LIBRO XI
11.1 Éstas son características del alma racional. Se ve a sí misma, se articula a sí misma, se hace a sí misma como quiere, ella misma recoge el fruto que produce (mientras que los frutos de las plantas y lo asimilable aplicado a los animales lo recogen otros), alcanza su propio objetivo allí donde esté puesto el fin de la vida. (2) A diferencia de lo que ocurre en la danza, en la actuación teatral y en cosas por el estilo su acción en conjunto no queda inconclusa si algo le pone trabas, sino que, en todas sus partes y hasta donde se vea sorprendida, ejecuta lo que se ha propuesto ella misma de forma plena y sin carencias, hasta el punto de decir «yo obtengo mi parte». (3) Es más, abarca en su recorrido todo el universo, el vacío que lo rodea y su diseño; se extiende hasta el infinito de la eternidad, abarca en su comprensión también el renacimiento del todo[445], abarca con la mente y especula con que nada verán de nuevo los que vengan después, ni nada más extraordinario vieron los que nos precedieron, sino que de alguna forma el de cuarenta años, si tiene una mínima inteligencia, ha visto por el principio de uniformidad todo lo que ha ocurrido y ocurrirá. (4) Son características también del alma racional amar al prójimo, la verdad, la vergüenza, no estimar nada por encima de sí misma, cosa que también es característica de la ley. (5) Por tanto, así en nada se diferencia la razón recta de la razón de la justicia.
11.2 Despreciarás el canto agradable, la danza y la lucha, si descompones la melodía armoniosa en cada uno de sus sonidos y te preguntas ante cada uno de ellos si eres menos que él. En efecto te sentirás molesto. También si haces algo parecido con la danza ante cada movimiento y figura, y esto mismo con la lucha. (2) Por tanto, en una palabra, con excepción de la virtud y de lo que surge de ella, acuérdate de recorrer las cosas en sus partes y llegar hasta el desprecio con su división; eso mismo aplícalo a toda la vida[446].
11.3 ¡Cómo es el alma dispuesta, tanto si debe separarse del cuerpo, como extinguirse, dispersarse o continuar! (2) Esa disposición es para irse tras una decisión específica, no por mera obcecación [como los cristianos][447], sino tras haberlo razonado, tan dignamente que se pueda convencer a otro y sin hacer una tragedia.
11.4 He hecho algo en favor de la comunidad, por tanto me he beneficiado. Que esto salga a tu encuentro y esté a mano. En ningún caso cejes en ello.
11.5 ¿Cuál es tu arte? Ser bueno. ¿Cómo sucede eso si no es por los estudios sobre la naturaleza del todo y sobre la constitución particular del hombre?
11.6 Al principio las tragedias se introdujeron para recordar sucesos: que es natural que se produzcan y con el fin de que los sucesos del escenario que os conmueven en el alma no os irriten en el escenario mayor[448]. (2) Pues estáis viendo que es preciso que eso se lleve a cabo y que también lo soportan los que han gritado «Ay Citerón»[449]. (3) También dicen los que crean dramas algunas otras palabras de utilidad. Así, sobre todo: «Si fui abandonada yo y mis dos hijos por los dioses incluso eso tiene su razón»[450]. También: «No hay que enfurecerse con las cosas…»[451]. Y: «Cosecha la vida como espiga fructífera…»[452]. Y otras por el estilo. (4) Después de la tragedia, se introdujo la comedia antigua caracterizada por su hablar franco e instructivo que nos invita no inútilmente a evitar los delirios de grandezas por la propia forma tan directa de expresarse. Con un fin parecido, Diógenes asumía esta herencia. (5) ¿Después de ella la comedia media y de ahí en adelante la nueva para qué ha heredado, dado que se diluyó al poco en el gusto por la técnica que surge de la imitación? (6) No se desconoce que también dicen ésos algunas cosas útiles, pero ¿la concepción en conjunto de esta forma de creación y acción dramática a qué objetivo se dirigió?
11.7 ¡Con qué intensidad se antoja que no existe otro supuesto de vida tan conveniente para la práctica de la filosofía como este en el que ahora te encuentras![453].
11.8 La rama que se cercena de una rama contigua no es posible que no quede cercenada también del conjunto de la planta. (2) Así también un hombre que se desgaja de un solo hombre queda cercenado del conjunto de la comunidad. (3) A la rama, evidentemente, la cercena otro, pero el hombre él mismo se aparta a sí mismo del prójimo por odio y aversión, pero desconoce que de forma simultánea se ha cortado a sí mismo también del conjunto de la sociedad, (4) a no ser por ese regalo del que ensambló la comunidad, Zeus. En efecto, nos es posible implantarnos de nuevo con el contiguo y de nuevo formar parte del conjunto. (5) Sin embargo, si se produce muchas veces la desunión por esa separación eso hace que lo que se aparta sea muy difícil de recuperar. (6) En resumen, no es igual la rama que ha brotado desde el principio y ha permanecido compartiendo el mismo aire que la que de nuevo después del corte se injerta, digan lo que quieran los jardineros.
(7) Sé de la misma mata, no de la misma opinión.
11.9 Los que se entrometen contra ti que avanzas según la razón recta, igual que no podrán desviarte de la acción sana, que tampoco te repelan de la amabilidad para con ellos. Pero mantente en estas dos cosas por igual: no sólo en el juicio y acción bien establecido, también en la condescendencia para con quienes intentan impedirte. (2) Pues es debilidad tanto indignarte con ellos como retirarte de la acción y ceder cuando te golpean. Por igual uno y otro son desertores, el que se acobarda y el que se enajena al que es por naturaleza su congénere y amigo.
11.10 Ninguna naturaleza es inferior a un arte técnica, porque estas artes imitan las naturalezas. (2) Si es así, la naturaleza más perfecta y más comprensiva entre todas las demás no podría quedarse rezagada detrás del buen oficio técnico. (3) Todas estas artes, desde luego, fabrican lo inferior a causa de lo superior[454], por tanto también la naturaleza común. (4) Y de ahí surge la justicia y a partir de ella se fundamentan las restantes virtudes. Lo justo no será observado si nos vemos afectados por lo que no es ni bueno ni malo[455] o si somos fáciles de engañar, precipitados o cambiantes.
11.11 No avanzan hacia ti cosas cuya persecución o rechazo te embrolla, sino que tú mismo de alguna forma avanzas hacia ellas. Que ponga paz, por tanto, tu dictamen sobre ellas y las cosas se quedarán quietas y no te verán perseguirlas o rechazarlas.
11.12 La esfera[456] del alma es como un rayo[457] cuando ni se estira en pos de algo ni se concentra en su interior ni se excita[458] ni se hunde, sino que brilla con una luz con la que ve la verdad de todo y la de su propio interior.
11.13 ¿Me despreciará alguien? Él verá. Yo, por mi parte, veré de no ser descubierto haciendo o diciendo algo merecedor de desprecio. ¿Me odiará alguien? (2) Él verá. Yo amable, benévolo con cualquiera y con ése en concreto dispuesto a mostrarle su desconsideración sin reproche y sin ostentación de que se lo tolero, sino genuina y bondadosamente, como aquel Foción[459], si es que no aparentaba. (3) Así debe estar tu interior y que te vean los dioses como un hombre con una disposición nada vengativa ni quejosa. (4) ¿Qué hay de malo para ti si tú haces ahora lo propio de tu naturaleza y aceptas lo que ahora es oportuno para la naturaleza del todo empeñado en que se produzca la conveniencia del común por cualquier medio?
11.14 A pesar del desprecio de unos con otros, se complacen unos con otros y, a pesar de su deseo de sobresalir unos de otros, se inclinan unos ante otros.
11.15 ¡Qué putrefacto y tramposo quien afirma: «Me he propuesto comportarme contigo sencillamente»! (2) ¿Qué haces, hombre? Eso no hay que anunciarlo. (3) Se pondrá de manifiesto. Debe estar escrito en la frente. Resuena inmediatamente la voz de una manera determinada, sobresale inmediatamente en los ojos, igual que en la mirada de los amantes el enamorado lo reconoce todo. (4) Así, en resumen, debe ser la persona sencilla y buena, como el que apesta, para que el que se presenta ante él, nada más acercarse, quiera o no, se dé cuenta. (5) Cultivar afectadamente la sencillez es como un puñal. Nada hay más vergonzoso que ser amigo como un lobo. Evita eso al máximo entre todas las cosas. (6) El bueno, sencillo y amable lo lleva en sus ojos y no lo esconde.
11.16 Pasa la vida de la mejor forma. Esa posibilidad reside en el alma, si no se perturba ante las cosas que no son motivo de turbación. (2) No se perturbará si estudia cada una de estas cosas con discriminación, en su totalidad y acordándose de que ninguna de ellas provoca en nosotros una suposición sobre ella ni nos alcanza, sino que ellas ni se menean y somos nosotros los que generamos los juicios sobre ellas y en cierto modo los grabamos en nosotros, cuando es posible no grabarlos y es posible, si lo hacemos sin damos cuenta, borrarlos de inmediato.
(3) Por tanto, si son conforme a la naturaleza salúdalas y te resultarán fáciles. Si van contra la naturaleza investiga qué es según tu naturaleza y empéñate en ello aunque no esté bien considerado. Pues existe perdón para todo el que persigue su propio bien.
11.17 De dónde ha salido cada cosa y a partir de qué circunstancias, en qué se transforma y cómo será en su transformación y cómo no sufrirá daño alguno.
11.18 En primer lugar[460], cuál es mi actitud con ellos dado que hemos nacido unos por otros y que yo por otra razón he llegado a una situación de prominencia sobre ellos, como un camero en el rebaño o un toro en la manada. (2) Acércate desde arriba con el principio de que si no somos átomos es la naturaleza quien gobierna todo. Si es así, los inferiores son a causa de los superiores y éstos unos por otros.
(3) En segundo lugar, cómo son a la mesa, en la cama y lo de más[461]; pero sobre todo qué compulsiones son base de sus creencias y con qué delirios de grandeza hacen precisamente eso.
(4) En tercer lugar, que si actúan rectamente no debes irritarte, y si no es evidente, que es contra su voluntad y por ignorancia, (5) porque cualquier alma se ve apartada de la verdad contra su voluntad, como también de comportarse con cada persona según su valía. (6) Se atormentan cuando se les considera injustos, desconsiderados, aprovechados, en definitiva, que yerran contra el prójimo.
(7) En cuarto lugar, que tú también cometes muchos errores y eres otro igual; incluso si te mantienes lejos de algunos errores, tu actitud es capaz de cometerlos, aunque por cobardía, afán de popularidad o alguna otra maldad, te mantienes lejos de errores semejantes.
(8) En quinto lugar que, aunque yerren, tampoco estás convencido porque muchas cosas se producen por motivos de organización (9) y en general hay que informarse previamente mucho para que uno se manifieste sobre el comportamiento ajeno con comprensión.
(10) En sexto lugar, cuando te indignas en exceso o te sienta algo mal, que la vida humana es momentánea y después de un poco a todos nos entierran.
(11) En séptimo lugar, que no son sus acciones las que nos irritan pues ésas dependen de sus principios rectores, sino nuestras suposiciones sobre ellas. (12) Apártalas y ten la voluntad de eliminar ese juicio de que es algo terrible y la cólera se marcha. (13) Entonces, ¿cómo lo apartarás? Si caes en la cuenta de que no es algo vergonzoso; pues sólo lo que es vergonzoso es malo o si no, por fuerza, tú también cometes muchos errores y eres un bandido y un cualquiera.
(14) En octavo lugar, en qué medida nuestras cóleras y tristezas provocan dificultades mayores que son las cosas por lo que nos encolerizamos y entristecemos.
(15) En noveno lugar, que la amabilidad es invencible si es sincera y no es un gesto o una actuación teatral. (16) ¿Qué podrá hacer contra ti el más violento si permaneces amable con él y, si viene a cuento, le exhortas condescendiente y cuando intenta hacerte daño lo aleccionas a propósito de esa circunstancia concreta, dedicándole tiempo: «Hijo, no. Hemos nacido para otra cosa. Yo, desde luego, no me perjudico, pero tú sí, hijo»? (17) Y muéstrale con toda evidencia y genéricamente que eso es así, que tampoco las abejas lo hacen ni ninguno de los animales gregarios por naturaleza. (18) Debes hacerlo sin afectación ni reproches sino con cariño y sin sentirte mordido en el alma, tampoco como si fueras su maestro de escuela ni con la intención de que otro que esté presente se admire, sino realmente para él solo, aunque estén otros alrededor. (19) Acuérdate de estos nueve capítulos como si tuvieras en tu poder un regalo de las Musas y empieza a ser hombre mientras estás vivo. (20) Debes vigilar por igual no encolerizarte con ellos y no adularlos. Una y otra cosa son poco comunitarias y llevan perjuicio. (21) Ten a mano en las cóleras que no es varonil estar de mal humor sino que la condescendencia y la mansedumbre son más humanas y también más varoniles, quien es así demuestra fuerza, agallas y valentía, a diferencia del que se indigna y se disgusta. (22) En la medida en que este comportamiento es más cercano a la impavidez, también lo es a la fuerza. (23) Igual que la tristeza es propia del débil, así también la cólera. Los que tienen estos dos sentimientos sufren de una herida y hacen una cesión.
(24) Si quieres, toma este décimo regalo de Apolo conductor de las musas: es locura pedir que los ruines no yerren porque es desear lo imposible, (25) pero, si estás de acuerdo en que otros son así y pides que ellos no yerren contra ti, eres ignorante y tiránico.
11.19 Hay que vigilar constantemente sobre todo cuatro inclinaciones del principio rector y después de que las descubras, hay que eliminarlas, diciendo como apostilla a propósito de cada una: «esa representación no es imprescindible», «esto va contra la comunidad» y «esto que vas a afirmar no procede de ti». Hacer afirmaciones que no son tuyas considera que está entre lo más fuera de lugar. (2) La cuarta es por la que te harás a ti mismo el reproche de que eso es así por estar la parte más divina que hay en ti denotada y humillada a la porción menos valiosa y mortal, la del cuerpo y sus espesas formas.
11.20 Tu hálito y todo lo fogoso que interviene en tu mezcla, aunque por naturaleza se eleva, sin embargo en obediencia al ordenamiento del todo permanece a la fuerza aquí en el compuesto[462]. (2) Y todo lo terroso que está en ti y lo húmedo, aunque tiende hacia abajo, sin embargo se levanta y mantiene una posición que no es la suya. (3) Así pues, también los elementos prestan atención al todo, una vez que se les asignó ese lugar, y permanecen juntos hasta que desde allí se dé la señal de la descomposición. (4) ¿No es terrible, entonces, que tu parte reflexiva sea desobediente y se indigne con su puesto, a pesar de que nada violento se le ordene sino sólo lo que es según su naturaleza? Sin embargo, no se aguanta y lleva la contraria. (5) Porque el movimiento hacia las injusticias, desenfrenos, cóleras, tristezas, miedos no es otra cosa que distanciamiento de la naturaleza. (6) Cuando el principio rector se irrita con algún suceso, abandona su propio puesto. (7) En efecto, está constituido para la virtud y la piedad divina no menos que para la justicia. Las dos primeras pertenecen en su especie a la buena participación comunitaria[463] y son más respetables que los comportamientos justos.
11.21 Quien no tiene un objetivo único y siempre el mismo en la vida, ése no puede ser uno y el mismo durante toda su vida. (2) No basta lo dicho si no le añades de qué tipo debe ser ese objetivo. (3) En efecto, igual que no existe acuerdo para la mayoría en la suposición de todos los bienes posibles aparentes pero sí en algunos determinados, esto es, en los comunes, así también hay que colocar como objetivo el comunitario y social. (4) Quien enderece a ese objetivo todos sus impulsos particulares producirá a cambio igualdad en todas sus acciones y según eso siempre será el mismo.
11.22 El ratón de la montaña y el doméstico, el terror y pavor de éste[464].
11.23 Sócrates también llamaba a las opiniones de la mayoría Lamias[465], terrores infantiles.
11.24 Los lacedemonios colocaban para los extranjeros en los espectáculos las gradas a la sombra mientras que ellos se sentaban en cualquier sitio.
11.25 A Pérdicas[466] le dijo Sócrates a propósito de que no iba a su casa: «para que no muera con la peor de las muertes», esto es, «no sea que si me tratas bien no pueda corresponder en el buen trato».
11.26 En los escritos de los epicúreos[467] figuraba el siguiente mandato: recordar continuamente a alguno de los antiguos que cultivaba la virtud.
11.27 Los pitagóricos: miremos al cielo antes del alba para acordamos de los astros que concluyen su tarea siempre según las mismas pautas y de la misma manera, de su orden, pureza, desnudez, (2) porque no existe ningún cobertor para una estrella[468].
11.28 Igual que Sócrates ceñido con una piel de cordero cuando Jantipa[469] le cogió el manto[470] y se marchó a la calle. Y lo que dijo Sócrates a sus discípulos avergonzados y con intención de retirarse cuando lo sorprendieron vestido así.
11.29 En escritura y lectura no serás un maestro si antes no has sido amaestrado[471]. Eso con mayor intensidad en la vida.
11.30 «Has nacido esclavo: no participas de la razón»[472].
11.31 «Mi querido corazón se rio»[473].
11.32 «Censurarán la virtud diciendo palabras ásperas»[474].
11.33 Buscar un higo en invierno es propio de un loco, así es el que busca un niñito cuando ya no le es dado[475].
11.34 Quien le hace cariños a su hijito debe decirse por dentro, como afirmaba Epicteto: «Mañana quizá habrás muerto». «Eso es de mal agüero». No es de mal agüero en absoluto, sino indicativo de cierta forma de obrar de la naturaleza. O también es de mal agüero que las espigas sean cosechadas[476].
11.35 Un racimo verde, un racimo maduro, un racimo de uvas pasas, todo son cambios, no hacia el no ser, sino hacia lo que ahora no es[477].
11.36 «No hay ladrón del albedrío»[478].
11.37 Decía[479] que hay que encontrar un procedimiento para ponerse de acuerdo y mantener la atención en el asunto de los impulsos de forma que sean con reserva[480], comunitarios y según la valía. (2) Y hay que alejarse del apetito en cualquier caso y no rechazar nada que no esté en nuestra mano.
11.38 Decía: El debate, por tanto, no es sobre cualquier cosa, sino sobre estar loco o no.
11.39 Sócrates decía: «¿Qué queréis, tener almas de seres racionales o de irracionales?» «De racionales». «¿De qué tipo de racionales?, ¿de sanos o de ruines?» «De sanos». «Entonces, ¿por qué no os afanáis en ello?» «Porque ya las tenemos». «Entonces, ¿por qué os pegáis y estáis en desacuerdo?»[481].