería, también ellos en algún momento dejaron atrás la vida. (4) Heráclito tras haber estudiado tanto la naturaleza de la conversión en ruego del universo murió lleno de agua por dentro y embadurnado de boñiga[211]. (5) A Demócrito[212] lo mataron los piojos, otros piojos[213] a Sócrates. (6) ¿Qué quiere decir eso? Te embarcaste, navegaste, arribaste. Desembarca. Si es a otra vida, nada está vacío de dioses, tampoco allí. Si es en la insensibilidad[214], dejarás de soportar sufrimientos y placeres, dejarás de ser esclavo para un recipiente tan inferior como superior es la parte que manda comparada con la que sirve, porque mandan la inteligencia y el espíritu divino mientras que son sirvientes la tierra y los despojos sanguinolentos.

3.4 No malgastes la parte que te resta de vida, si no lo haces referido al bien común, en representaciones sobre el prójimo, esto es al representarte qué hace fulano, por qué, qué dice, qué se propone, qué maquina, todo lo que te hace vagar lejos de la atención al principio rector. (2) Por tanto, es preciso que dejes de lado en el hilo de tus representaciones el azar, la inutilidad y, con mucho mayor motivo, el entremetimiento y la malignidad. (3) Hay que acostumbrarse a representarse sólo aquello sobre lo que si alguien de repente te interrogara: «¿En qué estás pensando ahora?», pudieras responder con franqueza inmediatamente: «Esto y aquello», de forma que de tus palabras quedara claro que todas tus representaciones son sencillas, favorables, propias de un animal comunitario, despreocupado de representaciones placenteras o en general regaladas o que tenías eso en mente por alguna rivalidad, malignidad, sospecha o alguna otra cosa por la que te sonrojarías al exponerla. (4) Un varón así, que no aplaza estar ya entre los mejores, es como un sacerdote y servidor de los dioses que trata con el dios aposentado en su interior, lo que le permite ser un hombre ajeno a los placeres, invulnerable a cualquier sufrimiento, inasequible a cualquier soberbia, insensible a cualquier maltrato, campeón en la mayor competición: no dejarse sobrepasar por ninguna pasión, estar empapado hasta el fondo de justicia, conformarse con toda su alma con todo lo que ocurre y se le ha asignado, no representarse, si no es excepcionalmente y por una gran necesidad en bien del común, qué dice, hace o piensa otro. (5) Sólo está atento a cómo podría ejecutar sus propias acciones y reflexiona sin parar en su propio destino entrelazado con el todo: las acciones que produce son honestas, su destino está convencido de que es bueno, (6) porque el hado asignado a cada uno lo lleva uno consigo y a uno lo lleva consigo. (7) Se acuerda también de que todo lo racional es de su linaje y de que la preocupación por todos los hombres es acorde a la naturaleza del hombre pero no hay que atenerse a la opinión de todos, sino sólo a la de los que sin discusión viven según la naturaleza. (8) Continuamente se acuerda de cómo son tanto en casa como friera de casa los que no viven así y con quiénes se juntan de noche y de día. (9) Por tanto, no pone en consideración el elogio que viene de aquellos que no están conformes con ellos mismos.

3.5 No obres ni contra tu voluntad ni contra la comunidad ni contra la reflexión ni resistiéndote. Que la afectación no maquille tu reflexión. No seas verboso ni activo en exceso. (2) Que la divinidad que está en ti sea guía de un ser varonil, respetable, social, romano, de un jefe que se coloca en su puesto como alguien que, liberado, esperara el toque de retreta para escapar de la vida, sin necesidad de un juramento ni de ningún hombre como testigo[215]. (3) Por dentro, radiante[216] sin necesidad de servidumbre o tranquilidad exteriores. (4) Hay que ser recto, no corregido.

3.6 Si descubres en la vida humana algo mejor que la justicia, la verdad, la prudencia, la valentía y, dicho de una vez, que tu mente se baste a sí misma tanto en los hechos en los que ofreces tu actuación según la razón recta como en los que sin elección previa asigna el destino, si, digo, ves algo mejor que eso, dirígele tu atención con toda tu alma y aprovecha ese bien supremo si lo has descubierto. (2) Pero si se hace evidente que no existe nada mejor que el propio espíritu divino que se asienta en ti, que tiene subordinados a su control tus impulsos particulares, que analiza tus representaciones, que se ha apartado de las emociones sensoriales, como decía Sócrates[217], que se ha subordinado a los dioses y que se preocupa de los hombres, (3) si descubres que todo lo demás es menor y de inferior valor que eso, no cedas terreno a ninguna otra cosa, porque si te postras y te inclinas una vez, no podrás ya tranquilamente rendir honor preferente a ese bien que te es particular. (4) No es recto colocar frente a lo que es el bien de la razón y de la sociedad ninguna otra cosa distinta como el elogio de la mayoría, los cargos, la riqueza, los disfrutes de distintos placeres. (5) Cualquiera de ellas, aunque parezca que la acomodas algún tiempo, al punto se apodera de ti y te desvía. (6) Pero tú, digo, escoge con sencillez y libertad lo mejor y confróntalo a todo eso. Pero es mejor la conveniencia[218]. (7) Vigila que sea para ti en cuanto racional. Pero si es en cuanto animal, expón y mantén tu juicio contrario sin delirios de grandeza. Basta que hagas tu examen con seguridad.

3.7 No honres nunca como tu conveniencia lo que te fuerce en alguna ocasión a infringir la confianza de la que gozas, a dejar a un lado la vergüenza, odiar a alguien, sospechar, maldecir, aparentar, anhelar algo que precisa de muros y cortinajes[219]. (2) Quien escoge su propia inteligencia, el espíritu divino y los ritos propios de su virtud no hace una elección trágica, no se lamenta, no precisará ni de soledad ni de muchedumbre. Y lo más importante, vivirá sin perseguir ni huir. (3) Si hace uso de su alma, encerrada en su cuerpo, durante mayor o menor intervalo de tiempo no le importa nada en absoluto. (4) Porque aunque tenga ya que separarse se alejará tan liberado como si ejecutara alguna otra de las acciones que pueden ejecutarse con decencia y orden, con esta única preocupación durante toda su vida, que su reflexión se ocupe en algo impropio de un animal inteligente y social.

3.8 En la reflexión de quien se ha disciplinado y purificado no podrías encontrar nada purulento, ni tampoco contaminado, ni anfractuoso. (2) Tampoco el hado arrebata esa vida incompleta, cosa que uno diría del actor trágico que desapareciera antes de completar y llegar al último acto. (3) Además no es en absoluto esclavo ni afectado, no es dependiente ni despegado, no está sujeto a rendir cuentas ni a zafarse.

3.9 Reverencia tu capacidad para suponer[220]. De esa capacidad depende todo para que la suposición de tu principio rector no llegue a despegarse de la naturaleza y de la constitución propia de un animal racional. (2) Esta proclama la no precipitación[221], la familiaridad con los hombres y el acatamiento a los dioses.

3.10 Pues bien, arrójalo todo, quédate sólo con estas pocas cosas y además rememora que cada uno sólo vive este presente efímero. Lo demás o ya está vivido o es incierto. (2) Pequeño es por tanto lo que vive cada uno, pequeño el rincón de la tierra donde vive. Pequeña también la reputación postrera, incluso la más extensa, y dependiente de la transmisión por hombrecillos que han de morir al punto, que no se conocen ni a sí mismos ni tampoco al muerto de tiempo atrás.

3.11 A estos principio ya dichos que se añada todavía uno, establecer siempre el límite o el contorno de lo que provoca la representación[222], de forma que se observe cómo es en esencia, desnudo, en su conjunto y diferenciado en todas sus partes, y se diga para sí su nombre específico y los nombres de los elementos a partir de los que se conformó y en los que se disolverá. (2) Nada inspira mayor grandeza de ánimo que poder desenmascarar con método y con verdad cada uno de los sucesos de la vida y ver siempre su interior de forma que uno considere con qué aderezo ofrece qué utilidad y cuál es su valor respecto al todo y cuál respecto al hombre que es ciudadano de la ciudad más enaltecida, frente a la cual las restantes ciudades son como sus casas. (3) Qué es y a partir de qué está compuesto y cuánto tiempo va a permanecer por su naturaleza lo que provoca mi representación y cuál es la virtud que preciso frente a eso, como son la gentileza, la virilidad, la verdad, la confianza, la simplicidad, la autosuficiencia, las restantes. (4) Por ello es necesario decir ante cada cosa: esto procede del dios, esto otro es según el destino y el hado[223] que se entrelaza, según tal coincidencia y fortuna, eso otro procede de alguien que comparte mi estirpe, mi linaje, que es camarada, aunque él desconozca qué tiene conforme a la naturaleza. (5) Pero yo no lo desconozco y por eso lo trato según la ley natural de la participación común con buen ánimo y con justicia. Al tiempo persigo según su valor lo que no es ni bueno ni malo[224].

3.12 Si llevas a cabo la tarea presente de acuerdo con la razón recta, con diligencia, con fuerza, con buen ánimo y no te desvías en nada accesorio sino que vigilas que tu espíritu divino permanezca puro como si ya hubiera que devolverlo, si te agarras a eso sin esperar ni evitar nada, sino que te conformas en tu actuación presente a la naturaleza y en lo que dices y declaras a la verdad romana, tendrás una buena vida. (2) Nadie hay que pueda impedírtelo.

3.13 Igual que los médicos siempre tienen a mano sus instrumentos y herramientas para tratamientos urgentes, así tú ten preparadas tus convicciones para conocer lo divino y lo humano y hacer así incluso lo más nimio, como si recordaras su vínculo mutuo. (2) En efecto, ni tendrás éxito en lo humano sin referirlo a lo divino ni al revés.

3.14 No voy a divagar más. Porque ni vas a leer tus apuntes ni los hechos históricos de los antiguos romanos y griegos ni los extractos de sus escritos que reservaste para tu propia vejez. Así pues, apresúrate para el fin, deja al lado las esperanzas vanas y ayúdate a ti mismo, si es que te importas, mientras es posible.

3.15 No saben cuántas cosas significan robar, sembrar, comprar, mantener la tranquilidad, ver qué debe hacerse[225], lo cual no se realiza con los ojos sino con otra visión.

3.16 Cuerpo, alma, inteligencia[226]. Las sensaciones son del cuerpo, los impulsos del alma, las convicciones de la inteligencia. (2) Recibir impresiones representadoras es propio también de las bestias. Que lo manejen a uno como marioneta los impulsos es propio también de fieras, putos, Fálaris[227] y Nerón[228]. Que la inteligencia sea rectora para deberes sólo aparentes es propio también de los que no creen en los dioses, abandonan su patria y hacen cualquier cosa, una vez que cierran las puertas de la calle. (3) Si, por tanto, lo demás te es común con los mencionados, queda como propio de la persona buena desear y conformarse con lo que le ocurre y estar entrelazado con su destino. Al espíritu divino asentado dentro del pecho no hay que confundirlo ni embrollarlo en el tumulto de las representaciones sino vigilar que esté propicio a obedecer con orden al dios, sin hablar nada contra la verdad ni ejecutar nada contra la justicia. (4) Si todos los hombres desconfían de que uno viva con sencillez, decoro y amabilidad, no se irrita con ninguno de ellos ni se aparta del camino que conduce al fin de la vida, para lo cual es necesario marchar puro[229], tranquilo, liberado, compenetrado con su destino sin violencias.